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miércoles, 27 de agosto de 2014

LA CARIDAD INFRINGIDA POR LOS SALMOS

CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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LA CARIDAD INFRINGIDA POR LOS SALMOS
     ¿Cómo pudo el Espíritu Santo, que es caridad, haber inspirado versículos como éste: «Alegrarse ha el justo al ver la venganza; y lavará sus manos en la sangre de los pecadores» (Salmo 58, 11) y tantas otras terribles frases imprecatorias? (Para terminar la consulta de E. V.—Módena.)

     Ante todo es preciso tener presente que estamos —con los Salmos— antes de la era del Evangelio, esto es, antes del tiempo en que Jesús inculcaría el amor a los enemigos (Mateo, V, 43).
     Tocante además a ciertas crudas imágenes como la susodicha, hay que tener en cuenta las escenas de guerra y la mentalidad de aquellos tiempos. Además se debe pensar en el factor importantísimo de que esas imprecaciones se dirigen todas en forma de ruego a Dios, al que se deja la ejecución de la venganza deseada.
     Sentado esto, la justificación esencial de esas frases de la Escritura no se puede dar, sin embargo, sino basándose en la distinción explicada en la consulta anterior. Quien recitaba aquellos Salmos podía también no tenerla presente, pero el Espíritu Santo indudablemente no los inspiró como deseo y gozo de la venganza en sí, sino como aspiración a que se reintegre la divina justicia, no como odio al enemigo, sino como condenación del mal y del ultraje a Dios realizado por él, que se reparaba (véase Summa Theol., II-II, 83, 8, ad 2). Y, sobre hechos realizados, aquellas invocaciones adquirían el valor de una predicción profética.
     Es verdad que a menudo el ultraje que suscita esas violentas expresiones no se dirige directamente a Dios sino al pueblo hebreo; pero, siendo entonces el «pueblo elegido», el ultraje inferido a él se consideraba con razón como un ultraje a Dios.
     Quien recita hoy aquellos Salmos, aun conociendo el contenido profético de la Escritura, no tiene sino que ponerse en la realidad, de la que aquel pueblo no era más que figura; esto es, referirse a la Iglesia de Cristo y a la victoria divina contra sus enemigos y contra el pecado, y entender aquellas crudas imágenes en su propio sentido simbólico.

BIBLIOGRAFIA
Bibliografía de la consulta 53. A. Vaccari: Psaumes imprécatoires, DAFC., IV, págs. 493-5.

Pier Carlo Landucci
CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE

martes, 26 de agosto de 2014

LAS COSAS NECESARIAS PARA LA SALVACION

Por el Dr. Homero Johas
     La Iglesia Católica es perfecta en sus normas jurídicas. Por obra de nuestro Señor Jesucristo tiene ella todos los medios necesarios para obrar y permanecer ilesa ante los ataques de sus enemigos visibles e invisibles venidos de las puertas del infierno, de la Bestia o el Dragón, o de los falsos profetas.
     No es ella una Iglesia "sin solución" o "modelo japones", sin Cabeza visible y sin Sacramentos.
     Recopilamos de la obra de Lucius Ferraris, "Pronta Biblioteca", editada en Madrid, en 1786, las doctrinas comunes de los teólogos católicos sobre las cosa necesarias para las salvación.

1.- COSAS NECESARIAS COMO MEDIO ÚNICO DE SALVACIÓN.
     Las cosas necesarias como medio único de salvación, son tales que, no se consigue la salvación al menos que la ignorancia u omisión de ese medio sea sin culpa personal.
     Así es para todos la gracia santificante; el bautismo en las criaturas, por lo menos el bautismo de deseo para los adultos y, la existencia del Sucesor de Pedro para la existencia de la Iglesia. La fe es de necesidad absoluta para todos, por lo menos implícita para los párvulos e explícita para los adultos.
     Inocencio XI condeno la sentencia de los jansenistas que decía: "Por necesidad de medio, parece necesario sola la fe sobrenatural; no la fe explicita de un Dios Redentor" (D.S. 2122).
     Bajo Clemente XI el Santo Oficio enseño: "El misionero no puede bautizar a quien no crea explicitamente en Nuestro Señor Jesucristo, pero esta obligado a instruirlo sobre todas las cosas que son de necesidad de medio, como los misterios de la Santísima Trinidad y de la Encarnación". (D.S. 2381).
     Santo Tomas enseña sobre los Sacramentos que son de necesidad absoluta para la salvación: el Bautismo para todos, la Penitencia para quien peco después del bautismo; el Sacramento del Orden es de necesidad absoluta para la Iglesia porque: "Donde no existe el gobernante el pueblo se dispersa" (Prov. XI, 14), el obispo de Roma es el Sumo Pontífice. Así la necesidad de la Cabeza visible de la Iglesia, con poder de Orden y jurisdicción (S.T. 3, 654, ad 1). Así los que pretenden la acefalía perenne de la Iglesia van contra la existencia de la propia Iglesia, medio único de salvación. He ahí la malicia de la secta de los acéfalos, que hoy reúne a clérigos y seglares.

2.- COSAS NECESARIAS DE PRECEPTO
     Son necesarias por precepto divino mandado por Nuestro Señor Jesucristo o por su Vicario. Como son los preceptos del Decálogo, inscritos por Dios en la mente de todos. Violar estos preceptos es pecado mortal, causa la muerte eterna. Pero si alguien ignora un precepto y tal ignorancia es inculpable, y por no ser posible cumplirlo, esto no impide la salvación.
     Dios no manda cosas imposibles (Trento, D.S. 1536). El deber de elegir un Sucesor de Pedro es "gravisimo" enseña san Pio X. Es necesario para existencia de la Iglesia, que no puede existir sin cabeza. Pio IX enseñó que se salva quien cumple con las leyes naturales y no tengan "culpa voluntaria". Pero el que no cumple con el precepto de elegir Papa, conociendo que existe, obra con culpa voluntaria en contra de el.
     No se cambia lo que es de necesidad de medio y de precepto. Cristo enseño que se puede violar el sábado sin culpa (Mt. XII, 10); también enseño que sin Bautismo, o sin la fe verdadera nadie se salva. Que quien no oye a la Iglesia sea como un pagano.
     Así el precepto de evitar los herejes y pecadores esta sujeto a los preceptos de necesidad de los Sacramentos del Bautismo, de la Penitencia y del Orden. En tiempo de necesidad extrema, lo que no es licito en tiempos normales se vuelven lícitos en caso de necesidad; como la necesidad superior de la Cabeza visible de la Iglesia y de los Sacramentos que son de necesidad de medio de salvación.

