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martes, 4 de enero de 2011

MARTIRIO DE SANTA SINFOROSA Y DE SUS SIETE HIJOS

Los últimos años de Adriano no correspondieron a sus principios. "El que había empezado por digno sucesor de Trajano—dice Allard—terminó por imitador de Tiberio. Despertada su desconfianza, nadie escapaba a sus golpes. Su cuñado Serviano, de edad de noventa años, fue muerto como aspirante al Imperio. Su sobrino Fusco, de dieciocho, fue, a su vez, condenado, porque sueños y presagios le habían hecho esperar el trono. Al mismo tiempo fueron perseguidos los cristianos. Los más célebres son, con el papa San Teléforo, cuyo "glorioso martirio" refiere San Ireneo (Adv. haer. III, 3), Santa Sinforosa y sus siete hijos.
El martirio de Santa Sinforosa y de sus siete hijos está ligado a la dedicación de la famosa villa de Tibur, construida con imperial magnificencia por Adriano; dedicación que debió de caer hacia los tres últimos años de la vida del Emperador. El hecho del martitrio es indubitable, pues ha sido confirmado por descubrimientos arqueológicos en perfecto acuerdo con los datos de las actas; éstas, en cambio, no son universalmente tenidas por auténticas. Se ha querido ver en la madre cristiana y sus siete hijos martirizados por Adriano un remedo de la madre del libro de los Macabeos y sus siete hijos inmolados por Antíoco. Mas, a decir verdad, fuera del número de los hijos, apenas si tienen nada de común una y otra madre, ni uno y otro relato de su martirio. Nada más ajeno a la sobria y hasta seca exposición de las actas que el retórico patetismo del autor del libro II de los Macabeos, que hace del martirio de la heroica madre y de sus siete hijos una de las más impresionantes páginas de toda la historia de Israel. Justamente, esta sobriedad y sencillez nos hacen particularmente recomendables estas actas. Se ha objetado, además, que lo mismo Adriano que los pontífices de Tibur eran lo suficientemente despreocupados para no dar importancia a la respuesta de los dioses, que ponían por condición a sus favores para la nueva residencia imperial el sacrificio de una viuda cristiana. Pero se olvida que el hombre antiguo era entonces una extraña mezcla de despreocupación y credulidad, y Adriano, señaladamente, era tan supersticioso como cualquier romano de su tiempo.
Para Ruinart, la sinceridad de las actas no ofrece duda; sí la atribución de su redacción a Julio Africano, escritor del siglo III, muy estimado de Eusebio de Cesarea: Verum cum id opus iamdudum perierit (la Chronographia, de Julio Africano) an revera haec Acta Africano sint adscribenda, asserere non ausim, quamvis de eorum sinceritate nullus videatur dubitandi locus. Allard la defiende decididamente. Aun los que la niegan en conjunto, admiten en ellas numerosos elementos históricos. Dom Leclereq las reproduce en apéndice en su magna colección Les Martyrs.

Martirio de Santa Sinforosa y de sus siete hijos.
I. Como Adriano hubiera fabricado un palacio y se propusiera dedicarlo con los ritos nefandos que acostumbran los paganos, empezó por consultar, por medio de sacrificios, a los ídolos y a los demonios que habitan en ellos, y éstos le respondieron:
—La viuda Sinforosa y sus siete hijos nos atormentan invocando diariamente a su Dios. Así, pues, si ésta con sus hijos sacrificare, prometemos responder a todo lo que preguntas.
—Entonces mandó Adriano detener a la madre con sus hijos, y exhortábalos con blandas palabras a que consintieran en sacrificar a los ídolos. Respondió la bienaventurada Sinforosa:
—Mi marido Getulio y su hermano Amancio, siendo tribunos tuyos, sufrieron por el nombre de Cristo diversos tormentos, antes de consentir en sacrificar a los ídolos, y, como buenos atletas, vencieron, muriendo, a tus demonios. Eligieron, en efecto, antes ser degollados que vencidos, y sufrieron muerte que, aceptada por el nombre de Cristo, les acarreó entre los hombres terrenos ignominia temporal; mas entre los ángeles, honor y gloria sempiterna. Paseándose ahora entre ellos y levantando los trofeos de sus martirios, con el Rey eterno gozan de eterna vida en los cielos.
II. El emperador Adriano dijo a Santa Sinforosa:
—O sacrificas, junto con tus hijos, a los dioses omnipotentes, o te haré sacrificar a ti misma con tus hijos.
La bienaventurada Sinforosa respondió:
—¿Y de dónde a mí tanto bien, que merezca ser inmolada con mis hijos como víctima a Dios?
El emperador Adriano dijo:
—Yo haré que seas sacrificada a mis dioses.
La bienaventurada Sinforosa respondió:
—Tus dioses no pueden recibirme a mí en sacrificio; mas si por el nombre de Cristo, que es mi Dios, fuere yo quemada, haré arder más a esos demonios tuyos.
El emperador Adriano dijo:
—Escoge una de estas dos cosas: o sacrificar a mis dioses o tener fin desastrado.
La bienaventurada Sinforosa respondió:
—Tú imaginas que por temor de ninguna clase voy a cambiar de ánimo, cuando lo que yo deseo es descansar con mi esposo Getulio, que tú mandaste matar por el nombre de Cristo.
Entonces el emperador Adriano mandó que fuese conducida al templo de Hércules, y allí, primero fue abofeteada y luego colgada de los cabellos. Mas como no bastaran razones ni amenazas de ningún género para apartarla de su buen propósito, dio orden de que fuera precipitada al río con una enorme piedra al cuello. Su hermano Eugenio, persona principal de la curia de Tíbur, recogió su cuerpo y lo sepultó en los arrabales de la misma ciudad.
III. Al día siguiente, mandó el emperador Adriano que le fueran presentados de una vez los siete hijos de Sinforosa. Invitólos a sacrificar a los ídolos; mas viendo que por ningún modo consentían a sus amenazas y terrores, mandó clavar junto al templo de Hércules siete estacas, y que allí se los distendiera por medio de poleas. Y al primero, Crescente, dio orden de que se le atravesara la garganta; al segundo, Juliano, que se le punzara en el pecho; al tercero, Nemesio, golpearle en el corazón; al cuarto, Primitivo, herirle en el ombligo; al quinto, Justino, vuelto de espaldas, perforárselas a espada; al sexto, Stracteo, herirle en el costado; al séptimo, Eugenio, henderle de arriba abajo.
IV. Al día siguiente, viniendo el emperador Adriano al templo, de Hércules, dio órdenes que fueran retirados juntos los cuerpos de los siete y arrojados en una profunda fosa, lugar a que los pontífices pusieron nombre de "Los siete ajusticiados". Después de esto, se calmó la persecución por espacio de un año y seis meses, tiempo en que se tributó debido honor a los cuerpos de todos los mártires y, construidos túmulos, se les dio sepultura con toda diligencia. Sus nombres están escritos en el libro de la vida. El natalicio de los santos mártires de Cristo, la bienaventurada Sinforosa y sus siete hijos: Crescente, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Stracteo y Eugenio, se celebra el día XV antes de las calendas de agosto (17 de julio). Sus cuerpos descansan en la Vía Tiburtina, milla octava de la Urbe, reinando Nuestro Señor Jesucristo, a quien es honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
ACTAS DE LOS MARTIRES

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