JACOBINOS
Es el nombre que se da en Francia a los dominicos o hermanos predicadores, por motivo de su convento principal que se halla en la calle de Santiago en París. Era un hospital de peregrinos de Santiago, cuando se establecieron en él los dominicos en 1218.
JACOBITAS
Herejes eutiquianos o monofisitas, que no admitían en Jesucristo mas que una sola naturaleza, compuesta de la divinidad y humanidad. Es común este error a los coptos de Egipto, a los abisinios o etíopes, a los sirios del patriarcado de Antioquía y a los cristianos del Malabar, que se llaman cristianos de santo Tomás. hemos hablado de los jacobitas coptos y de los etíopes en sus artículos: conviene dar a conocer a los sirios. Nadie ha hecho su historia con mas exactitud que el sabio Assemani en su Bibliot. orient., t. 2.
En la palabra Eutiquianismo, hemos seguido los progresos de esta herejía hasta el momento que sus partidarios tomaron el nombre da jacobitas.
A fines del siglo V, los secuaces de Eutíques, condenados en el concilio de Calcedonia, estaban divididos en muchas sectas y próximos a destruirse. Severo, patriarca de Antioquia, jefe de la secta de los acéfalos, y los demás obispos eutiquianos, conocieron la necesidad de reunirse. El año 551 eligieron por obispo de Edesa a un tal Santiago Baradea o Zánzalo, fraile ignorante, pero astuto, insinuante y activo, y le dieron el titulo de metropolitano ecuménico. Recorrió el Oriente, reunió las diferentes sectas de eutiquianos, y fue su jefe; por esto se han llamado jacobitas. Estos sectarios, protegidos primero por los persas, enemigos de los emperadores de Constantinopla, después por los sarracenos, entraron; poco a poco en posesión de las iglesias de la Siria, sometidas al patriarcado de Antioquia, donde se han conservado hasta el presente.
Durante las cruzadas, cuando los príncipes de Occidente conquistaron la Siria, los papas nombraron un patriarca católico de Antioquia, y en esta comarca volvieron a tomar los católicos ascendiente sobre los jacobitas. Entonces estos manifestaron algún deseo de reunirse a la Iglesia romana; pero este designio no tuvo ningún resultado. Desde que los sarracenos o turcos volvieron a entrar en posesión de la Siria, los jacobitas perseveraron en el cisma; los católicos que se hallan en aquel país, sobre todo en el monte Líbano, son llamados maronitas y melquitas.
Sin embargo, muchos viajeros modernos nos aseguran que el número de jacobitas disminuyó por los progresos que hicieron en Oriente los misioneros católicos. En 1782, M. Miroudot, obispo de Bagdad, consiguió hacer elegir por patriarca de los jacobitas sirios a un obispo católico que se ha reconciliado con la Iglesia romana con cuatro de sus co-hermanos. Las conversiones de estos sectarios serian mucho mas frecuentes, sin las persecuciones que los católicos experimentan todo los días por parte de los turcos.
En muchas partes, los jacobitas sirios se han reunido a los nestorianos, aunque en el principio sus sentimientos sobre Jesucristo fueron diametralmente opuestos, y se han separado de los coptos egipcios del patriarcado de Alejandría, que originariamente procedían del mismo tronco, porque los jacobitas sirios ponen aceite y sal en el pan de la Eucaristía, uso que los jacobitas egipcios no han querido tolerar jamás. Así estos sectarios están divididos en el día en jacobitas africanos y en jacobitas orientales o sirios.
