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miércoles, 29 de agosto de 2012

COMENTARIO AL TEXTO DE COMO LOS JUDIOS CAMBIARON EL PENSAMIENTO CATOLICO (6 y ultimo))

Por R.P. Joaquín Saenz Arriaga
 
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El insigne escritor George Knuffer, en su extraordinaria obra La lucha por el poder mundial, confirma ampliamente nuestros anteriores conceptos:
"En la actualidad nos estamos acercando al punto álgido de la lucha por el poder mundial, que ha venido librándose durante siglos. Este problema nos concierne a todos y a cada uno de nosotros... ¿Vamos a ser hombres libres al servicio de Dios y de nuestro prójimo, o vamos a ser esclavos, privados incluso del derecho de adorar a Dios, según El lo quiere y nuestra conciencia lo exige? Esta es la cuestión y a ella están vinculadas la supervivencia de nuestras naciones y Estados, de nuestras culturas e incluso las supervivencias raciales. Todo está comprometido, incluyendo, en muchos casos, nuestras propias vidas..."

"De este modo vemos que si un día el centro, el punto focal de la conspiración para obtener el poder material mundial, parecía estar en Moscú, con su jefatura disfrazada simbólicamente de la Tercera Internacional, actualmente el centro, el punto focal de la misma lucha por la dominación del globo, respaldada por la misma gente de antes, no está ya en Moscú, sino en Washington y Nueva York, habiendo respaldado la ONU (Organización de las Naciones Unidas) a la Tercera Internacional.
"Si la antigua Liga de las Naciones fue instituida como una unidad de adiestramiento y un ejemplo para acostumbrar a la gente a la idea de internacionalismo y al abandono de la soberanía estatal, en favor de un anónimo poder internacional, que ni siquiera se ha declarado cristiano, la Organización de las Naciones Unidas tiene una verdadera finalidad, es la última expresión antes de la culminación del plan de proclamar el mesianismo materialista.
"Bajo este prisma es fácil comprender por qué estos últimos años un número considerable de comunistas declarados se han convertido en prominentes y, al parecer, sinceros anticomunistas. A primera vista puede parecemos que han reformado su opinión. Nada de esto: lógica y consistentemente siguen luchando por los mismos principios de antes, pero de una forma nueva y mejor. No han abandonado su designio fatal, sino únicamente los instrumentos que han resultado ineficaces..."
"Un aspecto importante del truco de las tres cartas, que tiene una relación concreta con los presentes acontecimientos mundiales y explica muchos de sus detalles y características, es que debemos tener presente la existencia, por así decirlo, de dos bolchevismos: el bolchevismo blanco, con su punto focal y base principal en América y el bolchevismo rojo, con su centro en Rusia. Entendemos aquí por bolchevismo la expresión del estado de ánimo y modo de vivir inducidos por el mesianismo materialista, independientemente de si la forma de gobierno, en cualquier caso, es la democracia parlamentaria o la de un terror abierto y despiadado. Naturalmente sabemos y admitimos que, hoy por hoy, la vida en los países sujetos al bolchevismo blanco es mucho mejor en todos los aspectos que bajo el gobierno rojo; pero, ambos bolchevismos se relacionan en el fondo, tanto en su espíritu como en su objetivo final".
"De hecho, como ya sabemos, fueron los blancos, o, mejor dicho, sus dirigentes, los que dieron vida a la variedad roja; y repetimos de nuevo que los americanos, los rusos y todos los demás no son, en manera alguna, responsables de los sistemas que los oprimen o, por lo menos los explotan".
"Pero los que tienen el propósito de gobernar al mundo no pueden dejarlo dividido, aunque sea nominalmente, en dos campos: el rojo y el blanco, o entre democracia y socialismo, tienen que unirlo bajo una social democracia o democracia cristiana, como se ha llamado. Para lograrlo, los protagonistas del bolchevismo blanco saldrán a escena (ahora que el comunismo rojo se ha hecho tan odioso; actitud conscientemente aconsejada en el momento oportuno) como los libertadores del mundo. Los blancos nos salvarán a todos de los rojos, sustituyendo una variación del mismo tema por otra, reteniendo así la iniciativa y asegurándose un apoyo casi universal. De este modo se logrará el final consentimiento del mundo. Ello es seguro, a menos que todos nos tomemos la molestia de comprender las cuestiones en juego y emprendamos la línea de conducta que requiera".


