CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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En Mateo, XXIV, 34, y en los sinópticos Marcos y Lucas, después de la predicción del fin del mundo, se lee: "En verdad os digo: no pasará esta generación sin que todas esas cosas hayan sucedido". Si por generación se toma el periodo de vida de los hombres contemporáneos, es evidente que la profecía no se ha cumplido. También en otros puntos del Evangelio se encuentran pasajes que dan la impresión de que el Mesías consideraba próximo el fin del mundo; por ejemplo, en San Pablo. Ahora bien, si de estos se pudiera admitir una arbitraria interpretación personal, de Jesús no. (F. S.. - Bolzano).
Con San Pablo, ilustre amigo, es usted demasiado... condescendiente, o -tal vez mejor es decir- poco reverente. Las cartas de San Pablo están inspiradas por el Espíritu Santo, y, por tanto son infalibles, como el Evangelio, así que la dificultad vale tanto para ellas como para las palabras de Jesús.
La explicación aclarará todo el problema
Con un método conforme con el espíritu profético, que en la pantalla del porvenir ve la proyección de épocas entre si distantes, Jesús, en el famoso discurso escatólogico -esto es, del final de los tiempo- mezcla presumiblemente juntas la previsión de la destrucción de Jerusalen, que tuvo lugar el año 70, por obra de Tito, y la del fin del mundo, de la que la destrucción de la Ciudad Santa era como figura y sombra; y esto corresponde a la doble pregunta que los Apóstoles le habían hecho sobre ello (Mateo, XXIV, 1-3).
La indeterminación de contornos y de distinción que Jesús conserva en el discurso la mantiene también en el antes dicho versículo. En realidad, "generación" puede entenderse tanto de una vida humana, como de la raza judía y de todo el género humano; y la frase "todas estas cosas" puede referirse a ambos acontecimientos.
Sin embargo, del contexto inmediato, en que se habla de una segura previsión, -"tomad esta comparación sacada del árbol de la higuera..." (Mateo, XXIV, 32-33) mientras el final del mundo acaecerá de improviso -"como el relámpago sale..., así será el advenimiento del Hijo del hombre" (Mateo, XXIV, 27, 39, 50)- parece mas probable que este versículo se refiere a la destrucción de Jerusalén, que muchos de los contemporáneos -"esta generación"- realmente verían.
Por lo demás, si es verdad que Jesús no quiso revelar el tiempo del fin del mundo, no dejó, sin embargo, de hablar de él implícitamente como de una cosa lejana. Véase algunos pasajes: "Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta tanto que los tiempos de las naciones acaben de cumplirse" (Lucas XXI, 24), "...mi amo no viene tan presto" (Mateo XXV, 48); "Como el esposo tardase en venir..." (Ibidem, XXV, 5); "Pasado mucho tiempo..." (Ibidem, XXV, 19), etc.
Las frases de San Pablo de este tipo: "Pues estamos más cerca de nuestra salud, que cuando recibimos la fe" (Rom. XIII, 11); "El tiempo es corto..., la escena de este mundo pasa" (I Cor. VII, 29-31) pueden referirse a la vida de cada cual que terminará en la muerte con el encuentro particular con el Divino Juez. Las frases como al son "de la trompeta de Dios..., nosotros los vivos" (Tess. IV, 15-16), con aquel "nosotros" en primera persona no son sino una traslación retórica a aquellos futuros tiempos, como para ser espectador de ellos, para hacer mas viva la descripción, asociándose a los que al final de los tiempos en la solemne venida del Juez divino, estarán vivos.
No puede ser de otro modo, dado que San Pablo mismo en otros lugares prevé tiempos futuros distantísimos, como cuando predice que la conversión de Israel no tendrá lugar "hasta tanto no se cumpla la plenitud de las naciones haya entrado" (Rom. XI, 25-26). E incluso explicitamente en la segunda a los tesalonicenses, II, 2, excluye que ese final "estuviera ya cercano".
Finalmente también el último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, confirma su larga duración, hablando de los "mil" años terrenos del reino de Cristo, que simbólicamente significan un tiempo larguisimo (XX, 1-3).
BIBLIOGRAFIA
L. Billot, La Parousie, Paris, 1920;
J. Chaine. Parousiae, DthC., XI págs. 2043-54;
A. Romeo. Parusia, EC., IX, págs. 875-81.
Pier Carlo Landucci
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