III. - LAS CURACIONES SOBRENATURALES
Entramos ahora en un campo fecundo, en el cual el médico encuentra las más hermosas enseñanzas para su ciencia, tanto religiosa como médica. Su conocimiento de la patología y de la terapéutica le permite reconocer la intervención de Dios, cuando se manifiesta; por otra parte, su conocimiento de la acción divina posible le evita conclusiones equivocadas acerca de la evolución de las enfermedades o sobre el poder de tal o cual medicamento. Un médico ateo, al final de una curación en Lourdes, llegó a esta conclusión: "Yo no diré más que esta enfermedad es incurable". Otro declaró: "Dado que se curó, es evidente que nos hemos equivocado de diagnóstico". Rectificaciones de ideas de pronóstico y de sintomatología completamente erradas, si la curación ha sido realmente milagrosa.
Ahora bien, se trataba de curaciones durante una peregrinación, en condiciones que llamaron la atención, y, en tales casos, un médico sin prejuicios hubiera reconocido la intervención sobrenatural. Mas, generalmente, la curación ocurre en una casa, en la cama de un hospital o de un sanatorio, sin que el médico se preocupe del elemento divino posible: él mismo registra la evolución favorable, corrige sus ideas sobre la enfermedad, se complace de la técnica empleada y hasta envía una comunicación a las sociedades académicas. Se discuten sus afirmaciones, se experimenta, se discute apasionadamente, a veces; luego el descubrimiento se hunde en la nada, no sin haber podido causar antes lamentables consecuencias en el tratamiento de otros enfermos: se ha olvidado el factor Dios.
Hay el derecho (y el deber) de atribuir una gran frecuencia al elemento sobrenatural en la curación de enfermos. En primer lugar, dado que gran número de trastornos de salud se deben al pecado, como hemos visto, ¿cómo no acordaría Dios a menudo la salud a un arrepentimiento sincero? Pero, sobre todo, Cristo, que ha sanado tantos enfermos en su vida sobre la tierra, que está con nosotros hasta la consumación de los los y que dijo: "Pedid y se os dará", ¿cómo no concedería muchas de las curaciones pedidas? La Iglesia avala con toda su autoridad esta idea: ha edificado toda una liturgia en beneficio de los enfermos; aprueba una cantidad de prácticas piadosas tendientes a pedir al Cielo la salud; acepta y aun recomienda celebrar Misas para los enfermos. ¿No habría, pues, un verdadero sacrilegio en ofrecer ese holocausto para un fin imposible?
Los actos y las palabras de Cristo, la liturgia y el uso de la Iglesia, nos garantizan, pues, que las oraciones de los enfermas o para los enfermos, tienen muchas probabilidades de ser escuchadas. La historia y la observación de cada día demuestran que Cristo, siempre presente en nosotros, responde a menudo al enfermo: "Ve, tu fe te ha salvado", o, como en el raso del servidor del centurión, sana a la persona que se lo ha pedido con la oración.
Los "ex-votos" que cubren las paredes de nuestras iglesias, las innumerables observaciones presentadas a las sociedades médicas, publicadas en los periódicos científicos, en los libros, en opúsculos y tesis, y finalmente los millares de casos de curaciones sobrenaturales reconocidas milagrosas por las ciencias medicas y teológicas, conjuntamente, y admitidas como pruebas de la santidad de los siervos de Dios, atestiguan la incesante intervención divina en la vida de la humanidad.
Algunos autores se extrañan por la semejanza de las curaciones obtenidas en el Cristianismo y en las religiones no cristianas de la Antigüedad o de nuestros días. Para ellos, si las curaciones no cristianas son verdaderas, resulta que todas las curaciones presumiblemente milagrosas, comprendiendo las del Cristianismo, se deben no ya a un Dios para el que valen todas las religiones en el mismo grado, sino a un proceso natural verisímilmente sugestivo; si las curaciones no cristianas son falsas, no hay razón —dada la semejanza de algunas con las del Cristianismo— para que éstas sean más exactas.
Como lo hemos visto al tratar del éxtasis, tal confusión de los fenómenos cristianos y no cristianos, procede de una consideración superficial de los hechos.
En primer lugar, es necesario reconocer que muchas de las curaciones atribuidas a una intervención sobrenatural, tanto en el Cristianismo como en las religiones no cristianas, no presentan al respecto otras pruebas que el sentimiento de los interesados o de personas poco competentes. Escapan a toda apreciación.
En segundo lugar, existen innegablemente curaciones por sugestión que pueden imputarse por parte de los interesados a la acción de la divinidad. Advirtamos a este respecto, que en los Santuarios católicos como Lourdes, son notablemente poco frecuentes, a pesar de la gran masa de enfermos; además, esas curaciones no se registran en las Oficinas de Comprobaciones médicas y las autoridades eclesiásticas las excluyen cuidadosamente de todo documento oficial. Las reglas dictadas a este respecto por Benedicto XIV, son formales. En cambio, sabemos que en los santuarios de la antigüedad y en muchas religiones no cristianas, se realizaba o se realiza voluntaria o involuntariamente todo un conjunto de condiciones aptas a exaltar el sistema nervioso y a implicar un efecto de sugestión. Las manifestaciones nerviosas son más buscadas que reprobadas. Hay en eso una considerable diferencia entre el Cristianismo y las demás religiones.
Finalmente, a medida que la civilización se desarrolla, los "milagros" desaparecen de las religiones no cristianas; mientras que en el Catolicismo resplandecen más abundantes que nunca. La ciencia sirve sólo para comprobarlos mejor, y la Iglesia no tiene más que la molestia de la elección, para apoyar sus canonizaciones, de curaciones controladas por todos los métodos más perfectos de la ciencia moderna. El catolicismo se halla en una situación especialísima, a este respecto.