 En este truco, la religión y especialmente el Catolicismo tenía que respaldar, en un deseo de paz, los planes enemigos. Por eso vino la nueva táctica a buscar pacífica coexistencia, a abrir el diálogo con los mayores enemigos de Cristo y de su Iglesia.
No lo olvidemos: el enemigo que hoy nos halaga, el que nos recibe con honores, el que abre generosamente la bolsa para ofrecernos su ayuda, será el mismo que mañana nos esclavice y se burle de nuestra derrota. Después del Domingo de Ramos, vino el Viernes Santo, con sus voces blasfemas, con su Calvario y con su Cruz.


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Hemos insistido en señalar, como una explicación dolorosa pero cierta de la revolución religiosa que hoy sacude al mundo y que parece ser el presagio de nuestra ruina total, el hecho incuestionable de las infiltraciones judías, masónicas y aun comunistas, que actúan eficasísimamente dentro de la Iglesia de Cristo. Ya el Divino Maestro había anunciado esas infiltraciones futuras, esos lobos vestidos con pieles de ovejas, esos pastores mercenarios, que, al ver venir el lobo, huyen y abandonan a las ovejas en sus garras; y Su Santidad el Papa San Pío X, las denuncia en su Encíclica "Pascendi Dominici gregis" contra el modernismo. El artículo de la revista LOOK parece comprobarnos ampliamente la acción coordinada que dentro de la Iglesia pudieron realizar los jefes de las Organizaciones Judías.
No nos toca a nosotros investigar los casos, ni señalar las responsabilidades. Ni siquiera podemos afirmar que haya habido mala fe y traición voluntaria en las personas concretas, cuyos nombres podrían aducirse. Solamente el juicio de Dios, que conoce los secretos de los corazones, podrá algún día descubir a los traidores emboscados. Por lo demás, nuestro escrito no quiere ni busca acusaciones personales, sino descubrir más bien los ardides del enemigo y convencer a los que todavía no admiten el tremendo problema del Judaismo Internacional.


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Nada más como una cita histórica, relacionada con el tema que venimos tratando, nos parece oportuno y conveniente citar aquí un documento que la Delegación Arabe de Palestina en la ONU dirigió a su Eminencia el Cardenal Bea S. J., y que fue publicado en diversos periódicos de los Estados Unidos.
441 Lexiton Ave.
New York City, N. Y.
Su Eminencia Agustín Cardenal Bea,
c/o al Excelentísimo John Krol, Arzobispo de Filadelfia.
5700 City Line Ave.
Filadelfia, Pa.


