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miércoles, 1 de junio de 2011

LA ULTIMA CRUZADA (3)

LA ULTIMA CRUZADA
Todos, quienes en la presente crisis de nuestra Iglesia viven tranquilos, fomentando sus grupos, sus comunidades, sus pequeñas iglesias y otras obras católicas dentro de los espacios que el Poder Mundial y la herejía les ha dado, para sobrevirvir primero y luego diluirse por agotamiento, confiando en que la Palabra del Señor está comprometida, y que por lo tanto, las puertas del Infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia, están viviendo en un grandísimo engaño si la doctrina que predican no se suma a la acción.
Es cierto que Jesucristo empeñó Su Palabra, por la cual, las puertas del Infierno no han de prevalecer contra Su Cuerpo místico, pero no en la forma que insensatamente predican ahora.
Es necesario reflexionar el texto bíblico a la luz de la Doctrina de la Iglesia, para elucidar y concluir una verdad indiscutible.
En el Evangelio de San Mateo Cap. 16, v. 17 y siguientes, leemos el famoso texto, tan atacado por los detractores de la Iglesia, que comúnmente conocemos como LA CONFESIÓN DE PEDRO: "Y Jesús, respondiendo le dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Joná, porque no es la carne ni la sangre quien eso te ha revelado, sino mi Padre que está en los Cielos. Y yo te digo a tí, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella". Hay una condición esencial para que se cumpla la Palabra infalible del Verbo. Que Pedro esté en la Iglesia, que la Roca inconmovible esté en la Iglesia, que sobre ella, se edifique todo el edificio, y la razón es muy sencilla: si Pedro no está como cimiento de todo el edificio, NO HAY IGLESIA, porque donde no está Pedro, no está tampoco la Iglesia que es el objeto de la promesa. Dos mil años de historia atestiguan que esto se ha cumplido al pie de la letra a pesar de todas las crisis. Que la Roca, fue inconmovible, y consecuentemente también la Iglesia, construida sobre ella.
En el comentario a estos textos de la Biblia de Torres Amat, aclaramos más esta doctrina: "Pedro (Piedra), es como lo dice su nombre, el fundamento de la Iglesia de Jesucristo, que los poderes del Infierno nunca lograrán destruír. Todo lo que no está en relación directa con esta piedra, no es la Iglesia de Cristo". La promesa, pues, fue primero a la Roca que será indestructible, y a la Iglesia fundada sobre esa Roca. No se puede quitar esa piedra y sentirse objeto de la promesa sin ser reo de cisma y de herejía.
San Juan Crisóstomo en el discurso que pronunció antes de su destierro, dice: "Grandes son las olas, y fuerte es la tempestad, pero no tememos al naufragio porque estamos fundados sobre la Piedra. Brama el mar, mas nuestra roca permanece inquebrantable contra toda la furia de las olas... ¿Sabes tú, qué palabras son esas que no han de pasar?. Tu eres Piedra, y sobre esta Piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella".
Es sumamente claro que San Juan Crisóstomo como Torres Amat y la Doctrina de la Iglesia enseñan que la estabilidad y la indestructibilidad SE PROMETIERON PRIMERO A PEDRO y a la Iglesia fundada sobre él. No a una Iglesia decapitada, porque así no es Iglesia.
En la nota de la Biblia Nácar-Colunga a Mat. 16, 17, vemos: "Cristo declara que el edificio de su Iglesia se asentará sobre la persona de Pedro, como sobre "Roca" inconmovible de tal forma que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella"... No podrá echar abajo el edificio de la Iglesia, sentada sobre la Roca de Pedro. Ahora asegura que la Iglesia por El fundada no cederá ante los ataques del Infierno. Y con una nueva metáfora, muy semítica, asigna una nueva misión a Pedro, establecido como Roca del edificio... le confiere especialmente poderes para mantener la fortaleza de la Iglesia de Cristo sentada sobre la Roca de Pedro".
En el comentario a este mismo texto bíblico en la Biblia de Scio de San Miguel se apunta: "...y sobre la firmeza de esta piedra, fabricaré yo mi Iglesia".
