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lunes, 1 de agosto de 2011

FENOMENOS PSICO-FISICOS. I.- Apariciones

I. - APARICIONES
Hemos hecho alusión a las apariciones en ocasión de la Vida mística. Hemos distinguido las visiones intelectuales, las imaginativas y las corporales. Es a éstas que se aplica más especialmente y más exactamente la palabra "aparición". Parece que hay percepción corporal de un objeto exterior. Si se cierran los ojos, el objeto ya no se ve; en cambio la visión imaginativa sigue subsistiendo en esas condiciones. La visión imaginativa es de orden puramente psicológico; no volveremos sobre ella. La aparición es de orden psico-físico y en este orden se asemeja a fenómenos de los que se puede distinguirla.

1. Apariciones divinas
La Sagrada Escritura relata diversas circunstancias en que Dios se ha mostrado a los hombres bajo una apariencia corporal.
Recordemos la aparición que precedió la ruina de Sodoma y Gomorra:
"El Señor apareció un día a Abraham en el valle de Mambré, mientras estaba sentado a la puerta de su tienda, en el calor más fuerte del día.
Abraham levantó los ojos; tres hombres aparecieron cerca de él... Después que comieron, le dijeron..." (Génesis, XVIII).
Ahora bien, uno de ellos era el Señor, que le predijo el nacimiento de Isaac y decretó la destrucción de Sodoma.
Después del Éxodo, cuando Dios habla a Moisés sobre el monte Horeb, le apareció bajo la forma de la llama de un zarzal ardiendo:
"Entonces el Señor se le apareció en una llama de fuego que salía de un zarzal, y vio el zarzal arder sin ser consumido. Moisés dijo entonces: Es necesario que vaya a reconocer qué es el milagro que veo y por qué ese zarzal no se consume. Mas el Señor, viéndolo venir para considerar lo que veía, lo llamó del centro del zarzal y le dijo: Moisés, Moisés... Y le dijo también: Yo soy el Dios de vuestro padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Moisés se cubrió el rostro porque no se atrevía a mirar a Dios..." (Éxodo, III, 1-6).
Y más tarde sobre el Sinaí:
"El Señor le dijo: Yo vendré a vosotros en una nube sombría y oscura, para que el pueblo me entienda cuando yo os hablaré y para que os crea en seguida...
Todo el monte Sinaí estaba cubierto por el humo, porque el Señor había descendido sobre él en medio del fuego. El humo se elevaba como de una hoguera; y toda la montaña producía terror..." (Éxodo, XIX, 9-18).
En una aparición ulterior:
"La gloria del Señor descansa sobre el Sinaí, envolviéndolo con una nube durante seis días, y el séptimo día Dios llamó a Moisés en el medio de esa oscuridad. Lo que se veía de esa gloria del Señor era como un fuego ardiente en lo más alto de la montaña, que se dejaba ver por todos los hijos de Israel". (Éxodo, XXIV, 16-17).
En el Evangelio, el Espíritu Santo apareció en el bautismo de Nuestro Señor:
"Bautizado así Jesús, mientras hacía su oración, el cielo so abrió. Y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal como una paloma: y se oyó esta voz que venía del cielo: Sois mi hijo bien amado; es en vos que he puesto todo mi afecto. . ." (Lucas, III, 21-22).

Las Actas de los Apóstoles nos relatan la aparición de Pentecostés, a los discípulos reunidos:
"Se oyó de pronto un gran ruido, como de un viento violento e impetuoso que venía del cielo y llenaba toda la casa, donde estaban sentados.
Al mismo tiempo vieron aparecer como lenguas de fuego que se dividían y se detenían sobre cada uno de ellos.
E inmediatamente todos estuvieron llenos del Espíritu Santo..." (II, 2-4).

Las apariciones de Nuestro Señor son numerosas. Santa Margarita María fué particularmente favorecida con ellas. Un viernes, mientras estaba expuesto el Santísimo Sacramento, posiblemente al día siguiente del Corpus de 1674, Jesús se presentó a la Santa "todo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles, y de esa sagrada Humanidad salían llamas por todas partes, pero sobre todo de su admirable pecho, que parecía una hoguera; y al abrirse, me descubrió su Corazón todo amoroso y todo digno de amor, que era la fuente viva de esas llamas".


