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sábado, 9 de julio de 2011

DOMINICA CUARTA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

EL TRABAJO CON JESÚS
"Agolpándose sobre El la muchedumbre para oír la palabra de Dios y hallándose junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban al borde del lago; los pescadores que habían bajado de ellas estaban lavando las redes. Subió, pues, a una de las barcas, que era la de Simón, y le rogó que se apartase un poco de la orilla, y, sentándose, desde la barca enseñaba a las muchedumbres.
"Así que cesó de hablar, dijo a Simón:
"—Boga mar adentro y echad vuestras redes para la pesca.
"Simón le contestó y dijo:
"—Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada; mas, porque tú lo dices, echaré las redes.
"Haciéndolo, cogieron una gran cantidad de peces: tantos, que las redes se rompían, e hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron las dos barcas tanto, que se hundían.
"Viendo esto Simón Pedro se postró a los pies de Jesús, diciendo:
"—Señor, apártate de mí, que soy hombre pecador.
"Pues así él como todos sus compañeros habían quedado sobrecogidos de espanto ante la pesca que habían hecho, e igualmente Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón.
"Dijo Jesús a Simón:
"—No temas; en adelante vas a ser pescador de hombres. "Y ellos, atracando a tierra las barcas, lo dejaron todo y le siguieron." (Lc, V, 1-11.)
♦ ♦ ♦

El apóstol Pedro, y sus compañeros se habían fatigado inútilmente toda la noche en las faenas de la pesca y no habían logrado coger ni un solo pez porque habían trabajado sin Jesús.
En cambio, cuando el Señor estuvo con ellos y echó Pedro las redes en nombre del divino Maestro, entonces cogió una enorme cantidad de peces.
De este ejemplo cabe deducir la conclusión de que todo lo debemos hacer con Jesús. Consideraremos: 1.°, qué quiere decir trabajar sin Jesús; 2.°, qué es el trabajo con El.