Su Eminencia:
La Agencia Telegráfica Judía "Daily News Bulletin" de hoy, anunció que Su Eminencia llega el miércoles al Aeropuerto Internacional Kennedy, donde será recibido por los dirigentes de la Liga Antidifamatoria (Anti-Difation League) de la B'nai B'rith. 
Es chocante para mí, como Cristiano Arabe de Palestina, saber que usted está asociado con la Liga Antidifamatoria, la organización Sionista más destacada, que es anticristiana, y cuyas actividades para respaldar al Movimiento Internacional Sionista y la ilegal ocupación de Palestina por el Sionismo, son bien conocidas y probadas.
Con un buen corazón cristiano, Su Eminencia está trabajando por los más altos ideales en la vida, dedicado a la causa de la paz y la buena voluntad entre los hombres. El Sionismo judío, sin embargo, está aprovechando las actividades de su Eminencia para ganar simpatía para su movimiento y para la ilegal ocupación de la Tierra Santa por los Sionistas.
Sin duda que Su Eminencia conoce las blasfemias contenidas en el Talmud contra Jesucristo y contra la religión cristiana. Antes de que la Iglesia Católica se atreva a modificar cualesquiera doctrinas cristianas, yo pienso que debería pedir primero a los judíos que quiten todas esas horrendas cosas, contra Cristo y los cristianos, del Talmud, que es el libro básico del Judaismo.
Sin embargo, no estoy muy preocupado por esta materia teórica. Lo que a mí principalmente me preocupa en esto, es que los Sionistas están aprovechando la conexión con Su Eminencia y con muchos Obispos Americanos, católicos y no católicos, para proteger su inmoral e ilegal causa en la ocupación del 80% de la Tierra Santa.
Muchos Obispos cristianos que están cooperando con el movimiento Sionista ignoran el programa del Sionismo de desarraigar la cristiandad de la Tierra Santa y destruir nuestros santos lugares cristianos.
La destrucción y sacrilega profanación de estos lugáres sagrados y de las instituciones cristianas en la Tierra Santa durante la guerra en Palestina en 1948 están bien documentadas y probadas. Los sionistas judíos en Palestina han llevado a cabo constantemente una campaña de odio contra las instituciones cristianas y sus misiones desde la ocupación de Palestina, en 1948. Y es su meta completar su obra haciendo la Tierra Santa cien por cien judía. Para el Sionismo la realización de su programa es sólo cuestión de tiempo. Si alcanzasen ellos —Dios no lo permita— el completo control de Palestina, llevarían a cabo entonces su completo plan de echar fuera a los 50,000 cristianos y destruir nuestros Santos Lugares y las instituciones cristianas todas en la Tierra Santa.
Como árabe cristiano que soy de esa Tierra Santa, que es víctima de la agresión sionista y de sus latrocinios, yo apelo a Su Eminencia para que ponga fin a sus actividades en favor de los sionistas; actividades, por otra parte, que yo considero han sido hechas con toda buena fe, pero que han sido explotadas por el perverso movimiento sionista, a fin de alcanzar sus metas en contra de los cristianos, de la cristiandad y de la Tierra Santa.


 Respetuosamente de S. E.,
ISSA NAKHLEH,
Director,
"The Palestine Arab Delegation."


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La anterior carta es demasiado elocuente para que nos detengamos a comentarla. La apelación es directa, contundente y bien fundada. Bien hubieran hecho los elementos progresistas en meditar este escrito tan ponderado que denuncia la tendencia política del Judaismo International, al buscar, con tanta insistencia y medios tan poderosos y eficaces, la absolución conciliar y la protección permanente y sagrada de la Iglesia, para justificar sus actitudes absorventes ante el mundo cristiano.
Su Eminencia, el Cardenal jesuíta, contestó el 14 de mayo a la anterior carta. He aquí su respuesta habilísima, pero, no por eso, menos comprometedora:


Su Excelencia.
Mr. Issa Nakhleh.
Director The Palestine Arab Delegation.
441 Lexington Ave.—Room 509.
New York, N. Y., 10017, U. S. A.


Al llegar a Filadelfia encontré su carta del 17 de abril. Desgraciadamente, mi lleno programa en los Estados Unidos y también después acá en Roma, no me permitió contestar antes.
Permítame llamar primeramente la atención de usted sobre el hecho de que mi ida a los Estados Unidos no tiene nada que ver con ninguna organización judía de cualquier clase. ¿Qué puedo o que debo yo hacer si alguna agencia u organización envía alguna persona para recibirme? ¿Protestar? ¿Hacer alguna declaración y dar así al hecho mayor publicidad? Por otra parte, si usted lee los informes del Religious News Service y también los del Jewsh Telegraphic Agency, del 28 de abril, encontrará que estuvieron presentes a recibirme muchos cristianos, además de católicos, otros del Concilio Nacional de las Iglesias, y así otros.

He declarado una y otra vez que mi trabajo no tiene ninguna conexión con cualquier tendencia política, y así este hecho es públicamente bien sabido para todos aquellos que quieran verlo. Por otra parte, yo no puedo admitir el que uno deba emitir o detener una obra buena sólo porque hay gente que puede abusar de ella o de hecho abusa. Como siempre hay gente de esta clase, uno nunca podría hacer una buena obra. 