2. Apariciones de la Santa Virgen
Estas apariciones son numerosas en la historia del Cristianismo. Muchos Santos han sido favorecido con ellas a título particular. Otras veces la Virgen ha aparecido para irradiar su acción sobre muchedumbres.
Entre las apariciones recientes, recordamos la de Lourdes; desde el 11 de febrero hasta el 18 de julio, la Virgen apareció dieciocho veces a la humilde pastora Bernardita. La claridad y precisión de las descripciones dadas por Bernardita, la ausencia de toda reticencia o contradicción durante el curso de los múltiples interrogatorios a que fué sometida, su piedad, su humildad, "su naturaleza calma, simple y dulce", de acuerdo con las palabras de su médico de Névers, el Dr. Roberto Saint-Cyr, la normalidad de su estado psíquico durante los 21 años que vivió todavía, garantiza la autenticidad de sus visiones de 1858. El descubrimiento de la fuente de la Gruta que le hizo hacer la Aparición, los innumerables milagros que han ocurrido, la confirman. Por eso, hecho excepcional en los anales de la Iglesia, Pío X, el 13 de noviembre de 1907, extendió a la Iglesia universal y declaró obligatoria en la fecha del 11 de febrero, la Fiesta de la Aparición que León XIII había autorizado. Hacía ocho siglos que no se admitía en la liturgia general ninguna aparición.
Aparición de la Virgen en Pontmain (Mayenne), el 17 de enero de 1871:
"Cuatro niños de nueve a doce años y dos más chicos vieron en el cielo, hacia las seis de la tarde, una Dama grande y hermosa vestida con un largo manto azul sembrado de estrellas de oro y la frente ceñida con una corona también de oro. Una cinta blanca se desenrollaba a sus pies y una mano invisible trazaba en ella una a una grandes letras de oro, que los niños iban deletreando a medida que aparecían: "Rogad, hijos míos. Dios os escuchará pronto. Mi hijo se deja conmover." La aparición concluyó hacia las 9. Había durado alrededor de tres horas. Once días más tarde se firmaba el armisticio. Monseñor Wicart, obispo de Laval, hizo realizar una investigación canónica, la que estableció que los niños no habían querido engañar a nadie, no habían sido engañados o sugestionados por nadie y tampoco habían sido víctimas de una ilusión visiva o de una alucinación. Por lo tanto autorizó en la diócesis el culto de Nuestra Señora de la Esperanza de Pontmain, aprobado por el Breve del 10 de marzo de 1924, en las cinco diócesis de Bretaña. Se han registrado curaciones milagrosas, médicamente comprobadas."

3. Apariciones angélicas
Son frecuentes en la Biblia, como en el caso de los ángeles que fueron a Sodoma, entraron en la casa de Lot y comieron y salvaron a él, a su mujer y a sus hijos; o como en el caso del arcángel Rafael que acompañó a Tobías en su viaje. Vemos al arcángel Gabriel aparecer a Zacarías y anunciarle el nacimiento de Juan Bautista. Le vemos aparecer a María después, y prepararla al misterio de la Encarnación. Un ángel se halla en el sepulcro, después de la Resurrección, y son dos ángeles que después de la Ascensión despiden a "los hombres de Galilea".
Muchos místicos tuvieron una visión corporal de los ángeles: Juana de la Cruz, Santa Francisca Romana, Dominga del Paraíso, Colomba de Rieti, Santa Rosa de Lima, Lorenza Lorini, Guillermo de Narbona, Gauterio de Estrasburgo, Nicolás de Ravena y varios otros. El Padre Lamy (1853-1931), tan apreciado por P. Termier, entre las innumerables apariciones de espíritus celestes, con que fué favorecido, tuvo las de los ángeles visibles o audibles por terceras personas.

4. Apariciones diabólicas
Los ángeles caídos tienen también la facultad de aparecer a nuestros ojos bajo formas físicas. Son célebres las luchas del gran San Antonio en el desierto contra los ataques visibles del demonio y se sabe que San Juan Bautista Vianney fué también víctima de persecuciones demoníacas de ese estilo.