I.—El trabajo sin Jesús.
1. Trabajar sin Jesús quiere decir, en primer lugar, trabajar sin estar en gracia de Dios, o sea, gravitando sobre la conciencia algún pecado mortal y sufriendo la tiranía del demonio. Los que hacen algo sin estar en gracia de Dios no adquieren ningún mérito para el cielo, porque sus actos, aun los más grandiosos y santos, son obras muertas, carentes de valor ante Dios. ¡Cuántos infelices de esta clase hay, incluso entre los niños y adolescentes! ¡Cuántos son los que consumen su vida estando en pecado!... ¡Y luego creerán que han ganado tanto y más cuanto en esa situación!
Mirad lo que dice el profeta Ageo a los que actúan sin la gracia de Dios y, por ende, sin merecer para la otra vida : "Sembráis mucho y encerráis poco; coméis y no os saciáis; bebéis y no os hartáis; os vestís y no os calentáis, y el que anda a jornal echa su salario en bolso roto" (Ageo, I, 6). El profeta alude a uno que había ido poniendo en un bolso todo lo que ganaba, diciendo cada vez : "Ya te tengo aquí dentro. Ahora, sal si puedes." Pero como el bolso estaba roto por el fondo, se fue saliendo cuanto echaba en él. ¡Qué desconsolado se quedaría el infeliz al comprobar que el saco estaba vacío! Pues lo mismo sucederá a cuantos trabajan sin Jesús, es decir, sin estar en gracia de Dios. ¡Qué desdicha más grande la suya! ¡Qué desagradable sorpresa se llevarán al fin de la vida cuando se presenten ante el Tribunal de Dios con las manos vacías!
2. Trabajar sin Jesús quiere decir trabajar para el mundo y no en provecho del alma. ¡Cuántos hay que se afanan, sudan, se arrebatan, corren de un lado para otro y hasta se privan del sueño por los negocios de este mundo! Hay quien emprende largos y costosos viajes por tierra y mar, y se trasladan a lugares apartados en donde arriesgan a cada instante su vida por causa de los hombres, de los animales, de las inclemencias del tiempo, de las enfermedades... Y todo, ¿para qué? Para amasar una fortuna con la que piensan pasarse luego una vida descansada, en medio de diversiones y placeres, rodeados de comodidades y sin preocupaciones de ningún género. No piensan esos desdichados que tienen un alma que se ha de salvar o condenar, que existe otra vida para la que hay que hacer acopio de bienes y de obras meritorias. ¡ Qué tremendo chasco se llevarán! Porque, "¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?" (Mt., XVI, 26).
Si los cristianos en general hiciesen por su alma una pequeña parte de lo mucho que hacen por el cuerpo y por el mundo, se harían todos santos. Pero la realidad es muy triste, porque lo cierto es que se atiende demasiado al cuerpo, que ha de morir, y son muy pocos los cuidados que se prodigan al alma, que es inmortal y está destinada a gozar eternamente de la gloria.
¿Qué fin les espera a todos los que trabajan sin Jesús? En punto de muerte, sin poder remediar su mal, exclamarán, parafraseando a San Pedro: "Hemos trabajado muchísimo y no hemos cogido nada!" Y ello se deberá exclusivamente a haberse afanado por el mundo, por la vanidad y el pecado, y no por el bien de su alma.
3. Trabajar sin Jesús quiere decir hacerlo sin pureza de intención, o sea, ocuparse en el estudio o trabajo manual al dictado del capricho, buscando el propio beneficio y satisfacción, pero no la mayor gloria de Dios. Trabajando así no se consigue fruto ni mérito alguno, porque lo que da sabor y mérito a nuestras acciones es la recta intención. Hay chicos que estudian y trabajan; pero lo hacen de mala gana y a la fuerza, para no exponerse a los castigos y riñas de sus padres.
Otros estudian o trabajan para conseguir una recompensa temporal a sus esfuerzos: no buscan la gloria de Dios, sino exclusivamente su propio beneficio. Como ni siquiera piensan en Dios, resulta que no obtienen ningún mérito para la otra vida por medio de su salud, vigor, ingenio y demás que han recibido gratuitamente de Dios.
Nuestro Señor no sabrá qué hacer con las fatigas, los sudores y afanes de esos jóvenes, y les dirá: "Vosotros ya habéis recibido vuestra recompensa" (1).
De esta forma se encontrarán al fin de la vida con la boca reseca y las manos vacías, además de quedar expuestos a que, cuanto hacen sin rectitud de intención, no les resulte como esperaban o les salga francamente mal, que es lo más probable.
* La construcción de dos basílicas. — Cuenta San Gregorio Nacianceno (+ 361) que, en sus tiempos, los dos sobrinos del emperador Constancio, es decir, Gallo y Juliano (el apóstata), mandaron edificar sendas basílicas en honor de los santos mártires. El templo de Gallo tuvo pronto feliz terminación; pero no así el de Juliano, que parecía llevar consigo la maldición de Dios, puesto que se perdía o estropeaba por la noche lo que se había hecho durante el día.
La razón de estos resultados tan opuestos la da San Gregorio, diciendo que el templo de Gallo era grato a Dios y a los mártires porque su autor era bueno y mandaba hacer aquellos trabajos con pureza de intención, mientras que la obra de Juliano merecía la recusación del Señor y no la aceptaban los mártires porque Juliano era impío e hipócrita y sólo buscaba su vanagloria personal. Así, pues, se cumplió lo dicho por el Espíritu Santo a través del profeta David: "Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen" (Salmo CXXVI, 1) (2).

