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viernes, 8 de marzo de 2013

LA NUEVA IGLESIA MONTINIANA (3)

Por Pbro. Joaquín Saenz Arriaga
(Pág. 18-27)  
 
¿Cuál era, según la opinión pública, el sentido del viaje papal?
     Las opiniones, que en todos los círculos se emitían, sobre la proyectada visita del Papa Montini a América, eran muy variadas. La idea eucarística no pareció muy convincente, sobre todo con el nombramiento de Legado. Un articulo del Osservatore Romano, órgano oficial del Vaticano, quiso desmentir la idea corriente, que interpretaba el Congreso y la venida del Papa a América Latina como un acto político de grandes alcance. He aquí el texto de la UPI, fechado en Ciudad Vaticana el 20 de agosto, tal como apareció en EL TIEMPO de Bogotá, el miércoles 21 de agosto de 1968:
     "LA VISITA DE PABLO VI TIENE CARACTKR RELIGIOSO, NO POLITICO. Severa réplica del Vaticano a las criticas que grupos izquierdistas le han hecho. Ciudad del Vaticano, agosto 20 (UPI)— El Vaticano respondió hoy a las críticas izquierdistas por el próximo viaje del Papa a la América Latina, recordando que la gira tiene carácter religioso y no político".
     "Parece que no es un mensaje de fe lo que se espera del Papa. sino un pronunciamiento sobre posibilidades políticas y sociales, dice hoy el Osservatore Romano, órgano oficial del Vaticano.
     "Se deplora la amplia publicidad dada por la prensa de izquierda a las críticas hechas a este primer viaje de un Pontífice a la América Latina.
     "En lugar de concentrarse a dar información periodística sobre casos extremos, excentricidades y disidencias polémicas (en la Iglesia católica de la América Latina) —señala el diario del Vaticano— lo esencial es vincular la gira del Papa Pablo VI a los continuos esfuerzos de renovación y coordinación pastoral hechos por los obispos locales".
     "Replicando a las acusaciones de que Paulo VI es indiferente a las penurias de millones de latinoamericanos, sumidos en la mi seria, señala que el Papa abogó en su discurso del domingo ulti mo por la cesación de la injusticia social, "el privilegio ocioso»... por una parte, y "la espantosa miseria", por la otra.
     "Menciona también que los anteriores documentos papales, incluyendo la reciente y discutida encíclica sobre el control de la natalidad, también trataron sobre asuntos sociales.
     "En sus constantes y firmes enseñanzas pastorales, Pablo VI jamás ha eludido estos problemas", dice el diario vaticano, cuya reacción responde a los ataques izquierdistas, incluyendo uno del organo oficial del partido comunista italiano "L' Unita", en el que se dice que el viaje del Papa nada podría hacer por aliviar la miseria en la America Latina.
     El Pontifice continúa preparando su viaje de tres días al más católico continente del mundo.
     Fuentes vaticanas dijeron hoy que el texto de los discursos que Pablo VI pronunciará el jueves, viernes y sábado en el XXXIX Congreso Eucarístico Internacional y en la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) quedaron ya completos, con sus traducciones a los principales idiomas". 

     Hasta aquí la comunicación de la UPI desde Ciudad del Vaticano. Desde luego se deja ver en ella que el viaje papal era juzgado en Europa y también en América como una gira de carácter socioeconomico y político más que como una piadosa peregrinación de sentido y orientación exclusivamente religiosa. Hay otras circunstancias que en cierto modo justifican o parecen justificar estos augurios. La intensa propaganda del P. Ricardo Lombardi, S. J., cuyas ideas redentoras son harto conocidas; la reunión del General de los Jesuítas con los privinciales de América Latina y los documentos consigna, que de esa reunión salieron, y las ideas sociales del Papa, declaradas en sus múltiples discursos y, sobre todo, en su encíclica "Populorum Progressio" eran un sólido argumento para justificar los augurios que la visita papal podía fundar.