Las curaciones milagrosas de Nuestro Señor
Las hemos estudiado en el Capítulo VIII. Nuestro Señor las ha realizado explícitamente como pruebas de su misión, de su divinidad y nos ha instruido de este modo acerca de las curaciones innumerables que acordará en el curso de los siglos. Sin duda, se compadece de las penas que martirizan los cuerpos; sin duda, se compadece del sufrimiento humano, pero sobre iodo posee una solicitud ardiente, una solicitud que lo ha llevado hasta la muerte en la Cruz, por las almas que ha querido y quiere arrancar a la esclavitud del pecado. Por eso, las curaciones milagrosas llueven alrededor del misterio de la Eucaristía, alrededor del culto de la Virgen, alrededor del culto de los Santos, confirmando sin tregua la autoridad, la doctrina de la Iglesia, afirmando las almas en la Fe.
Las curaciones probatorias de la Santidad
También los milagros que demuestran la santidad de una persona, son casi siempre de carácter médico. Desde el momento mismo de su vida terrenal, Nuestro Señor había delegado ya su facultad de curar, en primer lugar en los doce apóstoles:
"Jesús, reunidos sus doce apóstoles, les dió la virtud y el poder sobre todos los demonios, con la facultad de curar las enfermedades.
"Y los envió a predicar el reino de Dios y a devolver la salud a los enfermos...
"Ellos partieron, pues, y fueron de aldea en aldea evangelizando y sanando por doquiera" (Lucas, IX, 1-6).
Lo mismo ocurrió con los setenta y dos discípulos:
"Luego el Señor designó de ellos a otros setenta y dos y los envió... Y les dijo: "...curaréis a los enfermos". Y los setenta y dos volvieron con alegría, diciendo: "Señor, los demonios mismos nos están sometidos en vuestro nombre" (Lucas, X. 1-17).
Finalmente, en el momento de la Ascensión, Nuestro Señor dijo a los apóstoles: "Id por todo el universo, predicad el Evangelio a todas las criaturas. El que creyere y se bautizare se salvará... Y he aquí los milagros que harán los que creyeren... impondrán las manos sobre los enfermos y los enfermos se curarán..." (Marcos, XVI, 15-18).
Ahora bien, los que creerán plenamente, son en el curso de las épocas aquellos que la Iglesia proclama Santos y coloca en sus altares. En virtud de la promesa de Cristo, tanto en vida, como después de muertos, son reconocibles por los milagros que realizan.
Tomamos del doctor Le Bec el resumen de uno de los milagros reconocidos para la Beatificación de Santa Teresa del Niño Jesús:
"Ulcera de estómago de forma hemorrágica fatal: — Regina Laura, en religión Sor Santa Germana, de las Hijas de la Cruz, entró en el Convento de Ustaritz (Bajos Pirineos) en 1911, a la edad de 23 años. Tenía entonces una salud excelente.
"En 1911-12, trastornos digestivos durante su noviciado, dolores de cabeza, vómitos alimenticios ocurrían generalmente dos horas después de las comidas y vaciaban el estómago de un solo golpe. En 1913, a la edad de 25 años, aparición de sangre en los vómitos y aumento del dolor. En mayo, el dolor se ubica en las costillas, a la derecha de línea mediana. Los vómitos se tornan cotidianos, aparecen a veces inmediatamente, pero más a menudo dos horas después de la comida. Vacían siempre el estómago de un golpe, haciendo imposible por esta causa la alimentación y contienen a menudo sangre roja. La enferma, atendida por el doctor Goyeneche de Ustaritz y Souberbielle de Bayona, es sometida a una dieta severa; no toma más que leche y agua helada durante 25 días. En noviembre aumento de los dolores y vómitos frecuentes de sangre pura. Se comprueba la presencia de melena en las deposiciones. El dolor se fija adelante en la región gástrica y atrás en el medio del dorso, entre los homóplatos; la enferma tiene la sensación neta de una punta de hierro que atravesara su pecho. Este dolor es característico de la úlcera gástrica.
"En 1914, en febrero, segunda crisis violenta: los vómitos contienen a veces sangre roja, a veces sangre negra. Hasta el agua helada es vomitada. En agosto, cuarta crisis violenta, seguida de varias más livianas. La enferma es mantenida a dieta de agua y leche helada, durante 32 días. Se habla entonces de someterla a una operación quirúrgica, para resecar la úlcera gástrica, pero la operación fue suspendida, porque apareció una sensible mejoría.
"En 1915. En mayo, recaída grave. Vómitos alimenticios, ni el agua helada es tolerada. Se mantiene el hielo en la cabeza y en el estómago. En agosto, recaída muy seria, seguida por crisis menores, que dejan a la enferma muy agotada. Esta entonces se dirige a la pequeña Hermana Teresa del Niño Jesús, cuyo renombre se difundía por el mundo.
"1916. En setiembre, última crisis violenta, que resulta casi fatal. Los vómitos se producen dos veces por día, durante toda una semana; la paciente no tolera ya ni el agua helada.
"El 10 de setiembre la enferma fue favorecida con una visión de Sor Teresa, que ya le había aparecido en 1915 y que le dice: "Tened confianza, mucha confianza, curaréis pronto".
"El 21, alrededor de las ocho de la noche, exacerbación del mal, con enorme vómito de sangre roja, que el médico, llamado de inmediato aprecia en un litro aproximadamente; la enferma cae sin conocimiento en su lecho.
"El médico se aleja, pensando que la Hermana fallecerá durante la noche, agotada por esa sangría extraordinaria. Y es entonces que ocurre la curación milagrosa.
"Sor Santa Germana se duerme: estuvo en perfecta calma durante toda la noche, y por la mañana, 22 de setiembre, se despertó sin sentir dolor alguno, pidió alimento y tomó una gran taza de café con leche con pan. Se levanta y va a la capilla, para agradecer esta milagrosa curación. En el corredor, encuentra al doctor Goyeneche, que la mira con asombro, sin creer casi en una curación que considera inverosímil. Durante el día, la Hermana siguió todos los ejercicios de la Comunidad e hizo cinco comidas abundantes, sin tener el menor vomito y sin ningún dolor de estómago. Desde ese día, su salud se consolidó y nunca más estuvo enferma.
