Año 1453, Oliverio Bocher perdió el seso de tal manera, que no sab{ia lo que se decía, y fue necesario atarle porque no hiciese algún desman. Entonces su padre hizo voto a San Vicente, que si le sanaba a su hijo le iría de rodillas desde su casa (que está en los arrabales de Vannes, bien lejos de la Iglesia) hasta su sepulcro, y ofrecería allí alguna limosna. Hecho el voto, luego el hijo comenzó a convalecer y en espacio de quince días tuvo muy buen seso.
Año 1453, una mujer llamada Juana, súbitamente enloqueció, y así estuvo dos días sin comer ni beber, mesándose los cabellos. Aconsejada, pues, su madre por algunas devotas personas, la encomendó a San Vicente ofreciéndole por ella en su sepulcro una imagen de cera, y luego, sin más tardanza, fue de mejoría. Y en fin, antes que se pasase aquel día, estuvo del todo buena.
Juana, mujer de Juan Damón, se volvió loca en el año 1453, poco más o menos, e hizo tantos desatinos, que no faltaba quien dijese que estaba endemoniada. Llevándola, pues, bien atada al sepulcro del Santo se adurmió un poco y despertó libre de toda locura. Refiere también a este supósito un clérigo, rector parroquial, que luego tras la muerte del Santo, le traían atados allí muchos hombres locos y endemoniados también, y con echarlos un poco de tiempo encima del sepulcro, los habían de desatar porque luego cobraban el seso y quedaban limpios del demonio. Y aunque éstos fueron muchos, en particular se cuenta de una mujer que, siendo ya de edad de cuarenta años, enloqueció y daba grandes voces y hacía cosas de endemoniada. Y entendiendo que sus parientes la querían llevar al sepulcro, hizo toda la resistencia que pudo por no ir allá, mas (que quiso que no) ellos la llevaron un día antes de vísperas, y acabadas ellas, vieron que ya era vuelta en su juicio.
Fray Justiniano Antist O.P.
VIDA DE SAN VICENTE FERRER
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