3.- LA CULPA EN LA VIOLACIÓN DE PRECEPTOS
     Si la violación de los preceptos sobre cosas necesarias para la salvación, como el Bautismo, Penitencia y Orden, fue culpable, la persona se condena eternamente. También el adulto que sabe que el Bautismo es necesario para la salvación y no quiere recibirlo. O el adulto que sabe que elegir la Cabeza visible es necesaria, pero que no quiere. El sabe que se deber elegir, mas afirma que es indebido. Sabe que es lícito, pero afirma que es ilícito. Sabe que el "papa hereje" es invalido, pero afirma que es valido. Sabe que la Cabeza visible es necesaria, pero afirma que no es necesario. Sabe que el deber es obrar, pero afirma que no se debe de obrar. Son los claros desvíos de la fe por parte de la secta de los acéfalos: obispos, sacerdotes y seglares.
     Lo que el derecho divino muestra (Prov. XI, 14; Col. II, 18); lo que la Iglesia afirma ser licito en casos de necesidad extrema (Can. 2261,2 y 3) ellos contradicen a Dios y a su Iglesia.

4.- LA NECESIDAD Y LAS LEYES
     Existen leyes divinas y leyes meramente humanas. Ambas mandan o prohíben alguna acción.
     Las leyes meramente humanas, ordinariamente, son entendidas como las excepciones de los casos de necesidad. Como las leyes electorales sobre la elección de los Papas.
     Las leyes divinas que mandan una acción puede tener ciertas excepciones. Pero no cuando ocurre simultáneamente algo prohibido por las mismas leyes divinas.
     En las leyes divinas que prohíben una acción y que se refieren a Dios, no se admiten excepciones. Seria injuria a Dios.
     Pero cuando prohíben una acción y se refiere a nosotros, y la necesidad viene y se trata de nuestra conservación, se admite la excepción. Pero no se admite esa excepción si se trata de nuestra perfección, o de la ampliación de nuestra felicidad. Tampoco se admite la excepción si la causa de ella viene de la malicia de los hombres para imponernos la necesidad de pecar, para que no perezcamos con ellos.
     El canon 2205,2 trata de leyes meramente humanas.
     El canon 2203,3 trata de actos intrinsecamente malos, contra la fe; o contra la autoridad de la Iglesia, causadores de daño a la Iglesia y a las almas. También es el caso de no existir, prolongadamente, una Cabeza visible en la Iglesia. Eso viene de la malicia de los hombres, que van contra la autoridad divina del Magisterio de la Iglesia, y causan daño a la Iglesia y a las almas. También es la falta de la secta de los acéfalos.
     Lo que la Iglesia dice ser licito en los cánones 2261 y 2264, no es algo intrinsecamente malo como dicen los acéfalos. El camino inicuo que ellos siguen es aquello que la Iglesia ya condenó en el hereje Baio: "El hombre peca en lo que hace por necesidad" (D.S. 1267).
     Así existe la necesidad absoluta de la elección de un Sumo Pontífice, para la subsistencia de la Iglesia como medio único de salvación.
     El precepto de evitar los herejes es ley Divina prohibitiva, pero si la necesidad de separarse los herejes proviene de su malicia, pretendiendo que perezcamos por la falta de Sacramentos. Ahí esta de modo claro la excepción del canon 2261,2 y 3, cuando los fieles necesitan de los Sacramentos.
     Los delitos ajenos no pueden ser obstáculo e impedimento para la perfección e incolumidad de la Iglesia, para impedir la salvación de todos. Seria contra la promesa de Nuestro Señor Jesucristo de estar siempre con su Iglesia, siendo impedida por los enemigos de la Iglesia. Es lo que quieren los acéfalos, enemigos de la Iglesia en coro con los demonios.

5.- DEBER GRAVE Y GRAVISIMO
     Las necesidades del prójimo pueden ser espirituales o materiales y pueden ser ambas: comunes, graves o extremas.
     La necesidad común espiritual es aquella en que una persona se encuentra en pecado mortal.
     La necesidad espiritual grave es aquella en que el prójimo esta en circunstancia tal que le es muy difícil la salvación eterna aunque no esta ahora en peligro  próximo de condenación eterna.
     La necesidad espiritual extrema es la que es próximo  de condenación eterna; o de pecado mortal.
     No se limita esta a la muerte física, como dijeron algunos acéfalos antisacramentalistas, porque la muerte física dicha en el canon 2261,3 es mera puerta de entrada a la condenación eterna por la perdida espiritual del hombre.
     Ahí esta el mismo caso de la "necesidad extrema", considerado por el Magisterio de la Iglesia en cuanto al Bautismo, sin el cual nadie se salva.
     El canon 2254,1 rechaza la norma dura, que impide al necesitado de la Penitencia ir a un confesor herético que tenga el poder del Orden valido. El Papa Inocencio rechazo tal dureza (D.S. 212). El Papa San Celestino se horrorizo con tal dureza (D.S. 111).
     Los antisacramentalistas no toleran a los excomulgados a los cuales la Iglesia juzga "tolerados" (Can. 2258). Retiran de los necesitados los medios "lícitos" de Salvación (Can. 2264). El deber de atender la elección de un Papa es: "gravisimo" (San Pio X).

6.- LOS CASOS DE EXTREMA NECESIDAD
     En caso de necesidad extrema del prójimo el deber de socorrerlo es tal que debe de ser ejercido aun con los bienes necesarios para el propio sustento.
     Si la necesidad es grave, el deber de socorrerlo es, bajo pena de pecado mortal, con los bienes superfluos, aun que necesarios para el esplendor y decencia del propio estado.
     Se refiere esto a los bienes materiales; vale también, de modo análogo, para los bienes espirituales.
     Al excomulgado tolerado no solo es licito administrar los sacramentos a los fieles que se los piden, en caso de necesidad, sino también tienen el "Deber de administrarlos", dice Lehmkuhl S.J. (Theol. Mor. V. 2, pag. 655)
     Dom Grea justificó las consagraciones episcopales hechas por San Eusebio en la época del Arrianismo porque la Iglesia estaba desfalleciente ante la multitud de los herejes.
     En este naufragio se debe agarrar la tabla de salvación que costó la Sangre de Cristo y no rechazarla porque aquel que la proporcionó es un pecador evitable.
     La necesidad de la Cabeza visible de la Iglesia, lo mismo que en tiempos normales (San Pio X); cuanto mas que el estado de la Iglesia es "gravisima" por las acciones y simulaciones de los herejes. Es evidente la perniciosidad extrema de los acéfalos disfrazados de "católicos".

7.-  EL DEBER GRAVISIMO DE SOCORRER A LA IGLESIA
     Cuando la necesidad social de una nación es grave, enseñan los teólogos católicos, es lícito quitar a los ricos sus bienes superfluos; porque la necesidad social de la nación está sobre el bien particular de ellos. Ahí socorrer a la nación es cosa de necesidad grave (S.Tomás, S.T. 2-2, 32,6).
     Eso vale mas aun sobre la Iglesia y sobre los bienes espirituales, que están encima de los temporales. El particular tiene el deber de perder hasta la vida para salvar a la nación. Así también para salvar a la Iglesia. No son "salvadores auto-promovidos", como dice el Sr. A. Daniele. El deber de sacrificar hasta la vida por el bien de la Iglesia es de todos los miembros de la Iglesia. Enseña Santo Tomás que un superior podría obligar a un fiel idóneo a aceptar el episcopado, si él no lo acepta "perece el orden eclesiástico". Pues, a no ser que fuese coaccionado (nisi cocti), cuando los idóneos no quieren aceptar el episcopado, la Iglesia no podría ser conservada. El matrimonio espiritual entre el fiel y la Iglesia: "est sicent quaddam oficcium dispensandi: reipublicae", es como un deber de socorrer a la nación.
     Véase como es "gravisimo" el deber de socorrer a la Iglesia en la presente situación. Quien no socorre a su madre en peligro gravisimo no es hijo de ella.
Traducción:
R.P. Manuel Martinez H.
Agosto 2013

Cristo, Rey de tu hogar.

