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jueves, 22 de septiembre de 2011

Bautismo. Su eficacia. Su necesidad. Cómo, por quién y a quién se debe administrar. El bautismo de san Juan Bautista.

¿Puede bautizar un pecador o uno que no sea católico? ¿Qué me dice usted de algunos médicos sin fe que asisten a los partos y bautizan a los niños que nacen moribundos? ¿Por qué se bautiza de nuevo a los herejes que se convierten al catolicismo?
Por lo que toca a la validez, cualquier hombre o mujer que tenga uso de razón puede bautizar, sea quienquiera, pues la validez del sacramento no depende de la dignidad o indignidad del que lo administra (Trento, ses 7, can 12; De Bapt, can 4).
San Cipriano, que opinó lo contrario, fue condenado por el Papa Esteban, y lo mismo hizo el Concilio de Arlés con los donatistas el año 314. Esta ha sido la costumbre en la Iglesia católica.
San Vicente de Lerín, que menciona la carta del Papa a San Cipriano, dice que en ella se leía esta cláusula: "Nada se cambie; aténgase a la tradición." "El resultado fue—continúa San Vicente—que permaneció lo antiguo y tradicional, y lo nuevo fue rechazado" (Adv Haer 6).
Todo médico que esté bien instruido y sepa la fórmula de bautizar y quiera bautizar como bautizan los católicos, hace un acto de caridad muy hermoso bautizando a los recién nacidos que están en peligro de muerte, aunque él personalmente no practique religión alguna.
Al que se convierte al catolicismo, si ya está bautizado en otra religión o secta, se le bautiza de nuevo sub conditione, es decir, condicionalmente, pues la Iglesia católica no se fia de tales bautismos. Si, en efecto, el primer bautismo fue válido, este segundo condicional no tiene efecto alguno; si fue inválido, en este segundo queda válidamente bautizado. Se trata de asegurarnos de la validez.