II.—El trabajo con Jesús.
1. Trabajar con Jesús quiere decir conservar el estado de gracia y la amistad de Dios. Cuando se está en gracia de Dios, hasta los actos más insignificantes adquieren un gran valor, y, por consiguiente, se obtiene mucha ganancia para el cielo con un corto capital.
Había una vez cierto labrador que vivía de continuo en gracia de Dios, entregado a sus ocupaciones habituales del campo y de la granja. Cuando estaba a punto de morir se mostraba muy tranquilo y hasta contento. Preguntándosele el motivo de tan sorprendente estado de ánimo, respondió: "Con poco esfuerzo he constituido un buen capital y pronto voy a recoger el fruto. He trabajado todo el tiempo unido a Dios mediante su gracia, y no recuerdo haber cometido a sabiendas ningún pecado mortal. Por eso estoy seguro de haber ganado mucho con mi trabajo, y ahora espero la recompensa del Señor."
2. Trabajar con Jesús significa hacer la voluntad de Dios y procurar agradarle.
* El cocinero de un convento.San Juan Clímaco (+ 605), durante la visita que efectuó a un convento de trescientos treinta monjes, quedó maravillado de la virtud del cocinero. Vio que aquel sencillo religioso, aunque entregado a las faenas de la cocina, estaba muy recogido y hasta se le llenaban los ojos de lágrimas. El santo visitante le preguntó:
—¿Cómo logra usted tanto recogimiento y compunción aquí, entre las ollas y demás cacharros de la cocina?
A esto contestó el religioso:
—Cuando sirvo a mis hermanos pienso que estoy sirviendo al mismo Jesucristo. Trabajo con Jesús y El me corresponde generosamente con sus favores.
Este es un buen ejemplo que merece imitarse. Si en nuestras ocupaciones pensamos hacer solamente la voluntad de Dios y nos esforzamos por agradarle, entonces lo tendremos propicio, y con poco trabajo iremos acumulando un rico tesoro de merecimientos para el Paraíso.
Esto pueden hacerlo todos y santificarse sirviendo al Señor en el desempeño del respectivo oficio o profesión. El herrero puede hacerse santo manejando el martillo y demás instrumentos y máquinas de su oficio; el sastre, manejando las tijeras y la aguja: siempre que tengan recta intención, puesto que Dios se fija más en las disposiciones del corazón que en la materialidad de lo que se hace (3).
3. Trabajar con Jesús, en fin, quiere decir buscar únicamente la gloria de Dios y ofrecerle lo que se haga como elevándole una oración.
* La estrella de oro de Santo Tomás.Santo Tomás de Aquino (+ 1274) aparecióse después de muerto con una estrella brillantísima en el pecho, y dijo que aquella estrella era el distintivo y el premio que se le concedía por el trabajo-oración que había efectuado.
Mientras vivía este gran doctor de la Iglesia se le apareció cierto día nuestro Señor Jesucristo, que, después de alabarle sus magníficos escritos, le dijo: "Dime qué recompensa quieres por tu trabajo." A lo que respondió el santo: "Sólo os deseo a Vos, Señor, como recompensa." (4).
Conclusión. — Queridos niños, también podéis santificaros vosotros haciendo lo que sea vuestra obligación. Para lograrlo con suma facilidad:
a) Vivid siempre en gracia de Dios. Esta es la primera condición. Unidos en todo momento a Jesús por medio de la gracia, os parecerá fácil el estudio y llevadero el trabajo.
b) Ofreced a Dios lo que vayáis a hacer, diciendo: "Os ofrezco, Señor, este estudio (o trabajo manual), que quiero hacer únicamente por serviros, para vuestra mayor gloria y como penitencia por mis pecados."
Por la mañana, al levantaros, ofreced a Dios toda vuestra jornada y veréis cómo os bendice.
c) Durante vuestro estudio o trabajo pensad en lo mucho que Cristo padeció por nosotros, y decidle: "Jesús mío, trabajo (o estudio) por imitaros y para sufrir como Vos sufristeis por nuestro amor."
Si así lo hacéis ya veréis cuánto os ayuda.
d) Después del estudio o trabajo dad gracias, diciendo: "Os doy gracias, Señor, por todos los beneficios que me habéis concedido y por los auxilios que me habéis prestado." Repetid estas palabras por las noches, al acostaros, y comprobaréis lo grato que resulta al Señor vuestro agradecimiento.
Viviendo así en paz y unidos a Dios en esta tierra, cuando muráis os uniréis a El para siempre en el cielo.