5. Apariciones de los muertos
La aparición de Santos y Santas son frecuentes en la historia religiosa. Nos limitaremos a recordar las declaraciones de Santa Juana de Arco, durante su proceso acerca de las apariciones de ángeles y difuntos, con las que fué favorecida:
"El 27 de febrero, durante el cuarto interrogatorio, después de haber declarado que la voz que le apareció primeramente era San Miguel, ella agregó: —Yo lo vi ante mis ojos: no estaba solo, sino más bien rodeado de ángeles. —¿Habéis visto realmente a San Miguel y los ángeles con sus cuerpos? —Yo los he visto con mis ojos corporales tan bien como os veo a vos; y cuando me dejaron, yo lloraba, porque hubiera preferido que me hubiesen llevado con ellos.
Ella reconoce a los Santos por el saludo afectuoso que le dirigen; después de cada aparición ella besa el suelo en el sitio en que se han pisado los enviados de Dios; y el sábado 17 de marzo, ella admite que el ángel se le ha mostrado bajo una forma humana, en la forma de un verdadero hombre respetable.
Estas afirmaciones de una conciencia tan sincera y despierta, no podrian ser más explícitas ni más significativas, Juana ha visto a los ángeles con los ojos de su cuerpo tan perfectamente como veía a sus jueces; ella contempló a los Santos, creyó en su realidad e identidad con la misma seguridad con que cree en Dios; ella es también inquebrantable en su fe en las palabras y en los actos de San Miguel, que se le apareció, como en su creencia en Nuestro Señor Jesucristo, padeciendo la pasión y la muerte por nosotros.
No es absolutamente posible a la heroica acusada formular con una energía más tranquila y poderosa la verdad de la percepción muy neta y muy determinada de los seres sobrenaturales que la visitaron; de su forma individual, sensible, sustancial, de sus distinciones de acuerdo con su pensamiento, su cerebro, su personalidad...
Ella tendió a Santa Catalina su mano confiada, y santificada por ese apretón misterioso, el anillo que ella lleva se ha vuelto valioso: Interrogada por qué miraba con placer ese anillo, cuando iba a la guerra, responde que... teniendo su anillo en el dedo, ella había tocado con ese dedo a Santa Catalina que se le había aparecido.
¿Habéis alguna vez besado y abrazado las Santas Catalina y Margarita? —Yo las he abrazado a las dos. —¿Exhalaban ellas buen olor? —Es bueno saber que tenían buen olor. —Al abrazarlas, ¿habéis sentido calor o alguna otra cosa? —Yo no podía abrazarlas sin sentirlas o tocarlas.
¿Cómo es posible afirmar la objetividad y la exterioridad de las apariciones, mejor que con el ejercicio y la sensación del tacto? Se trata de personas verdaderas, reales, y no de fantasmas deliciosos pero inasibles, que Juana cree haber estrechado entre sus brazos.
Por eso, cuatro sentidos de la vidente, el oído, la vista, el olfato y el tacto fueron afectados por fenómenos extraordinarios y sus percepciones fueron muy vivas, parecidas a las que producen de ordinario los objetos exteriores". (Chassagnon).
Por otra parte, sus apariciones carecen de relación con las imágenes de Santos que ella haya podido tener bajo sus ojos. Se le preguntó acerca de los ángeles representados en sus estandartes: ¿Habéis hecho pintar a los ángeles como vinieron hacia vos? —No, solamente del modo en que se les pinta en las iglesias.
Las apariciones de Santa Teresa del Niño Jesús, objeto de una investigación canónica, se efectuaron sobre el Carmelo de Gallípoli en el año 1910, en relación con sumas de dinero, cuya existencia ha corroborado la realidad de la aparición.
Las apariciones de almas del Purgatorio son extremadate numerosas; casi siempre, tienen por fin provocar oraciones y Misas en su favor, para hacer cesar su castigo. Esas apariciones, a menudo han dado pruebas materiales de su autenticidad. Un misionero apostólico, el R. Padre Jouet, se esforzó en reunir en un Museo del Purgatorio, anexo a la iglesia del Sagrado Corazón en Roma (Lungo Tevere Prati, N- 12), la documentación concerniente a esas apariciones. Analizó minuciosamente alrededor de 300 casos extraordinarios, consistentes en su mayoría en impresiones de manos de fuego, marcadas en la madera, sobre vestidos, sobre libros u otros objetos. Max Marin ofreció varias reproducciones en su libro.
Extraemos de la revista Les Croisés du Purgatoire, de julio de 1934, un ejemplo reciente y auténtico de una aparición de esa clase:
"En 1887, falleció en Jerusalén un religioso dominico muy conocido, el padre Mathieu Lecomte... La religiosa (que lo cuidara) rezó por el difunto algunas semanas y, llevada por sus ocupaciones, como ocurre, lo olvidó.
Ahora bien, un día, mientras trabajaba en su habitación, ella oye de pronto un ruido espantoso; un olor extraño y molesto, análogo al del azufre y del humo se hizo sentir, y una voz suplicante que ella reconoció inmediatamente por la del religioso fallecido, le dirigió estas palabras:
—Hija mía, orad por mí. Yo sufro horriblemente... Y todo se disipó poco a poco.
Quince días después, se repiten los mismos fenómenos con menor intensidad. El difunto declara que ha sido aliviado por las oraciones, comuniones, rosarios, penitencias y otras obras buenas de la religiosa y agrega:
—Gracias, hija mía; vuestra caridad me ha sido útil, vuestras oraciones han sido un rocío abundante que cayó sobre las llamas y suavizó su ardor... Id a ver al superior del convento fundado por mí y pedidle de mi parte, para mi completa liberación, una novena de Misas.
Sin retardo, ella transmitió el mensaje. El Padre Menier, que la recibió, la escuchó sin manifestar sus sentimientos ante la extraña narración; pero mientras la acompañaba hacia la puerta de salida, muy gentilmente, para despedirse de ella, pensó en una alucinación. Sin embargo, después de la partida de la Hermana, reflexionando acerca del acento de convicción de la misma, acerca de su buen sentido notorio, acerca de su virtud que no permitía suponer una mentira, se dijo: "Yo celebraré las nueve Misas. Aunque se trate de una ilusión, el Padre Lecomte tendrá un beneficio de ellas". Y desde el día siguiente, sin decir a nadie una sola palabra de lo que había ocurrido, comenzó la novena.
Al final del noveno día, los religiosos de la comunidad volvieron por la noche a sus celdas, para tomar su descanso. Un excelente Hermano converso, de carácter positivo, activo y menos soñador que los demás, oyó golpear a su puerta.
— ¡Adelante! —contestó.
Y ¡cuál no fué su asombro viendo entrar al Padre Mathieu Lecomte, resplandeciente y desbordante de dicha! El difunto se adelantó hacia él sonriendo, como cuando era vivo, y le pidió noticias del convento.
—Padre, estamos bien. ¡Qué vacío nos ha dejado vuestra partida!
—¡Animo! —le respondió él—. Yo subo al cielo. Desde allí arriba os seré más útil que en la tierra.
Diciendo esto, estrechó afectuosamente la mano del religioso... con un vigor tal que éste se resentía del apretón varios días después. Luego volvió hacia la puerta de la celda, que cerró tras de sí, después de haber salido. El Hermano se apresuró a reabrirla, pero no vio ni oyó más nada: estaba en la soledad de la noche.
El Hermano corrió inmediatamente muy agitado en busca del Superior y le narró lo que acababa de ocurrir, con la emoción que es fácil imaginar. El Superior comparó los datos tan concordantes de las dos apariciones y las apariciones de los dos testigos que no se habían visto y cuya buena fe le ponía a cubierto de toda sospecha. Él mismo no relató todos los hechos en Lyon algunos meses más tarde; los oímos de sus labios y en Jerusalén hicieron mucha impresión.
Cuando en 1900 tuvimos el gran consuelo de hacer un viaje a Palestina, nos cuidamos de abandonar la Ciudad Santa, sin interrogar a la religiosa enfermera y al Hermano dominico. Ambos repitieron el relato que acabamos de hacer, con sencillez y sin una sombra de vacilación". (A. Body).
San Juan Bosco,
el 3 de abril de 1839, tuvo una aparición de su amigo el abate Comollo, fallecido el 2. Ella consistió en un ruido de trueno, acompañado de un temblor de toda la casa, en una luz extraordinaria que llenó todo el dormitorio donde se hallaba San Juan Bosco con veinte seminaristas, y en una voz que, durante un período de silencio absoluto, decía: "Bosco, estoy salvado". San Juan Bosco fué el único que comprendió las palabras pronunciadas, pero los veinte seminaristas oyeron la voz y fueron testigos de los fenómenos luminosos y sonoros que los llenaron de temor (Auffray: St. Jean Bosco. Vitte, Lyon-París, 1929).

