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domingo, 14 de octubre de 2012

JERUSALEN Y LA IGLESIA, SE QUEDARON SIN SACRIFICIO.

"EL TIEMPO DE LA SEMENTERA 
DE LA PALABRA EVANGELICA
 ENTRE LOS GENTILES, 
SE HA TERMINADO"
Por Mons. José F. Urbina A.

     Se ha implantado la Revolución total que no solamente afecta todo lo exterior, sino que infecta a todo individuo hasta lo más profundo de su ser y de su alma, en un momento en que ya no hay una referencia de retorno, pues la Iglesia del Vaticano esparcida por toda la Tierra ha caído en la más grande desviación que es la Apostasía y la verdadera Iglesia que sólo Dios conoce, como los siete mil conservados del tiempo del Profeta Elias, totalmente quebrantados, no puede hacer nada.
      Vale la pena referirse al libro EL MOVIMIENTO LITURGICO del Padre Bonneterre para conocer por lo menos superficialmente la traición de la misma jerarquía católica en su destrucción de la Doctrina para lo cual utilizaron, como eficaz caballo de Troya, la destrucción de la Liturgia.
El historiador judío Flavio Josefo (año 37-95) en ANTIGÜEDADES JUDAICAS nos describe la invasión romana a Jerusalén, de la que vino el final de los sacrificios judíos por la destrucción total del templo. El Sacrificio perpetuo llegó a su fin, fue expulsado de los templos por la traición de los hombres, de los mismos cristianos, y esto es un pecado más grave que el otro.
     Mucho antes del Concilio Vaticano II, ya estaban los enemigos de la Iglesia ubicados por todas partes y en todos los niveles. Los herejes modernistas que fueron expulsados por San Pío X del campo teológico por varios documentos que el Papa publicó, coparon el movimiento litúrgico, desde donde influirían eficazmente todo lo demás. Esto apuntaba lógicamente a la Misa. Por eso es verdadero decir que ella fue expulsada mediante un complot. Porque las baterías no solamente estaban dirigidas a toda la Liturgia, sino en ultima instancia y principalmente a la Misa.
     "En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, dice Bonneterre, dominaba ya el Movimiento Litúrgico". Por eso se dijo que la lucha de San Pío X "era cuerpo a cuerpo". Tenía ya a los enemigos en la Corte Pontificia, y los vería hasta en la sopa. Se pregunta Bonneterre: "Roma que había quebrantado al Modernismo, ¿no aflojó la vigilancia en aquellos años?".
     A la sombra del espantoso conflicto bélico, se publican obras a favor de la "renovación"; se suceden los retiros espirituales y van ganando adeptos y simpatizantes entre el clero de vanguardia y entre la juventud. En Alemania el Movimiento Litúrgico era promovido por los movimientos juveniles y la Acción Católica. El aspecto cultural y teocéntrico se irá desdibujando poco a poco, y se hace énfasis en que la Liturgia debe ser para educar al pueblo, que consideran una forma incomparable de hacerlo y de evangelizar. Empujando fuertemente en este sentido, se sumaron incluso Ordenes religiosas como la de los dominicos y jesuítas. Insistían en un aspecto pastoral que decían "único" y con este fin, se comienza a atacar el Latín "que el pueblo no comprendía". Comienza un desprecio a las rúbricas tradicionales que se ridiculizan, y contra de todo lo estipulado por el Concilio de Trento. Pío XII conoció muy bien esos movimientos y por eso publicó sus encíclicas MEDIATOR DEI y MYSTICI CORPORIS, pero no fueron más que papel mojado. La voz de Pedro, se había dejado de oir.
