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domingo, 23 de enero de 2011

EL DECRETO CONCILIAR "UNITATIS REDINTEGRATIO" Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA (2)

Por Ing. Mateo Roberto Gorostiaga

* "Decreto del Concilio Ecuménico Vaticano II" del 21 de Noviembre de 1964.
• Tomada con subtitulos y números de párrafos de la IV edición Guadalupe.

Capitulo I
(Segunda Parte)

RELACIÓN DE LOS HERMANOS SEPARADOS CON LA IGLESIA CATÓLICA
U.R.3 A) En esta una y única Iglesia de Dios, ya desde los primeros tiempos, se efectuaron algunas escisiones (cfr. 1 Cor. 11, 18-19; Gal. 1, 6-9; 1 Jn. 2, 18-19), que el Apóstol condena con severidad (cfr. 1 Cor. 1,11 ss..; 1 1, 22), pero en tiempos sucesivas surgieron discrepancias mayores, separándose de lu plena comunión de la Iglesia no pocas comunidades, a veces no sin responsabilidad de ambas partes.

León XIII en Satis Cognitum:
[54...] De aquí también esta sentencia del mismo San Cipriano, según la que la herejía y el cisma se producen y nacen, del hecho de negar al poder supremo la obediencia que le es debida: La única fuente de donde han surgido las herejías y de donde han nacido los cismas, es que no se obedece al Pontífice de Dios, ni se quiere reconocer en la Iglesia un solo Pontífice y un solo juez que ocupa el lugar de Cristo (S. Cipr. Epist. 12 ad Corn. n. 5. P.L. 3, 802).

Pío XII en Mystici Corporis:
Pero entre los miembros de la Iglesia, sólo se han de contar de hecho los que recibieron las aguas regeneradoras del Bautismo y profesan la verdadera fe y ni se han separado ellos mismos miserablemente de la contextura del cuerpo, ni han sido apartados de él por la legítima autoridad a causa de gravísimas culpas (D.2286).

Clemente VI, 1342-1352, de la Carta Super quibusdam a Consolador, Catolicón de los armenios, de 29 de septiembre de 1351:
(3)... Preguntamos: Primeramente, si creéis tú y la iglesia de los armenios que te obedece que todos aquéllos que en el bautismo recibieron la misma fe católica y después se apartaron o en el futuro se aparten de la comunión de la misma fe de la Iglesia Romana que es la única Católica, son cismáticos y herejes, si perseveran pertinazmente divididos de la fe de la misma Iglesia Romana (D.570 a).
En segundo lugar preguntamos si creéis tú y los armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la fe de la misma Iglesia y de la obediencia de los Pontífices Romanos (D.570 b). [,..]
Sexto si has creído que la plenitud de potestad del Romano Pontífice se extiende a tanto, que puede trasladar a los patriarcas, catolicón, arzobispos, obispos, abades o cualesquiera prelados, de las dignidades en que estuvieren constituidos a otras dignidades de mayor o menor jurisdicción o, de exigirlo sus crímenes, degradarlos y deponerlos, excomulgarlos y entregarlos a Satanás (D.570. h). [...]
Noveno, si has creído y crees que todos los que se han levantado contra la fe de la Iglesia Romana y han muerto en su impenitencia final, se han condenado y bajado a los eternos suplicios del infierno (D.570 1).

U.R.3 B) Pero los que ahora nacen y se nutren de la fe de Jesucristo dentro de esas comunidades no pueden ser tenidos como responsables del pecado de la secesión, y la Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor; puesto que quienes recibieron el bautismo debidamente, quedan constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia católica.

Pío XII (Mystici Corporis):
Como en la verdadera congregación de los fieles, hay un solo cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor y un solo bautismo; así no puede haber más que una sola fe (Eph. 4, 5); y por lo tanto quien rehusare oir la Iglesia, según el mandato del Señor, ha de ser tenido por gentil y publicano (Mt. 18, 17). Por lo cual, los que están separados entre sí por la fe o por el gobierno, no pueden vivir en este cuerpo único ni de este su único Espíritu divino (D.2286).

Gregorio XVI: Epístoia Encíclica Mirari Vos Arbitramur (15 VIII 1832)
[sobre los males de su tiempo y sus remedios]

Por otra parte, falsamente alguien acariciaría la idea de que le basta con estar regenerando por el bautismo, pues oportunamente le respondería Agustín: El sarmiento que está separado de la vid tiene la misma forma; pero ¿qué le aprovecha la forma si no vive de la raíz? (S. Agustín, Psalmus contra parte Donati, letra S (Migne, P.L. 43, Col.50). Ed. Guadalupe, t.1, p.41)

Pío IX, 1846-1878, de la Encíclica Quanto conficiamur moerore,
a los obispos de Italia, de 10 de agosto de 1863:

Y aquí, queridos Hijos nuestros y Venerables Hermanos, es menester recordar y reprender nuevamente el gravísimo error en que miserablemente se hallan algunos católicos, al opinar que hombres que viven en el error y ajenos a la verdadera fe y a la unidad católica pueden llegar a la eterna salvación (v. 1717). Lo que ciertamente se opone en sumo grado a la doctrina católica. Notoria cosa es a Nos y a vosotros que aquéllos que sufren ignorancia invencible acerca de nuestra santísima religión, que cuidadosamente guardan la ley natural y sus preceptos esculpidos por Dios en los corazones de todos y están dispuestos a obedecerá Dios y llevan vida honesta y recta, pueden conseguir la vida eterna, por la operación de la virtud de la luz divina y de la gracia; pues Dios, que manifiestamente ve, escudriña y sabe la mente, ánimo, pensamientos y costumbres de todos, no consiente en modo alguno, según su suma bondad y clemencia, que nadie sea castigado con eternos suplicios, si no es reo de culpa voluntaria. Pero bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, "a quien fue encomendada por el Salvador la guarda de la viña" (Conc. de Calcedonia en la relación a León I), no pueden alcanzar la eterna salvación.

En el Syllabus, Pío IX declaró proscripta y reprobada la Proposición 17:
Por lo menos deben tenerse fundadas esperanzas acerca de la eterna salvación de todos aquellos que no se hallan de modo alguno en la verdadera Iglesia de Cristo (D.1717).

U.R.3 C) Efectivamente, por causa de las varias discrepancias existentes entre ellos y la Iglesia católica, ya en cuanto a la doctrina, y a veces también en cuanto a la disciplina, ya en lo relativo a la estructura de la Iglesia, se interponen a la PLENA comunión eclesiástica no pocos obstáculos, a veces muy graves, que el movimiento ecumenista trata de superar. Sin embargo, justificados por la fe en el bautismo, quedan incorporados a Cristo y, por tanto, reciben el nombre de cristianos con todo derecho y justamente reconocidos como hermanos del Señor por los hijos de la Iglesia católica.