     Muchacha, no quiero salir de tu hogar sin hacer una visita obligada al Amo de la casa.
     No es a tu papá; quien, desde luego, por ser tu padre, me merece toda clase de respetos. El padre de una chica buena, necesariamente ha de ser, en cualquier posición en que se halle, un señor cristiano.
     Pero no es a tu padre a quien me refiero.
     Vamos al salón, entremos en él los dos juntos: tú y yo. Ahí tienes al Amo de tu casa. ¿No lo ves?
     Ese Jesús que desde su imagen te muestra su Corazón abierto, es el Rey de tu hogar.
     ¿Te extraña? ¿Cómo te va a extrañar, si eres cristiana?
     Lo sabes muy bien. El alma del hogar es el amor. El amor más grande que puede soñarse es el que hizo latir a ese Corazón divino.
     Déjame que en el salón de tu casa y a los pies del Sagrado Corazón entone un canto al amor.
     El amor crea, perfecciona, ennoblece.
     El amor se da, se entrega, se sacrifica.
     El amor sufre, sangra, se humilla.
     El amor redime, muere, se inmola.
     El amor resucita, triunfa, sube a los cielos.
     Es el amor de un Dios enamorado que, en la cumbre de la humanidad, aparece como modelo práctico de los que ama.
     Es el amor de un hombre que, en las hondonadas de la humanidad, mira hacia arriba y se enamora imitando al ejemplar divino.
     Son dos amores parejos, en los que el fuego de abajo resulta como una centellita desprendida de la hoguera de arriba.
     Son dos trayectorias paralelas, en las que la inferior, menguada y chiquita, cuida de reproducir la superior, de dimensiones infinitas.
     Por eso, en el centro del hogar, que es amor, está la imagen del Amor divino; y en ésta el Corazón se halla abierto, para que, por su herida, pueda brotar inextinguible y abundosa la fuente del verdadero amor.
     Muchacha, impregna el amor de tu hogar en el amor de Jesús, pon tu hogar al resguardo de su Sagrado Corazón.
     ¡Qué bien lo supo hacer tu padre cuando, en memorable día, le consagró su familia!
     «Esta consagración —dice el Papa— significa una entrega completa al divino Corazón; es un reconocimiento de la soberanía de Nuestro Señor sobre la familia; expresa una confiada súplica para obtener sobre la propia casa sus bendiciones y el cumplimiento de sus promesas.
     Al consagrarse la familia al divino Corazón, protesta querer vivir de la misma vida de Jesucristo y hacer florecer las virtudes que El enseñó y vivió» (1).
     El apóstol de ese Rey has de ser tú.
     Colocada en tu puesto de hija de familia, cumpliendo tus deberes hogareños, llevarás su espíritu a todos los detalles, proyectarás su luz sobre todos los rincones y contagiarás de su amor a todos los corazones de tus familiares.
     En el templo, ante el Sagrario, donde real y verdaderamente vive Jesús, arde en todo momento una lamparita.
     Ante esa imagen del Sagrado Corazón, que preside tu casa, hace falta también una lamparita que constantemente le ilumine.
     ¿Quieres ponérsela tú? No lo dudo. Pero ¿sabes cuál es la lámpara que en todo momento ha de arder ante el Rey de tu hogar?
     No me hables de bombillas eléctricas ni de lámparas de aceite; para la imagen entronizada de tu hogar no puedes preparar mejor lámpara que la de tu propio corazón.
     Tú serás la lámpara de Cristo, Rey de tu familia. ¡Y cómo brillará tu luz cuando con tus padres, con tus hermanos, con los demás familiares y criados practiques cuanto en este libro se te ha enseñado!
     No se te antojen enojosas sus orientaciones; no seas tú como una muchacha que hace pocos días me decía;
     —Me han contado que está usted escribiendo un libro para las chicas sobre el hogar. Ya sé lo que nos dice; fastidíate, fastidíate, fastídiate.
     No, muchacha, no; no pienses así. No quiero que te fastidies; pretendo que te engrandezcas, que te eleves, que te sublimes; quiero que seas en tu hogar la luz que brille a los pies de Jesús.
     Cuando los sacrificios de la virtud se miran al ras del suelo parecen montañas imposibles de salvar; cuando el alma se eleva y, colocada junto a las gradas del trono de Jesús, las contempla a través de los resplandores que brotan de su Corazón, parecen granitos de arena, incapaces de causar temor.
    No seas de espíritu chiquito y te amilanes ante la complejidad de las virtudes hogareñas. Son facetas de una misma vida cristiana, que, si consideradas por parte, son muchas, vividas en la práctica juntas, constituyen una sola cosa.
     Viste en un álbum las fotografías detalladas de una obra de arte, y, al contemplar tanto grabado, llegaste a creer que era un monumento de proporciones gigantescas, difícil de recorrer en toda su amplitud.
     Acudiste a la realidad y encontraste que era una construcción chiquita, aunque muy linda.
     Fotografías distintas de la vida familiar cristiana son los capítulos de este libro. Ven a la realidad, y verás lo fácil que es recorrer todo el edificio.
     No sólo recorrerlo, sino también construirlo.
     Sí; fabricar el edificio de su vida hogareña cristiana es muy fácil para la muchacha que en el salón de su casa tiene entronizado el Sagrado Corazón de Jesús y a su lado está ella como la lamparita pendiente, junto al Sagrario.
     Y ahora, cumplida mi misión, permíteme ya que me retire. Adiós; quédate en el salón, a los pies de la imagen de
Cristo, Rey de tu hogar.