     En realidad, la autoridad del papa para los modernistas-progresistas, se había convertido en un mito. En tema de discurso para el consumo popular; para arrastrar al pueblo por el camino que ellos tramaran desde sus oscuros y secretos conventículos, pues ese pepele que ellos llaman papa, no tiene ya ninguna autoridad ni dogmática ni moral como fue hasta Pío XII. Ellos usarían la supuesta autoridad papal como un arma para blandirla con un movimiento trémulo a derecha e izquierda mientras gritan la cantinela: lo quiere el papa. Son órdenes del papa. Sólo era ya un arma de control que se desenfunda a conveniencia contra los fieles y para llevarlos a la pérdida total de la Fe. La prueba clara de que los papas modernos ya no tienen la autoridad que Cristo les concedió a los sucesores de Pedro, es el "estudio" que hizo una comisión internacional integrada por "teólogos" que llega a la conclusión de qué el Limbo no existe, y esa conclusión fue simplemente comunicada a Benedicto XVI. Y ciertamente aceptada. La verdad es que el Limbo ya no aparecía en el Catecismo de Juan Pablo II, por lo cual descubrimos claramente que a la Iglesia Católica la han convertido sus innumerables enemigos en una fuerza de control de gentes para aviesos fines, pero perfectamente maquillada de Cristianismo. Todos esos cambios "hacia el progreso", "hacia la modernidad", "hacia la renovación", son ideas viejísimas que huelen a logia, a pátina y a hueso de ancestro.
     En 1846, la santísima Virgen se apareció en La Salette, Francia, advirtiendo lo que muchos no habían descubierto. Aclaraba el misterio de las profecías. Había llegado el tiempo anunciado y así supuestamente igualaría criterios, lo cual no sucedió. Dijo claramente: "Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del Anticristo". No había vuelta de hoja ni distinta interpretación posible de la palabra profética. El tiempo ya estaba aquí. Los sacerdotes se han convertido en cloacas de impureza. Así comienza el Mensaje de La Salette. La cloaca es un sumidero para las aguas inmundas y pestilentes, es decir, han alterado, han ensuciado la Doctrina, pues la impureza es la mezcla de materiales impuros en una materia. La lujuria, no se desecha, se incluye obviamente, pero se refiere más bien a la herejía y a la Apostasía que se ha concebido y se desarrolla.
     El Mensaje de La Salette, fue atacado inmediatamente. Hasta hoy es ocultado. Muy pocos fieles lo conocen. Yo asistí a una conferencia sobre las apariciones de La Salette, y el Mensaje fue "expurgado" de todo lo que "no conviene difundir". Sus enemigos son los mismos hombres de la Iglesia que ya estaban inficionados con sus estúpidas nuevas doctrinas de la renovación, del Ecumenismo y de todas las innumerables ideas revolucionarias que tanto les gustan, mientras el pueblo se regodea en la lujuria, en el indiferentismo y en la tibieza. Porque muchos son los tibiecitos que son un vómito, como dice el Apocalipsis.
     En 1846, la invasión de la ciudad de Dios, estaba muy avanzada y los muertos yacían por todas partes, incluso en la Corte Pontificia. Y no se piense que se habían librado de esto los estratos más bajos de la sociedad cristiana. Ellos caían vencidos por toda clase de bestias de todos los colores y todos los sabores.
     Hubo algunas voces aisladas cuando comenzó la destrucción descomunal doctrinal y litúrgica, que fueron ahogadas por todo el griterío que se había armado. Decían: Nos están cambiando nuestra Religión. La disposición de los altares frente al pueblo, va a tener consecuencias funestas y profundas. Protestaban también contra la "misa gallinero".
     Pero todo ese movimiento para la "renovación" de la Liturgia estaba en realidad avalado fuertemente desde el Trono de San Pedro. Desde que subió al Trono Roncali, Juan XXIII se oyeron los primeros ronquuidos de la Bestia. El judío Montini no fue el iniciador como muchos creen, sino el continuador. El que culminó la obra del antipapa Roncalli. Por eso se oyó por todo el mundo en su momento el cacareo modernista de que él era "el papa bueno". Evidentemente ¡bueno para ellos!.
     Juan XXIII, ya tenía el plan de convocar el Concilio que incluiría la reforma litúrgica, el Ecumenismo, el proyecto de que la Iglesia caminara hacia el mundo, la libertad religiosa y otras estupideces heréticas que han pulverizado la esencia de la Religión de Cristo, dejando un cascarón adornado con muchos colores y muchas lentejuelas. Hacer un escándalo tan grande como un Concilio que estuviera "inspirado por el Espíritu Santo" era la forma perfecta de difundir entre el pueblo las nuevas doctrinas, la nueva liturgia. Ese fue un triunfo masónico indiscutible. Los fieles asisten por lo menos los domingos a la iglesia. La liturgia era un medio perfecto para envenenarlos.