Muchos autores han creído que en el fondo los jacobitas en general no estaban ya en los sentimientos de Eutíques, y que desechaban el concilio de Calcedonia por pura prevención. Se han engañado, porque M. Anquetil, que ha visto en Malabar en 1758 obispos sirios jacobitas, y que refiere su profesión de fe, dice que están todavía en el mismo error que Eutíques. Admiten en Jesucristo, Dios y hombre perfecto, una persona y una naturaleza encarnada, sin separación y sin mezcla; así se explican. Verdaderamente que estas últimas palabras parecen contradictorias a su error, y M. Anquetil se lo hizo observar; mas no por eso se obstinaron menos en sostenerla de este modo. (Zend-Avesta, lib. 1, 1° parte, pág. 165 y sig.). Cuando si les pregunta, cómo puede suceder que la divinidad y la humanidad sean en Jesucristo una sola naturaleza, sin estar mezcladas y confundidas, dicen que esto se hace por la omnipotencia de Dios; que verdaderamente esto no se concibe, pero que nada es concebible en un misterio como el de la Encarnación. Algunos han tratado en diversos tiempos de reunirse a los católicos, pretendiendo que no se habían separado de ellos mas que por una disputa de palabras, pero lo cierto es, que están bien aterrados en su error. Profesan condenar a Eutíques, porque dicen que ha confundido las dos naturalezas en Jesucristo, sosteniendo que la divinidad había absorbido la humanidad: nosotros creemos firmemente que ambas subsisten sin mezcla y sin confusión.
Mas lo que prueba, o que ellos mismos no se entienden, o que disfrazan sus sentimientos, es que sostienen, como los monotelitas, que no hay en Jesucristo mas que una sola voluntad, a saber, la voluntad divina; suponen pues que en él la naturaleza humana no está entera, puesto que se halla privada de una de sus facultades esenciales, que es la voluntad. Hablando del eutiquianismo, hemos manifestado que este aferramiento de los monofisitas no es una pura disputa de palabras, como muchos protestantes han querido persuadirlo.
Según la relación de Assemani, además de este error principal, algunos jacobitas han dicho que Jesucristo está compuesto de dos personas, este es el error de Nestorio; mas confundían el nombre de persona con el de naturaleza. Otros, como los griegos, han negado que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no obstante que no es este el sentimiento común de la secta. Pretenden, como los armenios, que los santos no gozarán de la gloria eterna, y que los malos no serán enviados al suplicio eterno, sino después de la resurrección general y el juicio final. Así no admiten el purgatorio, no obstante que en general oran por los difuntos. Se les ha acusado falsamente de negar la creación de las almas.
Reconocen siete sacramentos, y creen, en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía; mas admiten la empanación, o una unión hipostática del pan y del vino con el Verbo. Sin embargo, no hay ningún vestigio de este error en sus liturgias; aun se halla en ellas el término transmutación hablando de la Eucaristía. (Perpet. de la fe). Creen, como los griegos, que la consagración se hace por la invocación del Espíritu Santo; consagran con pan fermentado contra el antiguo uso de la Iglesia siria, y ponen también sal y aceite. Estos jacobitas sirios no practican la circuncisión, como hacen los abisinos o etíopes, pero dan la confirmación con el bautismo. Administran la extremaunción que llaman la lampara; han conservado el uso de la confesión y de la absolución; creen disoluble al matrimonio en ciertos casos graves.
Malamente se ha puesto en duda la validez de su ordenación; Morino no ha referido fiel ni enteramente el rito que observan en ella: Assemani detalla muy extensamente las ceremonias de la elección y de la ordenación de su patriarca, lo mismo que Rénaudot ha descrito exactamente las que observan con respecto al patriarca jacobita de Alejandría. No confunden al clero con el pueblo, como hacen los protestantes. Ordenan cantores, lectores, subdiáconos, diáconos, arcedianos, sacerdotes, corepíscopos, perodianos o visitadores, obispos, metropolitanos o arzobispos, un patriarca; pero no distinguen mas que seis ordenes, tres menores y tres mayores. Tienen un oficio divino al que están obligados los clérigos; permiten a los eclesiásticos casados vivir con las mujeres que han tomado antes de ordenarse, pero no casarse después de su ordenación: para hacer obispos, eligen ordinariamente monjes; el patriarca es el que los elige y ordena.
Han conservado el estado monástico; hay entre ellos monasterios de uno y otro sexo, en los cuales se hacen votos de pobreza, continencia y clausura, en los que se practica una abstinencia perpetua y muchos ayunos. Además de la cuaresma y el ayuno de los miércoles y viernes, tienen los de la Virgen, de los Apóstoles, de Natividad, de los Ninivitas, y cada uno de estos ayunos dura muchas semanas.