El Concilio Vaticano I y León XIII (Satis Cognitum):
[30. Separarse en un punto es separarse en todo.] Pues tal es la naturaleza de la fe, que nada es más imposible que creer esto y dejar de creer aquello.
La Iglesia profesa efectivamente que la le es "una virtud sobrenatural por la que, bajo la inspiración y con el auxilio de la gracia de Dios, creemos que lo que nos ha sido revelado por El es verdadero; y lo creemos, no a causa de la verdad intrínseca de las cosas, vista a la luz natural de nuestra razón, sino a causa de la autoridad de Dios mismo, que nos revela esas verdades, y que no puede engañarse ni engañarnos" (Vat. I, Ses. III. c. 3.4) (D.1789).
En la misma ses. III, c. 3, el Conciijo Vaticano:
[Del objeto de la fe.] Ahora bien, deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio (D.1792).
[Del auxilio divino externo para cumplir el deber de la fe] Porque a la Iglesia Católica sola pertenecen todas aquellas cosas, tantas y tan maravillosas, que han sido divinamente dispuestas para evidente credibilidad de la fe cristiana (D.1794).

Y PELAGIO II, EN LA CARTA 2 DILECTIONIS VESTRAE
A LOS OBISPOS CISMÁTICOS DE ISTRIA, HACIA EL AÑO 585:
... No queráis, pues, por amor a la jactancia, que está siempre muy cercana a la soberbia, permanecer en el vicio de la obstinación, pues, en el día del juicio, ninguno de vosotros se podrá excusar... Porque, si bien por la voz del Señor mismo en el Evangelio (cf. Mt. 16, 18) está manifiesto donde este constituida la Iglesia, oigamos, sin embargo, qué ha definido el bienaventurado Agustín, recordando la misma sentencia del Señor. Pues dice estar constiuída la Iglesia en aquéllos que por la sucesión de los obispos se demuestra que presiden en las Sedes Apostólicas, y cualquiera que se sustrajere a la comunión y autoridad de aquellas Sedes, muestra hallarse en el cisma. Y después de otros puntos: "Puesto fuera, aun por el nombre de Cristo estarás muerto. Entre los miembros de Cristo, padece por Cristo; pegado al cuerpo, lucha por la cabeza". Pero también el bienaventurado Cipriano, entre otras cosas, dice lo siguiente: "El comienzo parte de la unidad y a Pedro se le da el primado para demostrar que la Iglesia y la cátedra de Cristo es una sola; y todos son pastores, pero la grey es una, que es apacentada por los Apóstoles con unánime consentimiento" (De unit. 4 [P.L 4, 500]). Y poco después: "El que no guarda esta unidad de la Iglesia, ¿cree guardar la Fe? El que abandona y resiste a la cátedra de Pedro, sobre la que está fundada la Iglesia, ¿confía estar en la Iglesia?" (D.247).

U.R.3 D) Además de los elementos o bienes que en su conjunto constituyen y vivifican a la Iglesia, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia católica: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y algunos dones interiores del Espíritu Santo y elementos visibles; todo esto, que proviene de Cristo y a El conduce, pertenece por derecho a la única Iglesia de Cristo.

León XIII (Satis Cognitum):
[17. La obediencia al Romano Pontífice.] Ahora bien, en esta única Iglesia de Cristo nadie vive y nadie persevera, que no reconozca y acepte con obediencia la suprema autoridad de Pedro y de sus legítimos sucesores. ¿No fue acaso al Obispo de Roma a quien obedecieron, como a sumo Pastor de las almas, los ascendientes de aquéllos que hoy yacen anegados en los errores de Focio (El Patriarca de Constantinopla, Focio (820-897/8) fue el promotor del cisma griego), y de otros novadores? Alejáronse ¡ay! los hijos de la casa paterna, que no por eso se arruinó ni pereció, sostenida como está perpetuamente por el auxilio de Dios. Vuelvan, pues, al Padre común, que olvidando las injurias inferidas ya a la Sede Apostólica, los recibirá amantísimamente. Porque, si, como ellos repiten, desean asociarse a Nos y a los Nuestros, ¿por qué no se apresuran a venir a la Iglesia, madre y maestra de todos los fieles de Cristo (Conc. Lateran. IV, c. 5 (Denz-Umb. 436). Oigan como clamaba en otro tiempo Lactancio: Sólo la Iglesia Católica es la que conserva el culto verdadero. Ella es la fuente de la verdad, la morada de la Fe, el templo de Dios; quienquiera que en él no entre o de él salga, perdido ha la esperanza de vida y de salvación. Menester es que nadie se engañe a sí mismo con pertinaces discusiones. Lo que aquí se ventila es la vida y la salvación; a la cual si no se atiende con diligente cautela, se perderá y se extinguirá (7 Lactancio Div. Inst. 4. 30. (Corp. Ser. E. Lat., vol. 19. pág. 397, 11-12; Migne P.L. 6, col. 542-B a 543-A).

U.R.3 E) Los hermanos separados practican no pocos actos de culto de la religión cristiana, los cuales, de varias formas, según la diversa condición de cada Iglesia o comunidad, PUEDEN SIN DUDA ALGUNA, PRODUCIR LA VIDA DE LA GRACIA, Y HAY QUE CONFESAR QUE SON APTOS PARA DEJAR ABIERTO EL ACCESO A LA COMUNIÓN DE LA SALVACIÓN.

Bonifacio VIII, De la Bula Unam sanctam, de 18 de noviembre de 1302:
Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente la creemos y simplemente la confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados, como quiera que el Esposo clama en los Cantares: Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta. Única es ella de su madre, la preferida de la que la dio a luz (Cant. 6, 8). Ella representa un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y la cabeza de Cristo, Dios. En ella hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (Eph. 4, 5). Una sola, en efecto, fue el arca de Noé en tiempo del diluvio, la cual prefiguraba a la única Iglesia, y, con el techo en pendiente de un codo de altura, llevaba un solo rector y gobernador, Noé, y fuera de ella leemos haber sido borrado cuanto existía sobre la tierra. Mas a la Iglesia la veneramos también como única... (D.468).
Ahora bien esta potestad (del Papa), aunque se ha dado a un hombre y se ejerce por un hombre, no es humana, sino antes bien divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores confirmada en Aquél mismo a quien confesó, y por ello fue piedra, cuando dijo el Señor al mismo Pedro: Cuanto ligares etc. (Mt. 16, 19). Quienquiera, pues, resista a este poder así ordenado por Dios, a la ordenación de Dios resiste (Rom. 13, 2), a no ser que, como Maniqueo, imagine que hay dos principios, cosa que juzgamos falsa y herética, pues atestigua Moisés no que "en los principios", sino en el principio creó Dios el cielo y la tierra (Gen. 1,1). Ahora bien, SOMETERSE AL ROMANO PONTÍFICE, LO DECLARAMOS, LO DECIMOS, DEFINIMOS Y PRONUNCIAMOS COMO DE TODA NECESIDAD DE SALVACIÓN PARA TODA HUMANA CRIATURA (D.469).

U.R.3 F) Por consiguiente, aunque creemos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, NO ESTÁN DESPROVISTAS DE SENTIDO Y DE VALOR EN EL MISTERIO DE LA SALVACIÓN, PORQUE EL ESPÍRITU DE CRISTO NO REHUYÓ SERVIRSE DE ELLAS COMO MEDIOS DESALVACIÓN, cuya virtud deriva de la misma PLENITUD de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia.