6.- Materializaciones mediúmnicas
Tomamos dos ejemplos del Traite de C. Richet.
Sir W. Crookes, durante experiencias con su médium, la señora Cook, fué testigo de apariciones repetidas, muy curiosas, de una niña, que se hacía llamar Katie King. En marzo de 1874 escribió:
"El 2 de marzo, durante una sesión en mi casa, Katie después de caminar entre nosotros, se retiró detrás de la cortina y un instante después me llamó diciendo: Entrad en la habitación y sostened la cabeza del médium. Katie estaba de pie ante mi, vestida con su ropa habitual de color blanco y cubierta con su turbante. Me dirigí hacia la biblioteca para levantar a la señora Cook, y Katie dio unos pasos de costado para dejarme pasar. En realidad, la señora Cook se había deslizado y tuve la satisfacción de comprobar que el médium no vestía ya el traje de Katie, sino que llevaba su traje normal de "velours" negro... No habían transcurrido más de tres segundos entre el momento en que vi a Katie ante mí y el instante en que levanté a la señora Cook sobre el sofá... Otro día Katie me dijo que ella podía hacerse ver al mismo tiempo que la señora Cook... Yo vi a ésta vestida de "velours" negro y con toda la apariencia de estar dormida. No se movió cuando tomé su mano. Levantando la lámpara, miré en torno mío y vi a Katie que estaba de pie muy cerca de la señora Cook y detrás de ella. Estaba vestida con una capa blanca y flotante...
Katie tiene seis pulgadas más de altura que la señora Cook. Ayer, con los pies desnudos, tenía cuatro pulgadas y media más que la Cook. Tenía el cuello descubierto, sin la cicatriz que la Cook muestra en ese lugar. Sus orejas no está perforadas, su color es muy blanco y sus dedos son mucho más largos que los de la señora Cook".
Más tarde, Sir W. Crookes dijo:
"Frecuentemente levanté un lado de la cortina y no fué rara la vez que las siete u ocho personas que se hallaban en el laboratorio, pudieran ver al mismo tiempo que a la señora Cook, también a Katie, bajo la iluminación plena de la luz eléctrica. No podíamos ver la cara del médium por el chal, pero advertíamos sus manos y sus pies: la veíamos retorcerse dolorosamente y oíamos sus quejas".