     Que Juan XXIII ya quería una reforma litúrgica es claro, porque él dijo antes del Concilio (Padre Bonneterre): "Nos, hemos llegado a la decisión de que se debían presentar a los Padres del futuro Concilio los principios fundamentales concernientes a la reforma litúrgica". Dudamos absolutamente que él hubiese llegado a tal decisión. Bien sabemos que el Concilio fue anunciado y pugnado por la Masonería y por toda la pandilla comprometida con ella y juramentada en la secta satánica, y fueron tan cínicos y soberbios, que se dieron el lujo de anunciarlo mediante diversas publicaciones. Juan XXIII, llamó a los que se opusieron a los esquemas heréticos "profetas de desgracias" en su discurso inaugural de esa magna asamblea. La más alta jerarquía de la Iglesia había brincado al campo que es enemigo de sus fieles. ¿Qué estaba pasando?.
     Obligadamente, el Concilio debía incluir la reforma litúrgica, porque pasando por la prostitución del pueblo que querían, se apuntaba directamente al Sacrificio Perpetuo, pues debía igualarse al rito protestante al precio que fuera, incluso al de invalidar la Misa por la adulteración de las formas o fórmulas dogmáticas operativas, pues se trataba de la integración de todas las religiones en una sola universal y sincrética. ¡Interesaba la adopción de fórmulas litúrgicas que proclaman las doctrinas heréticas protestantes contra el dogma católico, estudiado, enseñado y defendido por toda la historia!.
     Ese era el plan de esos falsos papas, cabezas anticrísticas unidas en un solo espíritu y propósito que capturaron avalados por su pandilla el Trono de San Pedro. ¡Esto ya estaba anunciado en La Salette!.
     Pasar por la reforma litúrgica para llegar a la reforma y nulificación de la Misa, no fue tanto un teatro sacrilego, porque les fue muy útil, sino un camino derecho contra el corazón mismo de la Iglesia. Lo necesitaban, Satanás lo quería. Alterar las fórmulas sacramentales fue nada menos que expulsar a Dios de Su templo. A Cristo lo sacaron de Su ciudad a empellones para matarlo y cuando murió el velo del templo se partió en dos. El templo cristiano quedó vacío.
     La presencia de Dios y el Sacramento desapareció porque su lugar fue ocupado por una conmemoración de la Cena del Señor, por la misa gallinero, por un comistrajo, por un guisote valseado, brincado, inmoral, blasfemo y aburrido. Inculto y vulgar.
     El poderoso Mons. Bugnini declaró el 19 de marzo de 1965 en el OSSERVATORE ROMANO refiriéndose a la nueva misa que "La oración de la Iglesia no debe ser un motivo de malestar espiritual para nadie, y es preciso apartar toda piedra que pueda constituir, aunque sólo sea una sombra de riesgo, un estorbo o un disgusto para nuestros hermanos separados". 
     No era oculta la dirección que tenían esas reformas dirigidas desde la cumbre:  
     1. Protestantizar la Misa;  
   2. igualarla por lo tanto a la "Cena" protestante. El pueblo católico no tiene ninguna referencia para comparar los dos ritos: la misa nueva con la cena protestante. 
    3. Eliminar todo aquello que manifiesta la Doctrina Católica que enseña la presencia real de Cristo en el pan y en el vino, después que el sacerdote pronuncia sobre ellos las palabras consecratorias. Para promover estos cambios, ¿fueron los jerarcas católicos incluido el papa, con toda su indiscutible ciencia teológica tan candidos?, ¿es esto creíble?, ¿no es más evidente que casi todos habían hecho el horrendo voto, y los demás se arrugaron por el miedo o la conveniencia?. Porque es muy cierto que al que no se le convence con la mollera, se le convence con la sopera.
