Legrado del útero.
Nunca es licito en caso de aborto inminente o inevitable llevar a cabo un legrado del útero grávido antes de la viabilidad del feto. Recurrir al legrado como a un medio para aliviar el útero, es trocar el aborto inminente e inevitable en un aborto directo, lo cual nunca está permitido.
El legrado del útero que contiene un feto no viable no es solamente un acto inmoral, sino, además, anticientífico. Una vez que la placenta y el feto se han formado, la obstetricia de hoy día condena siempre el legrado del útero.
En los casos de aborto incompleto, cuando el óvulo ha sido expelido, el legrado es moralmente lícito, porque no lleva consigo la extracción de un feto viviente y no viable.
Siempre que el cirujano esté convencido de que una hemorragia en la decídua ha matado ya al feto, es moralmente licito vaciar el útero si el tocólogo cree que es la mejor manera de salvar la vida de la mujer. Sin embargo, los mejores especialistas modernos urgen el retraso para evitar la sepsis, como norma más segura de conducta.
El legrado del útero que contiene un feto no viable no es solamente un acto inmoral, sino, además, anticientífico. Una vez que la placenta y el feto se han formado, la obstetricia de hoy día condena siempre el legrado del útero.
En los casos de aborto incompleto, cuando el óvulo ha sido expelido, el legrado es moralmente lícito, porque no lleva consigo la extracción de un feto viviente y no viable.
Siempre que el cirujano esté convencido de que una hemorragia en la decídua ha matado ya al feto, es moralmente licito vaciar el útero si el tocólogo cree que es la mejor manera de salvar la vida de la mujer. Sin embargo, los mejores especialistas modernos urgen el retraso para evitar la sepsis, como norma más segura de conducta.
Embriotomía
Bajo este título se agrupan varias operaciones destructivas: craneotomía, decapitación y evisceración. Generalmente, estas operaciones destructivas se ejecutan sobre fetos muertos cuando la necesidad reclama este procedimiento extremo.
Desgraciadamente, esta deliberada destrucción del hijo aún no nacido se efectúa también, en ocasiones, sobre fetos vivientes. Es cierto que los que llevan a cabo la embriotomía sobre un niño vivo lo hacen raras veces, y sólo cuando estiman que no existe otro procedimiento para extraer al hijo y salvar la vida de la madre.
Es evidente que todas las formas de embriotomía sobre fetos vivientes implican la destrucción directa y deliberada del aún no nacido. Los defensores de este procedimiento pueden denominar este acto con términos técnicos sonoros y agradables, pero no por eso deja de ser un puro y frío homicidio. Huelga decir que la Iglesia ha condenado repetidas veces estas operaciones, gravemente inmorales: 28 de mayo de 1884, 19 de agosto de 1889, 24 de julio de 1895, 4 de mayo de 1898 y 5 de marzo de 1902.
Aun en el caso de un feto muerto, la estima de la dignidad inherente al ser humano debería inducir al cirujano a apelar a la embriotomía sólo cuando se interpone una verdadera necesidad.
Cuando el feto está vivo, no hay lugar a discusión desde el punto de vista moral. La embriotomía del feto viviente es un homicidio, y encierra toda la inmoralidad del más horrendo y execrable de todos los crímenes.
Desgraciadamente, esta deliberada destrucción del hijo aún no nacido se efectúa también, en ocasiones, sobre fetos vivientes. Es cierto que los que llevan a cabo la embriotomía sobre un niño vivo lo hacen raras veces, y sólo cuando estiman que no existe otro procedimiento para extraer al hijo y salvar la vida de la madre.
Es evidente que todas las formas de embriotomía sobre fetos vivientes implican la destrucción directa y deliberada del aún no nacido. Los defensores de este procedimiento pueden denominar este acto con términos técnicos sonoros y agradables, pero no por eso deja de ser un puro y frío homicidio. Huelga decir que la Iglesia ha condenado repetidas veces estas operaciones, gravemente inmorales: 28 de mayo de 1884, 19 de agosto de 1889, 24 de julio de 1895, 4 de mayo de 1898 y 5 de marzo de 1902.
Aun en el caso de un feto muerto, la estima de la dignidad inherente al ser humano debería inducir al cirujano a apelar a la embriotomía sólo cuando se interpone una verdadera necesidad.
Cuando el feto está vivo, no hay lugar a discusión desde el punto de vista moral. La embriotomía del feto viviente es un homicidio, y encierra toda la inmoralidad del más horrendo y execrable de todos los crímenes.
El factor Rh.
En 1937 los doctores Karl Landsteiner y Alexander Wiener, del Instituto Rockefeller, descubrieron un nuevo aglutinógeno, capaz de causar una seria complicación en las transfusiones de sangre, y de alguna manera relacionado con la salud de las mujeres embarazadas y la salud de los niños no nacidos o recién nacidos. Este factor fué descubierto en los corpúsculos rojos de la sangre, y fué llamado «Rh», porque se encontró también en las células rojas del mono Rhesus.
Otro investigador en el análisis del factor Rh fué el doctor Philip Levine, de Linden (Nueva Jersey), que estudió la eritroblastosis (destrucción de los glóbulos rojos de la sangre) y la asoció con el factor Rh.
En sus experiencias del año 1937, Landsteiner y Wiener produjeron un anticuerpo en los conejos, inyectando en ellos sangre de mono como antígeno. Este nuevo anticuerpo no sólo produjo una aglutinación (es decir, un conglomerado más bien que una mezcla) de glóbulos rojos en los monos, sino que también lo produjo en algunos seres humanos. Estos resultados demostraron de una manera que no admite réplica la presencia del hasta ahora desconocido factor en los glóbulos rojos de algunos seres humanos.
Las personas cuya sangre contiene este factor se denominan Rh-positivas; al paso que las que carecen de él son conocidas como Rh-negativas.
Al principio se pensó que este factor carecía de importancia clínica. Sin embargo, se ha demostrado en 1939 por Levine y Wiener que los individuos Rh-negativos pueden, en ciertas circunstancias, desarrollar anticuerpos inmunes contra el factor Rh y sufrir graves perturbaciones a causa de la acción de tales aglutininas anti-Rh.
Investigaciones anteriores revelaron que aproximadamente un 85% de los blancos, 99% de negros y 99% de chinos poseen el aglutinógeno Rh en sus glóbulos rojos.
Al factor Rh se le ha considerado, por tanto, como un aglutinógeno de la sangre, comparable a los factores A, B, AB y O, que sirven para clasificar los cuatro mayores grupos sanguíneos. En Medicina se sabe a perfección que ciertos tipos de sangre sólo pueden ser mezclados con algunos otros determinados, y que, cuando dos tipos de sangre que no pueden entremezclarse se ponen en contacto, resulta un coágulo de sangre. Se ha evidenciado que la ciencia médica no podría contentarse ya con la mera clasificación de la sangre en cuatro tipos-patrones. El factor Rh debe ser seriamente atendido en todos los casos de transfusión de sangre.
No es necesario presentar en este libro una exposición científica y detallada del factor Rh. Sin embargo, un breve resumen proporcionará los antecedentes oportunos para abordar los problemas morales planteados por la incompatibilidad de factor Rh.
Experiencias médicas en gran escala han demostrado que un cierto porcentaje de individuos Rh-negativos, que recibieron sangre de personas Rh-positivas, es sensible a toda sangre Rh-positiva que pudiera transfundírseles.