Otro experimentador, Fl. Marryat, relata:
"Katie King se colocó a lo largo de las paredes del salón, los brazos levantados en el aire, como si hubiera estado en una cruz. Se encondieron tres grandes picos de gas, que proyectaron una luz viva. El efecto fué asombroso. Katie quedó alrededor de un segundo como estaba, luego comenzó a desintegrarse gradualmente. Primeramente, los rasgos se tornaron nebulosos, los ojos se hundieron en sus órbitas, la nariz desapareció, como también el hueso de la frente. Luego pareció que se descompusieran los miembros y cayeran en pedazos al suelo. No quedó al final más que una parte de la cabeza y paquete de vestidos blancos, luego todo desapareció.
En una sesión en casa de Luxmore, un señor Volkmann se levantó y aferró a Katie King por la cintura, gritando: ¡Es el médium! Henry Dunphy notó que Katie perdía sus brazos y sus piernas. Se escapó de Volkmann, se deslizó entre sus brazos y desapareció sin dejar rastros. Inmediatamente se halló a la señora Cook, atada, con dos nudos intactos.
Más adelante, el Dr. Richet escribe:
El Dr. P. Gibier, eminente fisiólogo, director del Instituto Pasteur de Nueva York, hizo con la señora Salmón una hermosa y definitiva experiencia. Experimentó en su casa, en el laboratorio. Hizo construir antes una jaula especial de hierro, cuya puerta se cerraba con llave; puso la llave en su bolsillo y cubrió la cerradura con sellos postales. La señora Salmón estaba encerrada en esa jaula. Después de un período muy breve de tiempo, cuando se hizo la oscuridad, se vio unas manos, unos pies, luego formas vivientes que salían de la jaula; un hombre, una mujer, más a menudo una niña, Mandy, alegre y sonriente. Luego la misma Salmón salía de la jaula y caía medio desvanecida sobre el pavimento. Sin embargo, los sellos estaban intactos y la puerta de la jaula no había sido abierta. En un segundo experimento más demostrativo aún, la jaula de hierro fué reemplazada por un gabinete de madera, especialmente construido, y también cerrado herméticamente; además, la señora Salmón fué ligada sólidamente a las paredes del gabinete con cuerdas selladas. No bien se hizo la oscuridad, en seguida, veinticuatro segundos después, aparecieron fuera del gabinete un gran antebrazo y una mano izquierda, desnudos. Luego otra forma se movió fuera del gabinete.
Después de algunos minutos de espera, un objeto blanco, grande como un huevo, fuera del gabinete, se desarrolló en altura. Entonces salió del gabinete una mujer, al parecer, viva. Las señoras D. y B. la reconocieron. Esa persona fantasmal hablaba francés muy correctamente (la Salmón habla apenas algunas palabras, pero esta diferencia no significa nada). La aparición persistió durante dos minutos. Gibier pudo distinguir sus rasgos. Era delgada, de unos veinte a veinticinco años en apariencia, mientras que la Salmón es corpulenta y tiene cincuenta años. Luego vino la pequeña Mandy, que mide sólo un metro de alto. Luego un hombre de gran talla, de quien Gibier pudo estrechar la mano, vigorosa, musculosa, bien masculina, Al rato, esta nueva forma se deshizo, se hundió, por decirlo así, en el pavimento.
Después de esta sesión emocionante, se comprobó que todo estaba intacto. La señora estaba siempre atada; la cinta de seda permanecía Cerrada alrededor del cuello, como antes de la sesión".