Sin embargo, en distintas partes de las Sagradas Escrituras se menciona indistintamente a Pedro y a Cristo. Así por ejemplo, San Pablo en su Epístola a los efesios, 2, 21, parece decir que estando fundado todo en Cristo, no es necesario Pedro en todo tiempo pues al fin y al cabo, la Iglesia tiene como Cabeza a Cristo aunque falte Pedro y que ella, nunca estará decapitada.
Para aclarar esto, debemos de considerar dos aspectos muy importantes:
PRIMERA CUESTIÓN: la Iglesia de Cristo, como todos saben, está formada por la IGLESIA TRIUNFANTE, que ya en el Cielo, no puede ser afectada de ninguna manera por la acción diabólica, lo mismo que la IGLESIA PURGANTE de las almas de los hombres que ya han muerto, pero que temporalmente se purifican para entrar en el Cielo. Pero la IGLESIA MILITANTE, que todavía está en el mundo, y que constituye la sociedad visible que Jesucristo fundara, formada por hombres sujetos a las pasiones, a la propia voluntad, a toda clase de contingencias y a la acción de Satanás, sí puede ser afectada. Y de hecho es afectada todo el tiempo, no solamente en su misma vida espiritual, sino también en su estructura social. Este es el Cuerpo místico de Jesucristo que puede morir como de hecho murió el mismo Redentor en la Cruz. Y el momento de la muerte del Cuerpo de la Iglesia no solamente es la usurpación del Trono Pontificio en el tiempo en que reine el Anticristo, sino la negación de los hombres del resto fiel a elegir al papa, lo cual es decapitarla, pues si es cierto que han sucedido sedes vacantes durante la historia, a veces de varios años, los hombres de la Iglesia permanecieron fieles y ligados a Pedro nunca negando la gravísima obligación de elegirlo. Y que si bien esto no fue posible como todos ellos hubiesen querido, fue exclusivamente por la tremenda persecución o algún otro impedimento total. No fue de ninguna manera una derrota la muerte en la Cruz de Jesucristo, porque El venciendo a la muerte se levantó de entre los muertos al tercer día. Como tampoco la muerte de la Iglesia será una derrota, porque el Señor la resucitará para darle el triunfo, porque ha empeñado Su Palabra. Pero esto no quita la responsabilidad y la culpa a quienes en su momento se hayan negado a elegir papa, siguiendo los gravísimos preceptos de la Iglesia.
El refugierse en la Palabra para la inacción, o no contribuir con la propia acción y esfuerzo, es una actitud culpable que pone a quienes así actúan del lado de los demoledores de la Iglesia, y ciertamente son reos de matar a la Iglesia. Si no está el papa, no puede haber Iglesia, y así, está muerta y Dios la ha de resucitar pero también ha de pedir estrictas cuentas a quienes se negaron a asumir su responsabilidad.
SEGUNDA CUESTIÓN: es muy importante la doctrina que explica Santo Tomás de Aquino, sobre los dos influjos que nuestro Señor Jesucristo ejerce sobre Su Iglesia: un influjo interior para santificar a las almas por medio de los Sacramentos y otros dones que la Iglesia proporciona; y el INFLUJO EXTERIOR O DE GOBIERNO, por medio de sus representantes en la Iglesia, y especialmente por medio del papa, QUE ES UNA SOLA CABEZA CON JESUCRISTO, y por medio de los obispos, en segundo término, pero que estén adheridos al Romano Pontífice, lo cual significa también que lo quieran tener como jefe visible, y por ende, estén dispuestos a elegirlo cuando este falte, puesto que si no estuvieran adheridos a él, o quisieran tenerlo por jefe sin interrupción de tiempo, o elegirlo cuando faltare, es decir, que se negaran a cumplir las normas de la Iglesia, de ninguna manera podrían ser considerados representantes de Jesucristo. No hay otra Piedra sobre la que se puede edificar la Iglesia. No hay para esto autoridad episcopal, ni poder humano, ni nada que se le parezca. Necesariamente debe ser Pedro por voluntad del mismo Dios. Y el papa es el único que ha de marcar los derroteros sanos a la razón humana tan inclinada a desviarse en el inquirir de la verdad. Nadie tiene poder sobre la Iglesia, es cierto, pero matar el Cuerpo visible y social de la Iglesia hace culpables de matar a la Iglesia.