La sensibilización de toda persona Rh-negativa mediante la recepción de sangre Rh-positiva, puede presentar dos modalidades:
Otro investigador en el análisis del factor Rh fué el doctor Philip Levine, de Linden (Nueva Jersey), que estudió la eritroblastosis (destrucción de los glóbulos rojos de la sangre) y la asoció con el factor Rh.
En sus experiencias del año 1937, Landsteiner y Wiener produjeron un anticuerpo en los conejos, inyectando en ellos sangre de mono como antígeno. Este nuevo anticuerpo no sólo produjo una aglutinación (es decir, un conglomerado más bien que una mezcla) de glóbulos rojos en los monos, sino que también lo produjo en algunos seres humanos. Estos resultados demostraron de una manera que no admite réplica la presencia del hasta ahora desconocido factor en los glóbulos rojos de algunos seres humanos.
Las personas cuya sangre contiene este factor se denominan Rh-positivas; al paso que las que carecen de él son conocidas como Rh-negativas.
Al principio se pensó que este factor carecía de importancia clínica. Sin embargo, se ha demostrado en 1939 por Levine y Wiener que los individuos Rh-negativos pueden, en ciertas circunstancias, desarrollar anticuerpos inmunes contra el factor Rh y sufrir graves perturbaciones a causa de la acción de tales aglutininas anti-Rh.
Investigaciones anteriores revelaron que aproximadamente un 85% de los blancos, 99% de negros y 99% de chinos poseen el aglutinógeno Rh en sus glóbulos rojos.
Al factor Rh se le ha considerado, por tanto, como un aglutinógeno de la sangre, comparable a los factores A, B, AB y O, que sirven para clasificar los cuatro mayores grupos sanguíneos. En Medicina se sabe a perfección que ciertos tipos de sangre sólo pueden ser mezclados con algunos otros determinados, y que, cuando dos tipos de sangre que no pueden entremezclarse se ponen en contacto, resulta un coágulo de sangre. Se ha evidenciado que la ciencia médica no podría contentarse ya con la mera clasificación de la sangre en cuatro tipos-patrones. El factor Rh debe ser seriamente atendido en todos los casos de transfusión de sangre.
No es necesario presentar en este libro una exposición científica y detallada del factor Rh. Sin embargo, un breve resumen proporcionará los antecedentes oportunos para abordar los problemas morales planteados por la incompatibilidad de factor Rh.
Experiencias médicas en gran escala han demostrado que un cierto porcentaje de individuos Rh-negativos, que recibieron sangre de personas Rh-positivas, es sensible a toda sangre Rh-positiva que pudiera transfundírseles.
La sensibilización de toda persona Rh-negativa mediante la recepción de sangre Rh-positiva, puede presentar dos modalidades:
a) Por transfusiones de sangre comunicada a un individuo Rh-negativo por un individuo Rh-positivo;
b) cuando los glóbulos rojos pasan del feto Rh positivo al torrente circulatorio Rh-negativo de la madre. Por lo que concierne a la sensibilización debida a transfusiones de sangre, las estadísticas más concretas proceden de las experiencias médicas durante la guerra. Parece que un 50% de los varones Rh-negativos son susceptibles de sensibilizarse mediante este procedimiento. La explicación de este porcentaje extraordinario puede encontrarse en dos hechos:
1) Las transfusiones repetidas en una misma persona fueron mucho más frecuentes en la Medicina militar que en la civil;
1) Las transfusiones repetidas en una misma persona fueron mucho más frecuentes en la Medicina militar que en la civil;
2) Va cobrando de día en día mayor evidencia la demostración de que la eritroblastosis tiene lugar en el hombre con una frecuencia aproximadamente tres veces mayor que en la mujer, y que tiene un desenlace fatal en casi cinco veces más en niños varones que en las hembras. Estos últimos datos quizá sólo tengan una importancia secundaria, pero acentúan la posibilidad de que estemos tratando con algún tipo de modificación de una característica relacionada con el sexo o, posiblemente, con algo de consecuencias secundarias en la constitución del hombre.
Ha de tenerse un cuidado extremo tratándose de transfusiones de sangre. El doctor Neva Abelson, comisionado para el canje de suero en Filadelfia, y a la vez una de las más destacadas autoridades tocante al factor Rh, afirma que una tercera parte de los casos actuales de sensibilización tiene una historia de transfusión de sangre Rh incompatible. Parece racional suponer que en la mayor parte de estos casos un tipo exacto Rh del donador y de quien recibe, hubiera evitado la enfermedad hemolítica resultante en el recién nacido. La inoculación de sangre intramuscular ha llegado también a graves casos de sensibilización, que en ocasiones tuvieron por desenlace la muerte del feto o recién nacido.
Se presenta a veces esta cuestión: ¿Será el plasma el que sensibiliza, o sentará la base para la sensibilización de individuos Rh-negativos?
Por respuesta debemos llamar la atención sobre el hecho de que algunos de los más grandes bancos de sangre declaran que no mezclan plasma indistintamente, sino que lo acumulan en mayores o menores dosis, según los tipos, reservando el plasma de sangre Rh-negativa para los pacientes Rh-negativos. Si el plasma no es separado cuidadosamente, queda a menudo un sedimento de glóbulos rojos en el fondo del frasco, y, en condiciones de esterilización, estos glóbulos permanecen íntegros durante algún tiempo. Además, los bancos de sangre suministran con frecuencia plasma a temperaturas sobre el índice de congelación. Existe, por consiguiente, en teoría el peligro de inocular antígeno Rh haciendo uso de tal plasma.
Por el contrario, no parece probable que tenga lugar el peligro de sensibilización por globulina gamma, pero queda siempre en pie que es poco conocida la naturaleza química de los antígenos Rh, y hay que tener presente que, al menos parte de los anticuerpos Rh, se ha revelado al análisis en fracción semejante a las proteínas del suero. La cuestión de si es posible o no que cantidades sensibilizadoras del antígeno Rh puedan asociarse con estos anticuerpos, queda abierta a la investigación del porvenir. Por lo que se refiere a la sensibilización producida en una mujer Rh-negativa por un embarazo Rh-positivo, el porcentaje es relativamente bajo. Parece que solamente una mujer Rh-negativa; por cada veinticinco a cincuenta se siente afectada al recibir sangre Rh-positiva en el embarazo. Estos porcentajes se fundan en el hecho de que aproximadamente el 12% de los matrimonios tienen lugar entre hombres Rh-positivos y mujeres Rh-negativas, y, con todo, la frecuencia de la eritroblastosis fetal (enfermedad infantil que resulta de la incompatibilidad Rh) no sobrepasa el 1 por 250 embarazos.
Sea cual fuere el modo como se ha efectuado, una vez que los glóbulos rojos Rh-positivos han entrado en la circulación de una persona Rh-negativa susceptible, los anticuerpos anti-Rh aparecen en el plasma del individuo Rh-negativo y le hacen sensible a toda recepción ulterior de sangre Rh-positiva. Nótese que, cuando una persona Rh-negativa sensible recibe por vez primera sangre Rh-positiva, no se acusa un resultado manifiesto. No aparecerán de ordinario trastornos en el primer niño nacido de un tal matrimonio. La primera recepción de sangre Rh-positiva por parte de una persona susceptible Rh-negativa, sensibiliza simplemente a esta persona para una segunda, tercera o para cualquier recepción ulterior de sangre Rh-positiva. Naturalmente la eritroblastosis fetal podría presentarse en el primer hijo, si la madre Rh-negativa ha sido previamente «sensibilizada» recibiendo una transfusión de sangre Rh-positiva.