(1) Discurso del 14 de junio de 1939 en Pio XII y la familia cristiana.
Canonigo Emilio Enciso Viana
LA MUCHACHA EN EL HOGAR

lunes, 25 de agosto de 2014

Revelasti ea parvulis

Las revelaste a los pequeñuelos

     Así ha sido siempre en la economía divina, y así seguirá siendo siempre.
     Y mientras yo no esté plenamente convencido de esta verdad, me faltará algo esencial para que el Señor se me descubra; Él no se muestra a los que se creen grandes, es decir, a los soberbios; Él se da y se descubre a los pequeñuelos, a los humildes, a los que no se atribuyen nada a sí, a no ser su propia pequeñez y su propia miseria.
     A una Virgencita, escondida en Nazaret, buscó para Madre suya, y a Ella reveló el secreto maravilloso de su Encarnación...
     Unos pobrecitos y sencillos pastores son los primeros a quienes hace anunciar su nacimiento...
     Para sus colaboradores en la obra de la Redención escoge a unos humildes pescadores galileos...
     Y así en toda la historia de la Iglesia.
     Quiere establecer en el mundo la fiesta del Corpus Christi, y la inspira a una sencilla religiosa...
     Quiere renovar en el mundo el recuerdo del amor infinito en que arde su Corazón divino para con los hombres, y desea que ese amor, menospreciado y ultrajado por tantos, reciba reparación y desagravio, y se revela y revela sus designios a una humilde monja de clausura...
     Para Patrona de las misiones en el mundo entero escoge a una jovencita religiosa que jamás se movió de su claustro de Lisieux...
     Santa Bernardita Soubiroux, los pastorcitos de Fátima y tantas otras almas inocentes y sencillas, nos hacen ver que también María, la Madre de Jesús, sigue la misma vía de su Hijo divino, y se muestra a los pequeñuelos...
     La soberbia de muchos y mi soberbia pueden protestar.
     Inútil protesta; durum est tibi contra stimulum calcitrare. ¿Cambiará, acaso, Dios sus designios por mi quejas orgullosas?
     Señor, yo confieso que me falta esa sencillez de niño que Tú quieres en los tuyos.
     Mis miras son las más de las veces demasiado humanas, y me es necesario velar constantemente sobre mí mismo para corregirlas.
     Quiero juzgar de todo conforme a esas miras: olvido que tus pensamientos no son los pensamientos de los hombres, ni tus caminos son los míos.
     Y por eso no te siento cerca de mí, porque Tú te alejas de las almas soberbias, de las que creen ser ellas la medida a la que Tú debes acomodarte, y que su manera de ver las cosas debe ser también la tuya. Y en lugar de sujetarse humildemente a pensar como Tú, quieren —aunque sin reconocerlo ni quererlo confesar—que Tú pienses como ellos.
     ¿No soy yo del número de esas almas, Señor?...
     ¡Ah!, no permitas que me ciegue hasta tal punto; dame esa sencillez de niño, esa confianza segura y tranquila en tu Providencia amorosa y sabia, y haz que viva siempre pendiente de ella, sumiso a sus decisiones y con los ojos abiertos para reconocerla en todos los sucesos de mi vida, que tu mano paternal va conduciendo hasta llevarla a la Patria.
Alberto Moreno S.J.
ENTRE EL Y YO

Visita al Santísimo Sacramento

Modo de Ofrecer la Visita
DEL SANTISIMO SACRAMENTO
para Ganar las Indulgencias de las Cuarenta Horas.

     SEÑOR, deseo ganar las indulgencias concedidas por los Sumos Pontífices y demás Prelados de la Iglesia a los que os visitan expuesto en este santo ejercicio; por esto os ruego por la exaltación de nuestra santa fe católica, paz y concordia entre los príncipes cristianos, extirpación de las herejías, salud y acierto en el gobierno de la Iglesia al Sumo Pontífice y demás Prelados de ella, a cuyos fines os ofrezco esta
ACCION DE GRACIAS
Te Deum Laudamus

     A TI, Dios, te alabamos; a Ti, Señor, te confesamos.
     A Ti, Padre Eterno, toda la tierra te venera.
     A Ti, todos los ángeles; a Ti, los cielos y todas las potestades.
     A Ti, los querubines y serafines te aclaman sin cesar: Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de la grandeza de tu gloria.
     A Ti, el glorioso coro de los Apóstoles.
     A Ti, el loable número de los Profetas.
     A Ti te alaba el inocente y numeroso ejército de los mártires.
     A Ti la Iglesia santa te confiesa en todo el mundo, Padre Eterno de inmensa majestad.
     Y a tu adorable, verdadero y único Hijo, engendrado en la substancia del Padre.
     Y también al Espíritu Santo consolador, que procede del Padre y del Hijo.
     Tú, ¡oh Christo!, eres el Rey de la gloria.
     Tú eres el Hijo eterno del Eterno Padre.
     Tú, para librar al hombre, te humanaste, y no te desdeñaste de encarnar en el vientre de una Virgen.
     Tú, después de haber quebrantado el aguijón de la muerte, abriste a los creyentes al reino de los cielos.
     Tú estás sentado a la diestra de Dios, en la gloria del Padre.
     De donde creemos que vendrás como juez a juzgar a vivos y muertos.
     Por tanto, te rogamos, Señor, que socorras con tu asistencia a tus siervos, que has redimido con tu preciosa sangre.
     Haz que seamos del número de tus Santos en la gloria eterna. Salva, Señor, a tu pueblo, y bendice tu heredad.
     Y rígelos y ensálzalos eternamente.
     Todos los días te bendecimos, y alabamos tu nombre eternamente y por los siglos de los siglos.
     Dígnate, Señor, preservarnos de caer este día en pecado.
     Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
     Descienda, Señor, sobre nosotros tu misericordia, porque en Ti hemos puesto nuestra esperanza.
     En Ti, Señor, espero no ser jamás confundido. Amén.

Himno de Santo Tomás de Aquino

     Adorote, mi Dios, devotamente oculto en ese cándido accidente; a Ti mi corazón está rendido, y contemplando en Ti desfallecido.
     La vista, el tacto, el gusto se equivoca, el oído al acento fiel provoca; creo firme y constante cuanto dijo la verdad infalible de Dios Hijo; en la cruz la Deidad estaba oculta, aquí aun la humanidad amor sepulta.
     Uno y otro creyendo y confesando, pido lo que el ladrón pidió penando.
     Como Tomás, la llaga no percibo, mas por Dios te confieso eterno y vivo; haz que a Ti crea siempre más constante, en Ti espere y te sea fino amante.
     ¡Oh excelso memorial de tu tormento, pan vivo que a los hombres das aliento, concédele que mi alma de Ti viva, y tu dulce sabor siempre perciba!
     Con tu sangre, Pelícano sagrado, lávame de las manchas del pecado, pues una sola gota es suficiente para salvar al mundo delincuente.
     ¡Oh Jesús, que con velo ahora te miro! Hágase lo que tanto yo te pido, para que sea al verte claramente en la gloria dichoso etenamente.
     Amén.

ORACIÓN
Para Pedir la Bendición del Santísimo Sacramento.

