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lunes, 13 de agosto de 2012

La Penitencia

     Hijo mio, sé paciente; aprende a esperar y a sufrir; la paciencia es la virtud de los fuertes.
     Se ha dicho que la paciencia es la mitad del genio; yo te digo que es la mitad de la perfección.
     Tú no podrás vivir como buen cristiano si no tienes esa virtud, porque el cristiano está llamado a soportar el peso de muchas cruces.
     Excitaciones nerviosas, contrariedades, enfermedades, sufrimientos físicos y morales, obligación de vivir con caracteres difíciles y luchar contra las tempestades de la vida; soporta todos estos males sin abatirte ni impacientarte.
     Todos ellos es Dios quien te los envía para aumentar tus méritos y engrandecer tu alma.
     Es también ser fuerte el resignarse en la desdicha, y es más difícil tal vez resistir las penas profundas que las pasiones mismas.
     Pero ¡qué raros son los corazones jóvenes que no desfallecen al contacto de la cruz! Y ;qué numerosos son los que se doblegan a la primera prueba!
     Nuestra resignación consiste muy frecuentemente en sufrir, pero con una acrimonia locuaz o triste los males de que no podemos huir. Nos doblegamos gimiendo, bajo la carga de los grandes dolores, de los deberes pesados y aún de las penas ligeras.
     Dichosos cuando siquiera no nos quejamos de Dios mismo, acusándolo en nuestro corazón exasperado de oprimirnos injustamente bajo sus golpes!
     Sé, pues, paciente. En la desdicha como en la tentación, es un deber para ti reprimir las rebeliones de tu ser y gobernarte según Dios.
     En todo cristiano que sufre debe haber un estoico lleno de humildad y de esperanza: el dolor no es más que una prueba impuesta por Dios a nuestro valor.
     Dios es paciente porque es eterno; tú sé paciente porque nada es eterno en este mundo. Aunque no fuera más que con la muerte, te librarás por fin de todas las penas, de todos los disgustos y de todos los sinsabores que sufres.
     Sembramos en las lágrimas, pero cosecharemos en la alegría, y el día de la cosecha prometida, será el día del júbilo y de la paz, de los deseos satisfechos y del inalterable descanso

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