Yo, como buen bautista, creo que el único bautismo verdadero es el de inmersión. ¿No fue Jesucristo bautizado por inmersión? Además, la palabra griega original "baptizein", ¿no significa sumergir? ¿No eran así bautizados los cristianos de la primitiva Iglesia?
La Iglesia católica enseña que el bautismo consiste en lavar con agua al mismo tiempo que se invoca la Santísima Trinidad (Trento, de Bapt, can 2).
La palabra griega baptizein, en los escritos profanos, significa mojar un objeto en agua o lavarlo, ya por aspersión, ya por inmersión.
En la Sagrada Escritura significa bañar o lavar (4 Rey 5, 14; Judit 12, 7; Marc 7, 3-4; Lucas 11, 38), o estar cercado de males (Isaí 21, 5; Marcos 10, 23; Luc 12, 50) o el sacramento del Bautismo,
con el cual el hombre queda limpio espiritualmente (Juan 3, 5; Mat 28, 19; Rom 6, 3).
Del bautismo de Jesucristo, según leemos en el Evangelio de San Mateo (3, 16), no se puede sacar conclusión alguna para lo que venimos tratando, pues el Hijo de Dios, como jamás cometió pecado, no necesitó ser lavado de él.
El bautismo de San Juan, aunque era superior en eficacia a las abluciones legales de los judíos, era esencialmente distinto e inferior al bautismo que instituyó Jesucristo (Trento, De Bapt, can 1).
No pasaba de ser una ablución meramente corporal y externa que no comunicaba gracia ni daba el Espíritu Santo, como San Juan mismo lo confesó (Marc 1, 8).
Como escribió Santo Tomás: "Preparaba los hombres para recibir la gracia, guiándolos para que creyesen en Jesucristo y excitándolos a arrepentirse de sus pecados" (Summa 3, q. 38, artículo 3). Por eso San Pablo rebautizó a los que ya habían sido bautizados por Juan. No habían recibido aún el Espíritu Santo (Hech 19, 2-5).
Los católicos admitimos que en la inmersión se cumple más plenamente el significado del sacramento, y ésa fue la costumbre en la Iglesia hasta los siglos XII y XIII; más aún: los griegos ortodoxos bautizan siempre por inmersión, juzgando este modo tan necesario, que creen erróneamente que es el único válido. Por eso, si algún latino se pasa a su Iglesia, lo rebautizan, decisión que tomaron en el Sínodo de Constantinopla el año 1756.
El Concilio de Trento, al definir que la Iglesia católica no yerra en lo que enseña sobre el bautismo, definió implícitamente la validez del bautismo por infusión, que es el modo actual de bautizar adoptado por la Iglesia (De Bapt, can 3).
La tradición divina nos dice que ya desde los principios del cristianismo se consideraba válido el bautismo por infusión, y aun por aspersión. Tertuliano, en su tratado sobre el bautismo, lo describe como "una aspersión con cualquier género de agua". San Agustín dice que el bautismo perdona los pecados, aunque el agua "no haga más que salpicar levemente al niño" (In Joan 80, 3).
Dígase lo mismo del bautismo de infusión con que se bautizaba a los inválidos—llamado bautismo clínico, de kline, cama—, del que nos habla Eugenio en su Historia eclesiástica (6, 43), más un documento del sigloI, llamado el Documento de los doce apóstoles, en el que se manda que se bautice por infusión cuando no hay agua suficiente para la inmersión (cap 8).
La Arqueología nos suministra un argumento muy poderoso que confirma lo que venimos diciendo, porque en los innumerables monumentos que se conservan, en los que se representa la administración del bautismo, jamás, nótese bien, jamás aparece el bautizado sumergido por completo en el agua; por el contrario, vérnosle siempre en pie en la corriente no muy profunda recibiendo en la cabeza el chorro de agua que sobre él derrama con la mano o con un vaso en que se le bautiza. Esto no es inmersión, sino infusión. Asimismo, los baptisterios primitivos de los cementerios de Santa Priscila, Ostriano y de Ponciano, prueban que los bautismos allí eran por infusión.
La costumbre es lavar tres veces al que se bautiza, ya sea por inmersión, infusión o aspersión, aunque en rigor, para la validez, basta una. También arrojan bastante luz sobre esta materia algunos textos del Nuevo Testamento. Realmente, no se comprende cómo los tres mil que convirtió San Pedro el día de Pentecostés (Hech 2, 41) pudieron ser bautizados por inmersión en Jerusalén, donde tanto escaseaba el agua. Tampoco es probable que en casa de Cornelio hubiese agua suficiente para que se bautizasen por inmersión él y sus familiares (Hech 10, 47-48), y mucho menos en la cárcel de Filipo, donde San Pablo bautizó al carcelero que le vigilaba (Hech 16, 33).
Además, como el bautismo es necesario para salvarse, Dios tuvo que hacerle relativamente fácil. Ahora bien: la inmersión no es siempre fácil para los presos, ni para los moribundos, ni para los recién nacidos, ni para los esquimales del círculo polar ártico, ni para los beduinos de Sáhara. Y, sin embargo, Dios quiere que todos éstos se bauticen y se salven, lo cual es muy hacedero valiéndonos de la infusión.
Para los protestantes bautistas, la inmersión es esencial; pero es porque creen que el bautismo no es necesario. Por eso, o inmersión o nada. Nosotros, los católicos, dejamos lo accidental por lo esencial, que es bautizarse, ya que, como dijo Jesucristo: "Quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos" (Juan 3, 5).

Basta bautizar en el nombre de Jesucristo, como leemos en la Escritura? (Hech 2, 38; 8, 12; 19, 2-5).
No, señor. Jesucristo mismo prescribió la forma del bautismo: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mat 28, 19).
Las palabras "en el nombre de Cristo", refiriéndose al bautismo, significan el bautismo cristiano, en contraposición al bautismo de Juan (Hech 19, 2-5). Estos conversos no fueron bautizados con una mera invocación del nombre de Jesucristo, sino mencionando expresamente las tres divinas Personas, como Cristo había mandado se hiciese. Así fueron bautizados en la fe de Jesucristo con el bautismo instituido por Jesucristo.

