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miércoles, 13 de mayo de 2015

Loquetur victorias

Cantará triunfos
     El triunfar ha sido siempre grato al corazón humano.
     La lucha puede ser larga y dura; pero la suaviza la esperanza de la victoria. ¿Quién no sueña con triunfar?
     Pero, ¡ay!, que muchas veces tenemos que beber las amarguras de la derrota.
     ¡Son tantos los enemigos! ¡Son tan débiles nuestras fuerzas!
     Cualquier sacrificio nos parecería ligero si tuviéramos la seguridad de la victoria.
     Y esa seguridad existe.
     Nos la da la obediencia.
     El obediente triunfa siempre, y triunfa en todas partes; él no conoce las desilusiones de la derrota; para él no se hicieron las amarguras del fracaso.
     Porque ¿a quién se llama triunfador?
     ¿No es aquel que obtiene el fin pretendido, que alcanza la meta anhelada?
     ¡Y ése es el obediente!
     El no quiere otra cosa que cumplir siempre y en todo la voluntad divina; unir su voluntad frágil y débil, caprichosa y voluble, a la voluntad poderosa y estable, adorable y santa, de su Dios. Esa es su ambición, a esa meta aspira. Esa unión de voluntades es una fuerza invencible. Contra ella nada pueden los enemigos.
     Por eso el obediente triunfa siempre y triunfa en todas partes, porque hace siempre la voluntad de Dios.
     
     El mundo no entiende estos triunfos.
     Mas, ¿qué importa que el mundo no los entienda? Los entiende Dios. Y eso me basta.
     El mundo juzga que la obediencia es una esclavitud, y el obediente un esclavo.
     Y el obediente es el único hombre que hace siempre lo que él quiere, el único hombre verdaderamente libre.
     ¿Qué quiere el obediente? Lo que Dios quiere .
     ¿Que hace el obediente? Lo que Dios quiere.
     Querer y hacer lo que se quiere, ¿no es acaso ser verdaderamente libre?
     ¡Cuántas cosas quiere el mundo y no las hace! Y no las hace, porque no puede hacerlas, no porque no tiene ni fuerza ni libertad para hacerlas; porque es esclavo de sus apetitos, de sus caprichos, de sus pasiones.
     
     El obediente no tiene mas que un deseo, un deseo que lo abraza todo: conocer y hacer la voluntad de Dios.
     Y su obediencia es la realización constante de ese deseo.
     Por eso triunfa siempre: triunfa ahora y triunfará eternamente.
     ¡Cantará triunfos! ¡Cantará victoria!
Alberto Moreno S.I.
ENTRE EL Y YO

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