"He tenido el honor de ser encargado del examen de la hermana Santa Germana, dos años después de su curación: Comprobé su excelente salud. Nada queda de su antigua enfermedad y establezco que no hay nada de neurótico en ella, lo que por otra parte ha sido demostrado por los médicos del peritaje.
"En seguida después de su curación, sin convalecencia, la hermana santa Germana reanudó sus cansadoras funciones de maestra y fue encargada de la delicada tarea de maestra de las novicias de una gran Comunidad...
"Por la paciente, no se tomaron precauciones; no hubo convalecencia. La curación ha sido instantánea y total. Por eso, ha sido aceptada por la Congregación de Ritos y examinada minuciosamente, como se verá.
Los médicos peritos. El Tribunal Eclesiástico nombró en primer término dos peritos, luego en seguida un tercero, a pedido del Promotor de la Fe, que no hallaba los dos peritajes precedentes muy persuasivos.
"Los tres médicos peritos fueron unánimes en el reconocimiento de todos los signos característicos de la úlcera gástrica, ya que los sintomas observados imponían ese diagnóstico, con exclusión de cualquier otra enfermedad. Llaman la atención sobre la extrema lentitud la curación natural, para afirmar que la instantaneidad de la curación de Sor Santa Germana, la ausencia del factor tiempo es la cacterística de lo sobrenatural. Insistieron en declarar que la relación del doctor Le Bec, presentada por el Postulador, sirvió como base de su peritaje y debía ser conservada en el proceso, a pesar de la oposición del Promotor de la Fe. Finalmente se rebelaron contra las deposiciones de dos médicos hostiles, que habían declarado no haber hallado nada de anormal en esa curación, sin haberse tomado la pena, siquiera, de examinar a la enferma, ni las piezas médicas que les fueron ofrecidas. Lo que indicaba su mala fe. Los tres peritos llegaon sin vacilación a declarar que, por lo observado, la curación era de orden sobrenatural.
El Promotor de la Fe. En su argumentación, parecería que se sintiera impotente para luchar contra la exposición exacta de los peritos y las deposiciones de los testigos, y se dejó llevar a la descripción de enfermedades distintas de la de Sor Santa Germana. Comenzó por reclamar el rechazo del informe del doctor Le Bec, por no haber sido pedido por el Tribunal de acuerdo con las reglas canónicas; lo que no fué concedido. Halló que las descripciones clínicas de los peritos eran insuficientes para demostrar la realidad del morbo, e hizo largas descripciones de otras afecciones distintas de la que padeciera Sor Santa Germana, para desviar la atención del Tribunal. Después de haber obtenido un tercer perito, dado que el tercer peritaje le resultara desfavorable, exigió otros dos, los que tampoco le fueron acordados así los peritos hubieran sido cinco. La argumentación del Promotor de la Fe era muy sutil y muy hábil, pero no pudo destruir los argumentos de los médicos peritos, ni las descripciones de los médicos de cabecera, que demostraron, todos, sin excepción, lo sobrenatural de la curación en forma evidente.
Los Defensores. La tarea de los abogados defensores no fue muy ardua. Comenzaron por demostrar que ninguna ley canónica se oponía a la conservación de la relación del doctor Le Bec, cuyo rechazo hubiera permitido anular todo el trabajo de los peritos. Les fue fácil demostrar que los peritos habían demostrado la existencia de una úlcera gástrica muy grave, que había colocado a la paciente en peligro de muerte y cuya curación había sido subitánea, es decir, contraria a la marcha natural de esa enfermedad. Agregaron que era inútil seguir al Promotor en su desviación sobre enfermedades distintas a la úlcera gástrica y que Sor Santa Germana no había padecido. Luego, volviendo a las declaraciones de la Hermana, demostraron que esa curación repentina había sido obtenida después de las novenas y gracias a la intercesión de la Hermana Teresa del Niño Jesús, que es la única a la que hay que atribuir todo el mérito de la misma.
"Diez años después, la curación se mantenía perfectamente, sin haber experimentado la menor recaída".
El segundo milagro aceptado para la Beatificación de Santa Teresa del Niño Jesús, fue la curación de una tisis pulmonar de forma galopante, en un seminarista. Para la Canonización se aceptó, por un lado, un tumor blanco de rodilla y un mal de Pott concomitante, por otro lado, una enteritis tuberculosa.
La Canonización de Santa Juana de Arco se apoyó en dos milagros: uno, la curación de una tuberculosis pulmonar y peritoneal con lesiones cardíacas, sobrevenida al parecer en el período agónico; el otro, la curación de una enfermedad plantal perforante, de la que tomamos los datos de la relación resumida por el doctor Le Bec:
"María Antonia Mirandelle, de 53 años, casada, con tres hijos. La enfermedad, que fue objeto de la curación sobrenatural, comenzó a la edad de 52 años. La paciente experimentó al principio una sensación de entorpecimiento y pesadez en la pierna izquierda. De pronto, el 25 de diciembre de 1908, sintió un dolor agudo en el talón izquierdo, en el momento de poner el pie en el suelo, al levantarse del lecho. Desde ese momento el dolor permaneció constante, durante la marcha y aun cuando la enferma estaba acostada. Sin embargo, se levantaba y caminaba fatigosamente a través de la habitación. Observó que su pie se cubría de sudor.
"La enferma permaneció mucho tiempo sin consultar a un médico. Al cabo de seis meses, en junio de 1909, consultó al doctor Raynaud, que sospechó una neuritis y aplicó un tratamiento de corriente eléctrica, continuado durante seis meses. Poco a poco el talón se hinchó, y se deformó hasta tener el largo de una mano, según decía la enferma. Al mismo tiempo tomó un color violáceo y la epidermis alcanzó un espesor considerable. El tratamiento no lograba calmar los dolores.
