Casi al final de la ceremonia hay un detalle interesante: el sacerdote pone sobre el recién bautizado un lino blanco y dice: "Recibe la vestidura Cándida y llévala inmaculada al tribunal de Nuestro Señor Jesucristo, para que tengas la vida eterna."
Es fácil comprenderlo. La vestidura blanca que se entrega al nuevo cristiano y que fue entregada también a nosotros después del bautismo, significa la inocencia, o gracia bautismal. Permanece intacta hasta cuando, consintiendo por primera vez a la tentación, se tiene la indecible desventura de caer en el fango del pecado.
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Abrigo la ilusión de que para ti todavía no haya despuntado el alba de un tan funesto día. ¡Pero no te creas tan segura! La inocencia es una prenda preciosa que te da la verdadera felicidad y te hace agradable a Dios y a los hombres. Pero es también un tesoro delicado. Una sorpresa, un momento de debilidad pueden ser fatales para ti.
Entonces te tocará a ti una suerte semejante a la del lirio tronchado. Observa esta hermosa flor. Todo el secreto de su atractivo está en el candor de los pétalos. Pero si se toca, se marchita, pierde todo su valor; ya no atrae, se hace repugnante.
¡Desperdiciar la gracia, es la desgracia más grande que pueda sucederte en la vida!Si perteneces a la categoría de esas almas privilegiadas que poseen todavía intacta la inocencia bautismal, agradece a Dios y usa de todos los medios para no profanarla nunca. Sería ese el día más desastroso de tu vida.
Te aconsejo la constante vigilancia y la devoción a la Sma. Virgen.★
La mitología griega narra lo siguiente:
Hércules, en la edad de la adolescencia, se encontró frente a dos caminos: el uno estrecho y fatigoso, el otro espacioso y cómodo: el primero era el camino de la virtud, el segundo el del placer.
¿Cuál debería tomar?El futuro héroe, antes de tomar una decisión, se retiró a un lugar solitario y allá meditó largamente.
También tú, al inicio de tu vida, te encuentras ante una alternativa: por una parte el demonio, el mundo y las pasiones te atraen con sus falsas lisonjas. Por otra, la conciencia reclama la fidelidad al juramento que los padrinos han hecho por ti en la sagrada fuente bautismal.
¿A quién darás tu sí?La belleza y los bienes de la virtud, considerados a la luz de la razón y de la fe, no te permiten dudar en la elección. La batalla será dura, pero, si quieres conseguirás la victoria.
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Haz tuya la respuesta que dio un día Santo Tomás a su hermana la cual le pedía un reglamento práctico de perfección. Al pie de su larga carta de petición él escribió sólo tres palabras: "es necesario querer".
¿Quieres pues llevar intacto al tribunal de Dios el candor de la inocencia bautismal?Es preciso saber querer.
Con la buena voluntad habrás dado tu cooperación. Pero te es necesario el sostén principal: la ayuda de Dios que se obtiene mediante la oración. Enseña en efecto el Redentor: "Sin mí nada podéis hacer" (Jo. 15,5)
Sé devota de la Sma. Virgen y te asegurarás la victoria. Sírvate de ejemplo el angélico San Luis Gonzaga. Desde la más tierna edad él se consagró enteramente a la Virgen y la amó siempre con un amor incondicional.
Acude a María en las horas serenas y particularmente en las horas tenebrosas, como aconseja San Bernardo:
"¡Oh, quien quiera que tú seas, que en el mar de este mundo te sientas más bien azotado entre tormentas y tempestades, que no caminar en la tierra, no apartes los ojos del resplandor de esta estrella, si no quieres ser tragado por las olas. Si surgen los vientos de la tentación, si chocas en los escollos de las tribulaciones, mira la estrella, invoca a María!. . .
En los peligros, en las angustias, en la perplejidad piensa en María, invoca a María. Ella no se aleje de tu boca ni de tu corazón. Y para obtener el apoyo de sus ruegos, no pierdas nunca de vista los ejemplos de su vida. Siguiéndola no desvías, rogándole no desesperas, pensando en Ella no yerras; si Ella te sostiene no caes, si Ella te protege no tienes que temer; si Ella te acompaña no te fatigas; si Ella te es propicia llegarás al término".
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