Poco después de la muerte del Santo hubo un mancebo de dieciséis años, llamado Robín, el cual estuvo siete años muy enfermo de gota coral y muchos días le tomaba tres veces. Pero cierto día, movidos de piedad sus parientes, hicieron por él un voto al maestro Vicente, prometiendo de enviarle a su sepulcro. Hecho esto, nunca más se sabe que le volviese la pasión, sino fue de allí a quince años cuando murió.
Simón Maído, ciudadano de Vannes, tenía un hijo al cual le dió una gota coral; y a los primeros días que la tuvo, caía una o dos veces cada día. Afligido el padre con tan recia enfermedad del hijo, encomendóle mucho a San Vicente, que no había muchos años que era muerto y a quien él había muy bien conocido. Hizo, juntamente con esto, voto al Santo de ofrecerle una imagen de su hijo y pagar cada año a la iglesia de Vannes veinte sueldos, durando la vida del hijo. Con esto le envió enfermo a visitar el sepulcro del Santo, y nunca después le volvió la gota en más de treinta años que vivió.
Una mujer estuvo cinco años con la mesma enfermedad, y cuando le venía, perdía el juicio totalmente, y a veces caía en el fuego, que fue gran merced de Dios no quemarse alguna de ellas. Buscó muchos médicos para salir de trabajo, y nunca pudo curar. Mas, entre otros halló a un buen médico que claramente la desengañó, diciéndole cómo su enfermedad no tenía remedio natural, y que se encomendase con buena devoción y lágrimas al maestro Vicente, que por ventura así curaría. Salióse con esto la mujer a un huerto, y estando sola púsose de rodillas mirando hacia la iglesia mayor de Vannes, y rogando al Santo la quisiese remediar, que ella cada año visitaría su santo sepulcro y ofrecería algunos dineros. Fue tanta la fe que tuvo, que nunca más sintió la enfermedad sobredicha.
A otra mujer llamada Catalina Fran, queriendo calentar un hijo suyo, que pocos días antes había parido, le tomó súbitamente dolor de corazón de tal manera que arrojó a su hijo lejos de sí y ella se cayó cabe el fuego, atormentando su persona con los golpes que se daba. Fue esto día de los Reyes; y el Viernes Santo siguiente, del año 1453, otra vez le volvió la mesma pasión. Después de consejo de algunos, que bien la querían, hizo un voto a San Vicente y fue libre de aquel trabajo.
En el sobredicho año, en el mes de junio, estuvo tan cargado del mesmo mal un Gil Tomasón, que cada día salía de sí, y echaba espuma por la boca y estaba como muerto. Al fin del mes prometió a San Vicente, en caso que le sanase, de visitar su sepulcro y ofrecer allí un dinero, u otra cosa semejante. Mirando, pues, San Vicente a la fe más que a lo que se prometía, le alcanzó de Dios la salud por él tan deseada.
Año 1452, una niña de cuatro años vino a la muerte por causa de la pasión de que ahora tratamos, y encomendándola a San Vicente una tía suya, y prometiéndole una candela, y ciertos dineros y de llevarla a su sepulcro, luego convaleció y dentro de ocho días estuvo del todo sana.
Fray Justiniano Antist O. P.
VIDA DE SAN VICENTE FERRER
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