León XIII (Satis Cognitum) aclara que:
Lo que hay que averiguar no es precisamente de qué modo puede la Iglesia ser una, sino de qué modo quiso que fuera una Aquél que la fundó (D.1954).
Ahora bien, si se mira lo que ha sido hecho, Jesucristo no concibió ni formó a la Iglesia de modo que comprendiera pluralidad de comunidades semejantes en su género, pero distintas y no ligadas por aquellos vínculos que hicieran a la Iglesia indivisible y única, a la manera que profesamos en el Símbolo de la fe: Creo en una sola Iglesia... Y es así que cuando Jesucristo hablara de este místico edificio, solo recuerda a una sola Iglesia, a la que llama suya: Edificaré mi iglesia (Mt. 16, 18). Cualquiera otra que fuera de ésta se imagine, al no ser fundada por Jesucristo, no puede ser la verdadera Iglesia de Jesucristo... Así pues la verdadera salvación que nos adquirió Jesucristo, y juntamente todos los beneficios que de el la proceden, la Iglesia tiene el deber de difundirlos ampliamente a todos los hombres y propagarlos a todas las edades. Consiguientemente, por voluntad de su fundador, es necesario que sea única en todas la tierras en la perpetuidad de los tiempos... Es, pues, la Iglesia de Cristo única y perpetua. Quienquiera de ella se aparta, se aparta de la voluntad y prescripción de Cristo Señor y, dejado el camino de la salvación, se desvía hacia su ruina (D.1955).

U.R.3 G) Los hermanos separados, sin embargo, ya particularmente, ya sus comunidades y sus Iglesias, no gozan de aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regeneró y vivificó en un cuerpo y en una vida nueva que manifiestan la Sagrada Escritura y la tradición veneranda de la Iglesia. Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la PLENITUD TOTAL de los medios salvíficos.

Comienza el Símbolo Quimcumque (o Atanasiano):
Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre (D.39). (De hecho, este símbolo alcanzó tanta autoridad en la Iglesia lo mismo occidental que oriental, que entró en el uso litúrgico y ha de tenerse por verdadera definición de fe. Nota del Denzinger).
San Pío X En Pascendi:
A lo sumo podrían acaso afirmar los modernistas, y es que la religión católica por tener más vida posee más verdad, y que es más digna del nombre cristiano porque responde con mayor plenitud a los orígenes del cristianismo.

U.R.3 H) Creemos que el Señor entregó todos los bienes del Nuevo Testamento a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse TOTALMENTE todos los que de alguna manera pertenecen YA al Pueblo de Dios. Pueblo que durante su peregrinación por la tierra, aunque permanezca sujeto al pecado crece en Cristo y es conducido suavemente por Dios, según sus inescrutables designios, hasta que arribe gozoso a la total PLENITUD de la gloria eterna en la Jerusalén celestial.

Pío IX Encíclica Etsi Multa Luctuosa de 21-XI-1873,
sobre ataques a la Iglesia en los diferentes países:

Y en realidad a Pedro habló el Señor: a uno, pura que la unidad fuera cimentada sobre uno; a Pedro confió la divina Misericordia, la grande y admirable participación de su potestad, y si dispuso que alguna cosa tuviese en común con los demás Príncipes, lo concedió mediante el mismo, nunca por otro camino. En consecuencia, de esta Sede Apostólica, en la que el bienaventurado San Pedro vive, preside y reparte la fe a Unios los que la buscan, brotan para todos, los derechos de la santa Comunión; y está fuera de toda duda que esta misma sede constituye para todas las demás Iglesias expandidas por el orbe entero lo que es la cabeza para el resto de los miembros, de la que, si alguno se separa, se aparta de la Religión cristiana, pues ha roto la trabazón con la misma.(...]
Por esto el Santo Mártir Cipriano hablando del seudo-obispo cismático Novaciano, le niega la misma comunión como a un separado y escindido de la Iglesia de Cristo. Quienquiera que sea y cualquiera que sea, dice, no es cristiano si no está en la Iglesia de Cristo (Ed.Guadalupe cit., t.1, p.192).

Vaticano I, Ses. IV, c. 3:
[Consecuencias negadas por los innovadores.] Enseñamos, por ende, y declaramos, que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras, y que esta potestad de jurisdicción del Romano Pontífice, que es verdaderamente episcopal, es inmediata. A esta potestad están obligados por el deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia los pastores y fieles de cualquier rito y dignidad, ora cada uno separadamente, ora todos juntamente, no sólo en las materias que atañen a la fe y a las costumbres, sino también en lo que pertenece a la disciplina y régimen de la Iglesia difundida por todo el orbe; de suerte que, guardada con el Romano Pontífice esta unidad tanto de comunión como de profesión de la misma fe, la Iglesia de Cristo sea un solo rebaño bajo un solo pastor supremo. Tal es la doctrina de la verdad católica, de la que nadie puede desviarse sin menoscabo de su fe y salvación (D.1827).

Y Pío XI (Mortalium Ánimos):
[16... ] Nunca, en el transcurso de los siglos, se contaminó esta mística Esposa de Cristo, ni podrá contaminarse jamás, como dijo bien San Cipriano: No puede adulterar la Esposa de Cristo; es incorruptible y fiel. Conoce una sola casa y custodia con casto pudor la santidad de una sola estancia (s. Cipr. De la Unidad de la Iglesia (Migne P.L 4, col. 518-519)). Por eso se maravillaba con razón el santo Mártir de que alguien pudiese creer que esta unidad, fundada en la divina estabilidad y robustecida por medio de celestiales sacramentos, pudiese desgarrarse en la Iglesia, y dividirse por el disentimiento de las voluntades discordes (s. Cipr. De la Unidad de la Iglesia (Migne P.L. 4, col. 519-b y 520-a)). Porque siendo el cuerpo místico de Cristo, esto es, la Iglesia, uno (I Cor. 12, 12), compacto y conexo (Efes. 4. 15) lo mismo que su cuerpo físico, necedad es decir que el cuerpo místico puede constar de miembros divididos y separados; quien, pues, no está unido con él no es miembro suyo, ni está unido con su cabeza, que es Cristo (Efes. 5, 30; 1, 22).

ECUMENISMO
U.R.4. A) Puesto que hoy en muchas partes del mundo, por inspiración del Espíritu Santo, se hacen muchos intentos con la oración, la palabra y la acción para llegar a aquella PLENITUD de unidad que quiere Jesucristo, este sacrosanto Concilio exhorta a todos los fieles católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecumenista.