     Hay que saber que la nueva misa ya estaba concebida en el año de 1961 -y tal antes-, aunque haya sido impuesta por Paulo VI hasta 1969. Desde aquel año, ya se establecía que el altar debía estar frente al pueblo; que la Oración Universal se restaurase; que el lavatorio debía eliminarse, a menos que el ministro tuviera sucias las manos y otra serie de cambios que hoy nos los presentan como inspirados por el Espíritu Santo. Desde aquel 1961, curas de avanzada ya oficiaban la misa moderna en ciertas ocasiones, a veces escondidos o avalados por obispos de avanzada, como fue el caso de Cuernavaca en México, con la autorización del obispo hereje.
     Desde luego, todos esos curas de avanzada que decían la nueva misa, habían eliminado el Latín. Todo se decía en idioma vernáculo. Entonces se decía: ahora el pueblo entenderá la Misa, afirmación tan inmensamente idiota, pues, ¿quién entiende la Misa?. Si a veces el pueblo no entiende el significado de las palabras de su propio idioma, ¿pretende entender la Misa?. En una ocasión alguien me dijo que en Español, ya entendía la Misa y le contesté: si ahora ya puedes entender la Misa, dime qué significa consubstancial, palabra que está en la Misa. Pero no se convenció, porque el padre ya dijo que en Español se entiende la Misa. Lo más increíble y deshonesto es que celebrándose un rito protestante, los nuevos curas sigan insistiendo en muchos aspectos católicos que ya no se dan en la nueva misa. Así lo enseña y lo ha enseñado siempre la más elemental Teología Sacramental
     El Concilio de Efeso, celebrado en en año 431, estando el Papa San Celestino I, (Denz, 139) enseñó lo siguiente: "...consideramos también los misterios de las oraciones sacerdotales que, ENSEÑADOS POR LOS APOSTOLES, UNIFORMEMENTE SE CELEBRAN EN TODO EL MUNDO Y EN TODA LA IGLESIA CATOLICA, DE SUERTE QUE LA LEY DE LA ORACION, ES TABLEZCA LA LEY DE LA FE",
     Es evidente que en la Iglesia se celebraron los santos misterios uniformemente y la Liturgia en todo el mundo fue idéntica. La ley de la oración establece la ley de la Fe. La Iglesia lo ha enseñado siempre y para decirlo, hay muy graves, ciertos y profundos motivos, no siempre comprendidos. Pero la pandilla muy bien que sabe esto, por lo cual, con el cambio de la Misa y de la Liturgia mataron dos pájaros de un solo tiro. Dejaron a la Iglesia sin el Sacrificio, y prostituyeron la Doctrina. El argumento de que se están renovando o modernizando, está condenado por ese mismo Concilio de Efeso, pues dice: "creemos ser suficiente lo que nos han enseñado los escritos, de acuerdo con las predichas reglas de la Sede Apostólica; DE SUERTE QUE NO TENEMOS ABSOLUTAMENTE POR CATOLICO LO QUE APARECIERE COMO CONTRARIO A LAS SENTENCIAS ANTERIORMENTE FIJADAS"
     Y no son pocos los documentos del Magisterio que establecen la invariabi1idad de la Doctrina. Un papa verdadero jamás enseñará algo contra el dogma. Nunca se levantará contra los Sacramentos así como sus antecesores enseñaron. Un concilio que con el pretexto de renovar a la Iglesia enseña lo contrario abiertamente o de manera oculta, no habla la Voz de Dios sino la del Diablo.
     Martín Lutero que reconoció en su obra PROPOSITOS DE SOBREMESA sus conversaciones con Satanás, decía que la forma de acabar con la Iglesia, era destruir la Misa. ¿Y no esto hicieron los reformadores del Concilio Vaticano II y toda su murga acompañante?. Ellos introdujeron a Babel en la Iglesia. El Apocalipsis (Cap. XI, 1) dice que la ciudad santa será pisoteada por los gentiles.
     Para la mente diabólica que los modernistas tienen, fue fácil destruir la Misa: "modernizar, cambiar, suprimir, añadir" y dejar al propio arbitrio de los curas las oraciones, incluso las fórmulas sacramentales sin dejar la apariencia de uniformidad y disciplina que es en realidad un mito. Hay un esquema general para los grandes blokes litúrgicos que en general se siguen dando la apariencia para el pueblo tonto que la nueva misa es igual en todas partes.