     Los izquierdistas, al hacer esos augurios, presionaban, para que el Sumo Pontífice se pronunciase abiertamente en contra de la injusticia reinante en toda la América Latina, en favor de una más justa distribución de las riquezas; en favor de un progreso que eliminase definitivamente, con suma rapidez y decisión el sub-desarrollo de estos pobres pueblos sumidos en el hambre y la miseria más espantosa. De esta manera, la Iglesia, ideológicamente, quedaba unida, comprometida con las fuerzas de izquierda, que hace tiempo, planean la subversión, el caos y la propagación del "castrismo" en toda la América Latina. Los izquierdistas buscaban la aprobación benévola del Papa para la actividad redentora de las guerrillas.
     Los auténticos católicos también temíamos la visita del Papa. ¿Qué iba a decir el Papa en sus numerosos discursos? ¿Qué iba a decirnos su legado? ¿Qué nos diría Helder Cámara, Sergio Méndez, Arceo y los otros Prelados, que siguen su escuela? ¿Que decidirían los Prelados de la Conferencia Episcopal Latinoamericana? Los preludios no eran muy tranquilizadores. En El polvorin de
América Latina, la voz de la Jerarquía Católica podía ser la mecha que hiciera explotar la bomba.
     "...Lo esencial —dice el diario Vaticano- es vincular la gira del Papa Paulo a los continuos esfuerzos, de renovación y coordinación pastoral hechos por los obispos locales". Dado el sentido indefinido y amplísimo, que hoy se ha dado a esas dos palabras, "renovación" y "pastoral", no era fácil precisar, ni vincular el sentido del viaje pontificio a los continuos esfuerzos de los obispos locales. Si, a partir del Concilio examinamos la actividad episcopal, los documentos emanados de nuestros Prelados y las consignas dadas por la Conferencia Episcopal Latinoamericana y las Conferencias Nacionales de los Obispos de América Latina, tenemos que concluir que nuestros venerables Prelados, preocupados hondamente por las necesidades materiales de nuestra gente, han abandonado un poco el Evangelio espiritual de Cristo y los altísimos intereses de la salvación de las almas, para dedicarse intensamente a la redención material de las clases indigentes.
     En su alocución del 17 de agosto, Paulo VI había dicho: "Y nos place que esta afirmación religiosa tenga lugar en la queridísima América Latina, donde la fe está despertando una gran caridad social y donde esperamos una cresciente justicia civil y mayor prosperidad cristiana". En estas palabras tenemos claramente la vinculación de la gira papal con los esfuerzos de renovacion y coordinación pastoral hechos por los obispos locales. El Papa vino a América Latina para respaldar, orientar y acrecentar los esfuerzos pastorales de los Obispos, que, ante el fracaso de la obra evangelizados y de la labor pastoral de los siglos anteriores, querían dedicarse eficazmente a remediar las ingentes y urgentísimas necesidades de nuestras desheredadas y subdesarrolladas elases humildes, para empezar de nuevo la evangelización de América, en una completa rectificación del pasado.
     Nadie ha pensado que el Papa sea indiferente a las penurias de millones de latinoamericanos. No en un discurso, sino en varios discursos, Su Santidad ha abogado por la cesación de la injusticia social. Lo que si nos sorprende es lo que el periódico vaticano entiende por esa "injusticia social": "el privilegio ocioso", por una parte, y "la espantosa miseria", por la otra. Este es el juicio impresionante con que la demagogia o la ignorancia suelen describir el subdesarrollo de los pueblos latinoamericanos: América Latina está integrada por dos clases sociales, la oligarquía injusta, opresora y desalmada de los ricos y las masas incontables de los hambrientos, de los oprimidos, de los subdesarrollados, de los que se ven impotentes para remediar su "espantosa miseria".
