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martes, 11 de agosto de 2015

Ad quem ibimus?

¿A quién iremos?
     ¿También vosotros queréis abandonarme?
     Así preguntaba el divino Maestro a sus Apóstoles.
     Pedro, en nombre de todos, le responde:
     ¿Y a quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!
     ¿A quién iremos? Si te abandonamos a Ti, que eres el CAMINO, ¿a quién iremos que no nos conduzca a la perdición y a la muerte?
     Si te dejamos a Ti, que eres la Verdad, ¿a quién iremos que no nos engañe con palabras llenas de seducción y de veneno?
     Sí nos alejamos de Ti, que eres la Vida, ¿a quién iremos que no nos lleve por senderos quizá floridos, pero senderos de muerte eterna?
     Si nos vamos de tu lado, si te abandonamos a Ti, que eres la LUZ, ¿a quién iremos que no nos guíe por caminos de tinieblas?

     ¿A quién iremos?
     También yo busco un amigo, un consejero, alguien que me conduzca, que me guíe, que quiera compartir conmigo mis tristezas y mis alegrías.
     ¿Ya quién he ido a buscar?
     A ése, a quien creí mi amigo, y no era más que un vividor...
     A ése, a quien supuse fiel, y después me traicionó tristemente...
     A ése, a quien pensé que me amaba, y, en realidad, no buscaba otra cosa que sus propios intereses...
     Y olvidé al único verdadero Amigo, al que es CAMINO, VERDAD, VIDA, LUZ.
     Al único que puede conducirme por la única senda que lleva a la felicidad.
     Al único que puede enseñarme la única ciencia que no conoce engaños.
     Al único que puede darme la única vida verdadera, la vida eterna.
     Al único que me ilumina con la única luz que nunca se apaga y que no deja que mis pasos se extravíen por sendas de perdición.
     Debo buscarle a Él.
     Yo sé que le encontraré.
     Él también me busca a mí.
     Y quiere ser Él mi camino.
     Y quiere ser mi luz.
     Él sólo tiene palabras de vida eterna.
     Las palabras que yo necesito.
Alberto Moreno S.I.
ENTRE EL Y YO

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