"ES, PUES, UN PENSAMIENTO SANTO Y SALUDABLE EL ROGAR POR LOS DIFUNTOS, A FIN DE QUE SEAN LIBRES DE LAS PENAS DE SUS PECADOS"
(II Mac. XII, 46)
La práctica de recomendar a Dios las almas del Purgatorio para que mitigue Él las grandes penas que sufren y para que pronto Él las eleve a su gloria, es altamente grata a Nuestro Señor y muy provechosa para nosotros.
Como un medio seguro de aumentar nuestra fe en el Ser Supremo y nuestro amor por Cristo y su Iglesia, "El Devoto del Purgatorio" contiene una vasta selección de inspiradoras oraciones y devociones por las ánimas del Purgatorio. Cada plegaria y cada devoción tienen su tiempo y lugar apropiados. Están escritas en lenguaje moderno, conciso y fácil de entender. En esta moderna obra, mujeres y hombres, en todas las circunstancias de la vida, hallarán oraciones y devociones para las necesidades espirituales de las almas del Purgatorio.
"El Devoto del Purgatorio" ha sido editado con una sola idea en mente —que pueda tornarse en instrumento para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas. Bienvenido sea y permanezca por compañero de todos los Católicos y los demás amigos piadosos de las dolientes almas del Purgatorio.
Como un medio seguro de aumentar nuestra fe en el Ser Supremo y nuestro amor por Cristo y su Iglesia, "El Devoto del Purgatorio" contiene una vasta selección de inspiradoras oraciones y devociones por las ánimas del Purgatorio. Cada plegaria y cada devoción tienen su tiempo y lugar apropiados. Están escritas en lenguaje moderno, conciso y fácil de entender. En esta moderna obra, mujeres y hombres, en todas las circunstancias de la vida, hallarán oraciones y devociones para las necesidades espirituales de las almas del Purgatorio.
"El Devoto del Purgatorio" ha sido editado con una sola idea en mente —que pueda tornarse en instrumento para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas. Bienvenido sea y permanezca por compañero de todos los Católicos y los demás amigos piadosos de las dolientes almas del Purgatorio.
REV. J. M. LELEN
INTRODUCCIÓN
La piedad con los difuntos es uno de los primeros sentimientos del corazón humano. "Cuando se está persuadido de que el alma vive después de la destrucción del cuerpo, dice un profundo escritor, cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre el estado en que ésta se halle después de la muerte, no hay cosa más natural que hacer votos y oraciones para proporcionar felicidad a las almas de nuestros parientes y amigos. Aquellos mismos que por sus principios parecen más prevenidos contra tal uso, muchas veces confiesan sinceramente no poderse detener en aquellos graves momentos de hacer votos secretos, que la misma naturaleza arranca de sus pechos, por aquellas personas con quienes estaban estrechamente unidos con dulces y caros vínculos. Señal evidente de que éste es un sentimiento grabado por el dedo de Dios en el corazón de los hombres; he aquí por qué se encuentra en todo lugar y en todos los pueblos del mundo" (Inscripciones de Francia, tomo II, inscripción 12).
Pero las tradiciones más veneradas y más puras de la piedad con los difuntos se hallan en los pueblos que adoran al Dios vivo. Porque la verdadera Religión trató siempre de acercar las almas de los que finaron a la Fuente de toda felicidad, que es Dios, para hacerlas bienaventuradas en Él y por Él. De lo cual provino el que, por medio de oraciones y sacrificios, procurasen hacer propicio al Todopoderoso para aquéllas, y con obras expiatorias tratasen de hacerlas dignas ante su divina Presencia. Y, efectivamente, éstos son los dos modos empleados en la Santa Iglesia para socorrer a los difuntos: hacer propicio al Señor con las almas y hacer las almas dignas de Él, lográndolo por la oración y el sacrificio y por las obras expiatorias en favor de las ánimas benditas.
Pero las tradiciones más veneradas y más puras de la piedad con los difuntos se hallan en los pueblos que adoran al Dios vivo. Porque la verdadera Religión trató siempre de acercar las almas de los que finaron a la Fuente de toda felicidad, que es Dios, para hacerlas bienaventuradas en Él y por Él. De lo cual provino el que, por medio de oraciones y sacrificios, procurasen hacer propicio al Todopoderoso para aquéllas, y con obras expiatorias tratasen de hacerlas dignas ante su divina Presencia. Y, efectivamente, éstos son los dos modos empleados en la Santa Iglesia para socorrer a los difuntos: hacer propicio al Señor con las almas y hacer las almas dignas de Él, lográndolo por la oración y el sacrificio y por las obras expiatorias en favor de las ánimas benditas.