     La Iglesia tuvo siempre muchísimo cuidado de seguir estrictamente las doctrinas, los dogmas y las formas ya definidas por los papas y por los concilios, para evitar el peligro de la infidelidad, el peligro de la herejía, o el peligro de la invalidación de los Sacramentos. A este respecto el Concilio de Roma, estando en la Sede e1 Papa Nicolás I (858-867) enseñó: que lo afirmado por el Magisterio de la Iglesia, de antiguo observado, "EN MODO ALGUNO PUEDE CONMUTARSE, EN MODO ALGUNO DISMINUIRSE, EN MODO ALGUNO INFRINGIRSE, puesto que el fundamento que Dios puso no puede removerlo conato alguno humano y lo que Dios asienta firme y fuerte se mantiene". También dice el mismo Concilio que la autoridad con la que la Iglesia habló para siempre, "No puede ser sometida a ulterior discución y a nadie es lícito juzgar del juicio de ella". Añade: "No usurpéis lo que es suyo, no le arrebatéis lo que a ella sola le ha sido encomendado".
     San Agustín, advertía, sin embargo, que "Es menester que hablemos conforme a regla cierta, no sea que la licencia en las palabra engendre también impía opinión sobre las cosas que con las palabras son significadas" (Denz. 1658).
     El cambio de significado de las palabras, la sustitución por otras que aparentemente significan lo mismo, la eliminación de partes que aparentemente simplifican, la introducción de textos que aparentemente ilustran al pueblo: el caos, las manos metidas en esta sopa diabólica. Esa es la nueva misa o asamblea de los modernistas.
Mientras la Misa católica, el Sacrificio Perpetuo era despedazado, por la entromisión de toda clase de manos y opiniones, por la acción de los "expertos" liturgistas y canonistas, y por el avance inmisericorde de toda clase de modernistas, ante un camino expedito abierto por la más alta jerarquía y por ese congreso de vociferantes que fue el Concilio, se suceden uno detrás de otro el permiso de recitar el Canon -nuevo desde luego- en voz alta y en idioma vernáculo; la supresión de casi todas las genuflexiones; de la comunión de rodillas; el permiso para decir sólo "El cuerpo de Cristo" al dar la comunión a los fieles; la abolición de mantener el ministro unidos el pulgar y el índice después de la consagración; la abolición de llevar el manípulo; la reducción del ayuno eucarístico a una hora, es decir nada; la orden de introducir la nueva fórmula consecratoria del cáliz que reza "por todos los hombres" y a juicio del ministro también "por todas las mujeres"; la libertad de las abluciones sobre el cáliz después de consumido el vino, pues puede ser antihigiénico, etc., y de toda esa avalancha de novedades que parecen extraídas del orificio excremental del Diablo, y de "ministros" que condenan los signos exteriores de la Fe; las imágenes; los Crucifijos para cambiarlos con las imágenes de Cristo triunfante; los retablos y los altares como si hubiesen penetrado a las iglesias furiosos vendábales y un espíritu hediondo; y de un pueblo ya sin Fe definida, sin vitalidad sacramental, sin fuerza moral; con el cerebro lleno de polvo y escombro y de ceniza negra; indiferente y amarrete; mientras tanto, digo, Juan XXIII, declara gordo y contento (Padre Bonneterre): "La vida cristiana no consiste en una colección de antiguas costumbres". ¡Claro que no!. Ahora su pueblo parecen cantores ambulantes, y comen de pie como en el "Snack-bar" y se van con la boca llena sin tener tiempo de dar gracias. Ya está aderezado el borrego para el sacrificio. El golpe con un cuchillo sagrado lo asestará Paulo VI.
     Indudablemente, la Misa Católica fue expulsada de la Iglesia a empellones. La palabra más propia para describir este acontecimiento en la Iglesia, es la del Hijo de Dios: es la desolación abominable. Pesar, aflicción, sentimiento por lo que se abomina. Dolor y desolación en la Iglesia. Porque le han arrancado el corazón. Porque el presagio no es bueno. Es la señal toral del fin del mundo.

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