     DIVINO Salvador de nuestras almas, que os dignasteis dejarnos vuestro precioso cuerpo y sangre en el Santísimo Sacramento del altar: yo os adoro con un profundo respeto, y os doy humildes gracias por todas las mercedes que nos concedéis, y por ser Vos la fuente de todas las bendiciones, os suplico encarecidamente las derraméis hoy sobre mí y demás por quienes tengo intención de rogaros.
     Mas para que nada paralice el curso de estas bendiciones, arrancad de mi corazón cuanto os desagrada, ¡oh Dios mío! Perdonadme mis pecados, aborrézcolos sinceramente por vuestro amor; purificad mi corazón, santificad mi alma; bendecidme, Dios mío, con una bendición igual a la que recibieron vuestros discípulos cuando os separasteis de ellos para subir al cielo. Bendecidme con una bendición que me mude, me consagre y me una perfectamente a Vos, y que, llenándome de vuestro espíritu, me sea desde esta vida una prenda segura de la que preparáis a vuestros escogidos.
     Os lo pido en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
R.P. Donadoni, S.J.
EL DEVOTO DEL PURGATORIO

lunes, 18 de agosto de 2014

SAN IGNACIO DE LOYOLA (13)

Capítulo Décimo primero
EL HUÉSPED DE VENECIA 
(Julio 1535 a Enero de 1537)

     Cuando al fin de julio de 1535, Ignacio salió de su ciudad natal, en donde había pasado tres meses, se encaminó para dar noticia de sus nuevos compañeros de París, a las ciudades de sus propias familias.
     Comenzaron por Navarra estas peregrinaciones de amistad. Francisco Javier le había confiado para Miguel, su hermano mayor, una carta (2) en la que decía del portador:
     “Que he conocido al maestro Iñigo y ha sido para mí una gracia insigne de Nuestro Señor. Yo os lo declaro y empeño mi palabra de que no podré en mi vida separarme de él, a quien tanto debo. Cuántas veces en mis dificultades, él me ayudó de su propia bolsa o por medio de sus amigos. Pero le debo más aún: ha sido gracias a él por lo que me aparté de las malas compañías. Inexperto aún no discernía yo el peligro; a la hora presente los sentimientos heréticos de aquellos hombres, no son ya un misterio en París y hubiera querido por todo el mundo no haber sido jamás su amigo. Este servicio aunque fuese el único, no sé como podría pagarlo al Señor maestro Iñigo... debiéndole tal favor, yo os ruego que le hagáis un recibimiento como me lo haríais a mí mismo. Yo os ruego con todo mi corazón, que aprovechéis la ocasión que se os ofrece de conocer al señor Iñigo y de conversar con él. Todo lo que os diga creedlo. Es este hombre de Dios de tan santa vida que su conversación y sus consejos os harán mucho bien, os lo aseguro...
     “En cuanto a lo que el señor maestro Iñigo os diga de mi parte, hacedme la gracia de darle el crédito que daríais a mis propias palabras. Por él sabréis mis necesidades y mis penas; mejor que nadie es capaz de exponéroslas, porque nadie en el mundo las conoce mejor que el, y si queréis ayudarme en mi pobreza, el señor maestro Iñigo, que os entregará la presente, recibirá lo que os agradare darme.
     “Aquí no encuentro nada nuevo que haceros saber, desde que nuestro querido sobrino se escapó de la Universidad. Yo corrí tras de él hasta Notre Dante de Cléry, a treinta y cuatro leguas de París. Os ruego me hagáis saber si ha llegado a Navarra; temo mucho que nunca ha de ser bueno.
     “En cuanto a lo que ha pasado respecto de los herejes de este país, el señor maestro Iñigo os dirá todo lo que yo pudiera escribiros.”

sábado, 16 de agosto de 2014

Herejes, Herejes Negativos

     Sectario o defensor de una opinión contraria a la creencia de la Iglesia católica. Bajo este nombre se comprende no solo a los que han inventado un error, le han abrazado por su propia elección, sino también a los que han tenido la desgracia de haber sido imbuidos en él desde la infancia, y porque nacieron de padres herejes. Un hereje, dice M. Bossuet, es el que tiene una opinión suya, que sigue su propio pensamiento y su sentir particular; un católico, por el contrario, sigue sin titubear la doctrina de la Iglesia universal. Con este motivo tenemos que resolver tres cuestiones: la primera, si es justo castigar a los herejes con penas aflictivas, o si, por el contrario, es preciso tolerarlos; la segunda, si está decidido en la Iglesia romana, que no se deba guardarla fe jurada a los herejes; la tercera, si se hace mal en prohibir a los fieles la lectura de los libros heréticos.
I
     A la primera, responderemos desde luego que los primeros autores de una herejía, que emprenden el extenderla, ganar prosélitos y hacerse un partido, son dignos de castigo como perturbadores del orden público. Una experiencia de veinte siglos ha convencido a todos los pueblos que una nueva secta jamás se establece sin causar tumultos, sediciones, sublevaciones contra las leyes, violencias, y sin que haya habido tarde o temprano sangre derramada.
     Por mas que se diga que, según este principio, los judíos y los paganos hicieron bien en condenar a muerte a los apóstoles y a los primeros cristianos; no hay nada de esto. Los apóstoles probaron que tenían una misión divina; jamás ha probado la suya un heresiarca. Los apóstoles predicaron constantemente la paz, la paciencia, la sumisión a las potestades seculares; los heresiarcas han hecho lo contrario. Los apóstoles y los primeros cristianos no causaron ni sediciones, ni tumultos, ni guerras sangrientas; por lo tanto se derramó su sangre injustamente, y jamás tomaron las armas para defenderse. En el imperio romano y en Persia, en las naciones civilizadas y entre los bárbaros observaron la misma conducta.

QUIERO VIVIR.

     “Pero a todos los que le recibieron —al Verbo— les dio el poder ser hijos de Dios...” 
(S. Juan. Init. Evang.)

     ¡Quiero vivir! No es, Señor, ansia de prolongar, lejos de la casa de mi eternidad, lo que el poeta llamó “este largo morir que llaman vida...”
     Ni esa ilusión de perpetuar nuestro vuelo fugaz con obras imperecederas.
     Bien sé que la tierra no es mi centro.
     Y que pasa el hombre y su recuerdo...
     ¡Todos caminamos... y olvidamos! ¡Y somos olvidados!
     ¡Quiero vivir! la vida superior, la que un día se me infundió “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo...”.
     Sobre mi cabeza el agua bautismal; en el alma, una onda de vida, un germen de vida eterna para gloria eterna.
     ¡Quiero vivir! Esa vida que se me comunica en el bautismo, se recobra por la confesión, se nutre del pan de la Eucaristía y rematará en aquella luz de la gloria que es visión y fruición.
     Ya soy “nueva criatura”, ya soy “particionero de la naturaleza divina”. Hijo adoptivo de Dios. Y no con externa, legal adopción, sino con adopción transformante y vivificante, tan íntima y tan verdadera, que “filii Dei vere nominamur et sumus”. Nos llamamos y somos, en verdad, hijos de Dios...
     En Jerusalén, en la quietud de una noche toda henchida por el misterio y las hablas de Dios, Nicodemus, varón principal, escucha de Cristo estas palabras peregrinas:
     —En verdad, en verdad te digo que quien no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (Juan, III, 3).
     Su reino: la gracia, la Iglesia, el cielo...
     De Jerusalén a Etiopía, el ministro de la reina Candace camina y lee. Los oráculos de Isaías van iluminando su viaje... Y el apóstol Felipe, estribando en estas Escrituras, grávidas de mesianismo, lo evangeliza, le da buenas nuevas de Jesús.
     Y llegaron a un paraje en que corría el agua...
     Yo, dijo el etíope, creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
     Y bajaron ambos de su carruaje, y Felipe lo bautizó.
     Y el ministro prosiguió su viaje rebosando de gozo. Ibat per viam suam gaudens...
     En su vida del tiempo se había infiltrado la eternidad con un peso y un mensaje nuevo.
     Y llevaba consigo la regeneración de la gracia, que no es más que iniciación de aquella vida sin fin.
     La gracia es una vida con tendencias y exigencias de crecimiento hasta la plenitud.
     También yo, Señor, voy gozoso por mi camino, con tu gracia en el alma, con mi título de hidalguía, mi blasón de suprema nobleza y mis anticipos de fruiciones soberanas y eternas...
     Soy hijo adoptivo de Dios, nueva criatura, particionero de la naturaleza divina.
     Ya puedo clamar: ¡Abba, Padre! No sólo ¡Señor, Amo, Dueño! Sino Padre, Padre mío, Padre nuestro que estás en los cielos y que estás en mí...
     Reconoce, alma mía, tu dignidad.
     Tú, Señor, dijiste: Vine para que tengan la vida y la tengan en abundancia.
     Señor y Padre mío: que yo la tenga y la viva con plenitud, que yo la actúe gozosamente, porque es la única que merece ser vivida.