León XIII comienza la Satis Cognitum:
[1. Tema de la Encíclica: La Unidad de la Iglesia.] Bien sabéis que una parte considerable de Nuestros pensamientos y de Nuestras preocupaciones tiene por objeto esforzarnos en volver a los extraviados al redil que rige el Soberano Pastor de las almas, Jesucristo. Aplicando Nuestro espíritu a ese objeto, Nos hemos pensado que sería útilísimo a tal designio y tan grande empresa de salvación, trazar la imagen de la Iglesia dibujando, por decirlo así, sus contornos principales, y poner de relieve, como su distintivo más característico y más digno de especial atención la unidad, carácter insigne de la verdad y del invencible poder que el Autor divino de la Iglesia ha impreso en su obra.
[...10] "Pues ningún otro nombre ha sido dado a los hombres por el que podamos ser salvados" (Hechos 4. 2). La misión, pues, de la Iglesia es repartir entre los hombres y extender a todas las edades la salvación operada por Jesucristo y todos los beneficios que de ella se siguen. Por esto según la voluntad de su Fundador, es necesario que sea única en loda la extensión del mundo y en toda la duración de los tiempos. Para que pudiera existir una unidad más grande, sería preciso salir de los límites de la tierra e imaginar un genero humano nuevo y desconocido. [...]
[...72] Así, pues, si algunos miembros están separados y alejados de los otros miembros, no podrán pertenecerá la misma cabeza como el resto del cuerpo. "Hay -dice San Cipriano- un solo Dios, un solo Cristo, una sola Iglesia de Cristo, una sola fe, un solo pueblo tjue, por el vínculo de la concordia, está fundado en la unidad sólida de un mismo cuerpo. La unidad no puede ser amputada; un cuerpo, para permanecer único, no puede dividirse por el fraccionamiento de su organismo" (S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23. p.l. 4, 517). Para mejor declarar la unidad de su Iglesia, Dios nos la presenta bajo la imagen de un cuerpo animado, cuyos miembros no pueden vivir sino a condición de estar unidos con la cabeza y de tomar sin cesar de esta su fuerza vital; separados han de morir necesariamente. No puede (la Iglesia) ser dividida en pedazos por el desgarramiento de sus miembros y de sus entrañas. Todo lo que se separe del centro de la vida no podrá vivir por si sólo ni respirar (S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23. p.l 4, 517). Ahora bien; ¿en qué se parece un cadáver a un ser vivo? Nadie jamás ha odiado a su carne, sino que la cuida como Cristo a la Iglesia, porque somos los miembros de su cuerpo formados de su carne y de sus huesos (Efes. 5, 29-30).
Que se busque, pues, otra cabeza parecida a Cristo, que se busque otro Cristo si se quiere imaginar otra Iglesia fuera de la que es su cuerpo. "Mirad de lo que debéis guardaros, ved por lo que debéis velar, ved lo que debéis temer. A veces se corta un miembro en el cuerpo humano, o más bien, se le separa del cuerpo una mano, un dedo, un pie. ¿Sigue el alma al miembro cortado? Cuando el miembro está en el cuerpo, vive; cuando se le corta, pierde la vida. Asi el hombre en tanto que vive en el cuerpo de la Iglesia es cristiano católico; separado se hará herético. El alma no sigue al miembro amputado" (S. Aug. sermo 267, n° 4. P.L. 38, 1231).

U.R.4 B) Por movimiento ecuménico se entiende el conjunto de actividades y de empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se sucitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos. Tales son, en primer lugar, todos los intentos de eliminar palabras, juicios y actos que no sean conformes, según justicia y verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por lo tanto, pueden hacer más difíciles las mutuas relaciones con ellos; en segundo lugar, el diálogo entablado entre peritos y técnicos en reuniones de cristianos de las diversas iglesias o comunidades, y celebradas en espíritu religioso, exponiendo cada uno por su parte con toda profundidad la doctrina de su comunión, y presentando claramente los caracteres de la misma. Por medio de este diálogo todos adquieren un conocimiento más auténtico y un aprecio más justo de la doctrina y de la vida de ambas comuniones; en tercer lugar, las diversas comuniones consiguen una más amplia colaboración en todas las obligaciones exigidas por toda conciencia cristiana en orden al bien común y, en cuanto es posible, participan en la oración unánime. Todos, finalmente, examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo con relación a la Iglesia y como es debido, emprenden animosos la obra de renovación y de reforma.

Gregorio XVI, Encíclica Mirari Vos (1832)
[10. La Iglesia, institución divina, no requiere nunca restauración, ni regeneración.] Dado que consta por otra parte, según los Padres del Tridentino, que la Iglesia fue instruida por Cristo Jesús y sus apóstoles y es enseñada por el Espíritu Santo quien siempre le inspira toda verdad (Juan 14, 26; Conc. Trident., sesión 13 decret. de Eucarist., proemio. (Enchir. Symb. Denz.-Umherg 873-A)., es completamente absurdo y, especialmente injurioso insistir en una restauración y regeneración como necesaria para proveer su incolumidad y su incremento, como si ella pudiera considerarse como expuesta a defecto; obscurecimiento u otros defectos por el estilo. Con este conato intentan los reformadores poner los fundamentos de una nueva institución humana y hacer efectivo, lo que condenó Cipriano, a saber que la Iglesia que es cosa divina, se vuelva humana (S. Cipriano, epist. 52, P.L. 3, Col 815-B). Consideren los que revuelven en su mente tales ideas que, según el testimonio de S. León, sólo al Romano Pontífice se confió la administración de los cánones, y sólo a él y no a ningún hombre particular compete decretar todo lo referente a las reglas de las sanciones paternas, y así, como escribe S. Gelasio, promulgar los decretos de los cánones, y medir los preceptos de los antecesores, para que, después de diligente consideración, se templen aquellas cosas que la necesidad de los tiempos pide se atenúen para la restauración de las Iglesias (S. Gelasio, Papa, episl. a los Obispos de Lucarna (Migne. P.L. 59, epist. 9, col. 48-C)). (Ed. Guadalupe t. I; pp. 39-40).

León XIII (Satis Cognitum):
[21. Conservación de la doctrina.] Es, pues, necesario que de una manera permanente subsista, de una parte, la misión constante e inmutable de enseñar todo lo que Jesucristo ha enseñado, y de otra, la obligación constante e inmutable de aceptar y de profesar toda la doctrina así enseñada. San Cipriano lo expresa de un modo.excelente en estos términos:
Cuando nuestro Señor Jesucristo, en el Evangelio declara que aquéllos que no están con El son sus enemigos, no designa una herejía en particular, sino denuncia como adversarios suyos a aquéllos que no están enteramente con El, y que no recogiendo con El dispersan su rebaño: El que no está conmigo -dijo- está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama (S. Cipr. Ep. 49 ad Magnum 1, P.L. 3, 1138).
Penetrada plenamente de estos principios, y cuidadosa de su deber, la Iglesia nada ha deseado con tanto ardor ni procurado con tanto esfuerzo, como conservar del modo más perfecto la integridad de la fe. Por esto ha mirado como a rebeldes declarados y ha desterrado de su seno a todos los que no piensan como ella sobre cualquier punto de su doctrina.

Pío XI (Mortalium Ánimos):
[18. Llamamiento a las sectas disidentes.] Vuelvan, pues, a la Sede Apostólica, asentada en esta ciudad de Roma, que consagraron con su sangre los Príncipes de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, a la Sede raíz y matriz de la Iglesia Católica (S. Cipr. Carta 38 a Cornelio 3. (Enlre las cartas de S. Cornelio Papa III; Migne P.L. 3, col. 733-B.)) vuelvan los hijos disidentes, no ya con el deseo y la esperanza de que la Iglesia de Dios vivo, la columna y el sostén de la verdad (I Tim. 3, 15) abdique de la integridad de su fe, y consienta los errores de ellos, sino para someterse al magisterio y al gobierno de ella. Plugiese al Cielo alcanzásemos felizmente Nos, lo que no alcanzaron tantos predecesores Nuestros: el poder abrazar con paternales entrañas a los hijos que tanto nos duele ver separados de Nos por una funesta división.
(Plegaria a Cristo y a María) Y ojalá Nuestro Divino Salvador, el cual quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad (1 Tim. 2, 4), oiga Nuestras ardientes oraciones para que se digne llamar a la unidad de la Iglesia a cuantos están separados de ella.
Con este fin, sin duda importantísimo, invocamos y queremos que se invoque la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Divina Gracia, debeladora de todas las herejías y Auxilio de los cristianos, para que cuanto antes nos alcance la gracia de ver alborear el deseadísimo día en que todos los hombres oigan la voz de su divino Hijo, y conserven la unidad del Espíritu Santo con el vínculo de la paz (Efes. 4, 3).