Ninguna, por lo tanto, de las acciones católicas cuando hay una negativa formal de elegir a Pedro, tiene ningún valor para la reconstrucción o salvación de la Iglesia. Esta es una doctrina católica indiscutible que deberían de meditar todos los obispos y sacerdotes tradicionalistas actuales, que son los directamente responsables de elegir al papa y comenzar una lucha a favor de la Iglesia.
La unión con la Cabeza de la Iglesia, que es el papa reinan do, que es la Roca que hace a la Iglesia indestructible, hace posible como decía el Padre Emilio Suaras 0. P. en EL CUERPO MÍSTICO DE CRISTO, en su capítulo LA UNIDAD DEL CUERPO MÍSTICO, que el bien de un miembro llegue a otro, a través de la Cabeza, que es de los dos. La Cabeza es Cristo, ciertamente, pero formando una sola Cabeza con Pedro, en quien se encuentra la raíz del valor meritorio y satisfactorio de todas las acciones de los cristianos. Es decir, Cristo. "Se realiza la unión jurídica, dice, entre dos miembros a través de la Cabeza de los dos". Impedir que la Iglesia tenga papa, es constribuír en cierta forma a desligar a los fieles del Señor.
Es cierto que el influjo interior que Jesucristo ejerce en Su Iglesia, no va a ser interrumpido nunca, ni el Infierno tiene poder para impedirlo, pero decir solamente por esto que Cristo sigue siendo la Cabeza de la Iglesia y que las puertas del Infierno no van a prevalecer contra ella, aunque no haya papa, y esto como una forma para justificar opiniones humanas y la inacción, es una posición cismática y herética que no se justifica en ninguna forma.
Los obispos y los sacerdotes, responsables de esta situación, que pertenecen al cuerpo docente de la Iglesia, que es superior a toda otra organización humana, pues todas deben estar sujetas a la Iglesia de Dios, se han de levantar y en conciencia ponerle fin a esta increíble situación.
Los que quieren ignorar esta doctrina, pensando que las pequeñas comunidades aisladas por el mundo, que trabajan incluso sacrificadamente, solamente porque han conservado los Sacramentos, o porque defienden la Fe, o porque son fieles a todos los verdaderos papas anteriores, o porque defienden la Doctrina en sus publicaciones, o porque fundan seminarios, o forman sacerdotes, o porque los ordenan para atender nuevas comunidades, o consagran obispos, o porque mantienen iglesias o fundan comunidades religiosas, o porque oran a Dios para que intervenga, o por lo que sea, repito, si piensan que así son Iglesia objeto de la promesa de Cristo pero no quieren elegir al papa, están en el desconocimiento más dramático de la Doctrina.
Al contrario, Jesucristo dijo TODO LO CONTRARIO, pues todo reino dividido contra sí mismo, será destruido. Y la palabra "todo", lo incluye todo.
Y esta es la última cruzada. Elegir al papa, para que sea posible la unidad y regrese la Caridad y el Anticristo pueda ser vencido.

EL CUERPO MÍSTICO DE JESUCRISTO.
En la Iglesia, las culpas de uno de sus miembros, siempre alcanzan a toda la comunidad. Es tan cierto esto, que Jesucristo mismo cargó con el peso de los pecados de todos los hombres, células de Su Cuerpo místico, para salvarlos. Por eso murió en la Cruz. El mismo se hizo solidario y nos dio ejemplo uniéndose así a todos los miembros de Su Cuerpo. El fue afectado por todos nosotros. Las acciones de quienes se encuentran por propia culpa o sin culpa en el error, obran dentro de la mentira y por lo tanto, afectan a todo el Cuerpo.
En nosotros, la omisión de actos, priva a toda la comunidad de méritos. La ausencia del espíritu de solidaridad colectiva es de gravísimos efectos destructivos. Por eso, entre los pecados que se cometen contra el prójimo, el cisma parece ser el mayor de todos, porque va contra el bien espiritual de la multitud (Sum. Theo. 2-2, 39, c y ad 3). Royo Marín, en su TEOLOGÍA DE LA CARIDAD, Pág. 552, dice: "Si la sociedad que nos rodea o a la que nosotros podemos atender habida cuenta de todas las circunstancias, está constituida en extrema necesidad espiritual, la Caridad Social obliga a socorrerla aún en peligro de la propia vida".
