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domingo, 11 de septiembre de 2011

DOMINICA DECIMOTERCERA DESPUES DE PENTECOSTES

LA IMPUREZA
"Yendo Jesús hacia Jerusalén, atravesaba por entre la Samaría y la Galilea, y, entrando en una aldea, le vinieron al encuentro diez leprosos, que a lo lejos se pararon, y, levantando la voz, decían:
"—Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
"Viéndolos, les dijo :
"—Id y mostraos a los sacerdotes.
"En el camino quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios a grandes voces; y cayendo a sus pies, rostro a tierra, le daba las gracias. Era un samaritano.
"'Tomando Jesús la palabra, dijo :
"—¿No han sido diez los curados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?
"Y le dijo :
"—Levántate y vete; tu fe te ha salvado." (Lc., XVII, 11-19.)

En los leprosos de que nos habla el Evangelio de hoy están representados los desdichados que tienen el alma ulcerada por el pecado mortal, principalmente por el de la impureza.
La lepra es una enfermedad que lastima mucho el cuerpo de quien la padece, cubriéndolo de manchas repugnantes y llagas purulentas, por lo que la sociedad aparta de sí a los leprosos, obligándoles a estar aislados de los demás para evitar el contagio de la terrible dolencia. En tiempos de Jesucristo, los leprosos de Palestina vivían en lugares boscosos o desérticos, aislados de todo contacto humano.
El pecado impuro es la lepra del alma. El leproso espiritual no causa repugnancia en su exterior, pero resulta intolerable a los ojos de Dios. No se le obliga a estar apartado de la convivencia humana, mas sí lo rechaza de su lado el Señor.
Estad atentos, porque voy a hablaros: 1.° De la fealdad del pecado impuro. 2.° De la hermosura de la pureza. 3.° De los medios para conservar la bella virtud.

I.—Fealdad y daños de la impureza.
1. La razón. -Hemos nacido y estamos en el mundo para conocer, amar y servir a Dios en esta vida, y después verle y gozarle para siempre en la otra. Para eso hemos sido creados y con ese fin nos ha dado Dios este cuerpo, del que quiere que nos sirvamos para el bien.
El que comete pecados impuros no sirve al Señor, demuestra no quererle y prefiere los placeres del cuerpo, del cual se sirve para ofender al Señor y hacerse abominable a sus ojos.
Un criado sucio y maloliente resulta repugnante y su amo no puede querer tenerlo a su lado. Lo mismo hace Dios con los impuros : los aparta de sí por la repugnancia que le causan.
2. La conciencia.-Todos los humanos sienten en su interior una voz que les dice que los pecados de impureza son muy detestables y no deben cometerse. Esa voz es la de la conciencia.

* Refiérese en la Vida de San Efrén que para convertir este santo a una persona deshonesta la miró de hito en hito, y le dijo :
—Sé lo torpes que son tus intenciones. ¿Te atreverías a cometer en público esos pecados, a la vista de todos?
— ¡Oh, no! —respondió el interpelado—. Me daría mucha vergüenza.
Entonces —añadió San Efrén— te dice la conciencia que esos pecados te envilecen y deshonran. ¿Cómo puedes, atreverte a hacer delante de Dios lo que no eres capaz de hacer en presencia de los hombres?

Esta reflexión bastó para que aquella persona se arrepintiese y cambiase de vida.

3. Los mismos paganos, que no conocían al verdadero Dios ni su santa Ley, aborrecían y condenaban la impureza.
* Busco un hombre.—El filósofo griego Diógenes (+ 324 a. C.) apareció cierto día por la plaza del mercado de Atenas, en pleno día, con una lámpara encendida en la mano. Al preguntársele: "¿Qué haces, Diógenes? ¿A dónde vas a estas horas con esa lámpara encendida?", respondió: Busco un hombre.
—¿Un hombre? ¿No hay acaso muchos en la plaza?
A esto replicó el filósofo:
—Estos no son hombres, sino bestias, porque viven como los animales y están llenos de impurezas (1) (2).

4. La Sagrada Escritura.—Dios prohibe muy especialmente la deshonestidad: tanto, que nos ha dado dos mandamientos, el sexto y el noveno, prohibiéndonos las acciones, las palabras, las miradas y hasta los pensamientos y deseos impuros. Quien falte a ellos con plena advertencia injuria gravemente al Señor.
Dice San Pablo: "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?" (1 Cor., III, 16). Y también: "Los impuros no poseerán el reino de Dios" (1 Corintios, VI, 10).