Como queda dicho anteriormente, una vez que una persona Rh-negativa susceptible recibe sangre Rh-positiva, él o ella quedan sensibilizados para una recepción ulterior de sangre Rh-positiva; es decir, se forman anticuerpos anti-Rh en el plasma de la persona. La presencia de anticuerpos al factor Rh en el plasma de una persona no es en sí misma perjudicial a su salud, conforme a los dictámenes de la ciencia actual. El peligro se origina sólo cuando la persona ya sensibilizada recibe una nueva adición de sangre Rh-positiva por transfusión, inyección o a causa del embarazo. Si se verificase una segunda recepción de sangre Rh-positiva en una persona Rh-negativa ya sensibilizada, el resultado sería una reacción hemolítica a la transfusión, en la cual los glóbulos Rh-positivos inyectados son destruidos por los anticuerpos anti-Rh. (Por el contrario, la transfusión de sangre Rh-negativa compatible, hecha a una persona Rh-negativa sensibilizada, no es peligrosa, porque en este caso los glóbulos rojos inoculados carecen del factor especifico contra el cual actúan los anticuerpos anti-Rh).
Ya hemos indicado que el proceso de la enfermedad que destruye la sangre es conocida con el nombre de eritroblastosis fetal. El proceso se resuelve en alteraciones extensas y profundas en el niño, a menudo con grave daño del hígado, cerebro y otros muchos tejidos. Estas alteraciones pueden terminar con la muerte del feto en el útero, o, si el feto nace vivo, en grave ictericia, anemia y lesión cerebral. Muchos de estos niños han nacido vivos y aparentemente normales, pero con frecuencia terminan por ser gravemente ictéricos entre las seis y setenta y dos horas primeras después de una crisis hemolítica, que que a veces da por resultado la muerte.
La eritroblastosis fetal presenta en la actualidad una de estas tres formas: a) anemia hemolítica; b) ictericia grave; c) hidropesía fetal. Las dos últimas formas son las más graves, y su resultado es casi siempre la muerte del feto en el útero o poco después del parto. La primera forma, anemia hemolítica, es mucho menos grave y afortunadamente más común que las otras dos. Mucho se ha conseguido de poco tiempo a esta parte en lo que se refiere al diagnóstico y tratamiento de los niños atacados por anemia hemolítica. Mediante el uso de transfusiones sustitutivas, realizadas inmediatamente después del nacimiento, ha sido salvado un gran número de niños, y protegido contra el peligro continuo que esa enfermedad puede ocasionar. La transfusión sustitutiva se lleva a cabo inoculando en el niño atacado, a ser posible a través del cordón umbilical, sangre Rh-negativa tan pronto como sea posible después del nacimiento. (Sin embargo, se hace más evidente cada día que en muchos casos la transfusión de sangre Rh-positiva debería ser el procedimiento preferido). De todos modos la sangre del niño es purificada, privándola, en cuanto sea posible, de su factor Rh-positivo y de los anticuerpos anti-Rh que contiene la sangre recibida de la madre.
Un descubrimiento interesante ha sido la presencia de anticuerpos anti-Rh en la leche de madres Rh-negativas sensibilizadas. Se ha probado que estos anticuerpos anti-Rh son capaces de ser transmitidos al niño al tomar el pecho. Naturalmente, estos hechos exigen que la madre no alimente a sus pechos al hijo afectado de eritroblastosis.
A la luz de lo expuesto anteriormente debemos concluir:
1) Hay que recordar que la ciencia negativa —el conocimiento de lo que no sabemos— es a menudo muy provechosa. De aquí es que debieran tenerse en cuenta los siguientes puntos:
a) Desconocemos el tanto por ciento de mujeres Rh-negativas que son sensibilizadas por un embarazo Rh-positivo; parece ser una de entre veinticinco a cincuenta personas.
b) Ignoramos el porcentaje exacto de mujeres que son sensibilizadas por la recepción de sangre Rh-positiva mediante inyección o transfusión. Sin embargo, los registros militares demuestran que cerca del 50 por 100 de varones Rh-negativos fueron sensibilizados mediante recepción de sangre Rh-positiva por inyección de transfusiones. (Muchos de estos soldados experimentaban graves reacciones hemolíticas, consiguientes a una ulterior transfusión de sangre Rh-positiva, aunque, por otra parte, compatible. Estos pacientes habían sido inmunizados aparentemente, o, mejor dicho, «iso-inmunizados» contra el factor Rh).
c) No tenemos prueba alguna en favor de si una determinada persona Rh-negativa será sensibilizada por la recepción de sangre Rh-positiva.
Ha de tenerse un cuidado extremo tratándose de transfusiones de sangre. El doctor Neva Abelson, comisionado para el canje de suero en Filadelfia, y a la vez una de las más destacadas autoridades tocante al factor Rh, afirma que una tercera parte de los casos actuales de sensibilización tiene una historia de transfusión de sangre Rh incompatible. Parece racional suponer que en la mayor parte de estos casos un tipo exacto Rh del donador y de quien recibe, hubiera evitado la enfermedad hemolítica resultante en el recién nacido. La inoculación de sangre intramuscular ha llegado también a graves casos de sensibilización, que en ocasiones tuvieron por desenlace la muerte del feto o recién nacido.
Se presenta a veces esta cuestión: ¿Será el plasma el que sensibiliza, o sentará la base para la sensibilización de individuos Rh-negativos?
Por respuesta debemos llamar la atención sobre el hecho de que algunos de los más grandes bancos de sangre declaran que no mezclan plasma indistintamente, sino que lo acumulan en mayores o menores dosis, según los tipos, reservando el plasma de sangre Rh-negativa para los pacientes Rh-negativos. Si el plasma no es separado cuidadosamente, queda a menudo un sedimento de glóbulos rojos en el fondo del frasco, y, en condiciones de esterilización, estos glóbulos permanecen íntegros durante algún tiempo. Además, los bancos de sangre suministran con frecuencia plasma a temperaturas sobre el índice de congelación. Existe, por consiguiente, en teoría el peligro de inocular antígeno Rh haciendo uso de tal plasma.
Por el contrario, no parece probable que tenga lugar el peligro de sensibilización por globulina gamma, pero queda siempre en pie que es poco conocida la naturaleza química de los antígenos Rh, y hay que tener presente que, al menos parte de los anticuerpos Rh, se ha revelado al análisis en fracción semejante a las proteínas del suero. La cuestión de si es posible o no que cantidades sensibilizadoras del antígeno Rh puedan asociarse con estos anticuerpos, queda abierta a la investigación del porvenir. Por lo que se refiere a la sensibilización producida en una mujer Rh-negativa por un embarazo Rh-positivo, el porcentaje es relativamente bajo. Parece que solamente una mujer Rh-negativa; por cada veinticinco a cincuenta se siente afectada al recibir sangre Rh-positiva en el embarazo. Estos porcentajes se fundan en el hecho de que aproximadamente el 12% de los matrimonios tienen lugar entre hombres Rh-positivos y mujeres Rh-negativas, y, con todo, la frecuencia de la eritroblastosis fetal (enfermedad infantil que resulta de la incompatibilidad Rh) no sobrepasa el 1 por 250 embarazos.