     Esta lamentable situación es el resultado de varios siglos esclavitud, durante los cuales los subdesarrollados han sido víctimas de unos cuantos privilegiados, que los explotaban sin misericordia. Y la Iglesia de los tiempos coloniales, así como la Iglesia después de la independencia estuvo, por desgracia, asociada con esa casta de prepotentes sin entrañas. Es necesario reconocer los errores de ese pasado de ignominia, con un "mea culpa" de profundo arrepentimiento y una acción redentora, que deshaga esos errores.
     Cuando el órgano oficial del Partido Comunista Italiano "I.'Unita" afirmó que el viaje del Papa nada podría hacer por aliviar la miseria en la América Latina, sabía que mentía; sabía que ya los obispos y los clérigos latinoamericanos estaban comprometidos en una inmensa aventura, que pretendía cambiar las estructuras politico-sociales, que hoy existen en esos países. "El privilegio ocioso" debia acabar; debia desaparecer "la espantosa miseria" con unas nuevas estructuras, que audazmente debían implantarse, después de haber liquidado ese pasado de ignominia y de vergüenza. La gira del Papa venía a reforzar estos esfuerzos de "renovación" y de "coordinación pastoral" de los obispos de América Latina. Y. pese a los cambios que las legislaciones han impuesto en la actitud de los gobiernos, y la nueva mentalidad que los prelados y eclesiásticos han aportado, es indudable que la Iglesia Católica y sus obispos y sacerdotes siguen ejerciendo una influencia decisiva sobre los subdesarrollados pueblos de la América Latina.
     El viaje papal, las juntas previas de los dirigentes del CELAM, del P. General con los PP. Provinciales de la Compañía de Jesús en Latinoamérica, las giras apostólicas del P. Lombardi y sus asociados por un Mundo Mejor, y el programa todo del Congreso Internacional de Bogotá tuvieron un carácter más social y politico, que religioso y eucarístico.
     En la embajada argentina de Roma, en un acto organizado el día 18 de octubre de 1968, al que también asistieron Mons. Giovanni Benelli y el secretario del CELAM., obispo argentino, Mons. Eduardo Pironio, su Eminencia el Cardenal Antonio Samoré, presidente de la Comisión Pontificia para América Latina negó que en la reciente conferencia general del Episcopado Latinoamericano, que se realizó en Medellín hubiera corrientes favorables a la violencia. Según su Eminencia, prelados, sacerdotes y seglares se alinearon voluntariamente con el Papa Paulo VI, quien, durante el viaje a Colombia, en agosto pasado, condenó la violencia como medio para cambiar las estructuras políticas y socioeconómicas de los paises latinoamericanos.
     Esta información de la Prensa Asociada nos confirma, en primer lugar, que, en los comentarios internacionales, siguió corriendo la idea de que el viaje del Papa a Sud America fué interpretado como una gira política, cuyo objetivo principal era hacer audaces mudanzas en las estructuras políticas y socioeconómicas en los países latinoamericanos. Que hubiera obispos, sacerdotes y laicos que, superando audazmente ese programa del Pontífice, pensasen que la violencia era no sólo inevitable, sino necesaria, es algo evidente; y bastarían los nombres de los obispos Helder Cámara y Sergio Méndez Arceo y de algunos sacerdotes mexicanos como Pedro Velázquez, Enrique Maza, Felipe Pardinas, el refugiado español, hoy canónigo de la Catedral de México, Ramón de Ertze Garamendi, y el ex-sacerdote obrero de Francia Fr. Agustín Desobry, o.p., para demostrar que las corirentes de la Conferencia del CELAM en Medellín sí estuvieron infiltradas por tendencias que ahogaban por la violencia.
     Una carta del obispo brasileño Helder Cámara a la madre del sacerdote guerrillero Camilo Torres viene a comprobar este yo acuso que sólo pretende desenmascarar la subversión, escondida y disfrazada con el manto del apostolado. Hela aquí: 
"Recife, 27.7 1968. 
Sra. Isabel Restrepo de Torres. 
Bogotá — Colombia.
     Solamente ayer recibí su amable carta de 9 del corriente. 
     Le pido que entienda las razones que me llevan a no aceptar su fraternal invitación.
