Un año después de la muerte de San Vicente, estuvo muy enferma en Guillac (que está como siete leguas de Vannes) una mujer llamada Alicta, la cual demás de haber estado un mes sin ver, corrió peligro de morir. Viéndola su madre sin esperanza de remedios humanos, ofrecióla a San Vicente prometiendo de llevarla a su sepulcro a pie y descalza. Pasados cuatro días, comenzó la enferma a ver, y sentirse mejor de la enfermedad principal; y dentro de quince días estuvo del todo libre.
El mesmo año una señora de Rodoms vino con grande devoción al sepulcro del Santo, para hacerle las debidas gracias, porque habiendo ella estado mucho tiempo ciega se encomendó a él y cobró la vista. Y porque no fuese cosa fantástica y aparente se hizo diligente prueba de su vista en la iglesia de Vannes. El mesmo testigo que refiere este milagro cuenta cómo en el año 1453, le sobrevino en uno de sus ojos tal enfermedad, que realmente se pensó tener en él alguna piedra o astilla de madera; y no podía dormir ni reposar. Pero dice que después se ofreció a San Vicente y sin tardanza cobró la salud deseada.
Un padre español de la Orden de Predicadores había perdido la vista y si no eran unas vislumbres que le quedaban cuando tenia delante de los ojos una candela, o fuego, o los rayos del sol, no veía nada; ni aun entonces podía bien discernir una cosa de otra. Determinó, pues, de irse a Vannes para pedir el favor del Santo. Y visitado que hubo su sepulcro, comenzó a ver un poco mal, y dentro de ocho días pudo leer, y decir misa, y finalmente, antes de partirse de Vannes vió perfectamente. Aconteció este milagro en el año 1427, poco más o menos.
Una mujer de sesenta años estuvo totalmente ciega muchos días, y encomendándose a San Vicente, alcanzó a ver. Lo mesmo le aconteció a otra que estuvo cuatro meses ciega, y prometiendo a San Vicente unos ojos y cierta moneda, con una candela, luego comenzó a ver, en el año 1452. Pero no sanó del todo, hasta que, en el año siguiente, cumplió su voto en el sepulcro del Santo.
Otro hombre, en el mesmo año, perdió la vista del ojo derecho, por un golpe que en él recibió; y dentro de dos meses hizo cierto voto al maestro Vicente, y luego sanó. Juan Damon perdió casi del todo la vista en el mesmo año, y visitando devotamente el sepulcro, la cobró.
Día de todos los Santos del año 1453, se le entró una cáscara de castaña dentro del ojo izquierdo a una hija de un labrador de Vannes; para sanidad de la cual le buscó ciertas piedras preciosas que pensaba le serían saludables y hallóse peor con ellas. Después de nueve días, enconmendándola a San Vicente, y prometiendo de llevarla a su sepulcro, y de hacer publicar allí el milagro, luego la niña alcanzó sanidad. Pero no cumpliendo el padre (como debía) su voto, al otro día perdió otra vez la vista, en castigo de la negligencia del padre. Que bien ordinaria cosa es castigar Dios corporalmente en este mundo a los hijos por los pecados de los padres; aunque en el otro no será así, sino que el alma que hubiere pecado, llevará la pena. Conociendo, pues, el villano su pecado, puso la niña encima de un rocín, y determinó de llevarla ciega como estaba al sepulcro. Pero no se hubo apartado sino muy poco de su casa, cuando advirtió que su hija ya veía. Y así cumplió alegremente el voto y no volvió la niña a cegar otra vez.
Semejante y aún mayor castigo cuenta otra persona que le vino de manos de Dios; aunque a la postre también halló lugar de perdón. Un hombre del lugar de Ploeniguer perdió la vista en el estío del año 1451, y estuvo sin ella dos meses; al cabo de los cuales prometió de ofrecer a San Vicente unos ojos artificiales; y pasados dos días alcanzó entera claridad en los suyos. Fue, pues, a visitar el sepulcro y ofreció allí no sé qué dinero, pero no los ojos prometidos. Y así de allí a dos años, por el mesmo tiempo, vino en tanto dolor de cabeza y pies, por espacio de siete semanas, que conociendo el castigo de Dios prometió a San Vicente de cumplir enteramente el primer voto, y hacer publicar los dos milagros. Hecho esto se halló libre de todo dolor.
Por Navidad del año 1452, una mujer llamada Luisa, estando enferma de viruela, perdió la vista del ojo derecho, porque le salió una de ellas en él. Estúvose así hasta el antruejo del año siguiente, y entonces su padre prometió de llevarla al sepulcro del Santo y ofrecer por ella cada año ciertos dineros. Hecho el voto sanó la mujer. Mas el padre temiendo los grandes fríos que en aquella tierra hace, aun en Cuaresma, por ser mucho más septentrional que ésta en donde nosotros vivimos, disimuló con el voto, pero no Dios con el castigo; porque quitó otra vez la vista a su hija; de suerte que dando el hombre en la cuenta de su negligencia, hizo otro voto de nuevo y sin tardanza alguna alcanzó ella sanidad y él cumplió lo que había prometido.
Año 1433, poco más o menos; un zapatero de Dinanno, de edad de cuarenta años, perdió la vista y estuvo sin ella algunos días; mae, como su mujer hiciese por él cierto voto a San Vicente y él hubiese visitado el sepulcro del Santo, poco a poco la cobró y se pudo volver sin guía de la iglesia de Vannes a su casa. Sin todo esto, se lee en el proceso que volvió la vista a dos otras personas. Dejo los nombres y linajes de estos enfermos y de muchos de los siguientes, porque como son para los españoles tan extraños y tan poco usados, no servirían sino para hacer reír a los lectores. Basta saber que lo que se dice es del proceso; donde todos, o los más de ellos, se expresan.
Fray Justiniano Antist O.P.
VIDA DE SAN VICENTE FERRER
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