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lunes, 29 de octubre de 2012

CONFIDENCIAS

A ti sola, porque eres muy buena, 
porque eres mi hermana 
y te duelen las penas ocultas 
que llevo en mi alma: 
yo te voy a contar lo que sufro 
en las horas oscuras y largas 
en que llora mi pecho sus penas 
y en que bebo yo solo mis lágrimas.

Pero antes, permite 
que, aunque veas en mi pecho mil lágrimas
y el reguero de sangre 
con que marco al andar, mis pisadas, 
y la gruesa corona de espinas 
clavada muy hondo en mis sienes; 
aunque todo eso veas, ni media palabra 
dirás, de las penas y angustias, y luto 
que llevo en mi alma.

 tí sola, porque eres muy buena,
 porque eres mi hermana, 
por eso te cuento 
mis penas amargas.

Yo no sé lo que tiene mi vida, 
no sé qué me pasa:
Todavía no han regado en mi frente 
su hielo las canas, 
todavía no se encorva 
buscando un asilo en la tierra, mi espalda; 
todavía el corazón en el pecho 
resuena potente como una campana: 
¡Hay lava en mis venas, hay luz en mis ojos, 
hay alma en mi pecho, hay fuego en mi alma! 
Y, a pesar de que no soy tan viejo,
si víeras hermana, 
si vieras que triste se me hace la vida!
Y no creas que alimento esperanzas
que son imposibles... 
¡Bien saben los cielos que nada 
de cuanto en el mundo pretenden los hombres
anhela mi alma;
Bien saben los cielos que todos mis sueños 
quedaron envueltos en una mortaja..
Bien saben los cielos, que rotas
saltaron de mi arpa 
las cuerdas que amores mundanos cantaban!...
Y no creas que tiemblo cobarde 
al pensar en la tierra sagrada
que me espera, abiertos los brazos,
y en donde mañana 
dormiré silencioso aquel sueño
que a muchos espanta... 
No!, yo miro a la muerte, como una
tranquila posada 
en donde las almas se sienten ya libres, 
y en donde los cuerpos cansados, descansan.

No creas que yo temo las recias tormentas:
los rayos me encantan: 
las nubes plomizas que pasan rugiendo 
y vomitan ardiente metralla,
me causan envidia: 
y quisiera volar con sus alas... 
y el furioso tronar de sus rayos, 
me parece la orquesta sublime 
que el cantar de mi pecho acompaña...

Las tormentas que a otros asustan,
las furiosas tormentas del alma, 
no han hallado un temblor en mi pecho 
ni arrancáronme nunca una lagrima!
Yo las amo, 
porque al roce brutal de sus alas 
y al crujir de sus roncas centellas,
nacieron en mi alma 
los sublimes anhelos que me hacen 
pensar en la Patria, 
cruzar la existencia 
abrazado a mi dulce esperanza, 
y reír cuando en medio del pecho 
el dolor sus puñales me clava...

Por eso yo os amo, 
oh furiosas tormentas del alma!!
Es muy cierto, también, que hace mucho,
se cubrió mi camino de escarcha, 
cuando el soplo glacial de la muerte 
de mi padre apagó la mirada, 
y dejóme en el mundo muy solo...
Pero vieras, hermana: 
ni siquiera esa pena infinita
mis fuerzas acaba; 
Yo sé que mi padre me espera allá arriba, 
y que pronto vendrá aquel mañana 
en que estemos ya juntos; 
y tendré que escuchar sus palabras; 
y tendré que besarle la mano; 
su mano bendita que me acariciaba...
 y tendré que esconder en su pecho 
mi frente cansada!...

Es muy cierto, también, que, mil veces, 
por senderos extraños 
corrió enloquecida 
soñando quimeras, mi alma. 
Pero ya me postré ante mi Cristo, 
y me habló de perdón el Dios bueno 
con su frente de sangre bañada, 
con su pecho de amores herido, 
con sus brazos abiertos que aguardan, 
con el dulce mirar de sus ojos.
 con las bocas de todas sus llagas!...

Es verdad que si miran mis ojos 
a mi madrecita, enferma y anciana, 
sus mejillas surcadas de arrugas, 
como campo que araron las lágrimas; 
su frente serena de mártir, 
su cabeza muy blanca, muy blanca, 
sus ojos muy tristes, muy tiernos ¡de madre!
sus manos muy pálidas, 
y sus pasos, a veces inciertos... 
Cuando miro a mi madre tan santa!
se me llenan los ojos 
de lágrimas, 
al pensar en la noche tan negra 
que tendrá que envolver a mi alma
cuando ella se marche 
a abrazar a mi padre en la Patria... 
Pero aún soy feliz... ¡ella vive! 
Sus ojos me miran, sus labios me hablan 
sus manos me curan, 
su sombra me ampara; 
sus caricias de madre son mías 
como son de mis buenas hermanas... 
Cuando ellas y yo nos reunimos 
al calor de mi madre, en la casa, 
mis labios sonríen como sonrieron 
en los años de luz de mi infancia.

Por más que escudriño mis hondos secretos 
buscando la causa 
de la muda tristeza que envuelve mis días,
no puedo encontrarla. 
Y si pido cantares de gloria a mi pecho.
solloza mi arpa: 
y cada sonrisa me quema los labios 
cual si fuera un carbón hecho brasa, 
y las dichas más dulces del mundo 
me saben amargas.

Tú que sabes leer en el fondo 
sombrío de mi alma, 
pudieras decirme
dónde tienen su fuente mis lágrimas?
Alguien dijo a mi oído:
"Soñador, soñador, quieres alas 
para hendir el espacio azulado 
y llegar a la Patria!..." 
¿Es verdad lo que dicen, hermana?...

Mons. Vicente M. Camacho

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