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jueves, 13 de octubre de 2011

Nada de Desaliento

     No vayas a desesperarte, sin embargo, si te sucede no estar a la altura de tu ideal: si conviene aspirar a la perfección, no conviene lisonjearse de alcanzarla; la perfección absoluta no es del hombre.
     Es un horizonte que se aleja a medida que se aproxima uno a él, se camina siempre, no se llega jamás. El progreso del alma no tiene límites.
     No te desalientes, pues, si no te has elevado todavía tan alto como lo deseas, y en tu corazón y en tu vida el mal disputa con el bien.
     La vieja concupiscencia del primer padre permanece siempre en nosotros, y aunque han llegado a las más altas cimas de la santidad los elegidos de Dios, no dejan de sentirla como un peso agregado a sus alas.
     Si este peso fatal te obliga a descender, toma nuevo brío y remóntate. Lo propio de la virtud no es el no caer jamás, es ignorar el desfallecimiento del ánimo.
     Mientras subía la pendiente ensangrentada de su calvario, Jesús cayó tres veces, y tres veces su frente divina tocó la tierra.
      A pesar de todo. El llegó a la cima sobre la cual resplandecía, para El, el inefable ideal de la muerte en el amor.
     Imita, oh hijo mío, en la medida de tus fuerzas, al Maestro inimitable; si El permite las caídas, es para que tengamos el mérito y la gloria de levantarnos.
     Los importantes copistas del Ejemplar divino, los santos hoy glorificados, ellos tampoco, en su lucha sin tregua contra la naturaleza humana, han conocido la alegría de los triunfos indiscutidos; y si han sido tan grandes en sus combates heroicos, no es que no hayan caído nunca, es que siempre se rehicieron y se levantaron.
     Imita a Jesús, imita a los santos; toda vida tiene sus altos y sus bajos; toda alma humana, después de sus esuferzos, vuelve a caer; sobre todo a tu edad, hijo mío, el hombre se agita como la nave que una ola arroja a otra ola.
     Pero no te turbes; no te escandalices de tus propias caídas; humíllate y remóntate sobre la pendiente a veces tan dulce pero tan abrupta —también a veces— del bien.
     Tu juventud, como todo lo demás, pasará; tus pasiones se apaciguarán poco a poco bajo las calmantes influencias del tiempo: pequeña barca sacudida hoy por las olas tumultosas, navegará un día sobre aguas más tranquilas, bajo menos nubes sombrías.
     De esfuerzo en esfuerzo, cayendo y levantándote. sostenido por tu voluntad e impelido por los vientos de lo alto, llegarás al puerto de la salvación eterna.

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