7.- Materializaciones parciales
Al lado de estas materializaciones totales, de las que C. Richet cita diversos ejemplos, producidos ante experimentadores entrenados, prácticos y de un espíritu crítico siempre alerta, se sitúan las materializaciones parciales: caras, miembros, manos, barras, hilos, expansión de formas diversas que parecen salir del cuerpo del médium, etc.
Un procedimiento muy interesante de verificación de estas materializaciones es el del moldaje.
En 1921, en el Instituto de Metapsíquica, los doctores Richet y Geley hicieron experimentos con el médium polaco Kluski. Se colocó delante de él un baño de parafina fundida. A escondidas de todos los asistentes, los doctores Richet y Geley habían introducido en la parafina una cantidad de colesterina. Durante la sesión, las manos del médium fueron aseguradas por uno de los experimentadores. Ahora bien, la primera vez se obtuvo el molde de una mano de niño, la segunda vez de dos manos de niño (la derecha y la izquierda); la tercera vez, apareció el molde de un pie infantil. Los pliegues cutáneos y las venas aparecían impresos en el moldeado. Los moldes presentaban la reacción de la colesterina, por lo tanto habían sido producidos con la parafina del laboratorio; por otra parte, los moldeadores profesionales que habían examinado los moldes después de la sesión, declararon, que, dada la estrecha abertura del puño, hubiera sido imposible retirar, sin romper el molde, la mano impresa. "Por consiguiente —dice el doctor Richet—, tenemos el derecho de afirmar que hubo realmente materialización, luego desmaterialización de una mano ectoplásmica (o fluídica), y creemos que es la primera vez que se han podido reunir condiciones de experimentación tan severas."

Apreciación de los hechos
Vemos que los datos de la historia, la experiencia de los místicos, el testimonio de las personas más diversas, concuerdan para confirmarnos la posibilidad y la frecuencia de apariciones inmediatas y objetivas de seres que tienen todas las apariencias de la vida y están dotados de personalidad.
Podemos reconocer en las apariciones religiosas y mediúmnicas algunos caracteres comunes: objetividad, personalidad, consistencia, palabra, y también posibilidad de formación y de desaparición instantánea, absolutamente independiente de la voluntad de los testigos o experimentadores.
Caracteres diferenciales: las apariencias mediúmnicas, generalmente, son progresivas en su formación y desaparición, mientras que esa modalidad es excepcional en las apariciones religiosas. Por otra parte, las apariciones mediúmnicas son deseadas por los experimentadores, que deben realizar condiciones favorables a su producción: presencia de un médium, grupo simpatizante, oscuridad; mientras que las apariciones religiosas son espontáneas y, en cierto modo, impuesta a los testigos y se producen sin relación con las condiciones de ambiente. Las apariciones religiosas tienen un fin útil, traen consecuencias importantes y son acompañadas de profecías que se cumplen, y milagros. Las apariciones mediúmnicas se producen para demostrar que son posibles, y eso es todo. Son a menudo débiles, confusas, fugaces; mas cuando son suficientemente marcadas, son perceptibles a todos los testigos y a las placas fotográficas. Las apariciones religiosas son netas, precisas, coloreadas, luminosas, pero a pesar de eso, selectivas, no siendo visibles más que por algunos privilegiados en una numerosa reunión.
Las apariciones diabólicas participan de las unas y de las otras: claridad, selectividad, espontaneidad de las apariciones religiosas; y en cambio inutilidad y alcance fantástico de su producción; provocación posible en condiciones especiales (evocación), como en las apariciones mediúmnicas. Advirtamos que apariciones de apariencia divina o santa, pueden ser provocadas por el Espíritu del Mal, para engañar: es la Iglesia la que debe decidir en cada caso.