El sentimiento de responsabilidad por el prójimo, pero no solamente por el que tenemos a la vista, sino por todos los que pertenecen a la Iglesia, el celo por el Reino de Dios, debe ser un motivo fundamental que influya nuestras acciones, pues toda acción repercute sobre todo el Cuerpo místico de Cristo.
Pero solamente nuestra fidelidad a Dios y a Su Iglesia es garantía de nuestra rectitud en las relaciones con nuestro prójimo, porque si no se es fiel a Dios y a la Iglesia, no se puede ser fiel al prójimo. El amor al prójimo, debe ser sobrenatural, no solamente por su origen, objeto y motivos, sino también en su ejercicio. Por eso, si la conducta y las obras son contrarias a la Doctrina, la imitación social dá sin género de duda, la desviación de la conducta y de la Doctrina de todos los fieles. Y se está siendo infiel a Dios y al prójimo. Porque el amor de Caridad al prójimo, debe ser sobrenatural en su fin, es decir, se debe procurar la salvación del prójimo, por lo cual ese amor debe procurar todos los medios necesarios y convenientes para eso.
Porque no hay amor a Dios, aunque se diga otra cosa y aparentemente se esté trabajando por El, si no hay fidelidad, constancia y veracidad. Si hay fidelidad, la construcción del Cuerpo místico la realiza el individuo, la comunidad es quien la procura, pero es Dios quien la fortalece y perpetúa. Entonces es cuando la Pasión de Cristo confiere a la Iglesia UNIDA, toda la plenitud absolutamente que procede de la Cabeza. Pues si murió por todos los miembros de Su Cuerpo místico, bien ha de querer que ese Cuerpo esté vivo y unido, y no decapitado y muerto por la sola infidelidad o soberbia humanas.
La prueba de esto, es que Cristo se considera amado o perseguido en las células de Su Cuerpo social: "¿Por qué me persigues?" (Act. 9, 4.). Ya ese Cuerpo social, le es esencial un órgano real y visible de dirección y de mando, esto es, el papa.
La fidelidad, es un gran bien, que obliga gravemente. La fidelidad a Cristo, exige, pues, que a las palabras que pronunciamos y a la expresión de todo nuestro ser, correspondan los hechos, porque de otra manera, Dios pedirá cuentas de nuestras negaciones o abstenciones y de los males que por ellas se acarrean a toda la Iglesia. La Caridad tiene por esencia el establecimiento de la sociedad, y la inacción puede ser sumamente destructiva y no es amor a Dios, sobre todo cuando Su Iglesia está en peligro, pues desunida y sin cabeza, afecta gravemente a muchas almas que se pierden. Porque todo amor, aún pequeño, si es verdadero amor, incluye esencialmente, por lo menos, la voluntad de ser fiel. Amor y fidelidad que abaten el orgullo, la conveniencia o el parecer personal. Entonces se corresponde a Dios que es Amor y que es fiel. No se puede renunciar a los goces de la Caridad, sin destruir la Caridad misma.

UN GRAVE PROBLEMA QUE HAY QUE DESTRUIR: EL CISMA.
Dice Santo Tomás de Aquino, (Sum. Theo. 2-2, q. 39), que cisma, se ha tomado como la escisión de pareceres, y esta escisión se opone a la unidad. Por lo cual se llama pecado de cisma a todo lo que contraría la unidad. El pecado de cisma, es un pecado especial, pues intenta separar de la unidad que realiza la Caridad que une a toda la Iglesia en unidad de espíritu. Por ese motivo, se les llama en rigor, cismáticos, a quienes espontánea e intene ionalmente se apartan de la unidad de la Iglesia, que es la unidad principal, pues to que la unidad privada, de muchos entre sí, se ordena a ella, lo mismo que la organización de los miembros en el cuerpo natural conspira a la unidad de todo él.
La unidad de la Iglesia, dice, radica en dos cosas: en la conexión o comunicación de los miembros de la Iglesia entre sí, y en la ordenación de todos ellos a la cabeza. Esa cabeza es Cristo, cuyas veces en la Iglesia hace el Sumo Pontífice, y se llama cismático al que no comunica con él, o con los miembros de la Iglesia a él sometidos.
La pérdida de la Caridad, continúa, es camino para perder la Fe, y del mismo modo el cisma es camino a la herejía. Transcribe unas palabras de San Jerónimo: "El cisma es un principio, y en parte puede entenderse diverso de la herejía", sin embargo, "no hay cisma en el que no se forje la herejía".
