Poned un crespón fúnebre al pie del asta rota...
Que los clarines trémulos inicien un "adiós";
La Guardia está de luto... su enseña ya no flota,
la enseña que no supo de vientos de derrota
fue a desplegar sus ínclitos jirones ante Dios.
Marchósenos el jefe que resumió en sí mismo
la gesta fulgurante de aquella Juventud:
la gesta prodigiosa de trágico heroísmo
que desafiara en Méjico al monstruo del abismo,
reposa para siempre... reposa en su ataúd.
Era credo viviente del acejotaemero:
un credo de combate, magnífico y leal;
firme, gallardo, rápido y limpio como acero...
Por eso lo despiden la salva del cristero,
el canto de los mártires y el Himno Nacional.
Redoblen los tambores son sones apagados;
un íntimo sollozo desgarre el corazón;
recíbanlo con júbilo los mártires cruzados...
Y guarden reverentes, los campos desolados,
¡el eco moribundo del último león!
Julio J. Vértiz, S.J.
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