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martes, 13 de noviembre de 2012

ILUSION Y. . . REALIDAD

     ¿Has oído hablar del curioso fenómeno del espejismo?
     Este es un fenómeno natural debido al reflejo total de los rayos de luz. Se verifica cerca del suelo, y allí se reflejan con sus propios colores, los objetos. El espejismo es un fenómeno óptico, por el cual, en los días de mucho calor, se presentan al caminante, que emprende un viaje a través del desierto, como reales: oasis, paisajes, villas, islas, etc.
    Estas imágenes parecen completamente reales, al grado que muchas veces, personas inexpertas, cuando atraviesan aquellas landas interminables, extenuadas por la sed y el cansancio, a vista de tal fenómeno se animan porque piensan encontrar por fin un poco de refrigerio.
     Entonces apresuran el paso, caminan, caminan . . .
     Y cuando creen haber casi alcanzado la meta, se percatan de que han sido engañadas.
    Han desaparecido los castillos, los árboles, las fuentes y queda escueta la realidad: un interminable desierto de arena y la imposibilidad de calmar la sed abrasadora.
     ¡Imagina entonces la exasperación de los pobres peregrinos!


     Así sucede algunas veces a ciertas jóvenes inexpertas.
   Llegan a los dieciocho, a los veinte años. A la joven que comienza a vivir, se le presenta la visión de un castillo misterioso, encantado.  Es el atractivo del futuro hogar que se manifiesta con la dulce y poética ilusión del amor.
     Aquí empieza el peligro.
  La joven inexperta, ignora, o quiere ignorar que le es indispensable tener quien la guíe o la aconseje. Y confiada en sí misma, emprende una loca carrera hacia la ilusión.
     ¡Obsérvala!
   En cierto momento le parece haber alcanzado la felicidad, porque acaso un amante de curiosidades artísticas, un agente viajero, un elegante militar, un comerciante, un empleado o qué sé yo, le ha dicho palabras de admiración. Y la muchacha sueña.
   Es el efecto de las muchas ideas falsas que se difunden a propósito del matrimonio.
    Para muchas esta palabra sagrada tiene sólo el significado de fiesta, de libertad, de satisfacción del corazón, de satisfacción de la vanidad, de vuelo hacia la felicidad.
     Con tales y semejantes convicciones estas jóvenes se abandonan a sueños fatuos y se olvidan de prepararse cristianamente para desempeñar los deberes que el noviazgo, el matrimonio y la maternidad traen consigo.
    Esta es la razón por qué ciertas jóvenes en el noviazgo, en el matrimonio y en la maternidad se cargan con tremendas responsabilidades, por no comprender los deberes que tienen hacia su novio, su esposo, sus hijos.