En el apéndice que Royo Marín incluyó en su TEOLOGÍA DE LA CARIDAD del Padre Janvier, leemos: "El cismático rehusa inclinarse ante la Iglesia. Sus procedimientos de rebelión son siempre iguales en la historia. Los argumentos que invoca en el trancurso de los siglos, para apartarse de la sociedad cristiana, no cambian nada... El cismático va resbalando progresivamente. Deslealtades, violencia, errores y finalmente herejías en que cae... Este espíritu de rebeldía y de polémica divide a los fieles entre sí... Este espíritu, disminuye la autoridad de nuestros jefes religiosos. Intrigas, complots que origina, y que quita o disminuye la libertad de acción de nuestros jerarcas... El espíritu de cisma y de división, atenta contra la unidad católica luchando contra el papa... Grave responsabilidad de aquellos que por sus críticas y secretas rebeldías aumentan las dificultades que la barca de Pedro, encuentra en el camino..."
Más arriba hemos copiado el texto del canon 1325-2: "Si al guien... rehusa someterse al Sumo Pontífice, o se niega a comunicar con los miembros de la Iglesia que le están sometidos, es cismático"
La pregunta obligada es: ¿Y si los miembros de la Iglesia, en este caso los pastores, se niegan a ser gobernados por el papa, negándose a elegirlo, cuando la Iglesia está en grave necesidad, no es este un pecado de cisma aún más grave?, ¿y si los miembros de la Iglesia docente hacen partidos, obedecen a intereses sectarios e incluso se resisten formalmente a comunicarse con miembros de la Iglesia de otros lugares o con otros que no tienen los mismos intereses o con quienes no forman sus grupos?, ¿no es este un pecado de cisma aún más grave que el que puede acontecer en tiempos normales?.
El cisma es un pecado gravísimo que no admite parvedad de materia, y aunque puede ser un pecado menor que la infidelidad, hay casos en los que puede ser mayor, por la situación especial de urgencia o de daño grave que se cause a otro, y sus consecuencias.
El cisma es, dice Royo Marín en TEOLOGÍA DE LA CARIDAD, Pág. 572: "Negarse a someterse al Sumo Pontífice como cabeza VISIBLE de la Iglesia, y, negarse a comunicar en lo sagrado con otros miembros de la Iglesia a él sometidos (v.gr. si los católicos de una nación rehusaran comunicarse con los católicos de otra, en la doctrina en el culto o en los Sacramentos)".
Por la unión de orden jurídico, pertenecemos a Cristo, el cual como Verbo encarnado, tiene absolutos derechos sagrados sobre nosotros, y nos ha conquistado por un nuevo título, el de Su Pasión, de suerte que somos propiedad suya. Sus derechos sobre nosotros y nuestros ineludibles y gravísimos deberes de nosotros para El, son el primer principio de cohesión y solidaridad orgánica. No tenemos ningún derecho a hacer valer nuestra voluntad para dislocar Su Cuerpo místico. Dios quiera que esto no lo comprendamos ya tarde.
No hay que olvidar la promesa de servicio y obediencia a Cristo, NO A OTROS INTERESES, y a la Iglesia hecha por los obispos o por los sacerdotes, que debe ser el eco sensible que exige el "carácter" sacerdotal que se ha recibido libremente, el cual se dedica al servicio del Sumo Sacerdote y a Su Esposa sacramental, la Iglesia.

LA CUESTIÓN DE LA JURISDICCIÓN.
Dice también Santo Tomás en 2-2, q. 39, que hay una doble potestad espiritual: una sacramental y otra de jurisdicción. La potestad sacramental, es la conferida en alguna consagración. Todas las consagraciones de la Iglesia son permanentes y dicha potestad permanece esencialmente en el hombre que la alcanzó aunque caiga en la herejía o en el cisma; en cambio, la potestad jurisdiccional es la conferida por simple intimación humana (o sea: declarar, notificar, hacer saber una cosa con autoridad para ser obedecida). Tal potestad no se adquiere inamoviblemente, por lo cual, NO QUEDA EN LOS CISMÁTICOS Y EN LOS HEREJES. De aquí, dice, que no puedan ni absolver, ni excomulgar, ni bendecir, ni conceder indulgencias, etc., y si lo hacen, es completamente inválido.