¿Enseña la Iglesia que el bautismo es absolutamente necesario para la salvación? ¿Quiere esto decir que los que mueran sin él van derechos al infierno? ¿Qué me dice usted entonces de tantos paganos que ni han oído siquiera hablar del bautismo o de los niños que sin culpa suya mueren sin estar bautizados?
Es de fe que el bautismo es un medio necesario para la salvación (Trento, sesión 7, canon 5). Las palabras de Jesucristo son categóricas: "El que no renaciere del agua y del Espíritu Santo no podrá entrar en el reino de los cielos" (Juan 3, 5). Asimismo encargó a sus apóstoles que bautizasen a todos los pueblos, añadiendo que todos los que creyesen y se bautizasen se salvarían (Mat 28, 19; Mar 16, 16).
La Iglesia católica, guiada de una manera particular por el Espíritu Santo, suaviza un tanto esta doctrina, al parecer áspera, y nos dice por los Padres y por los Concilios que, además del bautismo de agua, existe el llamado bautismo de deseo. Uno que quiera ser bautizado, si no tiene nadie que le bautice y muere en aquel estado, se salva, porque deseó el bautismo (Trento, De Just., capítulo 4; De Sacr, canon 4).
Oigamos a San Ambrosio en la oración fúnebre que pronunció a la muerte del emperador Valentiniano II, que murió siendo catecúmeno: "Oigo que os lamentáis porque murió sin haber recibido el bautismo. Pregunto: ¿No basta la voluntad y el deseo? El emperador expresó hace mucho tiempo su deseo de ser instruido antes de venir a Italia, y quiso que yo le bautizase lo antes posible... ¿Vamos, pues a creer que no alcanzó la gracia que deseó? No hay duda que la alcanzó, pues la pidió."
Lo mismo dijo San Agustín: "Soy de parecer que no sólo los que sufren por el nombre de Jesucristo, sino también los que creen y se arrepienten de corazón pueden obtener los efectos del bautismo si no tienen oportunidad para recibir este sacramento" (De Bapt 4, 22).
Hay, por fin, un tercer bautismo, llamado de sangre, en virtud del cual se salvan los que derraman su sangre por Cristo sin estar bautizados.
"Todos aquellos—dice San Agustín—que mueren por confesar a Cristo, aunque no hayan sido regenerados por el agua del bautismo, obtendrán por el martirio la remisión de todos sus pecados, ni más ni menos que si hubieran sido lavados en la pila bautismal" (De Civ Dei 13, 2).
En cuanto a los adultos que mueren sin haber oído hablar del Evangelio, se salvan por los méritos de Jesucristo si al morir hacen un acto de perfecta contrición. En este acto está incluido implícitamente el deseo del bautismo, que viene a ser: aquel estado de alma en el cual el hombre desearía ardientemente el bautismo si supiese que éste es necesario para salvarse.
Por lo que toca a los niños que mueren sin el bautismo, decimos que quedan privados de la visión beatífica en el cielo; pero no van al infierno, pues no han cometido pecado alguno actual. Ni se puede tachar a Dios de injusto para con ellos, pues la gloria del cielo es un don libre y sobrenatural que no se debe de justicia a la naturaleza humana. Parece cierto que gozan de una felicidad natural, es decir, no sentirán dolor ni padecimiento alguno, gozando siempre de paz y de alegría interna y disfrutando como mínimo de aquella felicidad que hubiera sido su fin natural, si la naturaleza humana no hubiera sido elevada al orden sobrenatural.

¿No dice la Biblia que para recibir el bautismo hay que creer y arrepentirse? ¿Pues,. cómo van a creer y a dolerse los niños? (Mar 14, 16; Hech 2, 38; 8, 12-37; 16, 14-31). En la Biblia ni siquiera se menciona el bautismo de los niños. ¿Se los bautizaba en la primitiva Iglesia?
Estos textos bíblicos no vienen a cuento, pues sólo tienen que ver con los adultos que se convierten y piden ser admitidos en la Iglesia, y es claro que a los tales se les exige fe y arrepentimiento de sus pecados. Así se hacía a los principios del cristianismo, y así se hace hoy con los que se convierten al catolicismo. Aunque en el Nuevo Testamento no se menciona expresamente el bautismo de los infantes, éste se presupone, pues es de creer que en aquellas familias enteras que bautizó San Pablo habría niños (Hech 16, 15; 1 Cor 1, 16). Además, los niños nacen con el pecado original (Rom 12, 5-10), que sólo puede ser borrado por el bautismo (Juan 3, 5).
Los Santos Padres insistían con unanimidad en el bautismo a los niños, y se basaban para ello en el mandato universal de Jesucristo (Mat 28, 19) y en el poder de este sacramento para borrar el pecado original.
Escribía San Ireneo (140-205): "Jesucristo vino a salvar a todos los que por su medio nacen de nuevo para Dios: infantes y niños, adolescentes, jóvenes y viejos" (Adv Haer. libro II, capítulo 22).
Orígenes (180-255) declara quie el bautismo de los niños es de institución apostólica (Epíst ad Rom, libro V, 9) y que es necesario para quitarles el pecado original (In Lev 8, 3).
San Cipriano y los obispos del tercer Concilio de Cartago (253) ordenaron que a los recién nacidos se los bautizase lo antes posible, poniendo así silencio a los que decían que no se les debía bautizar hasta pasada una semana. Esto, al decir de San Agustín, era eco fiel de la doctrina de los apóstoles.
El Concilio de Milevis (416) declaró la necesidad de administrar el bautismo a los niños, y lo mismo hicieron después los Concilios de Letrán (IV), Viena, Florencia y Trento.