EJEMPLOS
(1) Trabajo inútil.El lobo en el pozo.—Los antiguos griegos contaban la siguiente fábula para criticar el trabajo inútil:
Un lobo sediento vio un pozo abierto y se subió al brocal. Asomóse y contempló con ansiedad y fruición el precioso líquido, que se veía al fondo. Dobló sus rodillas, estiró cuanto pudo el cuello hacia abajo y sacó desmesuradamente la lengua. Pero el agua no subía a sus resecas fauces, y, como no se atrevía a saltar al fondo, empezó a correr en torno del brocal, dando lastimeros alaridos. Viendo que no conseguía nada, plantóse en sus patas traseras, y con las de delante empezó a hacer girar la polea o garrucha, imaginándose que estaba sacando agua. Tras tanto esfuerzo inútil, el agua no se movió de su sitio; pero el lobo, que no pudo obtener una sola gota del líquido elemento, sintió, en cambio, mucha más sed que antes.
Cosa parecida hacen muchos: trabajan, se afanan y sudan, para encontrarse al final con la boca seca, lo mismo que el lobo de la fábula. Su esfuerzo resulta inútil porque no trabajan por Dios.
(2) Las desgracias de una criada.—Una buena mujer puso a servir a su única hija en casa de unos ricos propietarios, y, al despedirse de ella, le dijo: "Hija mía, pide a Dios que bendiga tu trabajo y te dé mucho acierto." A esto respondió la muchacha que ella era lista y todo le saldría bien.
El primer día mandó el ama a la nueva sirvienta que encendiese el fuego en el hogar, cosa que no logró hacer, excusándose con que la leña estaba verde.
Después tuvo que llevar el almuerzo al amo, que se hallaba en el campo, y todo lo tiró o estropeó en el trayecto, alegando cuando le riñó la señora que había hielo en el camino.
Más tarde le mandó el ama que le llevase una cesta de huevos; pero al tomarla saltó de ella un ratón, y con el susto tiró la cesta y se rompieron casi todos los huevos.
Le encargaron, por fin, que llevase un jarro de leche a una vecina, y apenas salió a la calle cayó del tejado un trozo de hielo que fue a dar en el jarro, con lo cual se sobresaltó la asustadiza muchacha, que rompió el jarro y desparramó toda la leche.
La dueña de la casa no quiso ya saber más de aquella criada y la despidió con cajas destempladas.
Cuando la chica volvió a su casa y contó a la madre cuanto le había sucedido, le dijo ésta: "Ya ves lo necesaria que es la bendición de Dios para todo lo que se hace. Todo trabajo hay que comenzarlo en su santo nombre, pues de lo contrario nada saldrá bien."
Aquella muchacha no olvidó jamás tan sabia recomendación, y en lo sucesivo todo le salió bien.
(3) Juan Soto, hermano coadjutor de la Compañía de Jesús, era el sastre de su comunidad y desempeñaba su oficio tan sólo con propósito de servir a Dios. Trabajaba, pues, con Jesús.
En trance de muerte, después de recibir los Santos Sacramentos, pidió que le llevasen una aguja. La tomó y la enseñó a sus hermanos de religión, diciéndoles: "¿Veis esta aguja? Pues es la llave que me va a abrir la puerta del cielo." Con estas palabras quería significar que se había valido de aquer sencillo instrumento de trabajo para servir a Dios, ganándose de esa forma el Paraíso.
(4) El trabajo -oración.— San Macario y San Antonio.—Refiérese en la vida de los Santos Padres que el abad Macario fue una vez a visitar a San Antonio, cubriendo un largo recorrido por el desierto.
Llegó cansado y angustioso a la celda del santo abad, y llamó a la puerta.
—¿Quién es? —preguntó San Antonio desde el fondo de la cueva.
—Soy yo, Macario.
—¡Ah! ¿Eres tú? Espera.
El abad Macario estuvo esperando largo tiempo al sol; pero sufría sus rigores por amor de Dios, ocupándose mientras tanto en el rezo de salmos.
Cuando se le abrió y entró en la cueva, Macario empezó en seguida a hacer espuertas, hablando al mismo tiempo con su santo compañero de cosas de Dios.
Aquel trabajo era una oración porque se realizaba con Jesús.
Cuando Macario se despidió de San Antonio, éste se arrodilló ante él, le besó las manos y dijo: "Santas manos, bendecidas por Jesucristo, ¡cuánta gloria tendréis en el cielo!"

G. Mortarino
MANNA PARVULORUM

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