"En enero de 1910 la paciente vió que su media se había pegado al talón y al retirarla notó que se había formado una llaga. Tomó un espejo y vió lo que sigue: al centro del talón la epidermis tenía un gran espesor y apariencia córnea, al medio se veía un agujero, por el cual fluía un pus amarillento, espeso, en gran abundancia, que atravesaba el vendaje y el algodón que colocara alrededor del talón.
"El agujero tenía las dimensiones de una moneda de diez centavos, es decir, un diámetro aproximado de un centímetro. El pie tenía un color violáceo hasta el nivel del tobillo y algo hinchado en la cara dorsal.
"Después de esa abertura repentina, los dolores persistían al caminar, pero disminuían cuando la enferma descansaba.
"El 29 de enero de 1910, el doctor Raynaud llevó a la paciente al hospital de Orleáns, para tener la opinión de sus colegas, el doctor Halmagrand, cirujano del hospital, y el doctor Touche, que diagnosticaron sin vacilar un morbo plantal perforante y aconsejaron a María Mirandelle quedar en asistencia. Ella rehusó, para no abandonar al esposo, y fue confiada a los cuidados del doctor Desrouets. Este último confirmó el diagnóstico de sus colegas, y no queriendo desanimar a la enferma, advirtiéndole que ese morbo es casi incurable, se limitó a decirle que el tratamiento duraría semanas y aun largos meses.
Novena a la Bienaventurada Juana de Arco. La enferma, muy afectada, teniendo poca esperanza de sanar, se decidió a rezar una novena a la bienaventurada Juana de Arco, sin renunciar, empero, a los socorros médicos.
"El 2 de febrero de 1910, el doctor Desrouets comenzó el tratamiento. Resecó una masa espesa de epidermis córnea, limpió la llaga, y con una sonda comprobó que llegaba hasta el hueso calcáneo, que estaba ya sin periostio y atacado de osteítis. El canal de la llaga tenía cerca de un centímetro de diámetro y algo más en profundidad. Se aplicó como vendaje tópico, una pomada antiséptica de óxido de cinc, sin mayor valor terapéutico. Una Hermana Hospitalaria se encargó de renovar todos los días el vendaje.
"El 3 de febrero de 1910, la Hermana que realiza el vendaje no observó ningún cambio en la llaga.
"El 4 de febrero, el estado es el mismo. "El 5 de febrero, durante el vendaje de la mañana, se establece que el canal de la llaga está cerrado por la mitad. "El 6, por la mañana, la cicatrización es completa, el ducto fistuloso está llenado, la piel unida sin depresión. Al mismo tiempo se comprueba que el tobillo que estaba tumefacto y morado, tiene de nuevo su color natural y su volumen normal. "Grande fue la sorpresa del doctor Desrouets, cuando llegó de vista, viendo que todo estaba curado; y declaró que todo vendaje era inútil, que la enferma tomara solamente algunas precauciones y que no se fatigara.
"La curación fue firme, como comprobaron más tarde los dóctores Geffrier y Fauchon. La sensibilidad táctil era idéntica en ambos pes; la enferma caminaba sin acusar dolor alguno y, cosa muy notable, no se veía rastro alguno de cicatrización, cuando toda fístula osea deja una cicatriz hundida y adherente al hueso. "La curación había sido radical".
La discusión en la Sacra Congregación de Ritos fue muy severa. Los dos primeros peritos, los doctores Pelagallo y Nori discutíeron el diagnóstico de morbo perforante y se inclinaron a uno de osteitis tuberculosa, llegando a la conclusión de que la curación, así como había ocurrido, no podía ser más que sobrenatural. Los abogados apoyaron esa conclusión, pero el Promotor de la Fe, fundado en las contradicciones médicas, pidió un nuevo peritaje, que fue concedido. De los dos nuevos expertos, uno, el doctor Cochetti, vuelve a afirmar el morbo perforante, el otro, el doctor Fabiani, emitió la hipótesis de un saco seroso supurado, con ataque del calcáneo; de cualquier manera la curación no podía ser natural. El Tribunal solicitó entonces la opinión de un quinto perito, el doctor Prolj, que se inclinó hacia la hipótesis del doctor Fabiani, sin excluir la posibilidad de un trastorno trófico. Como los demás peritos, llegó a la conclusión de que la rapidez de la curación no podía ser natural. Después de nuevos cambios de opiniones entre los abogados y el Promotor y de nuevas explicaciones solicitadas a los peritos, la curación se consideró como milagrosa.
Cabe observar la severidad aplicada por la S. Congregación de Ritos en el examen de los hechos de presunción milagrosa sometidos a su apreciación: no se trata de un simple "rito". La Congregación no vacila en rechazar los casos que le parecen insuficientes; así descartó dos hechos que la misma halló poco probatorios, durante el proceso de Canonización de San Juan Bosco y de Santa Luisa de Marillac y hubo que proponer otros más evidentes. El culto de los Santos en la Iglesia se funda, por lo tanto, en las más sólidas garantías científicas.
Curaciones sobrenaturales corrientes
Son todas aquellas que, sin reconocimiento oficial de la Iglesia, van desde las curaciones célebres y controladas de Lourdes y otros santuarios, a las curaciones silenciosas, de las que tal vez apenas el interesado sospecha el origen extraordinario. Como ejemplo de las curaciones ocurridas en Lourdes, resumiremos la observación publicada por el doctor Goret con el título: Une observation medícale presque en forme d'expérience faite á Lourdes en 1920-21 par un anclen Interne des Hópitaux de París:
En 1916, el doctor Goret, durante su paso por Lourdes, leyó un libro del doctor Boissarie y el del canónigo Bertrin, sobre las curaciones de Lourdes. Encuentra en ellos curaciones que parecían tener un carácter milagroso innegable:
Las dos señoritas Renaud con atrofia de un miembro inferior; La señora Biré con atrofia pupilar; Kersbilck con su certificado de ceguera total e incurable, por atrofia pupilar y firmado por el doctor Delapersonne; El doble pie torcido congénito de la hija del doctor Aumaitre; Y otros muchos... Sin embargo —pensó el doctor Goret— quisiera ver yo mismo estas cosas. En 1920 se puso en comunicación con la dirección de las peregrinaciones, en la avenida de Breteuil, que le permitió hojear los certificados de los enfermos inscriptos para la peregrinación nacional. Y fue a visitar a 12 de esos enfermos tanto en hospitales, como en sanatorios y domicilios particulares. Los acompañó a Lourdes. Ninguno curó.