U.R.4 C) Todo esto, realizado prudente y pacientemente por los fieles de la Iglesia Católica, bajo la vigilancia de los pastores, conduce al bien de la equidad y de la verdad, de la concordia y de la colaboración, del amor fraterno y de la unión para que poco a poco por esta vía, superados todos los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica, todos los cristianos se congreguen en una única celebración de la Eucaristía, en orden a la unidad que Cristo dio a su Iglesia desde un principio y que creemos subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos crezca de día en día hasta la consumación de los siglos.

León XIII (Satis Cognitum):
[31. Acogerse al seno de la Iglesia.] Siendo evidente que Dios quiere de una manera absoluta que en su Iglesia reine la unidad de la fe, y estando demostrado de qué naturaleza ha querido que fuese esa unidad, y por qué principio ha decretado asegurar su conservación, séanos permitido dirigirnos a todos aquellos que no han resuelto cerrar los oídos a la verdad y decirles con San Agustín: Pues que vemos en ellos un gran socorro de Dios y tanto provecho y utilidad, ¿dudaremos en acogernos al seno de esta Iglesia que, según la confesión del género humano tiene en la Sede Apostólica y ha guardado por la sucesión de sus Obispos la autoridad suprema, a despecho de los clamores de los herejes que la asedian y han sido condenados ya por el juicio del pueblo, ya por las solemnes decisiones de los Concilios, o por la majestad de los milagros?
No querer darle el primer lugar es seguramente producto de una impiedad soberbia o de una arrogancia desesperada. Y si toda ciencia, aun la más humilde y fácil, exige, para lograrse, el auxilio de un doctor o de un maestro ¿puede imaginarse un orgullo más temerario, tratándose de libros de los divinos misterios, negarse a recibirlos de boca de sus intérpretes y, sin conocerlos, querer condenarlos? (Aug.De útil, cred., c.17. 35. P.L. 42, 91)

[32. Otros deberes de la Iglesia.] Es, pues, sin duda deber de la Iglesia conservar y propagar la doctrina cristiana en toda su integridad y pureza. Pero su papel no se limita a eso, y el fin mismo para el que la Iglesia fue instituida no se agotó con esta primera obligación. En efecto, por la salud del género humano se sacrificó Jesucristo, y con este fin relacionó todas sus enseñanzas y todos sus preceptos, y lo que ordenó a la Iglesia que buscase en la verdad de la doctrina, fue la santificación y la salvación de los hombres. Pero este plan tan grande y tan excelente, no puede realizarse por la fe sola; es preciso añadir á ella el culto dado a Dios en espíritu de justicia y de piedad, y que comprende, sobre todo, el sacrificio divino y la participación de los sacramentos y, por añadidura, la santidad de las leyes morales y de la disciplina.

Inocencio III, 1198-1216, IV Concilio de Letrán de 1215:
Y una sola es la Iglesia universal de los fíeles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva (Cipriano: "No hay salvación fuera de la Iglesia". Epist. 73 ad lubaianum. 21 (P.L. 3. 1123 B), y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre se contiene verdaderamente en el sacramento del altar baio las especies de pan y vino, después de transustanciados, por virtud divina, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre, a fin de que, para acabar el misterio de la unidad, recibamos nosotros de lo suyo lo que El recibió de lo nuestro. Y este sacramento nadie ciertamente puede realizarlo sino el sacerdote que hubiere sido debidamente ordenado, según las llaves de la Iglesia, que el mismo Jesucristo concedió a los Apóstoles y a sus sucesores (D.430).

U.R.4 D) Es manifiesto, sin embargo, que la obra de preparación y reconciliación individuales de los que desean la PLENA comunión católica no se diferencia, por su naturaleza, de la empresa ecumenista, pues no encierran oposición alguna, ya que ambos proceden de la acción del Espíritu Santo.

San Celestino I y el concilio de Efeso (431):
Cap. 8. Mas aparte de estas inviolables definiciones de la beatísima Sede Apostólica por las que los Padres piadosísimos, rechazada la soberbia de la pestífera novedad, nos enseñaron a referir a la gracia de Cristo tanto los principios de la buena voluntad como los incrementos de los laudables esfuerzos, y la perseverancia hasta el fin en ellos... cuando los que presiden a los santos pueblos, desempeñan la legación que les ha sido encomendada, representan ante la divina clemencia la causa del género humano y gimiendo a par con ellos toda la Iglesia, piden y suplican que se conceda la fe a los infieles, que los idólatras se vean libres de los errores de su impiedad, que a los judíos, quitado el velo de su corazón, les aparezca la luz de la verdad, que los herejes, por la comprensión de la fe católica, vuelvan en sí, que los cismáticos reciban el espíritu de la caridad rediviva, que a los caídos se les confieran los remedios de la penitencia y que, finalmente, a los catecúmenos, después de llevados al sacramento de la regeneración, se les abra el palacio de la celeste misericordia. Y que todo esto no se pida al Señor formularia o vanamente, lo muestra la experiencia misma, pues efectivamente Dios se digna atraer a muchísimos de todo género de errores y, sacándolos del poder de las tinieblas, los traslada al reino del Hijo de su amor (Col. 1, 18) y de vasos de ira los hace vasos de misericordia (Rom.9, 22 s). Todo lo cual hasta punto tal se siente ser obra divina que siempre se tributa a Dios que lo hace esta acción de gracias y esta confesión de alabanza por la iluminación o por la corrección de los tales (D.J39).

U.R.4 E) Los fieles católicos han de ser, sin duda, solícitos de los hermanos separados en la acción ecumenista, orando por ellos, habiéndoles de las cosas de la Iglesia, dando los primeros pasos hacia ellos. Pero deben considerar también por su parte con ánimo sincero y diligente, lo que hay que renovar y corregir en la familia católica misma para que su vida dé más fiel y claro testimonio de la doctrina y de las normas dadas por Cristo a través de los apóstoles.

León XIII (Satis Cognitum):
[35. Sociedad divina y humana] Por su origen, es pues, la Iglesia una sociedad divina; por su fin y por los medios inmediatos que la conducen es sobrenatural; por los miembros de que se compone, y que son hombres, es una sociedad humana. Por esto vemos que las Sagradas Escrituras la designan con los nombres que convienen a una sociedad perfecta. Llámasela, no solamente Casa de Dios, la Ciudad colocada sobre la montaña, donde todas las naciones deben reunirse, sino también, Rebaño que debe ser gobernado por un solo pastor, y en que deben refugiarse todas las ovejas de Cristo; también es llamada Reino sucitado por Dios y que durará eternamente; en fin Cuerpo de Cristo, cuerpo místico, sin duda, pero vivo siempre, perfectamente formado y compuesto de gran número de miembros, cuya función es diferente, pero ligados entre sí y unidos bajo el imperio de la cabeza que todo lo dirige.

