Vistas de página en total

lunes, 5 de noviembre de 2012

LA HORA DEL SOL

     Joven lectora, ¿no has observado alguna vez un botón de rosa? En su desarrollo sigue las leyes de su evolución esperando que el benéfico rayo de sol le brinde su calor para lucir sus encantadores pétalos.
     Pero si la intemperie lo abate, si una mano inexperta lo abre antes de tiempo, ¿qué sucederá? No se reduciría sino a una pobre flor marchita.
     Es la suerte reservada a las jovencitas que imprudentemente abren las puertas de su corazón al primer llamado del amor.
     Suerte que muy bien puede tocar a ti también, si al tratarse del noviazgo no te comportas con seriedad y prudencia: si no esperas la hora del sol, la hora de Dios.
     — Pero —dirás— la vida me parece muy bella y tengo prisa de vivirla, de ser feliz. Siento la necesidad de donarme, de amar y de ser amada. Me tortura esta necesidad y en lo más íntimo de mi ser siento infinitas ganas de llegar a ser un día esposa y madre.
Hasta aquí nada de extraordinario.
     Formar una familia propia, es el atractivo natural que la gran mayoría de las jóvenes sienten.
     Por tanto no hay por qué maravillarse, pero tampoco conviene seguirlo ciegamente, porque es muy fácil caer en errores que podrían ser fatales. Tampoco quieras hacerlo pronto, por el hecho de que muchas compañeras tuyas te hayan precedido en hacerlo.
 
     ¿Quieres conocer una historia?
     Recogía una vez cierta joven flores del campo a la orilla de un arroyuelo cuyas aguas murmuraban alegremente. De improviso ante sus ojos tímidamente se abrió la corola de una florecilla que parecía decirle: córtame a mí también y llévame contigo.
     —No te recojo —dijo para sus adentros la joven— tú desfigurarías mi ramillete y, lanzando una mirada casi de desprecio sobre la humilde florecilla, pasó adelante.
     Esta inclinó tristemente su corola y dijo:
     ¿Deberé morir sin que una sonrisa alegre mi vida? ¡Señor! ¿por qué has creado un ser tan infeliz, como yo?
     — Nada de eso— murmuró la brisa al pasar cerca de ella. Espera un poco, florecilla descontenta, espera, espera en la bondad y llegará tu hora.
     La hora llegó. Al día siguiente la florecilla oyó un leve zumbido que se acercaba hacia ella, observó con curiosidad, era una abeja.
     El insecto revoloteó un poco y después delicadamente fue a posarse sobre la florecilla llorona.
     Hubo un momento de misterioso silencio.
     La abeja se levantó y después de revolotear otro poco sobre la flor, se le acercó y le dijo quedamente: "Gracias florecita, por haberme dado la miel que buscaba". Y emprendió su vuelo hacia el colmenar.
     La florecilla levantó su corola y dijo: Dios mío, perdóname. Ahora he entendido que Tú no abandonas a tus criaturas y quiero vivir, porque sé que soy útil.
*
     Mi joven amiga, no quieras apresurar la hora del sol.
     Esto es: No te expongas a las ráfagas de luz a las cuales muchas jovencitas, se exponen prematuramente... esas jovencitas, que a los
catorce años cultivan amoríos fuera de estación, y estropean su corazón privándose de la serenidad indispensable en toda juventud sana y pujante...
     Esas muchachas, aún demasiado ingenuas las cuales, ignorando que a los jóvenes, en general, las bellas palabras no les cuestan nada, consideran juramento de amor una frase, tal vez simplemente cortés y de conveniencia... y se calientan la cabeza;... esas jovencitas que, en el afán de apresurar la hora de su amor, para no dejarse ganar de sus compañeras, se vuelven vacías y ligeras para agradar a los jóvenes, ignorando que sus cortejadores no pueden ser más que vacíos y... ligeros, porque todo semejante ama a su semejante.
     Tú al contrario, sé prudente. Para pensar y hablar de noviazgo espera a que hayas comprendido que el amor es cosa grande, cosa seria. Y confiada en Dios que te guía, espera humildemente tu hora.

No hay comentarios: