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viernes, 9 de noviembre de 2012

MARTIRIO DE SAN POLION, EN CIBALIS, AÑO 304

     Las actas de San Polión, lector de la Iglesia de Cíbalis, ciudad no identificada de la Panonia inferior, fueron por vez primera publicadas por el bolandista Godofredo Henschen, en el 28 de abril (Acta SS. aprilis, III, 565), y de él las tomó Ruinart. En ellas se dice, al hablar de Cíbalis, que de ella es oriundo, como se sabe, el cristianísimo emperador Valentiniano, lo cual —nota juiciosamente Tillemont— no pudo escribirse sino por un hombre que viviera muy poco después que Valentiniano (364-375) o, más bien, en su mismo tiempo, pues no le distingue de los que después han llevado ese mismo nombre. Esta observación fija de manera precisa la época en que fué redactada la pasión: es decir, hacia el último cuarto del siglo IV.
     De su autenticidad no cabe dudar. Tras un prólogo narrativo en que se dan noticias de otros mártires de Panonia, todo lo que sigue tiene aire de verdaderas actas judiciales, sin exorno ni amplificación retórica alguna, de lo que no sabríamos dar bastantes gracias a Dios y al desconocido colector. La época del martirio es la misma que del obispo de Sirmio, Ireneo. Polión, primicerio de los lectores, sigue cumpliendo su misión a despecho y pesar de los edictos imperiales. El mismo gobernador que condenó a Ireneo, le condena también a él.

Martirio de San Polión, bajo Diocleciano, año 304

     I. Diocleciano y Maximiano decretaron durante su imperio que todos los cristianos, bajo la persecución, o habían de perecer o habían de abandonar la fe. El edicto llegó a la ciudad de Sirmio, y el presidente, Probo, que recibió órdenes de llevar a cabo la persecución, empezó ensañándose con los clérigos, y, prendiendo a San Montano, presbítero que era de la Iglesia de Singiduno, por largo tiempo ejercitado en las virtudes de la fe cristiana, le mandó ejecutar. Asimismo, por semejante sentencia, forzó a llegar a la celeste palma a Ireneo, obispo de Sirmio, que luchó valerosamente por la fe y por el pueblo que le fuera encomendado. Al verle renunciar a los ídolos y despreciar los impíos mandatos, tras consumirle con variedad de tormentos, le entregó a momentánea muerte, para vivir por toda la eternidad. Mas no se sació con ello su crueldad, sino que determinó recorrer las ciudades vecinas. Vino, so capa de pública utilidad, a la ciudad de Cíbalis, de donde se sabe ser oriundo el cristianísimo emperador Valentiniano y en la que, en anterior persecución, Eusebio, venerando obispo de la misma ciudad, muriendo por el nombre de Cristo, triunfó del diablo y de la muerte. En esta visita, pues, del presidente, sucedió, por providente misericordia del Señor, que fué prendido por los esbirros de la crueldad Polión, primicerio de los lectores, conocidísimo por el ardor de su fe, y fué presentado a examen suyo, diciendo aquéllos:
Éste se ha desatado en tal soberbia, que no para de blasfemar contra los dioses y los príncipes. 

     II. Puesto en su presencia, dijo el presidente: 
—¿Cómo te llamas?
  Respondió:
Polión
Probo:
—¿Eres cristiano?
Polión:
—Sí, soy cristiano.
Probo:
—¿Qué oficio tienes?
Polión :
—Soy primicerio de los lectores.
Probo:
—¿De qué lectores?
Polión :
—De los que tienen costumbre de leer a los pueblos la sabiduría divina.
Probo:
—¿Esos que se dice pervierten a las ligeras mujercillas prohibiéndolas casarse y las persuaden a una vana castidad?
Polión :
—Nuestra ligereza y vanidad hoy las podrás comprobar.
Probo:
—¿De qué manera?
Polión:
—Ligeros y vanos son los que, abandonando a su Creador, siguen vuestras supersticiones. En cambio, los leales y constantes en la fidelidad al Rey eterno se prueban en que, por más tormentos que se lo pretendan impedir, ellos se esfuerzan por cumplir los mandamientos que leyeron.
Probo:
—¿Qué mandamientos leen o de qué rey se trata?
Polión :
—Los piadosos y santos mandamientos de Cristo Rey.
Probo:
—¿Cuáles?
Polión :
—Los que enseñan que sólo hay un Dios que truena en los cielos; que no pueden ser llamados dioses los fabricados de madera o piedra; los que corrigen y enmiendan los delitos; los que fortalecen a los inocentes en la guarda perseverante de su propósito; los que enseñan a las vírgenes a alcanzar las cimas de su pureza, y a la honesta cónyuge a guardar la continencia en la procreación de los hijos; los que persuaden a los amos a mandar sobre sus esclavos más por piedad que por ira, poniéndoles delante la común condición humana, y a los esclavos a cumplir sus deberes más por amor que por temor; los que nos mandan obedecer a los reyes, si ordenan cosas justas, y a las autoridades superiores, cuando se proponen el bien; los que prescriben que se dé honor a los padres, correspondencia a los amigos, perdón a los enemigos, afecto a los ciudadanos, humanidad a los huéspedes, misericordia a los pobres, caridad a todos y daño a nadie; recibir pacientemente las injurias, no hacerlas a nadie; ceder de sus propios bienes, no codiciar los ajenos ni con el deleite de los ojos; que vivirá para siempre el que despreciare por la fe la muerte momentánea que vosotros podéis inferir. Si estos mandamientos te desagradan, una vez bien conocidos, los podrás derogar por tu juicio.

     III. El presidente Probo dijo:

—¿Y que le aprovechará al hombre muerto carecer de esta luz que nos alumbra y perder todos los bienes de su cuerpo?
Polión respondió:
—Mejor que esta breve luz es la luz eterna, y más dulces son los bienes que permanecen que no estos pasajeros, y no es de prudentes posponer a lo caduco lo sempiterno.
Probo:
—¡Déjate de pamplinas! Haz lo que han mandado los emperadores.
Polión :
—¿Qué han mandado?
Probo:
—Que sacrifiques.
Polión :
—Haz lo que a ti se te haya mandado: yo no tengo intención de hacer semejante cosa, pues está escrito: El que sacrificare a los demonios y no a Dios, será exterminado.
Probo:
—Serás pasado a filo de espada, si no sacrificares.
Polión:
—Haz lo que se te haya mandado. Yo tengo que seguir con toda verdad las huellas de los obispos, sacerdotes y padres todos en cuyas doctrinas he sido imbuido. De ahí que cuanto quisieres hacerme lo recibo con sumo júbilo.
     El presidente Probo dió sentencia de que fuera quemado vivo. Inmediatamente, arrebatado por los ministros del diablo, fué conducido a una milla de la ciudad, y el mártir intrépido consumó su martirio alabando, bendiciendo y glorificando a Dios, que de antemano conoció su venerable pasión, y muchos años antes el martirio para la celeste gloria del santo obispo Euisebio, de la misma ciudad, muerto en el mismo día. Celebrando hoy con gozo ese día, suplicamos a la divina potencia se digne hacernos partícipes de sus méritos.
El martirio tuvo lugar en Cíbalis, cinco días ante de las calendas de mayo, mandando los emperadores Diocleciano y Maximiano, reinando nuestro Señor Jesucristo por los siglos de los siglos. Amen

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