Tomado del sitio Amor de la Verdad
En conexión con el post Dejamos las cosas claras, traemos un comentario que nos ilumina sobre el asunto: ¿Es el papa infalible? ¿Puede enseñar el error contra la Fe? Y lo que es
más ¿Podría enseñar la herejía? ¿Podría él mismo caer en la herejía aún
sin enseñarla a los fieles? Un magnífico libro ha dado respuesta a estos interrogantes: “Misterio de iniquidad”. Puede descargarse en nuestra barra lateral. De él hemos tomado el texto de algunos posts que pueden verse bajo la categoría “Infalibilidad” e ” Infalibilidad pontificia”.
Es mi convicción que el extravío patente del catolicismo conciliar
tiene esta raíz oculta: No se cree en la infalibilidad de los papas.
Además se aceptan como tales los que claramente han fallado en la Fe. Se
diseccionan los documentos pontificios hasta dar con los que creemos
que son infalibles. Incluso en éstos se busca la manera de reducirlos a
nuestra propia concepción del dogma católico. Pero la oración infalible
de Nuestro Señor ha pedido que la Fe de Pedro no falle nunca y así confirme a sus hermanos. Si somos “realistas”
” cuando se trata de las palabras de Cristo en el misterio eucarístico,
me pregunto ¿por qué no lo somos cuando Él mismo creó el primado de
Pedro?. Hasta en el campo sedevacantista que en mi opinión guarda mejor
que otros las esencias católicas en su prístina pureza, observamos que
algunos se extravían enmendando la plana al magisterio pontificio, v.gr.
Limbo, bautismo de deseo, interpretación correcta del dogma de la
salvación. Sus antecesores son muchísimos herejes del pasado,
particularmente los Jansenistas y galicanos. El católico fiel a los 260 papas legítimos anteriores a Pío XII (inclusive)
es imposible que se extravíe porque aceptan lo que ellos enseñaron en
su magisterio ordinario y extraordinario que no es más que lo que la
cristiandad siempre creyó. Otras posturas son novedades en la Iglesia y
llegan a arruinar la Fe sobrenatural que Cristo nos legó y la Iglesia, como depositaria, siempre enseñó.
Last but not least, esta postura proporciona al alma la seguridad y paz que da la infalibilidad discente
de todo fiel, la cual se necesita enteramente para resistir el asedio
del mundo y dentro de la iglesia oficial, los desvaríos de ésta con sus falsos pastores y papas a la cabeza. ¡Pruebe y compare!
Un lector ha hecho el siguiente comentario que agradecemos y hemos leído con unción: Por James Stuart
Es posible que no pocos se pregunten el por qué de tanta insistencia en los temas de la indefectibilidad e infalibilidad de la Iglesia, que fluyen ambas desde la Cabeza Visible de la Iglesia, gracias a la todopoderosa Oración y Promesa de su Fundador y Señor nuestro.
Podría empezar a desgranar una vez más las razones por las que la suma e indefectible solidez de la Roca de Pedro es el articulus stantis et cadentis ecclesiae, en palabras de Lutero…
Podría seguir explicando cómo el poner en duda esta verdad conduce a hacer imposible un verdadero acto de Fe sobrenatural, poniendo en gravísimos peligro la salvación de muchos fieles.
O cómo esta cuestión constituye precisamente la línea divisoria que separa a los que aún pertenecen a la Iglesia Visible, y se ven en la obligación de reconocer lo evidente, que la iglesia conciliar no es la Iglesia Católica, y que “pontífices” como el Sr. Bergoglio no pueden en modo alguno ser Papas verdaderos, mientras los demás simili-tradis se entregan a unas contorsiones intelectuales, doctrinales, espirituales y morales verdaderamente bizarras en su intento de reconocer en Bergoglio al Buen Pastor, mientras los demás se hunden definitivamente en las tinieblas de la desesperanza.