Existencia del Purgatorio
Es un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna culpa venial, o sin haber satisfecho plenamente a la Justica divina por los pecados ya perdonados, están detenidas en un lugar de expiación que llamamos Purgatorio.
Así lo enseña la Santa Madre Iglesia, columna infalible de la verdad; así lo confirma la más antigua y constante tradición de todos los siglos; así lo aseguran unánimemente los Santos Padres griegos y latinos, Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín y tantos otros; así lo han definido los sagrados Concilios de Roma, de Cartago, de Florencia, de Letrán y de Trento, dirigidos por el Espíritu Santo (Gotti, Belarmino).
Así lo enseña la Santa Madre Iglesia, columna infalible de la verdad; así lo confirma la más antigua y constante tradición de todos los siglos; así lo aseguran unánimemente los Santos Padres griegos y latinos, Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín y tantos otros; así lo han definido los sagrados Concilios de Roma, de Cartago, de Florencia, de Letrán y de Trento, dirigidos por el Espíritu Santo (Gotti, Belarmino).
Y aunque la Iglesia no lo enseñase así, ¿no lo insinúa bastante la razón natural? Supongamos que un alma sale de este mundo con alguna culpa venial; ¿qué hará Dios? ¿La lanzará al infierno? Y siendo su hija y esposa amadísima, ¿la confundirá con los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la Justicia y Bondad divina. ¿La introducirá en el cielo? Esto se opone igualmente a la Santidad y Pureza infinita del Criador, pues sólo aquél cuyas manos son inocentes y cuyo corazón está limpio, subirá al monte del Señor (Salmo XXIII). Nada manchado puede entrar en aquel reino purísimo (Apoc. XXI). ¿Qué hará, pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo dice por Malaquías: La pondré como en un crisol (Mal. III, 3), esto es, en un lugar de penas y tormentos, de donde no saldrá hasta que haya satisfecho a la Justicia divina.
¿Crees tú esto, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de ello, la cosa es y será así. Negar el Purgatorio, tan sólo dudar advertidamente de su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta verdad, y con tanta indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el Purgatorio, y con tus culpas amontonas tanta leña para arder en tan terrible fuego?
Es también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas almas afligidísimas.
Sí; en virtud de la Comunión de los Santos, hay plena comunicación de bienes espirituales entre los bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos que militamos en la tierra y las almas que sufren en el Purgatorio. En virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad y mérito nuestro bajar al Purgatorio con nuestros sufragios, y, a imitación de Jesucristo después de su muerte, librar aquellas almas y alegrar al cielo con un nuevo grado de gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella Patria felicísima. ¡Oh admirable disposición de la Sabiduría divina! ¡Oh, qué dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura de su Misericordia infinita.
Y nosotros somos estos dichosos medianeros y corredentores; de nosotros depende la suerte de aquellas pobres almas.
Haz, pues, amado cristiano, con fervor algún sufragio en cada día de este mes consagrado a las ánimas; ¿quién sabe si abrirás el cielo a alguno de tus parientes o amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e insensible que les niegues un pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer tan gran favor y a tan poca costa?
Es también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas almas afligidísimas.
Sí; en virtud de la Comunión de los Santos, hay plena comunicación de bienes espirituales entre los bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos que militamos en la tierra y las almas que sufren en el Purgatorio. En virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad y mérito nuestro bajar al Purgatorio con nuestros sufragios, y, a imitación de Jesucristo después de su muerte, librar aquellas almas y alegrar al cielo con un nuevo grado de gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella Patria felicísima. ¡Oh admirable disposición de la Sabiduría divina! ¡Oh, qué dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura de su Misericordia infinita.
Y nosotros somos estos dichosos medianeros y corredentores; de nosotros depende la suerte de aquellas pobres almas.
Haz, pues, amado cristiano, con fervor algún sufragio en cada día de este mes consagrado a las ánimas; ¿quién sabe si abrirás el cielo a alguno de tus parientes o amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e insensible que les niegues un pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer tan gran favor y a tan poca costa?
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