Con los mejores deseos, de usted respetuosamente.
"AGUSTIN CARDENAL BEA."


 Esta carta es digna de Maquiavelo. No puede negarse que es habilísima. Su Eminencia, sin afirmar ni negar los hechos, sin responder a los argumentos validísimos del Director de la Delegación Palestina, elude responsabilidades y quiere aparecer ajeno a la recepción calurosa de la máxima organización judío-masónica en New York.
Si Su Eminencia el Cardenal Siri o Su Eminencia el Cardenal Ottaviani hubiesen ido a Nueva York, estamos seguros que los altos dirigentes de la Liga Antidifamatoria no hubieran asistido a darles la bienvenida; ni hubiera estado presente el Concilio Nacional de las Iglesias. ¿Por qué? ¿No son acaso ellos miembros del mismo senado de la Iglesia Católica? ¿No tienen y deben tener la misma dignidad, las mismas creencias y la misma política del Cardenal Bea?
"¿Qué puedo o qué debo yo hacer —pregunta S. E.— si alguna agencia u organización envía alguna persona para recibirme?" La respuesta no es tan sencilla como parece dar a entender el Presidente del Secretariado por la Unidad de las Iglesias. Es evidente que esa respuesta varía según la calidad de las personas que con su presencia y con su Internacional Fellowship Award quieren asociarse a la persona y a las actividades de S. E. Si el demonio y sus ángeles caídos, para poner en caso extremo, hubieran ido a recibir al ilustre purpurado, él no hubiera podido aceptar esa recepción sin comprometer su misma fidelidad a Dios y el buen nombre que por su alta investidura debe proteger y conservar. El fin no justifica los medios; no se pueden aceptar cosas intrínsecamente malas que parezcan a ciertos espíritus flexibles, buenas y aceptables.
Las repetidas afirmaciones de S. E. de que su labor no tiene tendencias políticas nada prueba mientras los hechos contraríen las palabras. Lo más que podemos admitir es que S. E. no ve el alcance político de sus actividades en el asunto judío. Somos muchos, católicos y no católicos, los que estamos firmemente convencidos de que el problema planteado por S. E. en el Concilio no es religioso, no es dogmático, no es pastoral, sino que es un problema exclusivamente político.
Pongamos otro ejemplo para confirmar lo antes dicho. Supongamos que unos individuos matan una familia, después de haber quemado sus propiedades; supongamos que, después, una persona digna acepta una recepción, un regalo de los victimarios. ¿Podrían los familiares y deudos supervientes admitir las excusas del que evidentemente parece asociarse con sus mortales enemigos? Y no acudamos a la caridad cristiana para defender lo que es indefendible. La caridad a los hombres sólo es verdad cuando no se excluye la caridad a Dios. No podemos amar a los hombres que encarnan la guerra a Cristo y a su Iglesia.
¿Quién es el autor de la declaración peligrosa que pretendía imponerse en el Concilio? ¿Quién aceptó las frecuentes visitas de los dirigentes del Sionismo Mundial? ¿Quién ha desarrollado un celo y actividad increíble por lograr la realización de ese proyecto como si de el dependiese el futuro de la Iglesia y del mundo? Y esa declaración, notémosle bien, se quiso hacer sin que el judaismo religión, ni el Sionismo, ni los dirigentes de ese pueblo hubiesen reconocido tu error pesado, hubiesen declarado a Jesús, si no el Mesías, el Hijo de Dios vivo, a lo menos un inocente injustamente condenado Querían que la Iglesia diese todo, sin que ellos ofreciesen otra cota que las treinta monedas de plata, precio del Santo de los Santos.
Por otra parte, ¿por qué se quiere proteger a los judíos, que actualmente siguen tramando la muerte de Cristo Místico, que es la Iglesia? ¿Pensamos que nuestra amistad judeo-cristiana va a hacer que ellos reconozcan a Jesús como el Mesías prometido y acepten sus propios y gravísimos errores? Porque si no es con este reconocimiento y esta aceptación, entendámoslo bien, nuestra amistad con ellos implica nuestra enemistad con Dios. O Cristo o el Anticristo.