Para acabar señalando cómo la culpa de que esta “crisis” siga durando desde hace 60 años sin que tenga visos de remitir, la tienen principalmente, no los conciliares, que cumplen su papel, sino esos presuntos católicos que desobedecen la monición del Pontifical llamando al bien mal, y al mal bien, a la oscuridad luz, y a la luz oscuridad, extravagante a Pablo IV y san Pío V, Santo Padre a Ratzinger y Bergoglio.
Pero prefiero llamar brevemente la atención sobre un aspecto más general de esta verdad fundamental:
Imaginen que por un acto milagroso de la bondad de Dios, nos viéramos antes del final de éste año libres del mamotreto conciliar, y acaudillados por un Papa indudablemente legítimo, mezcla afortunada de los mejores pontífices habidos en casi 2000 años de historia…
Pero al mismo tiempo, que siguiera viva entre los católicos esa condenada doctrina según la cual un Papa puede caer en el error en la Fe, enseñarlo a la Iglesia Universal, grabarlo en el mármol de la liturgia, fundirlo en el bronce de las leyes, sin que quede aniquilada la misma Iglesia, y correspondiendo a los súbditos la tarea de identificar el error del Soberano, e incluso declararlo depuesto…
¿Qué ocurriría? Que volveríamos infaliblemente (nunca mejor dicho) a las andadas, porque siempre se encontrarían descontentos, rebeldes o subversivos que pretenderían que, pudiéndose equivocar el Papa, todo sigue sujeto a eterna discusión, hasta los fundamentos más evidentes del Orden natural.
¿No fue acaso ésto lo que pasó a principios del S. XIV, por ejemplo, cuando los legistas franceses empezaron a sostener que el Papa podía equivocarse, y lo llegaron a acusar de herejía, porque Bonifacio VIII había enseñado con la máxima autoridad la adecuada jerarquización de los dos poderes o espadas, que los presuntos católicos de nuestros días siguen sin querer tomar en cuenta?
¿O no fueron los “pobres” “santos” sencillos” y “espirituales” antecesores de Bergoglio-Francisco los que llegaron a acusar al papa Juan XXII de herejía, por condenar la de los fraticellos y otros dulcinianos del montón?
Así como en el Orden político, todo pende de un poder soberano uno, indivisible, inalienable e imprescriptible, que no puede cuestionarse sin que todo el resto del edificio se cuartee y caiga, así ocurre también con el Orden del que éste poder político depende, el Orden sobrenatural y metafísico, cuya llave se encuentra directamente en la mano de Pedro.
Si las leyes físicas y biológicas que rigen la creación inferior fallasen aunque sólo fuera un momento, ello significaría la instantánea anarquía y muerte del mundo, sin posibilidad de recuperación alguna.
Mucho más todavía en el orden metafísico y espiritual. Si la Iglesia, soberana en su Cabeza visible, pudiera fallar en proponer la ley, es decir, las verdades de las que depende todo el orden humano, éste se derrumbaría irremediablemente, y sin esperanza alguna de restauración.
“Dadme un punto de apoyo, y moveré el mundo”, decía Arquímedes.
Ese punto de apoyo no es otro que la verdad indeficiente propuesta por la no menos indeficiente autoridad de Pedro.
Quitad ese punto de apoyo, y volveremos todos a la nada.
Stat Crux, dum volvitur orbis.
Un lector ha hecho el siguiente comentario que agradecemos y hemos leído con unción: Por James Stuart
Es posible que no pocos se pregunten el por qué de tanta insistencia en los temas de la indefectibilidad e infalibilidad de la Iglesia, que fluyen ambas desde la Cabeza Visible de la Iglesia, gracias a la todopoderosa Oración y Promesa de su Fundador y Señor nuestro.
Podría empezar a desgranar una vez más las razones por las que la suma e indefectible solidez de la Roca de Pedro es el articulus stantis et cadentis ecclesiae, en palabras de Lutero…
Podría seguir explicando cómo el poner en duda esta verdad conduce a hacer imposible un verdadero acto de Fe sobrenatural, poniendo en gravísimos peligro la salvación de muchos fieles.