San León IX a Miguel Cerulario* y León de Acrida en
In térra pax Hominibus de 2-1X-1053:
*Cerulario Miguel. Patriarca de Constanlinopla (1043-1059) que promovió el segundo y definitivo cisma de la Iglesia de Oriente, o sea su separación de la Romana (del Diccionario espasa).
Cap. 7. ... La Santa Iglesia edificada sobre la piedra, esto es, sobre Cristo, y sobre Pedro o Cefas, el hijo de Jonás, que antes se llamaba Simón, porque en modo alguno había de ser vencida por las puertas del infierno, es decir, por las disputas de los herejes, que seducen a los vanos para su ruina. Así lo promete la verdad misma, por la que son verdaderas cuantas cosas son verdaderas: Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16, 18), y el mismo Hijo atestigua que por sus oraciones impetró del Padre el efecto de esta promesa, cuando le dice a Pedro: Simón, Simón, he aquí que Satanás... (Lc. 22, 31). ¿Habrá, pues, nadie de tamaña demencia que se atreva a tener por vacua en algo la oración de Aquél cuyo querer es poder? ¿Acaso no han sido reprobadas y convictas y expugnadas las Invenciones de todos los herejes por la Sede del príncipe de los Apóstoles, es decir, por la Iglesia Romana, ora por medio del mismo Pedro, ora por sus sucesores, y han sido confirmados los corazones de los hermanos en la fe de Pedro, que hasta ahora no ha desfallecido ni hasta el fin desfallecerá? (D.351).

Pío XI (Mortalium Ánimos):
(8.) ...Y en cumplimiento continuo de este oficio, ¿acaso faltará a la Iglesia el valor ni la eficacia, hallándose perpetuamente asistida con la presencia del mismo Cristo, que solemnemente le prometió: "He aquí que yo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos"? (Mat. 28, 20) Por tanto, la Iglesia de Cristo no sólo ha de existir necesariamente hoy, mañana y siempre, sino también ha de ser exactamente la misma que fue en los tiempos apostólicos, si no queremos decir -y de ello estamos muy lejos- que Cristo Nuestro Señor no ha cumplido su propósito, o se engañó cuando dijo que las puertas del infierno no habían de prevalecer contra ella (Mat. 16, 18).

U.R.4 F) Pues, aunque la Iglesia católica posea toda la verdad revelada por Dios, y todos los instrumentos de la gracia, sin embargo, sus miembros no la viven consecuentemente con todo el fervor debido hasta el punto que la faz de la Iglesia resplandece menos ante los ojos de nuestros hermanos separados y de todo el mundo, retardándose con ello el crecimiento del reino de Dios. Por tanto, todos los católicos deben tender a la perfección crisliana (cfr. Sant. 1, 4; Rom. 12, 12) y esforzarse cada uno según su condición para que la Iglesia, portadora de la humildad y de la pasión de Jesús en su cuerpo (cfr. 2 Cor. 4, 10; Flp. 2, 5-8), se purifique y se renueve de día en día, hasta que Cristo se la presente a sí mismo gloriosa, sin mancha ni arruga (cfr. Ef. 5, 27).

San Gelasio I, de la Carta o Decretal a Honorio, obispo de Dalmacia, del año 495:
Después de todas estos Escrituras que arriba hemos citado, proféticas, evangélicas y apostólicas, sobre las que, por la gracia de Dios, está fundada la Iglesia Católica, otra cosa hemos creído deber indicar y es que, aún cuando no haya más que un solo tálamo de Cristo, la Iglesia Católica difundida por todo el orbe; sin embargo, la santo Iglesia Romana no ha sido antepuesto a las otras Iglesias por constitución alguna conciliar, sino que obtuvo el primado por la evangélica voz del Señor y Salvador, cuando dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra, será atado también en el cielo; y cuanto desatares sobre la tierra, será desatado también en el cielo (Mt. 16, 18 s.)...
Consiguientemente, la primera es la Sede del Apóstol Pedro, la de la Iglesia Romana, que no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante (Eph. 5, 27)... (D.163).

Pío IX, 1846-1878. - Concilio Vaticano de 1869-1870:
... Es más, la Iglesia por sí misma, es decir, por su admirable propagación, eximia santidad e inexhausta fecundidad en toda suerte de bienes, por su unidad católica y su invicta estabilidad, es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y testimonio irrefregable de su divina legación (D.1794).

Clemente V y el Concilio de Vienne (XV ecuménico, 1311-1312);
De la Constitución De Summa Trinitate et fide catholica:

[De la encarnación] Adhiriéndonos firmemente al fundamento de la fe católica, fuera del cual, en testimonio del Apóstol, nadie puede poner otro (1 Cor. 3,11), abiertamente confesamos, con la santa madre Iglesia, que el unigénito Hijo de Dios... para obrar la salvación de todos, no sólo quiso ser clavado en la cruz y morir en ella, sino que sufrió que, después de exhalar su espíritu, fuera perforado por la lanza su costado, para que, al manar de él las ondas de agua y sangre, se formara la única inmaculada y virgen, santa madre Iglesia, esposa de Cristo, ... (D.480).

León XIII (Satis Cognitum);
[32] ...Todo esto debe hallarse en la Iglesia, pues ella está encargada de continuar hasta el fin de los siglos las funciones del Salvador; la religión que por la voluntad de Dios, en cierto modo toma cuerpo en ella, es la Iglesia sola quien la ofrece en toda su plenitud y perfección; e igualmente todos los medios de salvación que, en el plan ordinario de la Providencia son necesarios a los hombres, sola ella es quien los procura.

Pelagio II, 575-590; de la Carta 1 Quod ad dilectionem,
a los obispos cismáticos de Istria, hacia el año 585:
Sabéis, en efecto, que el Señor clama en el Evangelio: Simón, Simón, mira que Satanás os ha pedido para cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti a mi Padre, para que no desfallezca tu fe, y tú, convertido, confirma a tus hermanos (Lc. 22, 31 s).
Considerad, carísimos, que la Verdad no pudo mentir, ni la fe de Pedro podrá eternamente conmoverse o mudarse. Porque como el diablo hubiera pedido a todos los discípulos para cribarlos, por Pedro solo atestigua el Señor haber rogado y por él quiso que los demás fueran confirmados. A él también, en razón del mayor amor que manifestaba al Señor en comparación de los otros, le fue encomendado el cuidado de apacentar las ovejas [cf. Ioh. 21, 15 ss.]; a él también le entregó las llaves del reino de los cielos, le prometió que sobre él edificaría su Iglesia y le atestiguó que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella (Mt. 16,16 ss.). Mas como quiera que el enemigo del género humano no cesa hasta el fin del mundo de sembrar la cizaña encima de la buena semilla para daño de la Iglesia de Dios (Mt. 13, 25), de ahí que para que nadie, con maligna intención, presuma fingir o argumentar nada sobre la integridad de nuestra fe y por ello tal vez parezca que se perturban vuestros espíritus, hemos juzgado necesario, no sólo exhortaros con lágrimas por la presente Carta a que volváis al seno de la madre Iglesia, sino también enviaros satisfacción sobre la integridad de nuestra fe...
[Despuésde confirmar la fe de los Concilios de Nicea, primero de Constantinopla, primero de Efeso, y principalmente el de Calcedonia, así como la Carta dogmática de León a Flaviano, continúa así]:
Y si alguno existe, o cree, o bien osa enseñar contra esta fe, sepa que está condenado y anatematizado según la sentencia de esos mismos Padres... Considerad, pues, que quien no estuviere en la paz y unidad de la Iglesia, no podrá tener a Dios (Gal. 3, 7)... (D.246).