5. Consecuencias materiales y espirituales.— ¿Sabéis lo que les pasa a quienes cometen pecados impuros?
a) Pierden la tranquilidad, la paz, la alegría, la sonrisa, la dicha, y se vuelven ariscos, taciturnos, insatisfechos.
b) Se les van las ganas de trabajar y de estudiar; pierden inteligencia y memoria, y se vuelven medio idiotas.
c) También pierden las fuerzas y la salud; se quedan flacos, pálidos... y mueren jóvenes.

Además de estos males padecen otros espirituales, o sea, del alma, que todavía son peores. Los impuros no comprenden las cosas de Dios; no piensan en el bien de su alma ni en la vida eterna. No practican la religión ni rezan; se resisten a oír la santa Misa y sienten aversión a recibir los Santos Sacramentos. De esta forma van cayendo de pecado en pecado y terminan precipitándose en el infierno.
Esos son los perjuicios que sufren los que se dejan vencer por la impureza.

6. Los castigos.-Dios ha castigado y castiga los pecados impuros. En los tiempos de Noé se mancharon los hombres con pecados feos, y dijo Dios: "No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne" (Gén., VI, 3). Y envió un tremendo castigo, el diluvio universal: una lluvia torrencial que estuvo cayendo sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, la cual acabó con todos los hombres, menos Noé y su familia.
Otro castigo general enviado por Dios fue un fuego devastador que arrasó las ciudades de Sodoma y Gomorra (cfr. Génesis, XIX, 24).
¡Cuántos otros castigos se han abatido sobre las naciones, provincias, ciudades e individuos por los pecados impuros!

II.—Hermosura y ventajas de la pureza.

1. Lo apreciada que es de Dios.— Ya en la Ley antigua dijo el Señor que "no hay nada en el mundo que pueda compararse a un alma pura" (Eclesiástico, XXVI, 20).
¿Por qué? Porque la pureza aproxima a Dios.
Por eso llama Dios amigas predilectas suyas a las almas castas. Estas son como blancas palomas que se elevan sobre el fango de este mundo; son los ángeles de la tierra, la sonrisa de Dios, la delicia del Paraíso; las que en el cielo, coronadas de lirios y con blancas vestiduras, cantarán un himno nuevo y un cántico angelical.
¿Qué importa que en el mundo vayan pobremente vestidos algunos niños inocentes si poseen el tesoro de la pureza, que goza de la mayor estimación de Dios?

2. Estimación que merece a Jesucristo la pureza.
Al principio de su vida pública, viéndose Jesucristo rodeado de una gran multitud, subióse a un monte desde el cual, entre otras cosas, dijo: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt., V, 8). Y en otra ocasión dijo de ellos: "Serán como ángeles en el cielo" (Mt., XXII, 30).
Por las precedentes palabras y por su ejemplo podemos darnos una idea de la estimación en que Jesús tenía la pureza. Para venir al mundo hizo un prodigio jamás imaginado: nacer de una madre Virgen purísima, inmaculada. Para guardián suyo eligió al casto José. Para precursor se valió de un hombre de vida angelical: Sau Juan Bautista. También quiso que sus apóstoles fuesen hombres sin mancha, y entre ellos mostró predilección por San Juan Evangelista, que era virgen.
La pureza, al decir de los Santos Padres, es virtud angelical porque transforma a los hombres en verdaderos ángeles.

3. Qué nos aporta la pureza.—Esta preciosa virtud nos aporta :
a) Las bendiciones de Dios.—El Señor ama de manera singular a las almas puras y derrama sobre ellas sus gracias a manos llenas. El que es puro practica con facilidad las demás virtudes, y así, es obediente, caritativo, piadoso, diligente...
b) Las bendiciones de los hombres.—Los chicos y chicas puros y castos se atraen las simpatías de todos, aun de los malos.
¡Cuántas veces se oye decir a gentes apartadas de Dios: "¡Ese niño (o niña) parece un ángel!" (3) (4).

III.—Medios para conservar la pureza. (Exhortaciones).