viernes, 15 de agosto de 2014

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO (3) Tutela médica de la procreación, Neomaltusianismo

CAPITULO VI (3)
DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
Artículo Segundo (I)
TUTELA MEDICA DE LA PROCREACIÓN (1)

119. Razón de este artículo.
     Entre los problemas que el uso del matrimonio plantea a médicos y sacerdotes figura en primer plano el desacuerdo entre el derecho de los cónyuges a la unión carnal, ordenada a la generación y educación de la prole (Cánones 1013 y 1081 del Código de Derecho Canónico), y las razones y motivos de diversa índole que la realidad algunas veces presenta como obstáculos al ejercicio prudente del referido derecho. Estos conflictos los resuelve radicalmente el materialismo, que en materia sexual llega al límite de las licencias. Ya que no pueda lograr en toda su amplitud el ideal del amor libre, y aún le sea imposible conseguir en todas partes la prohibición del matrimonio, por motivos de apariencia científica, ni tampoco la esterilización en los términos que hemos visto en el artículo precedente, la filosofía materialista penetra en el santuario del matrimonio, aun del rectamente constituido, proponiendo la limitación de la natalidad, sin perjuicio de la actividad genésica; esto es: el neomaltusianismo. Y como la naturaleza proporciona muchas sorpresas a los cónyuges desaprensivos, no tiene inconveniente en facilitarles pretextos, también de apariencia filosófica y científica y hasta moral, para que se libren del huésped odioso que se presenta reclamando cuidado y un puesto en la mesa familiar, y les recomienda el aborto.
He aquí, pues, los puntos que debemos estudiar para rechazarlos.      Pero otros dos reclaman nuestra meditación, porque en ellos pueden encontrar el médico y el moralista términos honestos para resolver aquellos aludidos conflictos matrimoniales regulando la vida sexual, bien para limitar la procreación, bien para poner remedio a la falta de prole, anhelada por los cónyuges. Aludimos a la continencia periódica en el matrimonio y a la fecundación artificial.
     Trataremos, pues: a) del neomaltusianismo; b) del aborto, c) de la continencia periódica; d) de la fecundación artificial.

§ 1. Del neomaltusianismo.

120. Fundamentos del Birth-Control. 121. I. El neomaltusianismo ante la razón. 122. II. El neomaltusianismo en la Iglesia anglicana. 123. III. Doctrina de la Iglesia Católica. 124. El ejemplo de Francia.

jueves, 14 de agosto de 2014

DOCUMENTOS PONTIFICIOS BÍBLICOS DE SAN PIO X (1903-1914) (primera parte)

"Scripturae Sanctae"
«Quoniam in re bíblica»
Autenticidad mosaica del Pentateuco
el autor y la verdad histórica del cuarto evangelio
DECRETO "LAMENTABILI"

     Letras apostólicas «Scripturae sanctae" sobre los grados académicos en Sagrada Escritura que conferirá la Pontificia Comisión Bíblica, 23 de febrero de 1904

     En tanto pueda realizarse el deseo manifestado por León XIII de fundar en Roma un Instituto para formar a los futuros profesores de Sagrada Escritura en los seminarios y demás centros docentes de la Iglesia, Su Santidad Pío X, por las presentes letras apostólicas, confiere a la Pontificia Comisión Bíblica la facultad de conceder grados académicos en dicha ciencia bajo las siguientes condiciones :
     1° Para ser admitido a estos grados académicos, el candidato deberá ser sacerdote y doctor en teología por algún ateneo aprobado por la Santa Sede; para obtener el doctorado, deberá haberse licenciado por lo menos con un año de anterioridad y habrá de defender públicamente una tesis escrita, previamente elegida de acuerdo con la Comisión.
     2° A la Comisión compete fijar los programas para los exámenes y de signar los examinadores, que sólo para la licencia podrán ser elegidos entre los no consultores.
     Ulteriores documentos modificarán estas condiciones.
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     La conciencia del oficio apostólico nos aconseja promover más y más entre el clero el estudio de la Escritura Santa, precisamente en estos tiempos, en que frecuentemente vemos puesta en peligro, por la intemperancia de la humana razón, esta fuente de la revelación y de la fe divinas. Viendo ya esto nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII, no se contentó con publicar en 1893 las letras encíclicas Providentissimus Deus, sobre la cuestión bíblica, sino que pocos meses antes de su muerte, con las letras apostólicas Vigilantiae, instituyó una particular Comisión romana, compuesta de algunos cardenales y de otros muchos varones doctos, para que, a la luz de la doctrina y de la tradición de la Iglesia, aportara a la legítima exegesis bíblica los progresos de la erudición y a la vez sirviera a los católicos para ayudar y dirigir sus estudios en esta materia y para dirimir las controversias que entre ellos pudieran surgir.
158 
     También Nos, como era justo, hemos puesto nuestros cuidados y autoridad en favor de este preclaro monumento de la providencia pontificia que nos legó nuestro predecesor. Más aún, desde ahora, confiados en la diligencia de dicho Consejo o Comisión, pretendemos emplear su ayuda para un negocio que consideramos de grande importancia para promover el culto de las Sagradas Escrituras. Queremos establecer la manera de que se pueda preparar abundancia de maestros que con garantía de gravedad y sinceridad en la doctrina interpreten los libros divinos en las escuelas católicas. Para ello sería muy conveniente —y sabemos que fue ya un deseo de León XIII— fundar en Roma un ateneo dotado del más alto profesorado e instrumental docente, adonde concurrieran de todas partes jóvenes escogidos que pudieran especializarse en la ciencia de la divina palabra.

miércoles, 13 de agosto de 2014

OFRECER LA OTRA MEJILLA

CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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OFRECER LA OTRA MEJILLA
     ¿Cómo se concilian entre sí las frases de Cristo sobre el perdón? En el Sermón de la Montaña ordena realmente a los que le siguen: «Si alguno te hiriere en la mejilla derecha, vuelve también la otra» (Mateo, V, 39). Pero ordena también: «Si tu hermano pecare contra ti, ve y corrígele estando a solas con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano» (Mateo, XVIII, 15). Con el término «corrígele» evidentemente se entiende un reproche, como se desprende de lo que sigue: «Si no hiciese caso de ti, todavía válete de una o dos personas..., y si no los escuchare, díselo a la Iglesia; pero si ni a la Iglesia oyere, tenlo como por gentil y publicano» (XVIII, 16-17). ¿Hay, por tanto, un limite en el perdón? No parece, porque Cristo dijo también: «Si siete veces al día te ofendiere, y siete veces al día volviere a ti diciendo: Pésame, perdónale» (Lucas, 17, 4).
     Parece, por tanto, que nos hallamos ante una contradicción, entre el perdón ilimitado y sus efectivas limitaciones. (E. V.— Módena.)