¿Cómo hay que entender el texto de San Pablo: "Se bautizan por los muertos"? (1 Cor 15, 29).
Se han dado muchas interpretaciones a este texto. Según San Juan Crisóstomo, se refiere a los cristianos que recibían el bautismo con la mira puesta en: la resurrección de los muertos.
Según San Epifanio, se refiere a los catecúmenos que diferían el bautismo hasta la hora de la muerte.
Tertuliano cree que se refiere, o a los cristianos que se bautizaban sobre las tumbas de los mártires, o a un bautismo metafórico de penitencia y mortificación por el descanso de los difuntos, o a aquellos bautismos vicarios que recibían los vivos por los amigos y parientes que habían muerto sin el bautismo.
Aunque el apóstol no aprueba esta práctica, apela a este bautismo como prueba de la creencia universal en la resurrección de los muertos.

¿Puede un protestante ser padrino en un bautizo católico?
No puede, pues se lo prohibe el Derecho Canónico (canon 765). Al padrino le incumbe la obligación de mirar por el bien espiritual del ahijado, hasta el punto de estar obligado a procurarle una instrucción religiosa decente si sus padres mueren o descuidan esta obligación. Ahora bien: aparece claro que un protestante no puede instruir a nadie en el catolicismo.

¿Están obligados los padres a poner nombres cristianos a los hijos?
Sí, señor, como consta por el Derecho Canónico (canon 761). Cuando los padres rehusan hacerlo, el sacerdote está obligado a añadir por su cuenta un nombre cristiano al puesto por el padrino, y escribir luego los dos en los registros de la parroquia.

¿Qué es el bautismo sino una mera ceremonia externa de iniciación en la sociedad cristiana?
El bautismo es más que todo eso. Así creyeron los reformadores, pero fueron condenados por el Concilio de Trento al rechazar la justificación por sola la fe (sesión VI, De Just.).
La Iglesia enseña que el bautismo nos limpia de todo pecado, desde el original hasta el último cometido: "Haced penitencia y bautizaos todos... para remisión de vuestros pecados" (Hech 2, 38). "Levántate, bautízate y lava tus pecados" (Hech 22, 16). "Todos los pecados son perdonados por el bautismo" (San Jerónimo, Epist 69, 4).
En el bautismo no sólo se perdona el castigo eterno del pecado, sino también toda la pena temporal, de suerte que el que muriese inmediatamente después del bautismo entraría al punto en el cielo (Concilio de Trento, sesión V, canon 5; Rom 6, 4).
El bautismo produce en el alma gracia santificante, haciéndola "participante de la naturaleza divina" (2 Pedro 1, 4), amiga de Dios e hija adoptiva (Rom 8, 15); infunde en el alma las tres virtudes divinas: fe, esperanza y caridad, y nos hace templos vivos del Espíritu Santo (Juan 14, 16; 1 Cor 3, 16).
Por el bautismo nos hacemos miembros de la Iglesia de Jesucristo con todos los derechos y deberes del cristiano. "Todos los que habéis recibido el bautismo os habéis revestido de Cristo." "Todos hemos sido bautizados en un cuerpo" (Gál 3, 27; 1 Cor 12, 13, 27).

¿Hay alguna diferencia entre el bautismo del Bautista y el bautismo cristiano?
Según el Concilio de Trento, hay una diferencia esencial entre la eficacia de estos dos bautismos. El bautismo cristiano remite los pecados y da el Espíritu Santo (Hech 2, 38; 1 Cor 6, 11), efectos que no producía el bautismo de San Juan Bautista, como él mismo lo declaró: "Yo os he bautizado con agua, El (Jesús) os bautizará con el Espíritu Santo" (Mar 1, 8).
San Pablo bautizó en Efeso a los judíos que habían sido bautizados por el Bautista. "Ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído hablar del Espíritu Santo. Díceles: ¿Pues en qué habéis sido bautizados? Respondieron: En el bautismo de Juan. Entonces Pablo les dijo: Juan bautizó al pueblo con bautismo de penitencia, diciendo: Para que creáis en Aquel que ha de venir después de mí, es decir, en Jesús. Oído que hubieron esto, se bautizaron en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo" (Hech 19, 2-5).

BIBLIOGRAFIA.
Isasi, El bautismo.
Plans, El catequista orador.
Rojo, Manual de bautismo.
Valbuena. La arqueología greco-latina.

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