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Una vez más quiero esclarecer mi pensamiento para evitar las malas y torcidas interpretaciones. Estoy hablando de la mafia, no de los individuos todos que tienen sangre judia. Estoy hablando de los que, hoy como ayer, siguen condenando a Cristo y todo lo que Cristo es y significa.
Esa mafia ha cambiado de táctica; pero es la misma mafia que conspiró para obtener la muerte del Redentor en el Pretorio de Pilatos. Ayer gritaba y maldecía a Cristo; hoy recibe con un vino de honor al representante de Cristo. Pero, si sus posturas son aparentemente opuestas, su intención es la misma, tiene que ser la misma, mientras rechazando a Cristo, siga buscando el mesianismo materialista, negación y ataque del mesianismo divino, sobre el cual se levanta nuestra fe católica.
El sacerdote progresista español, Don José L. Martín Descalzo, en su obra reciente "Un Periodista en el Concilio", (4a. Etapa), se escandaliza, —mal interpretando y mal transcribiendo las palabras de un libro— porque su autor afirma que "Nuestra amistad con los judíos implica nuestra enemistad con Dios".
Aclaremos términos. ¿Qué significa aquí amistad? y ¿a quienes designamos con ese nombre genérico de judíos?
La palabra amistad, como la palabra caridad, tiene hoy diversas acepciones, según el criterio y las intenciones de las personas que usan esas palabras. Amistad, para algunos, es un afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y se fortalece con el trato. Amistad, para otros, es cierta afinidad, conexión o alianza en la búsqueda de idénticos objetivos. La palabra "judíos" también puede significar, según ya dije, bien sean los individuos que integran "El Pueblo del Antiguo Testamento", bien sean los dirigentes y asociados de la mafia, bien, finalmente, el Judaismo religión.
Desde luego, nuestra amistad, en cualquiera acepción que demos al término, si se trata de la mafia que niega a Cristo y combate el cristianismo, es incompatible con nuestra amistad con Dios y nuestra consagración a Cristo. ¿Cómo podemos, no digo ya asociarnos y tener afinidad, sino profesar un afecto sincero hacia los que, hoy como ayer, niegan la Divinidad de Jesucristo, niegan la verdad de su doctrina y odian, en su corazón, a la Iglesia? "El que no está con Cristo está en contra de Cristo". Yo tendré lástima, yo sentiré celo de convertir a los enemigos de Dios, que son los enemigos de Cristo; pero amarlos, no; identificarme con ellos, todavía menos, mientras ellos se rebelen contra Dios.
Cristo tuvo misericordia hacia los pecadores, pero cuando los pecadores se arrepentían y pedían perdón. La misericordia de Jesús no significaba una aceptación del pecado, ni siquera una tolerancia, un disimulo; sino la absolución amorosa del hijo arrepentido.
Mientras el judío no se arrepienta de su negación de Cristo, mientras siga identificado, aunque sea equivocadamente, con la postura de sus dirigentes religiosos y políticos, que es ciertamente anticristiana, no podemos cultivar con él una amistad cristiana.
En el mismo libro, página 222 encontramos la respuesta oficial que el Secretariado del Cardenal Bea dió a las siguientes preguntas que se le hicieron:
"¿Y la palabra "Deicidio", cómo es que ya no aperece en el nuevo texto? ¿Es que acaso el Concilio piensa que el pueblo judío sea en realidad un pueblo deicida? ¿Cómo es que se ha suprimido una frase que tan ardientemente defendieron muchísimos Padres Conciliares?
"A muchos Padres la palabra "deicidio" les parecía ambigüa y llena de confusiones teológicas. A algunos podría darles la impresión de que la Iglesia Católica ya no siguiera enseñando que Quien murió por nosotros era en realidad el Hijo de Dios.
"Esta palabra, pues, ha sido suprimida por las siguientes razones:
a) La palabra "Deicidio" suena odiosamente en cualquier contexto. Por lo cual apelaciones como "deicida", "Gottesmórder", "Christkiller", "peuple Déicide" y similares deben proscribirse absolutamente del vocabulario cristiano.