     Deseo pasar lo más humildemente posible por Bogotá. Estaré allí de paso para Medellín y apenas solamente para la inauguración del Segundo Encuentro de la Jerarquía Latinoamericana, además de la procesión de clausura del Congreso Eucarístico Internacional.
     Aún en Medellín, haré todo lo que esté a mi alcance para evitar mucho movimiento en torno a mi persona. Lo que importa es el trabajo en equipo; la acción colegiada. Tengo certeza de que, desde el Cielo, Camilo me entiende, me aprueba y me bendice.
     En la Santa Misa pediré siempre por usted. Su amigo y admirador en Cristo.
 
+ Helder Cámara".

     El conocido, inquieto y comunizante Arzobispo de Recife, amigo y colega de andanzas del obispo de Cuernavaca, deja ver en esta carta su íntima adhesión, su simpatía, su entrega a la causa del guerrillero muerto, el pobre sacerdote Camilo Torres. Su táctica es su encubrimiento; quiere "pasar lo más humildemente posible por Bogota"; quiere hacer todo lo que esté a su alcance "para evitar mucho movimiento", en torno a su persona y a su causa. Pero, con esas tácticas precautorias, quiere hacer una labor de equipo en Medellin; quiere imponer su lucha en los buenísimos Prelados, que presidirán e integrarán la reunión o el encuentro del CELAM. Es la  tecnica  marxista, solapada y artera, que socava y destruye sigilosamente, con programas de redención y de progreso. Por eso afirma en su carta Don Helder que Camilo "le entiende, le aprueba y bendice"; si es que en su actual estado es capaz de bendecir a alguien.
     ¿Cómo podemos, pues, compaginar la terminante negación de Su Eminencia Antonio Samoré de que en la reciente conferencia general del Episcopado Latinoamericano, que se realizó en Medellin, hubiera corrientes favorables a la violencia, con los hechos lamentables, que se acumularon en unas cuantas semanas en América latina, después de ese encuentro del CELAM, y que parecen contrariar, con el lenguaje elocuente de los hechos, las palabras del Cardenal? La carta confidencial del Arzobispo de Recife, a la madre del sacerdote guerrillero nos da la clave para entender el luego, al cual seguramente estuvo ajeno su Eminencia el Cardenal Antonio Samoré.
     Porque los hechos sucedidos en este Subcontinente después del Congreso Eucarístico y la Conferencia de Medellín son en extremo gravísimos y reveladores. Ha sido uno de los peores períodos de convulsiones políticas y sociales en toda la América Latina el que siguió, tal vez casualmente, al Congreso Eucarístico Internacional y al Segundo Encuentro de la Jerarquía Latinoamericana, celebrado en Medellín e inagurado por el Sumo Pontífice. Juzgando las cosas externamente, no podemos dudar de que el Vaticano, los Jesuítas, muchos obispos y sacerdotes y laicos católicos, dirigentes de importantes organismos nacionales e internacionales, estaban convencidos de que era imperioso un cambio audaz de estructuras socioeconómicas y políticas de todos los países de América Latina. Los eclesiásticos querían, no insinuar, no pedir a los gobiernos estos cambios audaces, sino encabezar los movimientos, con los gobiernos o sin ellos o en contra de ellos, para realizar esta general revolución en toda América Latina. Ante esta decisión de los eclesiásticos, por muy santa, justa y apostólica que la juzgamos, la insinuación de la violencia era inevitable
     Y vinieron los gravísimos y sangrientos conflictos estudiantiles en Uruguay, Brasil y México; el Presidente de Bolivia, General René Barrientos anunció a su país y al mundo, que las guerrillas habían resurgido en el campo boliviano. En Costa Rica, los trabajadores plataneros, con actos terroristas, precursores  de  ulteriores violencias, incendiaron los locales de la Compañia que los contrataba; y en Argentina se han acomulado en unas cuantas semanas, los encuentros violentos y sangrientos, entre los obreros y el gobierno militar de Argentina, se han acomulado. En Panama cae el presidente, lo mismo en Peru por sendos golpes de Estado. Y es curioso notar que la explicación que el General Velasco del Peru dio para justificar su asonada, fue la imperiosa necesidad de un cambio de estructuras. Mas adelante comentaremos el discurso del cardenal Arzobispo de Lima, pronunciado en la Catedral de Bogotá, delante del Papa, el día de la ignauración de la Conferencia del CELAM.