En su TEOLOGÍA DE LA CARIDAD, el Padre Royo Marín dice: "Los sacerdotes cismáticos, conservan la potestad sacramental, que es inseparable de la ordenación sacerdotal; PERO CARECEN DE LA JURISDICCIÓN, que confiere únicamente el papa, Y LOS OBISPOS A EL SOMETIDOS" (Pág. 573).
En PUNTOS DE CATECISMO, el Padre Remigio Vilariño Ugarte, S. J., escribe: La jurisdicción, "no la dio Jesucristo a la Iglesia, para que se la pasase luego a Pedro y a sus sucesores, SINO QUE EL MISMO SE LA DIO A PEDRO, PARA QUE LA TRANSMITIESE A SUS SUCESORES. Y por eso, en el ejercicio de su poder, no depende de los obispos, sino que puede ejercerlo por medio de ellos, o inmediatamente por sí, o por sus legados" (369).
¿Tienen jurisdicción los obispos que se han negado a unir a la Iglesia dándole un papa, o los sacerdotes que ante la negativa de los obispos han permanecido en la indiferencia más inexplicable?, ¿y tienen jurisdicción todos aquellos ministros de la Iglesia que han permanecido intencionalmente separados, y aún más, enemistados entre sí, juzgándose, o lo que es peor, ESCONDIÉNDOSE, y obedeciendo consignas ajenas a la Iglesia, obrando contra todos los que consideran criticables o indeseables, creando élites de pureza y de predilección divina, pero también obrando contra toda norma de la Iglesia dividiéndola más?, ¿y dejan de ser cismáticos todos los laicos que han participado en alguna forma para agravar esta crisis, y la han abanicado, o la han conservado y alentado por conveniencia o por un celo falso y orgulloso para imponer sus caminos y sus opiniones, o la han manipulado, o han desorientado a los miembros de la Iglesia postrada, antes que animarlos a la unidad, y propiciar por todos los medios posibles la elección del papa COMO DIOS MANDA, porque Dios habla por el papa y se une la Iglesia?.

EVITEMOS Y DESOIGAMOS A LOS FARISEOS.
El fariseo aparece justo y piadoso ante los hombres, pero por dentro está lleno de hipocrecía y de iniquidad (Mat. 23, 28); recorre el mar y recorre la tierra lleno de ardor apostólico para hacer un solo prosélito, diciendo que lo atrae para la causa de Dios, y cuando llega a serlo, lo hace hijo de la condenación el doble más que .él quitándoselo a Dios (Mat. 23, 15); cierra a los hombres el Reino de los Cielos. Con su poder y recursos lo cierra. No entra él, y al que quiere entrar se lo impide (Mat. 23, 13); frustra los planes de Dios al imponer sus propias opiniones y sus propios planes contra los deseos de Dios (Luc. 7, 30); edifica monumentos a los héroes pasados, y a los santos, y a los mártires de los que dice venir, pero mata al Señor de los héroes, y de los santos, y de los mártires, en Su Cuerpo místico (Luc. 11, 47); es escrupuloso en la letra de la Ley que conoce bien, pero para imponerla a los demás (Luc. 11, 46), pero afloja la mano cuando se trata de él mismo y usa en su provecho todos los casos de la extrema necesidad siempre que se presente la oportunidad (Luc. 13, 15); tiene la llave de la ciencia que conoce, pero cierra este conocimiento e impide entrar a todos los que él no quiere dejar pasar (Luc. 11, 52); su levadura encanta, pero contagia, fermen ta por todas partes, pero es esencialmente hipocrecía (Luc. 12, 1); se escandaliza con las palabras de otros si no son sus palabras (Mat. 15, 12); tiene pensamientos de hombres, y lógicas de hombres, y razones de hombres, y conveniencias de hombres, pero que son contrarias a Dios (Mat. 16, 23); es homicida porque quiere matar el Cuerpo místico de Cristo (Mat. 21, 33; Juan 8, 37); llama maldito a todo aquel que no conoce la ley como él, pero esconde este conocimiento (Luc. 7, 49); aún creyente, no es confiable (Juan 2, 23); y es hijo del Diablo (Juan 8, 44).