Sea cual fuere el modo como se ha efectuado, una vez que los glóbulos rojos Rh-positivos han entrado en la circulación de una persona Rh-negativa susceptible, los anticuerpos anti-Rh aparecen en el plasma del individuo Rh-negativo y le hacen sensible a toda recepción ulterior de sangre Rh-positiva. Nótese que, cuando una persona Rh-negativa sensible recibe por vez primera sangre Rh-positiva, no se acusa un resultado manifiesto. No aparecerán de ordinario trastornos en el primer niño nacido de un tal matrimonio. La primera recepción de sangre Rh-positiva por parte de una persona susceptible Rh-negativa, sensibiliza simplemente a esta persona para una segunda, tercera o para cualquier recepción ulterior de sangre Rh-positiva. Naturalmente la eritroblastosis fetal podría presentarse en el primer hijo, si la madre Rh-negativa ha sido previamente «sensibilizada» recibiendo una transfusión de sangre Rh-positiva.
Como queda dicho anteriormente, una vez que una persona Rh-negativa susceptible recibe sangre Rh-positiva, él o ella quedan sensibilizados para una recepción ulterior de sangre Rh-positiva; es decir, se forman anticuerpos anti-Rh en el plasma de la persona. La presencia de anticuerpos al factor Rh en el plasma de una persona no es en sí misma perjudicial a su salud, conforme a los dictámenes de la ciencia actual. El peligro se origina sólo cuando la persona ya sensibilizada recibe una nueva adición de sangre Rh-positiva por transfusión, inyección o a causa del embarazo. Si se verificase una segunda recepción de sangre Rh-positiva en una persona Rh-negativa ya sensibilizada, el resultado sería una reacción hemolítica a la transfusión, en la cual los glóbulos Rh-positivos inyectados son destruidos por los anticuerpos anti-Rh. (Por el contrario, la transfusión de sangre Rh-negativa compatible, hecha a una persona Rh-negativa sensibilizada, no es peligrosa, porque en este caso los glóbulos rojos inoculados carecen del factor especifico contra el cual actúan los anticuerpos anti-Rh).
Ya hemos indicado que el proceso de la enfermedad que destruye la sangre es conocida con el nombre de eritroblastosis fetal. El proceso se resuelve en alteraciones extensas y profundas en el niño, a menudo con grave daño del hígado, cerebro y otros muchos tejidos. Estas alteraciones pueden terminar con la muerte del feto en el útero, o, si el feto nace vivo, en grave ictericia, anemia y lesión cerebral. Muchos de estos niños han nacido vivos y aparentemente normales, pero con frecuencia terminan por ser gravemente ictéricos entre las seis y setenta y dos horas primeras después de una crisis hemolítica, que que a veces da por resultado la muerte.
La eritroblastosis fetal presenta en la actualidad una de estas tres formas: a) anemia hemolítica; b) ictericia grave; c) hidropesía fetal. Las dos últimas formas son las más graves, y su resultado es casi siempre la muerte del feto en el útero o poco después del parto. La primera forma, anemia hemolítica, es mucho menos grave y afortunadamente más común que las otras dos. Mucho se ha conseguido de poco tiempo a esta parte en lo que se refiere al diagnóstico y tratamiento de los niños atacados por anemia hemolítica. Mediante el uso de transfusiones sustitutivas, realizadas inmediatamente después del nacimiento, ha sido salvado un gran número de niños, y protegido contra el peligro continuo que esa enfermedad puede ocasionar. La transfusión sustitutiva se lleva a cabo inoculando en el niño atacado, a ser posible a través del cordón umbilical, sangre Rh-negativa tan pronto como sea posible después del nacimiento. (Sin embargo, se hace más evidente cada día que en muchos casos la transfusión de sangre Rh-positiva debería ser el procedimiento preferido). De todos modos la sangre del niño es purificada, privándola, en cuanto sea posible, de su factor Rh-positivo y de los anticuerpos anti-Rh que contiene la sangre recibida de la madre.
Un descubrimiento interesante ha sido la presencia de anticuerpos anti-Rh en la leche de madres Rh-negativas sensibilizadas. Se ha probado que estos anticuerpos anti-Rh son capaces de ser transmitidos al niño al tomar el pecho. Naturalmente, estos hechos exigen que la madre no alimente a sus pechos al hijo afectado de eritroblastosis.
A la luz de lo expuesto anteriormente debemos concluir:
1) Hay que recordar que la ciencia negativa —el conocimiento de lo que no sabemos— es a menudo muy provechosa. De aquí es que debieran tenerse en cuenta los siguientes puntos:
a) Desconocemos el tanto por ciento de mujeres Rh-negativas que son sensibilizadas por un embarazo Rh-positivo; parece ser una de entre veinticinco a cincuenta personas.
b) Ignoramos el porcentaje exacto de mujeres que son sensibilizadas por la recepción de sangre Rh-positiva mediante inyección o transfusión. Sin embargo, los registros militares demuestran que cerca del 50 por 100 de varones Rh-negativos fueron sensibilizados mediante recepción de sangre Rh-positiva por inyección de transfusiones. (Muchos de estos soldados experimentaban graves reacciones hemolíticas, consiguientes a una ulterior transfusión de sangre Rh-positiva, aunque, por otra parte, compatible. Estos pacientes habían sido inmunizados aparentemente, o, mejor dicho, «iso-inmunizados» contra el factor Rh).
c) No tenemos prueba alguna en favor de si una determinada persona Rh-negativa será sensibilizada por la recepción de sangre Rh-positiva.
2) Tenemos conocimientos positivos de gran valor:
a) Toda mujer embarazada debería tener determinado su tipo Rh por un laboratorio competente. Esto debería hacerse con ocasión de su primera o segunda visita prenatal.
b) Si la mujer es Rh-positiva, no hay sino una posibilidad remota de tener dificultades sobre este punto. Wiener y Diamond han encontrado una excepción a esto, y es en los casos en que tenemos subtipos del Rh, Rh', Rh"; en este caso la madre, aunque Rh-positiva, puede desarrollar aglutininas contra la fracción Rh que le es extraña, y después, bajo un grupo de condiciones semejantes, puede dar lugar a transfusión-reacción o provocar niños eritroblastósicos: estos casos son rarísimos.
c) Si la mujer es Rh-negativa, debe practicarse un análisis del Rh de la sangre de su marido. Si el análisis demuestra que el marido es también Rh-negativo, no puede haber incompatibilidad y es innecesario hacer más pruebas.
Si el análisis demuestra que el marido es Rh-positivo, tenemos los factores sintomáticos de una posible anemia hemolítica o de una eritroblastosis.
Pero no hay que alarmarse; las posibilidades son más de 25 contra 1 de que la mujer no será sensibilizada por la recepción de sangre Rh-positiva. Además, se admite generalmente que la eritroblastosis no tiene de ordinario lugar en el primer hijo de mujeres Rh-negativas, es decir, son necesarios uno o más embarazos con feto Rh-positivo para que se produzca isoinmunización de una intensidad suficiente para causar la anemia hemolítica en el siguiente niño Rh-positivo. Las excepciones a esta regla general se fundan en casos de mujeres Rh-negativas que han sido previamente inmunizadas por transfusión de sangre Rh-positiva. En todo caso, se recomienda en tales circunstancias que la sangre de la madre sea puesta a prueba con aglutininas anti-Rh en el séptimo mes. Si no se encuentran aglutininas en este tiempo, puede suponerse que no habrá disturbios y permitirse a la paciente seguir el curso natural. Sin embargo, después del parto debe analizarse la sangre del niño respecto a la anemia y al factor Rh.
