Hijo mío, sé firme, sé hombre de corazón y despliega en ti esa fuerza del alma que se llama valor: el valor es hijo de la voluntad.
Aquél que carece de valor, carece de virtud, porque el valor está en el fondo de toda virtud, ni más ni menos como esas trascendentes esencias que entran en la composición de todos los perfumes.
Y será vencido en el combate del alma aquel que carezca de valor, porque ese es en la vida como un soldado sin armas en lo más reñido, de la batalla.
El que hace el mal no necesita valor: no tiene más que seguir la pendiente de la mala naturaleza y el torrente de las pasiones. Pero, sábelo, hijo mío, no es lo mismo para el que quiere hacer el bien.
Es indispensable el valor para sufrir las enfermedades y las penas y las angustias de toda especie, sin lágrimas cobardes y sin vanas lamentaciones.
Es indispensable el valor para resistir los malos ejemplos, las burlas injustas, los escándalos de toda clase, contra los cuales nos empujan a cada paso.
Es indispensable el valor para vencer el odioso egoísmo que nos incita a hacernos dueños de todo, y también para reemplazar ese egoísmo en nuestros corazones con la generosidad, la bondad y el amor.
Es Indispensable el valor para vencer la pereza de nuestras almas siempre inclinadas a languidecer, y la molicie de nuestros enervados cuerpos, y para entregarse valientemente a los duros y santos trabajos de una vida útil.
Es indispensable el valor para practicar la justicia, la templanza, la huida de las ocasiones peligrosas; para domar las pasiones y ser fieles a la ley del deber.
Es indispensable el valor para ser el campeón de las grandes causas, para defender la patria, para sacrificarse por la sociedad, para ser fiel a la Iglesia frente a las eternas persecuciones del demonio y del mundo.
Es indispensable el valor para aspirar a una perfección que no alcanzaremos sobre la tierra, pero a la que no podemos dejar de aspirar —siguiendo el consejo del Evangelio—, sin perder toda nobleza.
¿Te sientes débil y pusilánime? Trabaja por adquirir la fuerza y valentía. Se puede conquistar el valor, como se puede conquistar la fortuna, y si quieres conocer el secreto de esa conquista, oh hijo mío, te la diré: Sólo pide a Dios que te ayude en esta gran empresa, porque ¿qué podemos sin El? El es la fuente de la fuerza, como también es la fuente de la luz.
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