U.R.4 G) Guardando la unidad en lo necesario todos en la Iglesia, cada uno según el cometido que le ha sido dado, observen la debida libertad, tanto en las diversas formas de vida espiritual y de disciplina como en la diversidad de ritos litúrgicos, e incluso en la elaboración teológica de la verdad revelada; pero en todo practiquen la caridad. Pues con este proceder manifestarán cada día mas plenamente la auténtica catolicidad y la apostolicidad de la Iglesia.

San Agatón Papa, 680; (citado por Gregorio XVI en Mirari Vos):
* S. Agatón, Epit. ad aug. Imperat. Migne, P.L,. 87, Col. 1164-D
En nada disminuir ni cambiar nada, nada añadir a aquellas cosas que han sido debidamente definidas sino custodiarlas incólumnes en las palabras y en su significación (Ed. Guadalupe, t. I, p. 39).

León XIII (Satis Cognitum):
(14. Unidad absoluta en la fe) Por esto según su plan divino, Jesús quiso que la unidad de la fe existiese en su Iglesia; pues la fe es el primero de todos los vínculos que unen al hombre con Dios, y a ella es a la que debemos c! nombre de fieles.
"Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" (Efes. 4. 5), es decir, del mismo modo que no tienen mas que un solo Señor y un solo bautismo, así todos los cristianos del mundo no deben tener sino una sola fe. Por esto el Apóstol San Pablo no pide solamente a los cristianos que tengan los mismos sentimientos y huyan de las diferencias de opinión, sino les conjura a ello por los motivos mas sagrados: "Os conjuro, hermanos míos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que no tengáis mas que un mismo lenguaje, ni sufráis cisma entre vosotros; sino que estéis todos perfectamente unidos en el mismo espíritu y en los mismos sentimientos" (I Cor. 1. 10). Estas palabras no necesitan explicación, son por sí mismas bastante elocuentes.

[24. Orígenes ensalza la tradición.] Esta es la regla que desde la antigüedad mas remota han seguido siempre y unánimemente han defendido los Padres y los doctores. Escuchad a Orígenes: Cuantas veces nos muestran los herejes las Escrituras canónicas, a las que todo cristiano da su asentimiento y su fe, parecen decir: "En nosotros está la palabra de la verdad". Pero no debemos creerles ni apartarnos de la primitiva tradición eclesiástica, ni creer otra cosa que lo que las Iglesias de Dios nos han enseñado por la tradición sucesiva (Orígenes, Vetus interpr. Comm. in Mt. n. 46, P.G. 13. 1667. ).

[25. San Ireneo] Escuchad a San Ireneo: La verdadera sabiduría es la doctrina de los Apóstoles... que ha llegado hasta nosotros por la sucesión de los Obispos... al trasmitirnos el conocimiento muy completo de las Escrituras, conservándolos sin alteración (S.Irenco, Contra haer, 1. IV, c. 33, n. 8, P.G. 7. 1077).

(126. Tertul¡ano)
He aquí lo que dice Tertuliano: Es evidente que toda doctrina, conforme con las de las iglesias apostólicas, madres y fuentes primitivas de la fe, debe ser declarada verdadera; pues, ella guarda sin duda lo que las Iglesias han recibido de los Apóstoles, los Apóstoles de Cristo, Cristo de Dios... Nosotros estamos siempre en comunión con las Iglesias apostólicas; ninguna tiene diferente doctrina; este es el mayor testimonio de la verdad (Tertul. De praescript., c. 21. P.L. 2. 33).

U.R.4 H) Por otra parte, es necesario que los católicos, con gozo, reconozcan y aprecien en su valor los tesoros verdaderamente cristianos que, procedentes del patrimonio común, se encuentran en nuestros hermanos separados. Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las virtudes en la vida de quienes dan testimonio de Cristo y, a veces, hasta el derramamiento de su sangre, porque Dios es siempre admirable y digno de admiración en sus obras.

Pelagio II, 575-590, en la Caria 2 Dilectiones vestrae
a los obispos cismáticos de Istria, citando a san Cipriano:

"No pueden llegar al premio de la paz del Señor porque rompieron la paz del Señor con el furor de la discordia... No pueden permanecer con Dios los que no quisieron estar unánimes en la Iglesia. Aún cuando ardieren entregados a las llamas de la hoguera; aún cuando arrojados a las fieras den su vida, no será aquélla la corona de la fe, sino el castigo de la perfidia; ni muerte gloriosa, sino perdición desesperada. Ese tal puede ser muerto; coronado, no puede serlo... El pecado de cisma es peor que el de quienes sacrificaron [a los ídolos]..," (D.247).

León XIII (Satis Cognitum):
[27. San Hilario] Y San Hilario: "Cristo, sentado en la barca para enseñar, nos da a entender que los que están fuera de ta Iglesia no pueden tener ninguna unión con la palabra divina. Pues la barca representa a la Iglesia, en la que sólo el Verbo de verdad reside y se hace escuchar, y los que están fuera de ella y fuera permanecen, estériles e inútiles como la arena de la ribera, no pueden comprenderle". (S.Hilar, Comment. in Mat. 23., n. 1. P.L. 9. 993. [...]
[38]... Si alguno dice que el único jefe y el único pastor es Jesucristo, que es el único esposo de la Iglesia única, esta respuesta no es suficiente. Es cierto, en efecto, que el mismo Jesucristo obra los Sacramentos en la Iglesia. El es quien bautiza, quien remite los pecados: es el verdadero Sacerdote que se nos ofrece sobre el altar de la Cruz y por su virtud se consagra todos los días su cuerpo sobre el altar y, no obstante, como no debía permanecer con todos los fieles por su presencia corpórea, escogió ministros por cuyo medio pudiera dispensarse a los fieles los Sacramentos de que acabamos de hablar, como lo hemos dicho más arriba. Del mismo modo, porque debía sustraer a la Iglesia su presencia corporal, fue preciso que designara a alguien para que en su lugar, cuidase de la Iglesia universal. Por eso dijo a Pedro antes de su ascensión: Apacienta mis ovejas (S.Thom. contra Gent. I. IV c. 76)

[39. Primado de Pedro]
Jesucristo, pues, dio Pedro a la Iglesia por Jefe soberano, y estableció que este poder instituido hasta el fin de los siglos para la salvación de todos, pasase como herencia a los sucesores de Pedro, en quienes el mismo Pedro sobrevivirá perpetuamente mediante su autoridad. Cierto es que al bienaventurado Pedro, y fuera de él a ningún otro se hizo esta insigne promesa: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mat. 16. 13). Es a Pedro a quien el Señor habló: a uno solo a fin de fundar la unidad por uno solo (Paciano. ad Sempr. c.III.ll. P.L. 13. 1071. [...]