Si el niño es Rh-negativo, podemos concluir que el padre es un heterozigote Rh positivo (es decir, uno de los padres del marido fué Rh-positivo, y el otro Rh-negativo) y sus hijos, según las leyes mendelianas de la herencia, pueden ser Rh-positivos o negativos. En otras palabras, aun cuando una mujer Rh-negaliva con un marido heterozigote Rh-positivo ha tenido tan mala suerte que ha llegado a ser sensibilizada, subsiste aún la posibilidad de que el feto sea Rh-negativo, y no haya, por consiguiente, dificultad. Si el niño es Rh-positivo, el marido puede ser un homozigote o heterozigote positivo. (Cuando los padres del marido fueron Rh-positivos, él se clasifica como homozigote genotipo, y todos los hijos son necesariamente Rh-positivos). Cuando el niño es Rh-positivo, se requiere una prueba ulterior de la sangre del marido para determinar si es homozigote o heterozigote. Si la esposa Rh-nega-tiva ha sido ya sensibilizada por recepción de sangre Rh-positiva de parte de su marido homozigote, toda futura recepción de sangre del marido dará origen necesariamente a un niño atacado.
d) Cuando las pruebas revelan la presencia de aglutininas anti-Rh en la sangre de la madre en el séptimo mes, su título debiera ser revisado cada dos semanas; si no hay aumento de aglutininas anti-Rh, puede permitirse a la paciente completar al menos los ocho meses de embarazo. Si el niño está lo suficientemente desarrollado de tal manera que inspire una posibilidad fundada de sobrevivir, algunos especialistas recomiendan el parto en ese tiempo. Si las pruebas registran un notable aumento en el título, se consideran las diversas posibilidades en el caso, y el parto se recomienda, a veces, una semana antes de los ocho meses completos del embarazo. No es aconsejable el parto antes de este tiempo, porque el niño es de ordinario demasiado prematuro para poder sobrevivir.
e) Cuando nacen niños cierta o probablemente atacados, deben ser sometidos a un examen para evidenciar la eritroblastosis, y debe hacerse una prueba del factor Rh y un análisis minucioso de la sangre. Si el niño presenta pruebas de anemia hemolítica, debe recibir una transfusión de sangre compatible Rh-negativa. Hay que practicar un análisis diario de la sangre, y si la hemolisis continúa, deben proporcionársele más transfusiones, hasta que la sangre del niño sea normal o haya cesado la hemolisis. Cuando se adoptan estas medidas, muchos niños eritroblastósicos se salvan.
Estas recomendaciones acentúan la prudencia de tener donantes de sangre de tipo O Rh-negativo aptos en el trance del parto, siempre que las pruebas revelen la presencia de anticuerpos anti-Rh en la sangre de una mujer próxima a ser madre.
Sin embargo, hay que decir que existen pocas pruebas todavía de que la transfusión reduzca la mortalidad. Si se emplea adecuadamente el procedimiento, puede ser limitado el tiempo de la hospitalización y el número de manipulaciones necesarias durante el tratamiento. Las indicaciones para la transfusión sustitutiva no constan claramente, pero los criterios comprenden la experiencia obstétrica materna y el título anticuerpo Rh, el contenido de anticuerpos y bilirrubina en la sangre del cordón, el tamaño del hígado y del bazo del infante. La transfusión es con frecuencia exagerada. Algunas de las principales autoridades en la materia, que han llevado a cabo un buen número de transfusiones sustitutivas, dan cuenta de aumentos de presión venosa en niños gravemente enfermos; en estos casos existe una creciente tendencia a dejar al infante con un déficit de glóbulos rojos más bien que con una cantidad normal.
Cuando no se practica la transfusión sustitutiva, no se suministra más de cinco c. c. por cada 453,59 grs en cada transfusión, en los casos graves, dentro de los cinco primeros días de vida. Después de este período, la transfusión puede aumentar hasta 10 c. c. cada 453,59 grs. En casos más benignos, cuando la anemia parece ser el único problema, se suministran transfusiones de 10 c. c. cada 453,59 grs.
f) No debe permitirse alimentar al pecho a niños eritroblastósicos, porque pueden segregarse en la leche aglutininas anti-Rh que, después de su ingestión en el estómago, pueden producir una ulterior hemolisis de los glóbulos rojos Rh-positivos del niño.
g) Finalmente, cuando se sospecha, la existencia de eritroblastosis fetal, deben usarse, sólo, con precaución durante el parto, analgésicos y anestésicos, especialmente la morfina y óxido nitroso.
a) Toda mujer embarazada debería tener determinado su tipo Rh por un laboratorio competente. Esto debería hacerse con ocasión de su primera o segunda visita prenatal.
b) Si la mujer es Rh-positiva, no hay sino una posibilidad remota de tener dificultades sobre este punto. Wiener y Diamond han encontrado una excepción a esto, y es en los casos en que tenemos subtipos del Rh, Rh', Rh"; en este caso la madre, aunque Rh-positiva, puede desarrollar aglutininas contra la fracción Rh que le es extraña, y después, bajo un grupo de condiciones semejantes, puede dar lugar a transfusión-reacción o provocar niños eritroblastósicos: estos casos son rarísimos.
c) Si la mujer es Rh-negativa, debe practicarse un análisis del Rh de la sangre de su marido. Si el análisis demuestra que el marido es también Rh-negativo, no puede haber incompatibilidad y es innecesario hacer más pruebas.
Si el análisis demuestra que el marido es Rh-positivo, tenemos los factores sintomáticos de una posible anemia hemolítica o de una eritroblastosis.
Pero no hay que alarmarse; las posibilidades son más de 25 contra 1 de que la mujer no será sensibilizada por la recepción de sangre Rh-positiva. Además, se admite generalmente que la eritroblastosis no tiene de ordinario lugar en el primer hijo de mujeres Rh-negativas, es decir, son necesarios uno o más embarazos con feto Rh-positivo para que se produzca isoinmunización de una intensidad suficiente para causar la anemia hemolítica en el siguiente niño Rh-positivo. Las excepciones a esta regla general se fundan en casos de mujeres Rh-negativas que han sido previamente inmunizadas por transfusión de sangre Rh-positiva. En todo caso, se recomienda en tales circunstancias que la sangre de la madre sea puesta a prueba con aglutininas anti-Rh en el séptimo mes. Si no se encuentran aglutininas en este tiempo, puede suponerse que no habrá disturbios y permitirse a la paciente seguir el curso natural. Sin embargo, después del parto debe analizarse la sangre del niño respecto a la anemia y al factor Rh.
Si el niño es Rh-negativo, podemos concluir que el padre es un heterozigote Rh positivo (es decir, uno de los padres del marido fué Rh-positivo, y el otro Rh-negativo) y sus hijos, según las leyes mendelianas de la herencia, pueden ser Rh-positivos o negativos. En otras palabras, aun cuando una mujer Rh-negaliva con un marido heterozigote Rh-positivo ha tenido tan mala suerte que ha llegado a ser sensibilizada, subsiste aún la posibilidad de que el feto sea Rh-negativo, y no haya, por consiguiente, dificultad. Si el niño es Rh-positivo, el marido puede ser un homozigote o heterozigote positivo. (Cuando los padres del marido fueron Rh-positivos, él se clasifica como homozigote genotipo, y todos los hijos son necesariamente Rh-positivos). Cuando el niño es Rh-positivo, se requiere una prueba ulterior de la sangre del marido para determinar si es homozigote o heterozigote. Si la esposa Rh-nega-tiva ha sido ya sensibilizada por recepción de sangre Rh-positiva de parte de su marido homozigote, toda futura recepción de sangre del marido dará origen necesariamente a un niño atacado.