b) Además la palabra "Deicidio" puede dar origen a falsas interpretaciones teológicas. Falsas interpretaciones que ya han surgido y han creado graves problemas tanto en la acción pastoral, como en el diálogo ecuménico con algunas Iglesias".

 No son muy convincentes estas razones. Si el crimen del Calvario es un Deicidio, los que son responsables de ese crimen son verdaderos deicidas, aunque el epíteto nos parezca duro. En general todos los epítetos, que especifican los crímenes, son duros; y, lógicamente, el epíteto relacionado con el mayor de los crímenes, tiene que ser durísimo.
El que mata a un hombre es homicida; el que mata a un rey es regicida y el que mata al Hijo de Dios es deicida. Es cierto que Dios no muere, en cuanto Dios; pero, también es cierto que, en virtud de la unión hipostática, el que muere en la Cruz, en cuanto hombre, es el Hijo de Dios. No hay en El dos personas, aunque haya dos naturalezas.
Las falsas interpretaciones teológicas, que ya han surgido y han creado graves problemas tanto en la acción pastoral como en el diálogo ecuménico, no son razón sólida para negar que el crimen del Calvario fue Deicidio. Si hay falsas interpretaciones, quiere decir, que hay una verdadera.


CONCLUSIONES
De lo dicho anteriormente creo que podemos deducir las siguientes concretas conclusiones:
1) No debemos aceptar que nuestra posición sea antisemitismo, ni segregación racial, ni un nuevo exterminio de los judíos.
2) No podemos aceptar que el problema judío sea un problema religioso, pastoral o disciplinar de la Iglesia, sino que realmente, según las pretensiones sionistas, es un problema político. El mesianismo judío es un mesianismo político; y ese mesianismo político es la razón de ser, la fe de ese pueblo.
3) Si en cualquier forma queremos defender el mesianismo judío, aunque sea con aparente caridad, estamos atacando el mesianismo divino, ya que antagónicamente se oponen. Por defender al Sionismo nos hacemos enemigos de Cristo.
4) No se puede negar a priori la tremenda conspiración judía que amenaza a la Iglesia y al mundo. No sólo tenemos las pruebas evidentes del pasado, comprobadas por Concilios, Papas y Santos, sino tenemos ahora la evidencia, que aflora en todas partes, de la actividad sionista, del poder sionista, de las intrigas sionistas y de los crímenes monstruosos cuya responsabilidad en última instancia recae sobre el Sionismo Internacional.
5) Masonería y Comunismo no sólo son aliados del Sionismo, sino que son engendros suyos y armas eficacísimas que usa para destrucción del Cristianismo y de la libertad del mundo. Yo pido a los que lo niegan que nos den las pruebas de su negación; su tenaz convicción tiene que estar bien cimentada.
6) No pudo el Concilio extender la protección de la Iglesia y crear así un racismo sagrado sobre aquellos mismos que han establecido la esclavitud comunista y todas las ideas anticatólicas, anticristianas, que hoy dominan al mundo, como algunos, interpretando mal al Concilio, quieren afirmarlo.


De nuevo declaro que ni la Iglesia, ni los católicos somos enemigos de los judíos, por el hecho de ser judíos. Deseamos su conversión y pedimos por ella. ¡Qué caigan de rodillas ante Cristo, repetimos, y el problema judío ha terminado!
Una vez más hago solemne protesta de mi adhesión a Cristo, a su Santa Iglesia; a Pedro, su vicario, y a los Prelados, que en unión con Pedro y bajo la suprema dirección de Pedro, guardan incólume la doctrina inmutable de la verdad.


¡El que no está con Cristo está en contra de Cristo!

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