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jueves, 15 de mayo de 2014

La confesión por los fieles difuntos

Oración para antes de la Confesión
     OS adoro, Salvador mío, compareciendo delante de vuestro Padre abrumado bajo el peso de mis pecados, como si Vos mismo los hubieseis cometido. Yo soy, Dios mío, el culpable; ¿no es también justo que lleve la vergüenza, que devore su amargura? Dadme ánimo para declarar todos mis pecados sin disimulo alguno, a fin de que satisfaga a la divina Justicia y evite la condenación eterna. ¡Ay! Vos veis mi alma toda desfigurada por la fealdad del pecado; volved a estampar en ella vuestra imagen por la virtud del sacramento de la Penitencia; haced que encuentre en él el perdón de mis faltas y las luces para portarme bien en adelante. Amén.

Oración para antes del Examen
     En vuestra presencia. Dios mío, voy a considerar las llagas que el pecado ha hecho en mi alma; venid, Señor, en mi ayuda, que sin Vos no las podría descubrir. Espíritu Santo, eterna luz, disipad mis tinieblas, mostradme todo lo que os desagrada en mi corazón, y haced que conozca mis infidelidades y mis ingratitudes y vea mis pecados como Vos mismo los veis.

Sentimientos de Contrición
     ¡Pequé, Señor, pequé! ¿Cómo al pensarlo no se me parte de dolor mi corazón? ¿Cómo no se deshacen mis ojos en lágrimas? ¡Haber ofendido a un Dios tan bueno, tan amable, tan benéfico; haberle ofendido después de promesas, tantas veces reiteradas, de no volver a ofenderle; haber hundido la lanza en el Corazón de Jesús, en aquel Corazón que es la misma bondad y amor, y no morir de pesar! ¡Oh Corazón de Jesús! ¡Corazón herido por mis pecados! Traspasad el mío de dolor, herid este corazón de piedra, y haced salir de él lágrimas de una viva contrición. ¡Dios mío! Detesto todas mis infidelidades, renuncio a ellas de todo mi corazón. ¡Ah! Apartad vuestra vista de mis ingratitudes; atended tan sólo a mi dolor, o más bien al dolor que de ellos tuvo Jesucristo mi Salvador; contemplad sus lágrimas, su sangre, sus llagas, su Corazón, y en vista de todo ello, perdonadme mis pecados.

Después de la Confesión
     Bendice, alma mía, al Señor, y todo lo que hay en mí rinda homenaje a su adorable Corazón.
     Él es quien perdona nuestros pecados, quien cura nuestros males, quien nos libra de la muerte y nos colma de sus beneficios. Su paciencia es grande; y su bondad infinita. Él conoce nuestra flaqueza, y se acuerda de que no somos sino polvo; ¡bendigámosle eternamente!
     ¡Justicia de mi Dios! Yo no tengo con qué satisfacer por mis pecados; pero os ofrezco los méritos de mi Salvador, que son de un valor infinito. Os presento el Corazón de Jesús; y si no tengo todo el dolor que exigen mis culpas, ved el dolor que de ellas tuvo este adorable Corazón. Esa llaga profunda y la sangre que de ella mana, abogan por mí y dan testimonio de que el Verbo divino ha satisfecho por todas mis faltas.
     ¡Dios mío! Perdonad mi vanidad y orgullo, en consideración a la humildad de vuestro Hijo; perdonad mis aversiones y mis iniquidades, a causa de su inmensa caridad; perdonad mis impaciencias, por su mansedumbre, y mis inmortificaciones, por la sed que padeció en la cruz. ¡Oh Corazón de Jesús! Sed mi Redentor, como sois mi fortaleza y mi sostén.
     Si aún exigís de mí, Dios mío, alguna otra satisfacción, me someto a vuestra voluntad, y acepto sin reserva todas las aflicciones, todos los males que durante la vida me puedan sobrevenir. Ya vengan de Vos, ya de parte de las criaturas, todo lo acepto según las disposiciones de vuestra divina Providencia. Con el mismo espíritu acepto la penitencia que me ha impuesto el confesor, y la acepto con un verdadero deseo de reparar vuestro honor, ultrajado por mis pecados, uniéndolo todo, Salvador mío, a los dolores de vuestra Pasión y muerte. Que la abundancia de vuestros méritos y la inmensa caridad de vuestro Corazón suplan la imperfección y la insuficiencia de mis obras.
Rev. Donadoni S.J.
EL DEVOTO DEL PURGATORIO

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