d) Cuando las pruebas revelan la presencia de aglutininas anti-Rh en la sangre de la madre en el séptimo mes, su título debiera ser revisado cada dos semanas; si no hay aumento de aglutininas anti-Rh, puede permitirse a la paciente completar al menos los ocho meses de embarazo. Si el niño está lo suficientemente desarrollado de tal manera que inspire una posibilidad fundada de sobrevivir, algunos especialistas recomiendan el parto en ese tiempo. Si las pruebas registran un notable aumento en el título, se consideran las diversas posibilidades en el caso, y el parto se recomienda, a veces, una semana antes de los ocho meses completos del embarazo. No es aconsejable el parto antes de este tiempo, porque el niño es de ordinario demasiado prematuro para poder sobrevivir.
e) Cuando nacen niños cierta o probablemente atacados, deben ser sometidos a un examen para evidenciar la eritroblastosis, y debe hacerse una prueba del factor Rh y un análisis minucioso de la sangre. Si el niño presenta pruebas de anemia hemolítica, debe recibir una transfusión de sangre compatible Rh-negativa. Hay que practicar un análisis diario de la sangre, y si la hemolisis continúa, deben proporcionársele más transfusiones, hasta que la sangre del niño sea normal o haya cesado la hemolisis. Cuando se adoptan estas medidas, muchos niños eritroblastósicos se salvan.
Estas recomendaciones acentúan la prudencia de tener donantes de sangre de tipo O Rh-negativo aptos en el trance del parto, siempre que las pruebas revelen la presencia de anticuerpos anti-Rh en la sangre de una mujer próxima a ser madre.
Sin embargo, hay que decir que existen pocas pruebas todavía de que la transfusión reduzca la mortalidad. Si se emplea adecuadamente el procedimiento, puede ser limitado el tiempo de la hospitalización y el número de manipulaciones necesarias durante el tratamiento. Las indicaciones para la transfusión sustitutiva no constan claramente, pero los criterios comprenden la experiencia obstétrica materna y el título anticuerpo Rh, el contenido de anticuerpos y bilirrubina en la sangre del cordón, el tamaño del hígado y del bazo del infante. La transfusión es con frecuencia exagerada. Algunas de las principales autoridades en la materia, que han llevado a cabo un buen número de transfusiones sustitutivas, dan cuenta de aumentos de presión venosa en niños gravemente enfermos; en estos casos existe una creciente tendencia a dejar al infante con un déficit de glóbulos rojos más bien que con una cantidad normal.
Cuando no se practica la transfusión sustitutiva, no se suministra más de cinco c. c. por cada 453,59 grs en cada transfusión, en los casos graves, dentro de los cinco primeros días de vida. Después de este período, la transfusión puede aumentar hasta 10 c. c. cada 453,59 grs. En casos más benignos, cuando la anemia parece ser el único problema, se suministran transfusiones de 10 c. c. cada 453,59 grs.
f) No debe permitirse alimentar al pecho a niños eritroblastósicos, porque pueden segregarse en la leche aglutininas anti-Rh que, después de su ingestión en el estómago, pueden producir una ulterior hemolisis de los glóbulos rojos Rh-positivos del niño.
g) Finalmente, cuando se sospecha, la existencia de eritroblastosis fetal, deben usarse, sólo, con precaución durante el parto, analgésicos y anestésicos, especialmente la morfina y óxido nitroso.
Aspecto moral del factor Rh.
a) La incompatibilidad Rh nunca justifica moralmente la práctica de la anticoncepción. La inmoralidad de la anticoncepción se ha tratado por extenso en uno de los capítulos anteriores. Se ha demostrado que esta práctica está en pugna con la ley natural y la ley divina, y terminantemente condenada en la revelación judía y cristiana. No es necesario insistir de nuevo sobre este punto. Es, sin embargo, deber nuestro advertir que, por más profunda que fuera nuestra simpatía hacia unos esposos desafortunados en este punto, nunca deberíamos aprobar el recurso a la anticoncepción para resolver los problemas matrimoniales planteados por la incompatibilidad Rh. No pueden dejar de reconocerse los esfuerzos casi sobrehumanos que se requieren de parte de algunos matrimonios para llevar una vida ajustada a los ideales morales. Tocante a la incompatibilidad Rh, el autor no puede menos de recordar a unos esposos jóvenes, conocidos. Después de haber tenido un primer hijo sano, la joven esposa perdió cinco hijos, incluso un grupo de gemelos, y en el último embarazo casi pierde su propia vida, siendo necesaria una hospitalización de varios meses. Hay que añadir que esta joven mujer era asistida por algunos de los mejores especialistas de Chicago y Filadelfia, con la cooperación de una de las principales escuelas médicas de la nación. Este ejemplo servirá para indicar la impotencia actual de la ciencia médica frente a un caso grave de sensibilización Rh.
Se requiere poco esfuerzo de imaginación para representarse la situación mental y física en que una circunstancia de este género coloca a un matrimonio, las esperanzas destruidas de los padres que esperan, la idea de procrear hijos que ordinariamente mueren sin el bautismo, la patente inutilidad de los continuos peligros para la salud de la esposa, la impotencia de la ciencia médica para ayudarlos, la insinuación implícita o explícita del doctor y de los amigos a recurrir a la anticoncepción, la insistencia de la Iglesia sobre que el uso de los derechos matrimoniales debe llevarse a cabo de una manera moralmente lícita, los años de soledad y de privación y frustración anticipada, que resultan del temor a participar en aquellas experiencias a cuyo goce el sacramento del matrimonio les ha dado pleno derecho.
Tres recomendaciones hacemos a los esposos conscientes de que alguna circunstancia extraordinariamente grave acompaña a su propio caso:
Primera. Estos esposos deben recordar que encontrarán la verdadera felicidad sólo en una vida moral. El recurso a la inmoralidad puede parecer que proporciona al pronto fácil solución a sus problemas, pero al final se verá que todo ha sido ilusión. Los esposos deben estar en paz con Dios y con sus propias conciencias, para que una felicidad real y duradera pueda encontrarse en sus hogares. Siempre que se haga necesario el sacrificio para mantener los ideales morales, los esposos cristianos deben tener presente la imagen del Salvador, que ha sufrido antes que ellos.
Solamente la filosofía materialista de la vida ve en el sufrimiento «la más grande y más profunda de las desgracias humanas», y sólo ella desdeñaría, a causa de tal desgracia, las sublimes enseñanzas de Cristo, el cual, con la palabra y con el ejemplo, nos enseñó la inexhausta sublimidad del sufrimiento humano, el carácter ennoblecedor de la angustia soportada por su amor, y que nos dejó sobre la cruz el ejemplo significativo de sus tres horas de soledad en medio de los gritos y vocerío de la multitud allí congregada.
Segunda. Estos esposos deben creerse moralmente justificados en su recurso a algún método del periodo agenésico. En los casos raros, tan graves, en que el embarazo puede constituir un verdadero peligro para la salud permanente o la vida de la esposa, el grado de incertidumbre que caracteriza los más de los métodos del período agenésico, debiera tenerse en cuenta. Si tales esposos no quieren practicar la continencia permanente, se les aconseja someterse a las incomodidades y gastos que lleva consigo el método de Farris, y seguir en su aplicación las directrices de un médico especialista. Finalmente, estos esposos deben estar al corriente del progreso de la ciencia médica sobre la incompatibilidad Rh. No es improbable que pueda presentarse alguna solución a este exasperante problema por parte del extenso trabajo de investigación que se está llevando a cabo en esta materia.
b) La sensibilización Rh nunca constituye una justificación moral para poner fin al embarazo mediante el aborto, y evitar el nacimiento de un niño eritroblastósico.