O cómo esta cuestión constituye precisamente la línea divisoria que separa a los que aún pertenecen a la Iglesia Visible, y se ven en la obligación de reconocer lo evidente, que la iglesia conciliar no es la Iglesia Católica, y que “pontífices” como el Sr. Bergoglio no pueden en modo alguno ser Papas verdaderos, mientras los demás simili-tradis se entregan a unas contorsiones intelectuales, doctrinales, espirituales y morales verdaderamente bizarras en su intento de reconocer en Bergoglio al Buen Pastor, mientras los demás se hunden definitivamente en las tinieblas de la desesperanza.
Para acabar señalando cómo la culpa de que esta “crisis” siga durando desde hace 60 años sin que tenga visos de remitir, la tienen principalmente, no los conciliares, que cumplen su papel, sino esos presuntos católicos que desobedecen la monición del Pontifical llamando al bien mal, y al mal bien, a la oscuridad luz, y a la luz oscuridad, extravagante a Pablo IV y san Pío V, Santo Padre a Ratzinger y Bergoglio.
Pero prefiero llamar brevemente la atención sobre un aspecto más general de esta verdad fundamental:
Imaginen que por un acto milagroso de la bondad de Dios, nos viéramos antes del final de éste año libres del mamotreto conciliar, y acaudillados por un Papa indudablemente legítimo, mezcla afortunada de los mejores pontífices habidos en casi 2000 años de historia…
Pero al mismo tiempo, que siguiera viva entre los católicos esa condenada doctrina según la cual un Papa puede caer en el error en la Fe, enseñarlo a la Iglesia Universal, grabarlo en el mármol de la liturgia, fundirlo en el bronce de las leyes, sin que quede aniquilada la misma Iglesia, y correspondiendo a los súbditos la tarea de identificar el error del Soberano, e incluso declararlo depuesto…
¿Qué ocurriría? Que volveríamos infaliblemente (nunca mejor dicho) a las andadas, porque siempre se encontrarían descontentos, rebeldes o subversivos que pretenderían que, pudiéndose equivocar el Papa, todo sigue sujeto a eterna discusión, hasta los fundamentos más evidentes del Orden natural.
¿No fue acaso ésto lo que pasó a principios del S. XIV, por ejemplo, cuando los legistas franceses empezaron a sostener que el Papa podía equivocarse, y lo llegaron a acusar de herejía, porque Bonifacio VIII había enseñado con la máxima autoridad la adecuada jerarquización de los dos poderes o espadas, que los presuntos católicos de nuestros días siguen sin querer tomar en cuenta?
¿O no fueron los “pobres” “santos” sencillos” y “espirituales” antecesores de Bergoglio-Francisco los que llegaron a acusar al papa Juan XXII de herejía, por condenar la de los fraticellos y otros dulcinianos del montón?
Así como en el Orden político, todo pende de un poder soberano uno, indivisible, inalienable e imprescriptible, que no puede cuestionarse sin que todo el resto del edificio se cuartee y caiga, así ocurre también con el Orden del que éste poder político depende, el Orden sobrenatural y metafísico, cuya llave se encuentra directamente en la mano de Pedro.
Si las leyes físicas y biológicas que rigen la creación inferior fallasen aunque sólo fuera un momento, ello significaría la instantánea anarquía y muerte del mundo, sin posibilidad de recuperación alguna.
Mucho más todavía en el orden metafísico y espiritual. Si la Iglesia, soberana en su Cabeza visible, pudiera fallar en proponer la ley, es decir, las verdades de las que depende todo el orden humano, éste se derrumbaría irremediablemente, y sin esperanza alguna de restauración.
“Dadme un punto de apoyo, y moveré el mundo”, decía Arquímedes.
Ese punto de apoyo no es otro que la verdad indeficiente propuesta por la no menos indeficiente autoridad de Pedro.
Quitad ese punto de apoyo, y volveremos todos a la nada.
Stat Crux, dum volvitur orbis.
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