La energía en la práctica del bien, hijo mío, no puede adquirirse mas que por el ejercicio.
Uno no aprende a marchar, saltar, tener la espada con la mano firme, sino marchando, saltando y esgrimiendo las armas.
Si una vez llegado a la edad madura, echas a correr y flaqueas a la primera prueba que te asalte, serás más débil en la segunda, y si continuas fracasando en las que sigan, jamás serás hombre de carácter y, te lo predigo, caerás en todas las bajezas.
No se trata de triunfar una vez y de abandonarse luego los caprichos de vanos deseos; se trata de triunfar siempre y de sostener tu alma con la enérgica tensión de una voluntad constante.
Querer a medias, no es querer, es un signo de una voluntad débil, floja y pronta a las más lamentables caídas. Querer fuertemente, al contrario, no es sólo obtener una victoria presente, es prepararse a victorias futuras.
Ten siempre delante de los ojos la meta que tratas de alcanzar, esto es, ser enérgico; y aprovechar con entusiasmo todas las ocasiones que se te presenten en ponerte tu mismo a prueba.
Es esencial que esta preocupación no te abandone jamás; si la olvidaras, tu debilidad se aprovechará de tu olvido, y cada día llegaría a ser más grande por el hábito; sería así como un miembro que no se hace trabajar: se atrofia poco a poco, hasta llegar a ser inservible.
Abundando en este pensamiento generoso, ponte a la obra: reprime el instinto tan luego que brote; contraría, desde que aparezca, la pendiente que quiere arrastrarte; haz inmediatamente lo que la cobardía natural te invita a no hacer; resiste contra el obstaculo exterior que se opone a tu marcha hacia adelante.
No te contentes con pequenos esfuerzos y pequenas victorias; eleva tu voluntad hacia los mas generosos triunfos de la virtud. Así se han hecho los santos y los hombres más fuertes y de gran voluntad.
El que solamente nada en agua baja, de seguro le faltará el ánimo a la hora que la ola suba con los furores de la tempestad. Pero a fuerza de oponer su pecho a las olas más altas, el nadador llegará ser capaz de vencer la brutal corriente de las mareas.
Sigue este camino, hijo mío, imponte a ti mismo esta ruda disciplina; aunque fueras el más débil, a fuerza de ejercicio, serás el más fuerte de los soldados del Deber.
Ten siempre delante de los ojos la meta que tratas de alcanzar, esto es, ser enérgico; y aprovechar con entusiasmo todas las ocasiones que se te presenten en ponerte tu mismo a prueba.
Es esencial que esta preocupación no te abandone jamás; si la olvidaras, tu debilidad se aprovechará de tu olvido, y cada día llegaría a ser más grande por el hábito; sería así como un miembro que no se hace trabajar: se atrofia poco a poco, hasta llegar a ser inservible.
Abundando en este pensamiento generoso, ponte a la obra: reprime el instinto tan luego que brote; contraría, desde que aparezca, la pendiente que quiere arrastrarte; haz inmediatamente lo que la cobardía natural te invita a no hacer; resiste contra el obstaculo exterior que se opone a tu marcha hacia adelante.
No te contentes con pequenos esfuerzos y pequenas victorias; eleva tu voluntad hacia los mas generosos triunfos de la virtud. Así se han hecho los santos y los hombres más fuertes y de gran voluntad.
El que solamente nada en agua baja, de seguro le faltará el ánimo a la hora que la ola suba con los furores de la tempestad. Pero a fuerza de oponer su pecho a las olas más altas, el nadador llegará ser capaz de vencer la brutal corriente de las mareas.
Sigue este camino, hijo mío, imponte a ti mismo esta ruda disciplina; aunque fueras el más débil, a fuerza de ejercicio, serás el más fuerte de los soldados del Deber.
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