Tocante al aborto terapéutico en los casos de incompatibilidad Rh, se debe insistir en que esa medida no admite defensa médico-científica ni moral.
Desde el punto de vista médico, no existe en absoluto manera alguna de determinar antes del nacimiento la condición hematológica exacta de feto. Ni el más minucioso análisis de la sangre de la madre durante el embarazo nos proporciona un conocimiento preciso. Si se tiene una prueba clara de la sensibilización de una mujer Rh-negativa, próxima a ser madre, es admisible la existencia de una probabilidad sólida de que el niño ha de ser eritroblastósico. La evidencia de la sensibilización de la sangre de la madre tampoco hace posible la determinación de la naturaleza exacta de la enfermedad del niño. Es más: aun cuando se hayan registrado aumentos en la sensibilización de la madre, la experiencia demuestra que pueden resultar alumbramientos sanos Rh-positivos.
Desde el punto de vista moral, el aborto terapéutico nunca es lícito. Este punto ha sido ya tratado detenidamente a lo largo de este capitulo y no es necesario repetir lo mismo en este lugar.
c) En las condiciones debidas, la sensibilización Rh puede proporcionar una justificación moral para los tocólogos radicales, tratándose de operación cesárea o de parto prematuro.
Se requiere poco esfuerzo de imaginación para representarse la situación mental y física en que una circunstancia de este género coloca a un matrimonio, las esperanzas destruidas de los padres que esperan, la idea de procrear hijos que ordinariamente mueren sin el bautismo, la patente inutilidad de los continuos peligros para la salud de la esposa, la impotencia de la ciencia médica para ayudarlos, la insinuación implícita o explícita del doctor y de los amigos a recurrir a la anticoncepción, la insistencia de la Iglesia sobre que el uso de los derechos matrimoniales debe llevarse a cabo de una manera moralmente lícita, los años de soledad y de privación y frustración anticipada, que resultan del temor a participar en aquellas experiencias a cuyo goce el sacramento del matrimonio les ha dado pleno derecho.
Tres recomendaciones hacemos a los esposos conscientes de que alguna circunstancia extraordinariamente grave acompaña a su propio caso:
Primera. Estos esposos deben recordar que encontrarán la verdadera felicidad sólo en una vida moral. El recurso a la inmoralidad puede parecer que proporciona al pronto fácil solución a sus problemas, pero al final se verá que todo ha sido ilusión. Los esposos deben estar en paz con Dios y con sus propias conciencias, para que una felicidad real y duradera pueda encontrarse en sus hogares. Siempre que se haga necesario el sacrificio para mantener los ideales morales, los esposos cristianos deben tener presente la imagen del Salvador, que ha sufrido antes que ellos.
Solamente la filosofía materialista de la vida ve en el sufrimiento «la más grande y más profunda de las desgracias humanas», y sólo ella desdeñaría, a causa de tal desgracia, las sublimes enseñanzas de Cristo, el cual, con la palabra y con el ejemplo, nos enseñó la inexhausta sublimidad del sufrimiento humano, el carácter ennoblecedor de la angustia soportada por su amor, y que nos dejó sobre la cruz el ejemplo significativo de sus tres horas de soledad en medio de los gritos y vocerío de la multitud allí congregada.
Segunda. Estos esposos deben creerse moralmente justificados en su recurso a algún método del periodo agenésico. En los casos raros, tan graves, en que el embarazo puede constituir un verdadero peligro para la salud permanente o la vida de la esposa, el grado de incertidumbre que caracteriza los más de los métodos del período agenésico, debiera tenerse en cuenta. Si tales esposos no quieren practicar la continencia permanente, se les aconseja someterse a las incomodidades y gastos que lleva consigo el método de Farris, y seguir en su aplicación las directrices de un médico especialista. Finalmente, estos esposos deben estar al corriente del progreso de la ciencia médica sobre la incompatibilidad Rh. No es improbable que pueda presentarse alguna solución a este exasperante problema por parte del extenso trabajo de investigación que se está llevando a cabo en esta materia.
b) La sensibilización Rh nunca constituye una justificación moral para poner fin al embarazo mediante el aborto, y evitar el nacimiento de un niño eritroblastósico.
Tocante al aborto terapéutico en los casos de incompatibilidad Rh, se debe insistir en que esa medida no admite defensa médico-científica ni moral.
Desde el punto de vista médico, no existe en absoluto manera alguna de determinar antes del nacimiento la condición hematológica exacta de feto. Ni el más minucioso análisis de la sangre de la madre durante el embarazo nos proporciona un conocimiento preciso. Si se tiene una prueba clara de la sensibilización de una mujer Rh-negativa, próxima a ser madre, es admisible la existencia de una probabilidad sólida de que el niño ha de ser eritroblastósico. La evidencia de la sensibilización de la sangre de la madre tampoco hace posible la determinación de la naturaleza exacta de la enfermedad del niño. Es más: aun cuando se hayan registrado aumentos en la sensibilización de la madre, la experiencia demuestra que pueden resultar alumbramientos sanos Rh-positivos.
Desde el punto de vista moral, el aborto terapéutico nunca es lícito. Este punto ha sido ya tratado detenidamente a lo largo de este capitulo y no es necesario repetir lo mismo en este lugar.
c) En las condiciones debidas, la sensibilización Rh puede proporcionar una justificación moral para los tocólogos radicales, tratándose de operación cesárea o de parto prematuro.
Debe, sin embargo, hacerse notar que el mejor modo científico de pensar sobre esta materia ha sufrido un cambio notable en los dos últimos años. Hasta hace más o menos un año se creía, generalmente, que los niños podían y debían ser protegidos contra la acción de anticuerpos Rh, aconsejando el parto prematuro o la operación cesárea. A este modo de pensar no se atienen ya las mejores autoridades en esta materia. De hecho, el Journal of the American Medical Association informaba ya el 9 de noviembre de 1946 que «es bien poco recomendable la operación cesárea como medio para salvar a los niños de la eritroblastosis. Se han experimentado demasiados fracasos. El handicap del parto prematuro raramente es compensado por la alegada aminoración de los peligros posibles a causa del influjo de los anticuerpos Rh maternos».
Una excelente exposición de los últimos conocimientos sobre esta materia fué presentada por el doctor Neva Abelson, en un artículo titulado «Preventable Factors in Erytrhoblastosis Fetalis», que fué leído en una reunión de la Philadelphia County Medical Society Building el día 4 de febrero de 1949.
El doctor Abelson afirmaba que, en un análisis detallado de muertes de recién nacidos, relacionados con el factor Rh, la mayoría de ellos fueron dados a luz mediante operación cesárea o por aceleración del parto a las treinta y seis o treinta y siete semanas. El doctor Abelson continuó diciendo que estos métodos eran de un valor muy discutible y deberían ser indicados en contadas ocasiones.
De todos modos, deben tomarse las medidas edecuadas antes de proceder a un parto prematuro o a una operación cesárea:
1.°) Debe demostrarse que el marido es homozigote. Es obvio que puede ocasionarse al niño Rh-negativo un daño innecesario con un parto prematuro.
2.°) Debe tenerse en cuenta el historial obstétrico personal y la transfusión pasada. Si la madre tiene un título de anticuerpos, pero no ha recibido transfusiones o tenido niños eritroblastósicos, la mayoría de las posibilidades de supervivencia de un niño dado a luz a su debido tiempo oscilan probablemente entre un 60 y 70 por 100. Si el título de aglutininas es bajo, la posibilidad de supervivencia puede alcanzar hasta el 95%. Antes de proceder al parto prematuro en tales casos, deben ser considerados todos estos factores. Si hay un historial de abortos previos o de transfusión de sangre, las posibilidades de supervivencia del niño no son grandes, y esto puede constituir un argumento a favor de la interferencia en el embarazo.