En 1921, examinó a 35 enfermos, entre ellos a la señorita Emilia Cailleux, atacada de paraplejía de Pott, en tratamiento en el servicio del profesor Lecéne. Nacida en París. Padre y hermano fallecidos por tuberculosis. Infancia enfermiza. Bronquitis frecuentes. Sujeto poco desarrollado. En noviembre de 1918 un ataque de gripe. Desde entonces "va tirando". "En mayo de 1919 (a los 25 años de edad), es recibida en el sanatorio de Villepinte, con el siguiente certificado del doctor M. Ravaillon; de Flacy (Yonne); "Lóbulo superior derecho con disminución del murmullo vesicular y submatidez. Fiebre vespertina y sudores nocturnos. Enflaquecimiento de 5 kilogramos desde noviembre".
Examinada a su llegada por el doctor Lafevre, su ficha reza: "Ruidos secos en los dos costados, predominando a la derecha. Análisis de los esputos del 28 de mayo de 1919: presencia de bacilos". Durante el primer mes de su hospitalización, fiebre muy elevada, sudores nocturnos, tos expectoración. Permaneció quince meses en Villepinte. Mas no estaba curada, porque después de una breve permanencia en Drancy, los accesos febriles se novaron y en septiembre de 1920, fue admitida en el hospital Lariboisiere, en la sala Mauricio Reynaud. Poco después, pasó a Vésinet. una erisipela determinó su internación en Bastión 29, donde se quejaba vivamente de dolores dorsales, al nivel de una pequeña joroba que, segun ella, había aparecido pocas semanas antes. Se examinó la columna vertebral y se llegó al diagnóstico de mal de Pott el 21 de octubre de 1920. Fue enviada entonces a cirugía, en el hospital de San Luis, a la sala del profesor Lecéne.
Si en una curación de esta naturaleza, lo sobrenatural, sin ser evidente, se deduce lógicamente de la gravedad de la enfermedad, de la orientación imprevista y feliz de su evolución, de la coincidencia de una novena, de las fiestas religiosas y de una intuición anunciando el aporte de una certeza de diagnóstico que confirmase el socorro divino; hay, en realidad, casos en los cuales solamente en el terreno puramente espiritual se hallan los pormenores que establecen la gracia acordada:
"Se trata de una pariente nuestra. Tifoidea muy severa durante más de un mes. Hemorragias intestinales repetidas. Miocarditis consecutiva, en corazón ya lesionado anteriormente por reumatismo. Escaras; asistolía tan grave que una consulta de tres médicos declara un desenlace fatal inminente: el 15 de agosto los médicos (45 días después de declararse la enfermedad) declaran que la enferma no pasará el día. La madre de la enferma hace un voto, implorando la curación a la Santísima Virgen y telegrafía la noticia de la situación a una santa religiosa. La enferma, que se consideraba ella misma perdida, después recibir el Viático, tiene la intuición que se curará. Ella comunicó su sensación a la madre, de quien ignoraba totalmente la iniciativa, y la madre recibe de la religiosa avisada un telegrama anunciando la curación segura. Y realmente, desde ese día, posibilidad de suprimir el oxígeno, mejoría lenta, hasta el restablecimiento completo".
En este caso, del punto de vista material, no tenemos más que la curación inesperada de una enfermedad, al parecer, llegada a su estado extremo, por el cual cabe pensar que las oraciones en favor de la enferma fueron escuchadas. Evidentemente, esto no basta absolutamente para dar una certidumbre cualquiera a este respecto. Puede considerarse como una hipótesis, es una posibilidad o apenas una probabilidad. Pero todos nosotros encontraremos la coincidencia de una fiesta de la Santa Virgen, de una oración particularmente ardiente, de un voto, y sobre todo de la intuición parecida, formal, en dos personas a 400 kilómetros de distancia, intuición que ofrecía una seguridad tan grande que, en lugar de animar simplemente, influye para que la enferma y una religiosa afirmen la curación. La asociación de la curación inesperada, de los actos de piedad y de dos intuiciones concordantes, asumen el valor —me parece— de una verdadera prueba a favor de la acción sobrenatural prometida, no lo olvidemos, por Cristo a quienes creyeran.
De este modo la promesa de Cristo se difunde en toda una escala de modalidades correspondientes a las necesidades más diversas. Son los milagros que resisten al análisis, a las críticas más severas, y permiten a la Iglesia manifestar la asistencia de Dios y dar inagotablemente al mundo nuevos ejemplos. Son las curaciones públicas y controladas, que incitan a la virtud a enteras poblaciones. Son las curaciones de una cualidad material suficiente para convencer al grupo en el cual se realizan, acerca de la particular generosidad de Dios a su favor. Son, finalmente, las curaciones que desconciertan las previsiones del hombre, pero sin ruido, y donde la certeza de su acción es impresa directamente por Él en las almas.
De esta manera, se torna visible y accesible a nuestro ser material, a nuestras facultades de hombres de la tierra, la acción incesante de Dios, que crea sin cesar los nuevos seres humanos, de Cristo que en el bautismo se infunde a los cristianos, que se ofrece a cada instante en el Sacrificio perpetuamente renovado bajo todas las latitudes, que vive en forma permanente en el tabernáculo de los altares. La acción de Cristo en nuestro ser que sufre, nos torna tangible esta perpetua y personal solicitud, que nuestra fe concibe, y a cada paso de su existencia, el médico se halla así llamado a ser el testigo de Dios.