Por eso San Juan Bautista y nuestro Señor los llamaba raza de víboras (Mat. 3, 7), y se prevenía gravemente contra su levadura (Mat. 16, 6 y 12), y se les anunciaba que lo que tienen les sería quitado y entregado a otros que rindieran buen fruto (Mat. 21, 43), y se les nublaría la vista y las cosas serían reveladas a los pequeños y no a ellos que se creen sabios, prudentes y santos (Mat. 11, 25; Luc. 10, 21), porque son abominables a Dios (Luc. 16, 15). Primero entrarán al Cielo los publícanos y las raberas que ellos (Mat. 21, 32).
Si nuestra justicia no es mayor que la de ellos, no podremos salvarnos (Mat. 5, 20), pues Dios prefiere los sentimientos de un corazón sincero, y compasivo, y fiel a las normas de Su Iglesia aún en la gran tribulación o cuando parece que no conviene o cuando hay gran peligro, que la práctica rigorista e hipócrita de la letra de la ley (Mat. 9, 13; 12, 7).
Alejémosnos de esa levadura, pues, y salvemos a la Iglesia.

URGENTE LLAMADO A LA UNIDAD.
Así intituló el Dr. José R. López-Gastón, obispo tradicionalista, su artículo que ahora incluímos: "Escribo estas líneas con la angustia natural de un católico sincero que sufre en estos terribles momentos la "apostasía general", cuando "la abominación de la desolación reina en el lugar santo".
"Todos nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos o laicos que, por un inescrutable designio del Señor, hemos guardado la Fe y tratamos de mantener la gracia de Dios en nuestras almas por medio del Santo Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos, tenemos una obligación muy grave ante Dios y ante la Santa Iglesia, que, incluso, compromete la salvación de nuestras almas".
"Si el Señor nos ha escogido, a pesar de nuestra indignidad no es para que enterremos el tesoro recibido sino para hacerle producir el ciento por uno".
"Ya el Dr. Homero Johas, en su magistral artículo sobre LA HEREJÍA DE LA ACEFALIA PERENNE, expuso todos los ángulos de la situación en que nos encontramos y ofreció la solución del problema, para que se cumplan las promesas de Cristo sobre la perennidad de la Iglesia y del Sumo Pontificado, indicándonos con argumentos basados en insignes teólogos que si "han de existir Sucesores de Pedro" hasta el fin de los tiempos, por lógica natural, también han de existir "electores" hasta la Segunda Venida de Cristo".
"Sólo nos queda lograr, a la mayor brevedad posible, la UNIDAD, basada en la CARIDAD".
"Sin estos dos sólidos pilares, todo lo que queramos construir, será como la casa sobre la arena, que caerá al primer soplo de viento".
"Durante treinta años, sabios y piadosos escritores nos han expuesto los males que sufre la Santa Iglesia, como doctores que examinan a un moribundo, y hacen un detallado diagnóstico de la enfermedad, pero muchos no se atreven a emplear los remedios para lograr su curación".
"En vez de hacer, sólo se han ocupado de su pequeña huerta, negándose a cooperar con los demás clérigos o católicos laicos, buscándoles todos los defectos, calumniándolos, y a veces hasta llevándolos a los tribunales para reclamaciones materiales".
"¿Qué nos interesa?, ¿nuestro orgullo?, ¿nuestra ambición?, ¿la perpetuación de una Iglesia Católica "episcopal", que por supuesto, a pesar de la Santa Misa y de los Sacramentos, no será nunca la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana?".
"Lo más que hemos logrado es la unión de dos o tres obispos, que inventan toda clase de extrañas teorías para evitar la lógica actuación que nuestra fe nos pide".
"Ha llegado el momento de deshacernos de nuestros propios intereses. De olvidarnos de prejuicios y fariseísmos , de perdonarnos mutuamente y de ACTUAR SIN PRECIPITACIÓN NI DEMORAS".
"A todos los católicos de buena voluntad, clérigos y seglares, me dirijo y de rodillas suplico a todos el esfuerzo para unirnos, salvar a la Iglesia, y restaurar la Jerarquía Eclesiástica incluyendo al Sumo Pontificado".
"¡Si lo hacemos, que Dios nos lo premie; si no lo hacemos, que Dios nos lo demande!".

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