U.R.4 I) Ni hay que olvidar tampoco que todo lo que obra el Espíritu Santo en los corazones de los hermanos separados puede conducir también a nuestra edificación. Lo que de verdad es cristiano no puede oponerse en forma alguna a los auténticos bienes de la fe, antes al contrario, siempre puede hacer que se alcance más perfectamente el misterio mismo de Cristo y de la Iglesia.

San SIMPLICIO, 468-483, DE la Carta Cuperem quidem,
a Basilisco August., de 9 de enero de 476:

(5). Lo que, sincero y claro, manó de la fuente purísima de las Escrituras, no podrá revolverse por argumento alguno de astucia nebulosa. Porque persiste en sus sucesores ésta y la misma norma de la doctrina apostólica, la del Apóstol a quien el Señor encomendó el cuidado de todo su rebaño (Ioh. 21, 15 ss.), a quien le prometió que no le faltaría El en modo alguno hasta el fin del mundo (Mt. 16. 18 ss.). (6)... Cualquiera que, como dice el Apóstol, intente sembrar otra cosa fuera de lo que hemos recibido, sea anatema (Gal. 1, 8 s). No se abra entrada alguna por donde se introduzcan furtivamente en vuestros oídos perniciosas ideas, no se conceda esperanza alguna de volver a tratar nada de las antiguas constituciones; porque -y es cosa que hay que repetir muchas veces-, lo que por las manos apostólicas, con asentimiento de la Iglesia universal, mereció ser cortado a filo de la hoz evangélica, no puede cobrar vigor para renacer, no puede volver a ser sarmiento feraz de la viña del Señor lo que consta haber sido destinado al fuego eterno. Así, en fin, las maquinaciones de las herejías todas, derrocadas por los decretos de la Iglesia, nunca puede permitirse que renueven los combates de una impugnación ya liquidada... (D.160).

Gregorio XVI, Encíclica Summo Jugiter de 27-V-1832,
a los Obispos de Baviera sobre el matrimonio mixto:
Por último no faltan entre ellos [algunos que se esforzaban con todo empeño en fomentar... una completa libertad en materia de matrimonios mixtos) quienes procuran persuadirse a sí mismos y a otros que, no sólo en la religión católica se salvad hombre, sino que también los herejes que mueren en la herejía pueden llegar a la vida eterna (Ed. Guadalupe, t.I, p. 32).

U.R.4 J) Sin embargo, las divisiones de los cristianos impiden que la Iglesia lleve a efecto su propia PLENITUD de catolicidad en aquellos hijos que, estando verdaderamente incorporados a ella por el bautismo están, sin embargo, separados de su PLENA comunión. Mas aún, a la misma Iglesia le resulta muy difícil expresar, bajo todos los aspectos, en la realidad misma de la vida, la PLENITUD de la catolicidad.

Pío XI (Mortalium Animos):
[12. La Iglesia Católica depositaría infalible de la Verdad.] Ahora bien: cuando el Hijo Unigénito de Dios mandó sus legados que enseñasen a todas las naciones, impuso a todos los hombres la obligación de dar fe a cuanto les fuese enseñado por los testigos predestinados por Dios (Act. 10, 41), obligación que sancionó de este modo: el que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere será condenado (Marc. 16, 16). Pero ambos preceptos de Cristo, uno de enseñar y otro de creer, que no pueden dejar de cumplirse para alcanzarla salvación eterna, no pueden siquiera entenderse si la Iglesia no propone, integra y clara la doctrina evangélica y si al proponerla no está ella exenta de todo peligro de equivocarse. Acerca de lo cual van extraviados también los que creen que sin duda existe en la tierra el depósito de la verdad, pero que para buscarlo hay que emplear tan fatigosos trabajos, tan continuos estudios y discusiones, que apenas basta la vida de un hombre para hallarlo y disfrutarlo: como si el benignísimo Dios hubiese hablado por medio de los Profetas y de su Hijo Unigénito para que lo revelado por éstos sólo pudiesen conocerlo unos pocos, y éstos ya ancianos; y como si esa revelación no tuviese por fin enseñar la doctrina moral y dogmática, por la cual se ha de regir el hombre durante todo el curso de su vida moral.

León XIII (Satis Cognitum):
Ahora bien... Jesucristo no concibió ni formó a la Iglesia de modo que comprendiera pluralidad de comunidades semejantes en su género, pero distintas, y no ligadas por aquellos vínculos que hicieran a la Iglesia indivisible y única, a la manera que profesamos en el símbolo de la fe: Creo en una sola Iglesia... y es así que cuando Jesucristo habló de este místico edificio, sólo recuerda a una sola Iglesia, a la que llama suya: Edificaré mi Iglesia (Mt. 16, 18). Cualquiera otra que fuera de ésta se imagine... no puede ser la verdadera Iglesia de Jesucristo... Por voluntad de su fundador es necesario que sea única en todas las tierras en la perpetuidad de los tiempos... Es pues, la Iglesia de Cristo única y perpetua. Quienquiera de ella se aparta, se aparta de la voluntad y prescripción de Cristo Señor y, dejado el camino de la salvación, se desvía hacia su ruina. (D.1955).
Mas... para aunar las inteligencias, para lograr y conservar la concordia del sentir, por más que existieran las Letras Divinas, era de todo punto necesario otro principio distinto.:. (D.1956).
Por lo cual instituyó Jesucristo en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y juntamente perenne, al que dotó de su propia autoridad, le proveyó del Espíritu de la Verdad, lo confirmó con milagros y quiso y severísimamente mandó que sus enseñanzas fueran recibidas comosuyas... Es sin duda alguna el deber de la Iglesia: conservar la doctrina de Cristo y propagarla íntegra e incorrupta... (D.1957).

U.R.4 K) Este sacrosanto Concilio advierte con gozo que la participación de los fieles católicos en la acción ecumenista crece cada día, y la recomienda a los obispos de todo el mundo, para que la promuevan con diligencia y la dirijan prudentemente.

León XIII (Satis Cognitum):
[22. No es lícito separarse en lo más mínimo del magisterio de la Iglesia. Los arríanos, los montañistas, los novacianos, los cuartodecimanos, los eutiquianos no abandonaron, seguramente, toda la doctrina católica, sino solamente tal o cual parte, y, sin embargo, ¿quién ignora que fueron declarados herejes y arrojados del seno de la Iglesia? Un juicio semejante ha condenado a todos los favorecedores de doctrinas erróneas que fueron apareciendo en las diferentes épocas de la historia. Nada es más peligroso que esos heterodoxos que, conservando en lo demás la integridad de la doctrina, con una sola palabra, como gota de veneno, corrompen la pureza y sencillez de la fe que hemos recibido de la tradición dominical, después apostólica (Auctor Tract. de Fide Orthod c. Arianos c. 1, P.L. 17, 552).
Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica y fuera de la Iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico. San Epifanio, San Agustín, Teodoreto, han mencionado un gran número de herejías de su tiempo. San Agustín hace notar que otras clases de herejías pueden desarrollarse, y que si alguno se adhiere a una sola de ellas, por ese mismo hecho se separa de la unidad católica.
De que alguno diga que no cree en esos errores (esto es las herejías que acaba de enumerar), no se sigue que deba creerse y decirse católico. Pues puede haber y pueden surgir otras herejías que no están mencionadas en esta obra y cualquiera que abrazace una sola de ellas cesaría de ser cristiano católico (S. Agust. n° 88, P. L. 42, 50)

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