En el oficio divino, según la versión siríaca del antiguo y nuevo Testamento, celebran en siríaco, aunque su lengua vulgar sea el árabe; aun han llevado a las Indias su liturgia siríaca. Para el uso ordinario, tienen una versión árabe de la Sagrada Escritura que han hecho del siríaco.
La principal liturgia de los jacobitas sirios es la que lleva el nombre de Santiago: también se sirven de ella los católicos sirios llamados maronitas y melquitas. Por consecuencia es mas antigua que el cisma de los jacobitas o eutiquianos, y que el concilio de Calcedonia, puesto que después de esta época han formado una secta absolutamente separada de los católicos. Esta liturgia no es la misma que la que ha sido hecha por Santiago Baradea ó Zánzalo, jefe de los jacobitas. De modo que en ella se hallan los dogmas que han desechado los protestantes, bajo pretexto que eran innovaciones hechas por la Iglesia romana; la intercesión e invocación de la Virgen y de los santos; las oraciones por los difuntos, la creencia de las penas expiatorias después de la muerte, la noción de los sacrificios, etc. Los jacobitas tienen todavía otras muchas bajo diferentes nombres, como de San Pedro, de San Juan Evangelista, de los doce apóstoles, etc. Se les conocen cerca de cuarenta.
Estos herejes separados de la Iglesia romana hace mil doscientos años, ciertamente que no han tomado de ella, ni su creencia, ni sus ritos, y no se han unido de común consentimiento para corromper su liturgia por agradar a los católicos. Deben pues los dogmas profesados en la liturgia siríaca de Santiago haber sido la creencia común de la Iglesia universal en 451, época del concilio de Calcedonia, que ha dado lugar al cisma de los jacobitas; y por otra parte está probado que esta antigua liturgia era la de la Iglesia de Jerusalen. (Santiago el Menor, y las Liturgias orientales publicadas por el abad Renaudot, t. 2).
El estudio de la Sagrada Escritura y de la teología ha sido cultivado por los jacobitas sirios hasta el siglo XV. Assemani da el catalogo de cincuenta y dos autores de esta secta y la noticia de sus obras. Los dos mas célebres de estos escritores son Dionisio Bar-Salibi, obispo de Amida, que vivió a fines del siglo XII, y Gregorio Bar-Hebraeus, llamado Abulpharage, patriarca de Oriente, que nació el año 1220. A este último se le ha acusado malamente de haber apostatado. No se debe confundir con Abulpharagius Abdalla Benattibus, sacerdote y monje nestoriano, que murió el año 1043. Mas, después del siglo XIV, los jacobitas sirios han caído en la ignorancia; su secta, esparcida otras veces en la Siria y en la Mesopotamia, se ha disminuido mucho por los trabajos de los misioneros católicos.
En vano Mosheim y algunos protestantes triunfan de la resistencia que los jacobitas sirios han opuesto a los emisarios de los papas y a los misioneros que han querido traer estos sectarios al seno de la Iglesia romana; estos esfuerzos no han sido tan inútiles como se pretende. Por otro lado, ¿que importa a los protestantes la conversión o la resistencia de los Jacobitas? Estos no piensan como ellos, los anatematizarían si los conociesen. Pero tal es la extravagancia y el aferramiento de los protestantes; alaban el celo y el valor con que los sectarios orientales han propagado sus errores, y vituperan la diligencia de los misioneros católicos en hacer prosélitos. Atribuyen las misiones hechas en el Norte a la ambición de los papas, no dicen nada del ardor con que los patriarcas griegos, coptos, sirios jacobitas y nestorianos han extendido y ejercido su jurisdicción sobre los obispos y las Iglesias que los reconocen por pastores. Disimulan y perdonan a los herejes orientales todos sus errores, porque no se han sometido a los papas, toman en el sentido mas odioso todos los artículos de la creencia de los católicos que les place desechar.
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