La fisiología de las curaciones sobrenaturales
Mas el testimonio del médico alcanza su valor solamente en las comprobaciones científicas que él mismo deba hacer. "La Oficina de Comprobaciones médicas de Lourdes vale lo que una basílica", dijo Pío X al doctor Boissarie. "Los médicos tienen necesidad, es cierto, de la Santísima Virgen, pero la Santa Madre a su vez tiene necesidad de los médicos para el reconocimiento de sus milagros", dijo Pío XI al doctor Vallet, e n diciembre de 1933. La comprobación de una curación sobrenatural no es asunto del sentimiento, sino de la ciencia: Cristo no hacía los milagros para complacer a sus discípulos, los hacía para convencer a los incrédulos de su misión. Es el hecho, el examen exacto del hecho, lo que lleva a la noción de lo sobrenatural; y debe advertirse a este respecto, que lo sobrenatural es desconocido o negado solamente por autores incompletamente documentados o que descuidan ciertos pormenores.
Sin embargo, aunque es suficiente hacer "medicina" seria para comprobar la intervención de lo sobrenatural en muchos casos, es conveniente conocer ciertas nociones que el estudio y la práctica de la medicina materialista pueden hacer perder de vista. Es lo que el doctor Le Bec llama muy justamente la Fisiología de lo sobrenatural, en su notabilísimo libro acerca de las Preuves medicales du miracle.
En primer lugar es necesario saber que los teólogos distinguen el milagro en tres clases, según los hechos sean:
a) supra naturam — sobrenaturales,
b) contra naturam — contranaturales,
c) praeter naturam — preternaturales.
El milagro de la primera clase es aquel que excede en modo absoluto las fuerzas naturales; su ejemplo sería la resurrección de un difunto. El milagro de la segunda clase es aquel cuyo efecto es contrario al que debe producirse de acuerdo con las leyes naturales, por ejemplo, los tres jóvenes que permanecieron sanos y salvos en la hoguera. El milagro de la tercera clase es el que excede las fuerzas de la naturaleza sólo en forma relativa y en cuanto al modo de la operación; a esta clase pertenecen todas o casi todas las curaciones sobrenaturales, porque muchas enfermedades pueden curar naturalmente, si se aplican los remedios adecuados y media el tiempo necesario, mientras que si la lesión es curada sin remedios e improvisadamente, la curación no podría ser natural.
Cuando se examinan de cerca los fenómenos vitales, se ve que pueden resumirse o sintetizarse en la vida única de la celula. Esta vida está sometida a leyes naturales, y cada vez que la vida celular prosigue, a pesar de la inobservancia de las leyes, cabe deducir la intervención de fuerzas fuera de las leyes... Se puede construir el esquema siguiente, que todo lo subordina al hecho único de la célula y a los fenómenos biológicos que ocurren en su protoplasma:
MILAGRO "supra naturam"
Ej.: Resurrección de un difunto.
Efecto de la muerte sobre la célula:
Coagulación del plasma celular.
Detención de los fenómenos de asimilación.
Detención de la desasimilación.
Descomposición del protoplasma por las bacterias.
Eliminación de los gases.
Descomposición de los principios minerales.
Déficit total por el detenimiento de la vida.
Ninguna vida celular.
MILAGRO "contra naturam"
Ej. Los jóvenes en la hoguera.
Ejecto del calor sobre la célula:
I estado: Eliminación del agua en la composición del protoplasma. Precipitación de las sales que ya no se disuelven.
II estado: Gases en libertad.
III estado: Oxidación de los elementos minerales. Formación de cenizas.
Déficit por ausencia de condiciones físicas que permitan la vida.
Ninguna vida celular.
Ej. Los jóvenes en la hoguera.
Ejecto del calor sobre la célula:
I estado: Eliminación del agua en la composición del protoplasma. Precipitación de las sales que ya no se disuelven.
II estado: Gases en libertad.
III estado: Oxidación de los elementos minerales. Formación de cenizas.
Déficit por ausencia de condiciones físicas que permitan la vida.
Ninguna vida celular.
MILAGRO "praster naturam"
Ej.: Formación instantánea de callo o cicatriz.
Efecto de la ausencia del factor tiempo sobre la célula:
Los fenómenos de asimilación en la célula no han tenido tiempo de producirse.
Nutrición y evolución naturales imposibles.
Déficit por ausencia de condiciones fisiológicas que permitan la vida.
Ninguna vida celular.
Ej.: Formación instantánea de callo o cicatriz.
Efecto de la ausencia del factor tiempo sobre la célula:
Los fenómenos de asimilación en la célula no han tenido tiempo de producirse.
Nutrición y evolución naturales imposibles.
Déficit por ausencia de condiciones fisiológicas que permitan la vida.
Ninguna vida celular.
Pruebas de lo sobrenatural
"El examen minucioso de las curaciones —dice el doctor Le Bec— lleva a admitir que se puede y se debe suponer invariablemente una curación sobrenatural cierta, cuando en el mismo caso concurren las tres conclusiones clínicas siguientes:
1. La existencia demostrada de una alteración grave de los tejidos o de una pérdida de substancia. Por ejemplo: una llaga, una caries ósea, tubérculos, etc.;
2. La existencia comprobada de una cicatrización efectuada en un tiempo manifiestamente demasiado breve para una una curación médica natural, o, mejor dicho, instantáneamente;
3. La persistencia de la curación y el restablecimiento funcional, comprobado en un tiempo bastante largo para que no se trate de una simple mejoría.
Estas son las condiciones absolutas exigidas para el reconocimiento oficial de las curaciones milagrosas.
Debemos agregar algunas condiciones relativas, que pueden bastar para hacer admitir la probabilidad de una intervención sobrenatural.
4. La gravedad extrema de una lesión o de una enfermedad que excluye normalmente la posibilidad de una curación espontánea: es raro que un médico con cierta experiencia pueda ser sorprendido por la muerte de su enfermo; a menudo, muchos días, muchas semanas y aun muchos meses antes del período agónico, el médico sabe que ha perdido la partida. Fuera de la naturaleza misma de la enfermedad (cáncer, meningitis tuberculosa, enfermedad del sueño, etc.), simples síntomas: elevación o, a la inversa, caída de la temperatura, disociación de la temperatura y del pulso, anomalías respiratorias, carfología, etc., permiten pronósticos prácticamente seguros.
