Las horas van deslizando
sobre mi frente lozana
dejando su huella insana
marcada sobre mi tez;
y el reloj señala lento
con campanada sonora
el paso de fugaz hora
que no verá ya otra vez.
Las hojas caen al suelo
sacudidas por él viento,
y marchito y polvoriento
veo el tallo de la flor;
¡ay!, pena da contemplarlos,
así pasa nuestra vida,
era ayer planta florida,
después la seca el calor.
Al menos esos arbustos
que hoy despoja de hermosura
la oleada fiera y cruda
del helado vendaval,
cobran en la primavera
lo que les robó el otoño,
y con vistoso retoño
les toma belleza igual.
Mas nosotros, ¡miserables!,
el día que llegue triste
un fantasma que luto viste
y que empuña fatal hoz,
cerraremos nuestros ojos.
a la luz del claro día,
cual se apaga la bujía
o cual calla leve voz.
Pbro. Jaime Balmes
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