     Es evidente que las causas inmediatas y particulares de estas actuaciones revolucionarias, así como su forma de manifestarse, han variado, según la problemática social, política y economica de cada uno de los países latinoamericanos; sin embargo la coincidencia de tiempo y de objetivos acusan un factor común y demuestran la participación directa o indirecta de las consignas de Bogotá y de Medellín. Ante esos hechos y esas consignas no podemos dudar de que católicos y clérigos progresistas se sienten predestinados para realizar por sí mismos el cambio de estructuras que reclaman el subdesarrollo y la miseria de los pueblos latinoamericanos.
     En un artículo, publicado en Hermosillo, Sonora, el 1° de enero de 1971, por el Pbro. José Esteban Sarmiento, uno de los incondicionales de Mons. Quintero, bien conocido ya por su solapado "progresismo", leemos estos conceptos que son la "teología" de la "nueva Ola":
     "Ayer, en nuestro comentario, no estuvimos muy de acuerdo con el interclasismo, o sea, la posición de aquéllos que, aceptando el mundo como 'algo ya hecho', sin posibilidad de cambio, lo único que piensan que debe hacerse es no hacer nada. La aceptación del papel, que a cada vino le haya tocado en la comedia humana, aunque ese papel sea el de miserable, sería para ellos lo ideal, pues significa que se está conformando la voluntad humana a la Voluntad Divina, en lo cual, dice, consiste la perfecta santidad.
     "Sin negar, ni poner en duda esto último, y también sin afirmar que tal posición sea precisamente la posición burguesa, creemos que el mundo, en que vivimos, no es un mundo hecho y que el sentido de la historia y de la Providencia es que lo hagamos y que lo hagamos cada vez mejor.
     "Y, dentro de este mundo, que está construyéndose, tanto en lo material, científico y técnico, cuanto en lo social y humano, hay que reconocer que existen clases antagónicas. Y decimos "antagónicas" para recalcar que se trata no sólo de clases sociales distintas, sino en pugna. Tal hecho, porque es un hecho, se extiende a lo largo de la historia humana, al grado que puede decirse que algunos siempre estén abajo, con el consiguiente abuso de los de arriba y con la consecuente situación de los de abajo. 
     Reconocer, sin embargo, el hecho de que haya clases en pugna o que, en cualquier momento, puedan ponerse en pugna, no significa que se acepte la lucha de clases como método. La iglesia rechaza tal lucha, y tiene que hacerlo, si está inspirada en el odio y la venganza, y sólo busca desencadenar la violencia. Pero quitando el odio, la lucha de clases por amor al prójimo, rico o pobre, si debe aceptarse. Porque también por amor se lucha.
     "Si se ama a los pobres, no se reducirá todo a palabras, sino que habrá un verdadero compromiso por su liberación. Si no se ama, no se hará nada por transformar el "sistema" que engendra los males de muchos. Amor y lucha sí pueden ir juntos. Por amor se lucha contra los que quieren mantener el sistema, los que por conveniencia son resistentes al cambio, contra los ricos y privilegiados, que sólo dejan los privilegios, cuando pierden la lucha.
     "Por eso, cristianamente hablando, no ha de ser contra las personas, sino contra las acciones de las personas. Porque todos debemos amarnos los unos a los otros, pero también todos estamos obligados a rechazar y hasta odiar lo que es malo. Y las acciones son las malas, porque las diversidades en el mundo no son tanto por las capacidades distintas de las personas, sino por los pecados de unos y otros. Hay ricos y opresores, porque hay injusticia y avaricia y soberbia; y hay pobres, porque hay opresión, vicios e irresponsabilidad.