Problema biológico
En caso de aparición, se plantea un doble problema:
a) El o los testigos ven o han visto realmente algo. Cuando la aparición es vista por todos, consume alimentos, transporta objetos, deja una marca material, la cuestión es simplificada, requiriendo solamente la verificación. Mas cuando la aparición es personal para una o varias personas, y sobre todo cuando se realiza en presencia de personas que no ven nada, entra en juego la investigación psicológica: ¿hay alucinación, mitomanía, engaño? Las discusiones a propósito de Beauraing son un ejemplo de la dificultad del caso y muestran el método que debe emplearse en tal caso: interrogatorio, siempre por separado, de los que han visto, y documentado por escrito; si es posible, aislamiento de los videntes uno de otro, si se anuncian otras apariciones, tanto durante el intervalo como durante su realización. En Pontmain, la aparición sucesiva de letras que los niños deletrearon, es un criterio excelente de la objetividad de la aparición, porque había entre ellos una suerte de apuesta a quien diría antes la letra en formación. En Lourdes, el éxtasis de Bernardita, la claridad y fidelidad de sus descripciones, el contenido de las palabras con relación a su mentalidad, el descubrimiento de la fuente, son factores inmediatos de autenticidad. Pero, ya que cada caso tiene sus características propias, es necesaria la improvisación de un control adecuado: son necesarios el método y la precisión.
b) ¿Es real la aparición y de qué naturaleza? El contacto de ciertas apariciones es análogo al de una persona viva, otras son frías, heladas: apariciones de almas del Purgatorio han dejado marcas como lo hubiera hecho un hierro al rojo. Algunas han comido. Otras, al contacto, se verificaron sin consistencia o, consistentes en el primer momento, se tornaban fluidas y desaparecían. La materialidad de la aparición hace pensar en superchería, su inmaterialidad en la alucinación: hay un doble escollo, y es necesario tratar de lograr la mayor seguridad posible, sobre todo si se trata de un hecho religioso.

Mecanismo de la aparición
El carácter de ciertas apariciones, la experiencia y la autoridad de la Iglesia nos garantizan el carácter milagroso de esas apariciones por acción directa de Dios. Dios se manifiesta visiblemente a los hombres ya sea realizando la condensación de la materia necesaria para formar el cuerpo accesible a nuestros sentidos, ya sea imprimiendo en nuestra retina su representación. También podrá permitir a un alma -y darle los medios de presentarse así.
Otras veces, no habrá milagro propiamente dicho; con el permiso de Dios, es verdad, pero por virtud de su poder normal sobre la materia, los ángeles buenos o malos pueden aparecersenos mediante la condensación de la materia o por acción sobre nuestros sentidos externos. O también pueden realizar la representación de un difunto y comunicarnos sus necesidades. Estas son las apariencias según el modo preternatural.
Mas ¿existe una posibilidad fisiológica en nuestro cuerpo, de proyectar ciertos elementos de su sustancia fuera de él y de montar completamente un fantasma, animado y personal? Eso parece muy inverosímil. Sin duda, la levitación de objetos a poca distancia de los miembros del médium (los más frecuentes), la aparición en ciertos casos de prolongaciones ectoplásmicas que unen el objeto de los miembros del médium, han llevado a ciertos autores a esta hipótesis. Mas la corriente eléctrica abastecida por el corazón y susceptible de actuar sobre el electrocardiógrafo, ¿permite deducir la posibilidad orgánica de hacer mover un dínamo? Por otra parte, si el fantasma es ectoplásmico, ¿cómo llevaría a su médium a la desesperación diciéndole adiós, como Katie King? Hasta la prueba contraria, las apariciones mediúmnicas de seres de apariencia viviente, parecen escaparse a las posibilidades fisiológicas y depender de acciones preternaturales, destinadas a sembrar la confusión en el espíritu humano.
Doctor Henri Bon
MEDICINA CATOLICA

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