5. La respuesta biológico-religiosa, ya concordancia particularmente exacta de un acto religioso preciso con el comienzo de la curación, ya manifestación biológica determinada correspondiente al acto religioso. Así nos aparece nuestro segundo caso personal.
De todos modos, una condición es esencial:
6. La eliminación del factor nervioso. El papa Benedicto XIV, en su tratado De la Beatificación, no quiere que se consideren milagros las curaciones que se pueden explicar mediante la influencia del sistema nervioso. No admite más que por xcepción el milagro en los histéricos, los epilépticos, los paraliticos. Con un sentido clínico extraordinario en una persona que no ha hecho especialmente estudios médicos: dice: "Cuando se trata de histeria, no hay que hacer consistir el milagro en la desaparición de las crisis, sino en la cesación del estado mórbido general, que las ha producido. Se debe observar que las mujeres histéricas están sujetas a crisis naturales que pueden causar una perfecta liberación de su enfermedad. Será, pues, muy difícil considerar dichas curaciones como milagrosas. Si a veces el Postulador de las causas de Beatificación lo ha intentado, nunca lo vi triunfar". En Lourdes, a la menor sospecha de un elemento nervioso, se excluye toda comprobación y todo reconocimiento oficial.
fenómenos clínicos especiales de las curaciones sobrenaturales
Al lado de los elementos de prueba del milagro, se colocan caracteres particulares que acompañan a menudo las curaciones milagrosas.
a) Dolor improviso. — Puede ser local o general:
Los enfermos, dice el doctor Duret, acusan sensaciones de angustia, de decaimiento, de intenso frío. A veces son sacudidos por escalofríos, caen hasta en síncope, con miedo mortal; se les ve palidecer hasta presentar aspecto cadavérico. De repente sobreviene una sensación de calma, de aplacamiento, de bienestar. ¡El enfermo tiene la sensación física de haber sanado! La Señora Augault, después de la resorción de su fibroma, el 21 de agosto de 1926, tuvo la sensación de que le "arrancaban las entrañas" (Doctor Bitterlin). Numerosos son los casos análogos.
b) Ausencia de convalecencia. — En muchos casos, cualquiera sea la gravedad del mal, cualquiera sea el agotamiento del enfermo, el retorno a la salud es total y repentino.
Pedro de Rudder, nos dice el doctor Le Bec, que estuvo más de ocho años sin caminar, padecía en forma cierta de rigidez articular tibio-tarsiana, como las que comprobamos cuando el cirujano no ha previsto esta forma de anquilosis fibrosa, combatiéndola con aparato apropiado. Había también rigidez en las vainas de los tendones y retracciones enérgicas de los grupos de los músculos anteriores y posteriores de la pierna. Todo este estado patológico implica una impotencia funcional grave, que puede vencerse solamente con un tratamiento de masaje y de movimientos metódicos. El tratamiento dura a veces dos o tres meses, antes de que el enfermo pueda caminar cómodamente. Ahora bien, todas estas complicaciones inevitables desaparecieron tan íntegramente, que algunas horas después de la consolidación subitánea de la fractura, de Rudder pudo correr para alcanzar el coche que debía llevarlo a la estación del ferrocarril. Y el doctor Le Bec cita numerosos ejemplos análogos.
Fisiología patológica de la curación sobrenatural
a) Curación de fracturas y de mal de Pott. — El caso típico es el de Pedro de Rudder, que presentaba a los 8 años una fractura abierta supurada de la tibia y del peroné izquierdos, con alejamiento de 3 centímetros de los fragmentos óseos, sin tendencia a sanar, y que curó súbitamente en forma total y sin acortamiento, el 7 de abril de 1875, durante la peregrinación belga de Oostakker. Fue necesaria:
1. una reviviscencia o una resorción casi instantánea de las extremidades óseas que —como se sabía— estaban atacadas por la necrosis: se conoce bien la lentitud habitual de tales procesos;
2. la formación igualmente casi instantánea de cerca de 5 gramos de hueso. Si se piensa que la sangre contiene cerca de 32 centigramos de fosfato de cal por litro, que los capilares sanguíneos tienen de 5 a 20 milésimos de milímetro de diámetro y que la velocidad de la sangre se calcula en unos 57 centesimos de milímetros por segundo, en los chicos, se comprueba la imposibilidad absoluta del aporte en menos de muchos días, y hasta de muchas semanas, de la substancia adecuada para la reconstrucción del hueso que faltaba.
En las curaciones de mal de Pott, pasa igual cosa: hay generalmente una asociación de procesos de resorción, de reviviscencia y de aporte de nuevos materiales, absolutamente desproporcionados a las posibilidades de la circulación y de las actividades celulares al nivel del punto lesionado.
b) Curación de cáncer.— Cuando el cáncer está ulcerado, hay evidentemente un proceso de reparación que plantea los mismos problemas de circulación y de actividad celular, pero lo que predomina en el cuadro, es la importancia de la resorción realizada. Se conoce la toxicidad de los productos de resorción de los tumores. "Los trastornos tóxicos —escribe el doctor Philibert— debidos a la resorción de los tejidos destruidos, llamados enfermedad de reparto o de los rayos, derivados de la acción de los rayos X y del radio, consisten en náuseas y vomitos, que ocurren durante las sesiones y se prolongan a veces durante algunos días". Los beneficiados con milagros de la naturaleza, recobran inmediatamente la salud sin el menor fenómeno tóxico.
c) Formación de cicatrices.— En numerosas curaciones sobrenaturales, el cierre de llagas es realizado por una cicatriz parecida a la que se produciría normalmente, en varias semanas, en el decurso de una evolución favorable. Parece, pues, que tal sea el proceso natural, pero con una rapidez de varios millares de veces mayor de la que se haya efectuado nunca. Se concibe que el doctor Carrel haya encontrado muy interesantes las cicatrizaciones que estudió en Lourdes. Lo mismo ha de ocurrir en las curaciones de tuberculosis, úlceras de estómago, lesiones diversas, etc.
d) Curación de várices. — El doctor Le Bec nos dice:
"En el caso de curación comprobado por mí, las venas que habían perdido toda su flexibilidad patológica, habían recobrado su forma rectilínea.