     "La lucha por amor es lucha contra el pecado, y, esa lucha, no debe reconocer partido. ¿Tolerar a los explotadores que oprimen, porque también son católicos? No; el deber es denunciar la injusticia, aunque se pierda el proteccionismo, con que quieren pagar a la Iglesia su silenció complaciente. Al precio de olvidar a los pobres, no sirve para nada la prosperidad de la Iglesia.
     Pero, esta lucha no debe ser por medio de la violencia. La Iglesia condena tanto la violencia desesperada de los pobres, como la violencia institucionalizada de los ricos. Lo que cuenta en esta lucha es el amor. La revolución del odio pretende arreglarlo todo con una fuerte sacudida de la sociedad. La revolución del amor, cuyo manifiesto es el Evangelio, quizá vaya más lenta, pero avanza desde hace casi dos mil años y es ahora el único signo de libertad y de esperanza". 

     He aquí un típico sermón del "progresismo", en el que nos afirman proposiciones inauditas, aparentemente contradictorias y abiertamente subversivas. No están de acuerdo con el "intercla sismo"; luego, sin decirlo, dicen que es necesario eliminar las clases sociales. El mundo no quedó hecho; hay que hacerlo, en un constante "devenir"; somos los hombres, no Dios, sus artífices. La meta de esa constante evolución: la sociedad sin clases. "Este es el sentido de la historia", este es el sentido también "de la Providencia". Yo diría que esto es el sentido de la dialéctica marxista, de la ilusión de vértigo de todos los comunistas y sus cofrades, los progresistas. Hay de por medio un sofisma; el mundo ya quedó hecho; no lo hicimos nosotros, lo hizo Dios. En ese mundo, los hombres debemos trabajar por mejorar nuestras condiciones materiales, debemos procurar salvar el alma —el gran negocio personal—; y después y secundariamente debemos también procurar las condiciones materiales, teniendo siempre en cuenta la ley de la vida: "ganarás el pan con el sudor de tu frente".
     Pero, no debemos olvidar las palabras de San Pío X: "Es conforme al orden establecido por Dios que, en la sociedad humana haya gobernantes y gobernados, patronos y proletarios, ricos y pobres, sabios e ignorantes, nobles y plebeyos". (Doctrinas Pontificias, Documentos Sociales.—Madrid, 1959; pág. 464).
     Las clases no son de suyo antagónicas; las han hecho antagónicas. Esta ha sido la obra de la revolución comunista, a la que se han aliado, como compañeros de viaje, los progresistas eclesiásticos. Eso de hacer una lucha "por amor" es pura música celestial. La lucha comunista no es por amor. No se hace con rociadas de agua bendita, ni con sonrisas episcopales, ni con frases de "compromiso", dichas en los púlpitos o escritas en los periódicos. Esa lucha se hace con odio, se hace con fusiles, con ametralladoras, con bombas, con sangre y con fuego y destrucción.
     El "sistema", las "estructuras": eso es lo que estorba a esos nuevos redentores de los pobres, que, sin embargo, no son capaces, no digo ya de dar una túnica de las dos que tienen a los necesitados, pero ni siquiera de sacrificar un banquete, un paseo, un cigarrillo, para ofrecer a los pobres; no demagogia, sino una ayuda eficaz, aunque sea pequeña. El "sistema", el Gobierno, la Constitución y las Leyes, los tribunales, 1a policía, el ejército, nuestras instituciones, nuestro nacionalismo, nuestro mismo amor patrio: esos son los obstáculos, que hay que destruir primero, para establecer esa sociedad sin clases, en la dictadura del proletariado. Todo lo demás que escribe el P. Sarmiento es relleno de un sermón de un seminarista principiante.
     Con estos argumentos, no pensamos que sea un desacato el afirmar que el viaje de Su Santidad a América Latina era la aplicación concreta de sus opiniones y doctrina, expuestas en la POPULORUM PROGRESSIO.

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