     Jovencita: La dulce y poética ilusión del amor, ¿ha cautivado tu corazón? Es el atractivo providencial del hogar futuro. No lo reprimas, sino más bien obra con seriedad y prudencia.
    No concibas sobre todo el matrimonio como una eterna felicidad. Si la vida es sacrificio para todos, para la madre es heroísmo. Todas las madres son mártires.
  Así se expresa la señora Lamartine: "Cuando se contrae matrimonio no se piensa que se hace voto de pobreza, porque se entrega la propia persona en manos del esposo; que se hace voto de obediencia por la debida sumisión al marido; que se hace voto de castidad porque no es lícito agradar a otro hombre; el matrimonio, por tanto, exige una larga y conveniente preparación".
     Es necesario prepararse ante todo con la virtud para disponerse a la renuncia, al dolor, al sacrificio y a la humillación.
     Lo primero y más importante es la elección del esposo. El Señor lo tiene ya preparado: hay que encontrarlo entre tantos.
     Para esto se requiere oración, prudencia y recta intención.
   Suplica así todos los días: "Señor, muéstrame al que has destinado para mí".
     No sueñes luego en un príncipe azul y en un castillo encantado. Tu esposo debes buscarlo entre tantos jóvenes de tu condición.
     ¡Y escoge bien!
     Ante todo, no seas fácil en creer en las primeras declaraciones de Amor.
     Cuando por primera vez, oigas susurrar palabras de admiración y de amor, aunque el corazón te lata fuertemente, no te creas y no te abandones a sentimientos amorosos, aunque fuese sólo en lo íntimo de tu alma. Entonces es necesario ser equilibrada, razonable y muy reservada.
   Al joven que te quiera para novia, responde con una sonrisa franca, que sea como todas las otras sonrisas. Después sigue teniendo el mismo comportamiento y también entonces tu mirada ha de ser modesta, y no descubras nada de tus secretos.
     Mientras tanto haz por conocer al joven y examínate a ti misma. Si después de haber reflexionado te parece que con las cualidades y defectos recíprocos podréis vivir cristianamente y en buena armonía para toda la vida, no le resuelvas todavía directamente, dile que hable con tus papás.
     Si él te ama sinceramente y está animado por el único ideal de fundar contigo una familia, apreciará tu reserva, seguirá tu consejo, y puedes darle tu palabra serenamente, en el santo temor de Dios, y con la bendición paterna de ambas partes.
   Sin embargo recuerda que la moral cristiana no permite el noviazgo si no hay de ambas partes, la verdadera y formal intención del matrimonio y la posibilidad de contraerlo en un tiempo no demasiado lejano.
  No tengas tanta prisa en negocio tan importante. Podrías equivocarte y ponerte en el peligro de ofender tu dignidad.
     Tampoco te dejes atraer por las riquezas.
  Puede ser que él te añada un bonito apellido, te dé las comodidades de una casa rica, pero que te prepare dolores para tu vida íntima y que te abandone en los momentos más solemnes, en los que su presencia te sería necesaria.
     ¿De qué sirve entonces la riqueza sin la paz y la alegría familiar?
     No te dejes seducir por las dotes brillantes, por la elegancia, por el hablar correcto, por la fineza en los modales.
  Mira más al fondo. ¿Es un buen cristiano, convencido y practicante?, ¿tiene el verdadero sentido del deber?, ¿honra a sus padres y superiores?, ¿está en buenas relaciones con sus parientes? ¿es firme de carácter y de palabra?, ¿es un pendenciero, un jugador, un derrochador, un desobligado?, es acaso un bandolero que ya ha hecho la corte a muchachas jóvenes y a todas las ha ilusionado?
     Atención: sé vigilante y prudente en la elección para que un día no tengas que reprocharte a ti misma: por mi ligereza he acarreado para mí y para mis hijos mucha infelicidad. Y si asi fuese ¡cuan grande sería tu reponsabilidad!


     Dado el gran paso no te creas tan segura, y sobre todo, no te permitas excesiva libertad. Es este un tiempo delicadísimo que te exige oración, vigilancia y quisiera decir, austeridad.
    Evita las visitas.y los coloquios secretos, especialmente en lugares solitarios, y de noche. Insiste para que venga El a tu casa y hable en presencia de tus padres.
   Evita por completo no sólo actitudes y conversaciones deshonestas, sino también toda incorrección, afeminación en forma provocativa.
     No te permitas tocamientos, caricias ni besos, porque te expones a graves peligros espirituales.
     Todas las mañanas promete a Dios que quieres evitar todas las ocasiones de pecado y pídele la fuerza para lograrlo. Por la noche, antes de dormir examina cuidadosamente tu conciencia y renueva tus buenos propósitos.
     Entonces podrás estar segura. Un amor iniciado en esta forma será puro, duradero y bendecido por Dios.
     Y si acaso sobreviniese inesperadamente alguna desilusión, no te dejará en el alma el triste remordimiento de haberte equivocado por propia culpa.


     Y por último no te acerques al matrimonio con fines indignos. El matrimonio es sagrado. Dios castiga severamente en esta y en la otra vida el grave pecado de aquellos padres, que como dice René Bazín: "Han disminuido voluntariamente el número de los hijos para satisfacer su bajo egoísmo".
     Recuerda que la familia es un templo. Acércate pues a este Sacramento con el alma pura y con el propósito de preparar a Dios verdaderos adoradores, a la Patria ciudadanos, al Cielo santos, haciendo de tus hijos personas honestas y cristianas.

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