"Para que ese retorno al largo normal pudiera ocurrir en mi enfermedad, era necesario el cumplimiento instantáneo de toda una serie de fenómenos muy complicados: desaparición de las células endoteliales que formaban la túnica interna de las venas, desaparición de las fibras musculares lisas de formación patológica, que habían aparecido en el espesor de la túnica media; resorción del tejido celular que mantenía la rigidez de las paredes varicosas.
"Es imposible dar la menor explicación de tal fenómeno. La desaparición total de un segmento vascular no se vió nunca en medicina, y este fenómeno no puede realizarse por vía experimental".
"Para que ese retorno al largo normal pudiera ocurrir en mi enfermedad, era necesario el cumplimiento instantáneo de toda una serie de fenómenos muy complicados: desaparición de las células endoteliales que formaban la túnica interna de las venas, desaparición de las fibras musculares lisas de formación patológica, que habían aparecido en el espesor de la túnica media; resorción del tejido celular que mantenía la rigidez de las paredes varicosas.
"Es imposible dar la menor explicación de tal fenómeno. La desaparición total de un segmento vascular no se vió nunca en medicina, y este fenómeno no puede realizarse por vía experimental".
e) Corrección de deformaciones.— En la enferma del doctor Goret, hubo la corrección de una joroba de Pott; en diferentes casos de curaciones de fracturas, hubo supresión del acortamiento y de las desviaciones. El proceso de curación no es, pues, solamente histológico, sino ortopédico, lo que implica actividades biológicas no solamente dinámicas en grado inverosímil, sino también dirigidas por una inteligencia, por una voluntad creadora.
La fisiología de lo sobrenatural plantea, por lo mismo, innumerables cuestiones biológicas y abre una cantidad de campos al espíritu del sabio. Si recordamos que gracias a la ley de economía del milagro, admitida por los teólogos, la acción de Dios empleará en medida máxima los procesos naturales, conformándose con el mínimum de intervención sobrenatural, se concibe que importantes enseñanzas científicas puedan deducirse de la observación exacta de una curación milagrosa. Los fenómenos biológicos, presentándose con un ritmo distinto del habitual, brindan puntos de comparación de enorme valor. Recordemos finalmente que el diagnóstico exacto de una curación sobrenatural evita atribuir a la enfermedad una evolución y a los medicamentos un efecto, que no concuerdan con la realidad.
Las curaciones sobrenaturales son uno de los más hermosos terrenos de investigación médica que puedan hallarse; es amplio y se nos ofrece a todos, sin cesar: los ciegos ven, los sordos oyen, los estropeados caminan... ¡Cristo está allí!
Notas:
(1) A propósito de santuarios y lugares de peregrinación, es conveniente conocer aquí un decreto de la S. Congregación del Concilio, del 7 de junio de 1932 (Acta Apost. Sedis, del i° de julio), que demuestra cómo la Iglesia, fiel a Cristo que echó a los mercaderes del templo, duda de todo lo que puede parecer afectado por el lucro o la simonía: "La S. Congregación comprueba que a menudo los diarios católicos, especialmente los editados por los santuarios más célebres del universo, relatan las gracias obtenidas, para incitar la piedad de los fieles, hacia los santos invocados y citan las donaciones hechas en ocasión de esos favores. Si es plausible divulgar esos hechos y recoger limosnas para la construcción de santuarios o el mantenimiento de obras de caridad, no pueden aprobarse las relaciones que a menudo se presentan de manera inadecuada y sin ningún carácter de autenticidad, sobre todo si la gracia recibida parece depender de la ofrenda hecha. Hay en ello una apariencia de vergonzoso comercio, que no deja de escandalizar a hombres imbuidos de prejuicios contra el culto católico. Para obviar estos abusos, la S. Congregación del Concilio, de acuerdo con la S. Congregación de los Religiosos, y apoyándose en la aprobación del Soberano Pontífice, ordena a los Ordinarios de las diócesis y a los Superiores religiosos:
1° Hacer cumplir los cánones 1261 y y 1386 del Codex juris canonici. (Código del derecho canónico);
2° Someter a la censura eclesiástica los relatos manuscritos de los favores obtenidos y no permitir su publicación si no están revestidos de la aprobación expresa y escrita del Censor nombrado de acuerdo con las reglas de la Encíclica Pascendi de Pío X, del 8 de septiembre de 1907. El Censor vigilará para que los relatos de gracias obtenidas lleven esos signos de credibilidad, para que se le pueda prestar fe razonablemente y se evite toda sospecha de vínculo o relación entre la ofrenda hecha y la gracia recibida;
3° Prohibir la publicación de los relatos desprovistos de los caracteres citados, salvo la mención bajo la indicación general de gracias recibidas, sin otro pormenor".
2° Someter a la censura eclesiástica los relatos manuscritos de los favores obtenidos y no permitir su publicación si no están revestidos de la aprobación expresa y escrita del Censor nombrado de acuerdo con las reglas de la Encíclica Pascendi de Pío X, del 8 de septiembre de 1907. El Censor vigilará para que los relatos de gracias obtenidas lleven esos signos de credibilidad, para que se le pueda prestar fe razonablemente y se evite toda sospecha de vínculo o relación entre la ofrenda hecha y la gracia recibida;
3° Prohibir la publicación de los relatos desprovistos de los caracteres citados, salvo la mención bajo la indicación general de gracias recibidas, sin otro pormenor".
MEDICINA CATOLICA
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