En toda recomendación del parto prematuro debe tenerse presente un peligro para el niño que no se menciona a menudo. Se dice que sólo en el niño dado a luz prematuramente puede tener lugar el kernicterus sin otra evidencia (clínica o serológica) de eritroblastosis fetal. Esta complicación parecería ser uno de los más grandes peligros inherentes al parto a las treinta y seis o treinta y siete semanas.
Por consiguiente, la justificación moral de la operación cesárea o de la inducción prematura, depende de la constatación del siguiente hecho médico: ¿Hay una prueba científica segura que indique que este procedimiento obstétrico proporciona el método más probable de obtener un niño sano sin poner en peligro a la madre?
Como sucede a veces, a falta de pruebas científicas incontrastables sobre algunos puntos, y en vista del gran desacuerdo existente entre los que son autoridad en Medicina sobre los demás, el moralista se ve en dificultad para dar un veredicto incondicionado. Sin embargo, en el estado actual de nuestros conocimientos, se presentaría como moralmente lícito recurrir a la operación cesárea, siempre que, a juicio de un médico perito, pueda considerarse este medio como el mejor para preservar al niño de la eritroblastosis sin poner en peligro a la madre.
Por otra parte, el doctor debe estar al corriente del progreso de la ciencia médica, y si las investigaciones demuestran que la operación cesárea no aporta ningún bien al niño, que sea proporcionado al peligro que se acarrea a la madre y al hijo, este procedimiento obstétrico radical no sería moralmente lícito.
d) Finalmente, nuestra ciencia actual acerca del factor Rh es tan vaga, que no debería usarse de él como de un factor determinante en la selección de una esposa. Ni debe permitirse que se susciten temores que intranquilicen a los novios cuando se descubra que el joven es Rh-positivo y la joven Rh-negativa. Tales prometidos deben cobrar ánimos a causa del tanto por ciento que existe a su favor. Como hemos dicho anteriormente, una en un total de 25 a 50 esposas Rh-negativas de maridos Rh-positivos llega a ser sensibilizada por el factor Rh y procrea niños afectados de eritroblastosis. Además, aun la esposa Rh-negativa, que alguna que otra vez llega a ser sensibilizada, será capaz de tener un primer hijo sin ninguna dificultad en este punto, a la vez que en su segundo o tercer embarazo existe una gran probabilidad de que la enfermedad del niño no ha de ser demasiado grave. En estos últimos casos el cuidado diligente del médico preservará de ordinario la vida de la madre y del hijo. De todo lo expuesto se colige que, tanto desde el punto de vista médico como moral, la incompatibilidad Rh no debe ser considerada como un factor determinante parcial en la selección de una esposa, ni como base de juicio acerca de los problemas cuya solución se ha de anticipar a la vida matrimonial.
Una excelente exposición de los últimos conocimientos sobre esta materia fué presentada por el doctor Neva Abelson, en un artículo titulado «Preventable Factors in Erytrhoblastosis Fetalis», que fué leído en una reunión de la Philadelphia County Medical Society Building el día 4 de febrero de 1949.
El doctor Abelson afirmaba que, en un análisis detallado de muertes de recién nacidos, relacionados con el factor Rh, la mayoría de ellos fueron dados a luz mediante operación cesárea o por aceleración del parto a las treinta y seis o treinta y siete semanas. El doctor Abelson continuó diciendo que estos métodos eran de un valor muy discutible y deberían ser indicados en contadas ocasiones.
De todos modos, deben tomarse las medidas edecuadas antes de proceder a un parto prematuro o a una operación cesárea:
1.°) Debe demostrarse que el marido es homozigote. Es obvio que puede ocasionarse al niño Rh-negativo un daño innecesario con un parto prematuro.
2.°) Debe tenerse en cuenta el historial obstétrico personal y la transfusión pasada. Si la madre tiene un título de anticuerpos, pero no ha recibido transfusiones o tenido niños eritroblastósicos, la mayoría de las posibilidades de supervivencia de un niño dado a luz a su debido tiempo oscilan probablemente entre un 60 y 70 por 100. Si el título de aglutininas es bajo, la posibilidad de supervivencia puede alcanzar hasta el 95%. Antes de proceder al parto prematuro en tales casos, deben ser considerados todos estos factores. Si hay un historial de abortos previos o de transfusión de sangre, las posibilidades de supervivencia del niño no son grandes, y esto puede constituir un argumento a favor de la interferencia en el embarazo.
En toda recomendación del parto prematuro debe tenerse presente un peligro para el niño que no se menciona a menudo. Se dice que sólo en el niño dado a luz prematuramente puede tener lugar el kernicterus sin otra evidencia (clínica o serológica) de eritroblastosis fetal. Esta complicación parecería ser uno de los más grandes peligros inherentes al parto a las treinta y seis o treinta y siete semanas.
Por consiguiente, la justificación moral de la operación cesárea o de la inducción prematura, depende de la constatación del siguiente hecho médico: ¿Hay una prueba científica segura que indique que este procedimiento obstétrico proporciona el método más probable de obtener un niño sano sin poner en peligro a la madre?
Como sucede a veces, a falta de pruebas científicas incontrastables sobre algunos puntos, y en vista del gran desacuerdo existente entre los que son autoridad en Medicina sobre los demás, el moralista se ve en dificultad para dar un veredicto incondicionado. Sin embargo, en el estado actual de nuestros conocimientos, se presentaría como moralmente lícito recurrir a la operación cesárea, siempre que, a juicio de un médico perito, pueda considerarse este medio como el mejor para preservar al niño de la eritroblastosis sin poner en peligro a la madre.
Por otra parte, el doctor debe estar al corriente del progreso de la ciencia médica, y si las investigaciones demuestran que la operación cesárea no aporta ningún bien al niño, que sea proporcionado al peligro que se acarrea a la madre y al hijo, este procedimiento obstétrico radical no sería moralmente lícito.
d) Finalmente, nuestra ciencia actual acerca del factor Rh es tan vaga, que no debería usarse de él como de un factor determinante en la selección de una esposa. Ni debe permitirse que se susciten temores que intranquilicen a los novios cuando se descubra que el joven es Rh-positivo y la joven Rh-negativa. Tales prometidos deben cobrar ánimos a causa del tanto por ciento que existe a su favor. Como hemos dicho anteriormente, una en un total de 25 a 50 esposas Rh-negativas de maridos Rh-positivos llega a ser sensibilizada por el factor Rh y procrea niños afectados de eritroblastosis. Además, aun la esposa Rh-negativa, que alguna que otra vez llega a ser sensibilizada, será capaz de tener un primer hijo sin ninguna dificultad en este punto, a la vez que en su segundo o tercer embarazo existe una gran probabilidad de que la enfermedad del niño no ha de ser demasiado grave. En estos últimos casos el cuidado diligente del médico preservará de ordinario la vida de la madre y del hijo. De todo lo expuesto se colige que, tanto desde el punto de vista médico como moral, la incompatibilidad Rh no debe ser considerada como un factor determinante parcial en la selección de una esposa, ni como base de juicio acerca de los problemas cuya solución se ha de anticipar a la vida matrimonial.
Charles J. Mc. Fadden (Agustino)
ETICA Y MEDICINA
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