     Como se ve, señor E. V., he respetado su deseo de que su objeción se cítase integra. Y valía la pena hacerlo, dada su importancia, aunque la solución sea fácil y rápida.
     En el enemigo es preciso distinguir la persona humana, unida — en acto o en potencia— a su Jefe, Jesús, y a nosotros, como miembro del Cuerpo místico y el mal de su pecaminosa enemistad. El amor de caridad —que implica el perdón cordial y excluye siempre el espíritu de venganza— se mantiene hacia la persona del culpable, no por la maldad cometida por él, la cual es un desorden que puede y a veces debe repararse con la pena conveniente. No será, pues, venganza, sino reparación.
     Esta reparación —nótese bien— nace también del amor: hacia si mismo, hacia los demás, hacia el enemigo. Tiende realmente a la legítima defensa de los bienes propios y ajenos, evitando daños que se llegarían a sufrir por la imposición del prójimo, o que llegarán a sufrir los terceros; tiende a la enmienda del reo, tiende a conservar el orden de la justicia y a defender el honor mismo de Dios, fuente suprema de justicia y vengador de toda injusticia. Sólo al primer fin —legítima defensa de los bienes propios— se puede e incluso es meritorio en ciertos casos renunciar por amor al sacrificio, aunque el no hacerlo no vaya contra el precepto de la caridad y del perdón.
     Es evidente además que, porque esa reparación nace verdaderamente de la caridad, la pena que se infiere legítimamente al enemigo no se debe amar en sí misma, sino sólo en los susodichos efectos suyos benéficos. Lo cual no es en modo alguno una distinción farisaica, sino fundada en la psicología natural: el padre, por ejemplo, no ama el sufrimiento del hijo castigado; es más: sufre con ello, pero ama su enmienda.
     El ofrecer la otra mejilla es un modo casi paradójico —acorde con el estilo oriental—.de expresar ese perdón interior. El corregir al enemigo o expulsarlos a látigo, como hizo Jesús con los profanadores del templo, indica el derecho o incluso a veces el deber de defenderse, de corregir, de reparar. Es la clásica coexistencia, en la vida humana, del aspecto moral interior y del aspecto jurídico exterior. Son aspectos distintos, no antagónicos, sino complementarios.
     Para terminar: al enemigo no se le ama —y perdona— en cuanto enemigo, sino en cuanto hombre; y el castigo eventual (jamás dictado por espíritu de venganza) no se le impone en cuanto hombre, sino en cuanto enemigo. Con su acostumbrada sencillez y claridad, oigamos al Aquinatense: «Amar a los enemigos en cuanto enemigos es perverso y contrario a la caridad, porque significa amar el mal ajeno... En cambio, en cuanto hombres y capaces de la bienaventuranza, según esto debemos amarlos» (Summa Theol., II-II, 25, 8).

BIBLIOGRAFIA
Bibliografía de la consulta 32. Santo Tomás: Summa Theol., II-II, 25, 8 : 83, 8.

Pier Carlo Landucci
CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE

jueves, 7 de agosto de 2014

LA INTEGRIDAD DEL CREDO

Por el Dr. Homero Johas
     1.- La existencia de la Iglesia Católica es de necesidad absoluta para la salvación como medio sine qua non, por cuanto es dogma de fe inmutable: "Fuera de la Iglesia no hay salvación". Luego el ecumenismo es una religión falsa.
     2.- La elección de un Sucesor visible de Pedro es de necesidad absoluta para la existencia de la Iglesia porque: "Donde no existe gobernante el pueblo se dispersa" (Prov. XI, 14). Es de Derecho divino. Luego la secta de los acéfalos es una religión falsa.
     3.- El Sacramento del Orden es de necesidad absoluta para la existencia de la Iglesia, porque el Sucesor de Pedro es el obispo de Roma, el Sumo Pontífice. Luego es herética la secta de los que no quieren Sacramentos lícitos.
     4.- Un hereje no es Sucesor valido de Pedro porque no tiene unidad de fe, se separa de la unidad de la Iglesia. Luego es herética la secta que reconoce su poder nulo.

     Por esos cuatro puntos son rechazadas las sectas de los ecuménicos, de los acéfalos, de los que niegan los Sacramentos lícitos en caso de necesidad y de los que reconocen a los "papas" separados de la fe.
Traducción:
R. P. Manuel Martinez H.

Piedad.

