Antes que todo, para ser capaz del esfuerzo, es preciso saber querer, es decir, tener una voluntad fuerte, o si la naturaleza no nos la ha dado, hay que adquirirla.
Aquí abajo el dinero no es necesario; la gloria y la libertad no lo son, tampoco; la salud misma, aunque así lo aseguren, no es el único bien. Un carácter bien templado, una voluntad enérgica: he aquí el mejor tesoro y la primera virtud.
Es por la voluntad que el hombre y el cristiano se distinguen del vulgar grupo humano; es por la voluntad que uno se hace la vida útil; es por la voluntad que se llega al fin que se persigue; es por la voluntad que uno salva su alma.
Y por el contrario, la causa de casi todos nuestros males, de casi todas nuestras desgracias, y sobre todo, del mal eterno, es la debilidad en el querer, es el instintivo horror al esfuerzo, y principalmente, al esfuerzo sostenido y durable.
Ligereza, disipación, molicie, pereza, holgazanería, tantos enemigos de la voluntad debe vencer la fuerza inerte, so pena de verse anulado, aniquilado.
Vigila también sobre las pasiones, de las cuales siemple llevamos el germen en nosotros mismos: tus pasiones te devorarán si tu voluntad no las doma, y serás siervo de ellas si no son ellas tus esclavas.
He aquí las fuerzas hostiles que te es preciso destruir desde luego, si quieres desenvolver en tu alma los resortes de una voluntad libre y poderosa.
Avanza, pues; las ocasiones no te faltarán para ejercitarte en los grandes combates, de donde una voluntad deseosa de progresar saldrá triunfante y templada para la vida.
Cada hora, cada circunstancia nos pone en estado de alcanzar una gloriosa victoria o de sufrir una vergonzosa derrota.
¡Atrás los vagos deseos y las veleidades vacilantes! Transforma tus deseos en resoluciones firmes, ardientes y durables y tus resoluciones tranfórmalas en hábitos invencibles.
De este modo, poco a poco, tu voluntad crecerá, y ella, antes tan débil, llegará a ser semejante al potente roble que desafía los huracanes.
Si vienen las tempestades, no serás arrancado; si las pesadas cargas y las grandes responsabilidades caen sobre tus espaldas, no te doblegarán.
Verdaderamente fuerte, no temerás ni el trabajo, ni la pobreza, ni los desprecios del mundo, ni el dolor, ni la muerte; tu alma, bajo el único imperio del deber, estará por encima de todo.
Sé fuerte, joven, y compórtate como un hombre. No se puede esperar nada de un carácter débil. Fortuna y saber, ¿qué son junto a la energía? ¡Sé de un temple fuerte y sólido, y el mundo será tuyo!
¡Sé fuerte y compórtate como cristiano! Dios te ha dado ese magnifico presente de una alma inmortal; sabe querer y el cielo mismo será tuyo. Porque está escrito: no hay para conquistar el cielo más que las almas valientes y santamente obstinadas
No hay comentarios:
Publicar un comentario