1. ¡Mucha atención a los pensamientos!—Contra la pureza puede pecarse con el pensamiento y el deseo. Por eso es de la mayor importancia desechar los pensamientos y deseos impuros. Dios los prohibe por el noveno de sus mandamientos, y, por lo mismo, apenas se os presenten, debéis rechazarlos y quitároslos de encima, como cuando os salta una chispa al cuerpo.
2. ¡Cuidado con las miradas!"Los ojos son las puertas del alma", dice San Agustín, y por ellas entra el pecado. El demonio está en todas partes: en una calle cualquiera, al volver de una esquina, en un rincón del paseo, en el cine, en el baile, en una ventana..., y a toda hora puede sorprendernos. Las pinturas, los grabados, las esculturas indecorosas, son medios de que se vale el diablo para quitar la pureza a las almas.
Muchos santos han considerado los ojos como los enemigos más peligrosos del alma.

* El B. Jordano, general de los Dominicos, habiendo perdido un ojo por efecto de una enfermedad, dijo a sus religiosos : "Alegraos conmigo, porque ha desaparecido uno de mis enemigos."
* San Luis Gonzaga no conocía a la reina de España, a pesar de haber estado dos años en la corte española como paje de honor, porque nunca se había fijado en ella.
Digamos con el santo rey David : "Aparta, Señor, mis ojos de la vista de la vanidad y dame la vida de tus caminos" (Salmo CXVIII, 37).

3. ¡Atención a las conversaciones!—Nunca hay que hablar de cosas deshonestas, ni tampoco escucharlas, porque son causa de la perdición de muchas almas.
San Pablo dice claramente: "No os engañéis: las conversaciones malas estragan las buenas costumbres" (1 Cor., XV, 33).
Poco se necesita para hacer caer un alma en la perdición. A veces, basta para ello una sola conversación maligna y hasta una palabra indecente, lo mismo que es suficiente una chispa para provocar un gran incendio.
¡Huid de quien habla deshonesta y escandalosamente!
4. Hay que huir de las ocasiones de pecar y recurrir a la oración.-Estos dos medios os ayudarán poderosamente a guardar la virtud angelical. Si sabéis huir de las ocasiones de pecar contra la pureza; si rezáis y sois devotos de la Santísima Virgen, Reina de las vírgenes, tened la seguridad de que no perderéis el precioso tesoro de la pureza. Y con este tesoro os ganaréis las caricias de Jesús, tendréis una santa muerte y gozaréis de Dios en el cielo por siempre jamás, en compañía de los ángeles y santos.

EJEMPLOS

(1) Circe.—Los antiguos griegos, para expresar las malas consecuencias de la impureza, contaban el siguiente mito o fábula:
Era Circe una maga que seducía con halagos a los jóvenes. Los invitaba a comer en su casa, y cuando estaban sentados a la mesa les daba a beber cierto licor que los convertía en animales. De esta forma, los que antes eran la flor de la juventud se transformaban en cerdos, perros, gatos, etc.
Con esto querian significar los griegos que los pecados impuros reducen al hombre al estado de los animales irracionales.
(2) El color más bello.—Cierta noche se hablaba de colores en casa del filósofo griego Aristóteles (+ 322 a. C.), y algunos jóvenes preguntaron cuál era el color más bello de todos.
Hubo quien dijo que el rosa; otro se inclinó por el verde; otro por el azul... Pero un amigo de la casa dijo:
—Y a ti, Pizia, ¿qué color te parece el más bonito?
La joven respondió:
—El color que más me gusta es el pudor, que colorea de forma tan encantadora las mejillas de las muchachas.
Aristóteles alabó la respuesta de su hija y le dio un beso.
Como se ve, también apreciaban los paganos a quienes ruboriza el pudor, como prueba de la pureza de su alma.
(3) Un cuadro roto en una tienda.—En el escaparate de una librería estaba expuesta una figura indecente. Entró en el establecimiento un caballero que compró la estampa escandalosa, y en cuanto la tuvo en sus manos la hizo pedazos a la vista del librero, diciéndole al mismo tiempo:
—Por lo menos, ya podremos pasar tranquilamente mis hijos y yo por delante de la libreria sin tenernos que sofocar.
¡Cuánto apreciaba aquel caballero la pureza de sus hijos!
(4) El noble gesto de un artista.—Un principe hizo a un escultor encargo de un grupo impudente, prometiéndole una gruesa suma de dinero; pero el artista le replicó:
—¿Cómo? ¿Quiere usted que talle la glorificación de la deshonestidad, borrando con ella la imagen de Dios que tengo grabada en mi alma? No espere semejante cosa de mi. Guárdese, en buena hora, su dinero, que yo no estoy dispuesto a mover un solo dedo para lo que quiere, aunque tenga que morir de hambre.

G. Mortarino
MANNA PARVULORUM

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