   ¿No hemos quedado en que tu misión es la de ser el ángel de tu hogar?
     ¿Dónde apoyan su actuación benéfica los ángeles? En Dios.
     Los que guardan a los hombres, los que nos acompañan a través de nuestra existencia, los que nos apartan del barro y nos empujan hacia el cielo, los que nos muestran los obstáculos y nos enseñan interiormente a superarlos, son los mismos que ante el trono del Señor cantan el eterno Santo, Santo, Santo.
     Un ángel no quiso dar a Dios el debido acatamiento, y se hundió para siempre en la desgracia, arrastrando tras de sí a multitud de ángeles. El ángel desconectado de Dios es el demonio, que pone a los hombres la piedra de la tentación con que tropiecen y se estrellen.
     ¡Pobres chicas que se olvidan de Dios, se desconectan de El, no le dan el debido acatamiento o se lo dan de mera fórmula! Se hunden en la desgracia, arrastran tras de sí a los suyos y se convierten o contribuyen a convertir su casa en un infierno.
     No elevan a sus familiares hacia Dios, no les suavizan el camino de la vida; al contrario, lo llenan de obstáculos con los que aquéllos tropiezan y se estrellan.
     El ángel no puede desconectarse de Dios. Siempre unido a El si no quiere dejar de ser ángel.
     A Dios se le encuentra en la Eucaristía, y la comunión hace del pecho del comulgante un sagrario vivo donde mora Dios. Y si mora Dios, mora esa gracia sobrenatural suya que diviniza el alma dándole potencialidades morales superiores a las de la naturaleza.
     «De la asistencia al santo sacrificio de la misa y de la frecuencia a la Mesa eucarística sacaréis fuerzas para mantener la pureza de la mente y de las costumbres y para vuestra vida familiar», decía el Papa Pío XII, dirigiéndose a las madres obreras (Discurso del 15 de agosto de 1945).
     A Dios encontrarás en tu propia casa cuando no puedas ir a la iglesia a visitarle. Dios está en todas partes, y se complace en habitar de manera especial, con sus predilecciones, en los hogares cristianos.
     Reza por los tuyos ante la imagen entronizada del Sagrado Corazón, ante el Crucifijo.
     Reza por los tuyos, sí. Cuando te he hablado en detalle de tus deberes para con tus padres, hermanos y demás familiares, apenas he tocado el deber de rezar por ellos.
     Lo he querido dejar para este capítulo, a fin de no fatigarte, alargándome demasiado, y de ponerlo aquí más de relieve.
     Permíteme que te insista: Toda obra de santificación es fruto de la gracia sobrenatural, y ésta se obtiene para otros por medio de la oración.
     Cuando rezas por tus familiares das a la llave de paso que hace circular el agua de la gracia hasta caer abundante sobre sus almas.
     A los pies del Sagrario, ante el Crucifijo, ante la imagen de María, la primera intención que encomiendes debe ser el bienestar sobrenatural y terreno de tus padres, hermanos y demás familiares, y entre las tuyas particulares, una de las primeras, el cumplimiento de tus deberes hogareños.
     Influye cuanto puedas para saturar tu hogar de vida piadosa.
     Los cuadros y demás elementos de decoración suelen reflejar el espíritu de los moradores de la casa.
     ¿Qué pregonan las pinturas y cuadros de la tuya, las figuritas y bibelots que la ornamentan? ¿La frivolidad y desaprensión del paganismo moderno o la espiritualidad y elevación del Cristianismo?
     Al hacerte mayor, tu mamá te ha dado cierta beligerancia en la organización de la casa, y le gusta que la ayudes e introduzcas en ella corrientes nuevas que la rejuvenezcan.
     Las chicas mundanas, inconscientemente, se dejan llevar del ambiente de mundanalidad que impregna su vida y lo meten en su hogar a través de figuras, cuadros y adornos; pero las verdaderamente cristianas, las que han hecho del Evangelio norma de vida, van dejando la huella de Cristo sobre las paredes y los muebles.
     Un detalle no falta nunca en la habitación de una muchacha piadosa: una imagen de la Virgen, en grabado o en talla.
     Un cuarto de soltera sin este detalle resulta incompleto. Podrá estar decorado con primor y amueblado hasta con lujo, y, sin embargo, allí falta algo. Es como un cielo sin sol, como un jardín lleno de flores envuelto en las tinieblas de la noche, como la sonrisa en el rostro de un ciego, como un palacio rebosante de juventud donde se echa de ver la ausencia de la madre.
     Esto es precisamente lo que pasa; allí falta la Madre celestial.
     El cuarto de soltera sin imagen de María da la impresión de ser el dormitorio de una huérfana.
     ¿A quién acudirá a pedir luz en los múltiples problemas de juventud? ¿Dónde beberá abnegación, dulzura, optimismo y alegría en el sacrificio, si no le es fácil poner sus ojos en los celestiales de la Madre Pura qué irradia la luz divina, vivida en la práctica del Evangelio?
     Puede hacerlo en la iglesia; pero el acceso al templo no le es posible en cualquier momento.
     Una imagen de la Virgen que sea tuya, tu Virgencita, a la que dirijas tu primera mirada por la mañana cuando, al despertarte, das la luz; con quien tropiecen tus ojos constantemente, mientras te arreglas o charlas en la intimidad con tu hermana, lees en secreto tus cartas o piensas o sueñas o planeas; a quien dirijas tu vista en demanda de auxilio en los momentos difíciles; ante quien te arrodilles por la noche para examinar tu conciencia.
     Tu Virgencita, la que cubras con tus besos; la testigo muda de tus intimidades, de tus alegrías y tus tristezas, de tus sonrisas y tus lágrimas; tu confidente a quien todo cuentes y con quien todo consultes y a quien todo encomiendes.
     Contagia de tus fervores marianos a toda la familia.
     Dice el Papa que la devoción a María es la mejor garantía de bienestar y felicidad doméstica. Y añade:
     «¡Tantos títulos tiene María para ser considerada como la Patrona de las familias cristianas, y tantos tienen éstas para esperar de Ella una particular asistencia!
     María conoció las alegrías y las penas de la familia, los sucesos alegres y los tristes; la fatiga del trabajo diario, las incomodidades y las tristezas de la pobreza, el dolor de las separaciones. Pero también los goces inefables de la convivencia doméstica, que alegraban el más puro amor de un esposo castísimo y la sonrisa y ternezas de un hijo que era al propio tiempo Hijo de Dios.
     María Santísima participará por eso con su corazón misericordioso en las necesidades de vuestras familias, y traerá a éstas el consuelo de que se sienten necesitadas en medio de los inevitables dolores de la vida presente, así como bajo su mirada materna les hará más puras y serenas las dulzuras del hogar doméstico» (Discurso del 10 de mayo de 1939 en Pio XII y la familia cristiana).
     Fomenta, en cuanto te sea posible, la antigua práctica cristiana de recio abolengo español: el rezo familiar del Santo Rosario.
     Si las personas humanas tenemos obligación de rendir culto a Dios de quien somos criaturas y de cuya misericordiosa benignidad todo lo esperamos, la familia que de El, en la misma forma depende y de cuyo socorro necesita, tiene el mismo deber.
     La mejor manera de que la familia adore a Dios es que se reúna para dirigirle sus plegarias por medio de la que es Madre de ambos. La Iglesia lo ha entendido así, y a través de largas centurias por la noche se reunían los familiares a rezar el rosario a María.
     Solía rezarlo, en general, el padre, y todos, incluido el servicio, le acompañaban.
     Gracias a Dios, esta práctica tan cristiana y tan fecunda en bendiciones celestiales, se está restaurando en muchos hogares, y cuenta entre sus propagandistas a numerosas muchachas piadosas.
     Introducen algunas en sus casas esta costumbre muy suavemente. Comienzan por invitar a rezarlo a su mamá o a sus hermanas, o bien sin hacer nada mientras tanto, o durante uno de los ratitos en que se hallan reunidas, entregadas a la costura, si es que lo primero no resulta viable por exceso de trabajo o porque el clima religioso no es muy elevado. Poco a poco, procuran ir agregando a sus hermanos pequeños; en ciertos días señalados invitan a su papá y a los hermanos mayores. Insensiblemente, la práctica gana terreno y se constituye en una distribución antes de cenar o en cualquier otro momento propicio.
     En la Roma pagana, en las casas se rendía culto a los dioses lares, y en ciertas fiestas se les obsequiaba con guirnaldas de rosas. En los hogares cristianos a Dios le honramos ofreciéndole, a través de la Virgen, guirnaldas de rosas espirituales que jamás se ajan ni marchitan. Eso es el rosario familiar.
     Tiene un complemento en la piedad hogareña: la bendición de la mesa al comienzo de las comidas.
     ¿Existe esta buena costumbre en tu casa?
     Feliz tu familia cuando llegue a constituirse en realidad, lo que diariamente imploráis.
     «El Rey de la eterna gloria nos haga participantes de la mesa celestial.»
Canonigo Emilio Enciso Viana
LA MUCHACHA EN EL HOGAR