Ese Estandarte noble, erguido de su grupo. Al aceptar este símbolo, y al ponerlo en señalada exhibición ante el mundo. ¿Se dan cuenta de lo que significa la presencia solemne del Estandarte Guadalupano? una Bandera no sirve si no se jura; una bandera no sirve si no se aclama. ¡Una Bandera no sirve si no se adora...!
Y al decir adorar, no quiero dar a esta palabra un sentido idolátrico. Se adora una Bandera cuando se siente escalofrío a su paso; cuando los ojos, y el corazón, y el brazo, y el alma y el cuerpo todo se va tras de ella, sin titubeos, sin retenciones: por entre cardos, por entre malezas, por entre pantanos, por entre odios, por entre balas, por entre sangre, por entre abismos... sin detenerse nunca, ni separarse nunca de ella...
Una Bandera no es un signo individual. Signo individual sería vuestra cinta. Una Bandera es un signo colectivo. Y al plantarla vosotras connotáis los símbolos de las huestes guerreras... Os dais cuenta de que vuestra acción es lucha. Trabajar por la Legión Guadalupana, trabajar por los ideales de este grupo, no es deslizarse suavemente sobre el piso encerado de un antro o salón de baile, no es apurar, entre deliciosas volutas de humo, una bebida embriagante... Trabajar en la Legión Guadalupana, y por ella, y con ella, y con el espíritu de ella, es fastidiarse estudiando, escribiendo, e investigando; y asistiendo a las juntas, y apechugando con desaires, y arañando en peña viva, y recibiendo burlas, y desprecios, y decepciones congelantes, y a veces, represiones inesperadas. Trabajar en la Legión Guadalupana, es sentirse a veces aisladas y solas, con el enemigo pujante y amenazador frente a vosotras: en una palabra, sentir con la Legión Guadalupana, y trabajar por la Legión Guadalupana, es luchar, luchar sin descanso y sin tregua, y más doloroso aún luchar sin victoria visible, hacerse añicos por un ideal sublime mientras el mundo entero sonriendo dice que os estáis haciendo tontas... que os estáis matando por una solemne tontería...
Jóvenes, si tal es vuestro ánimo, si con esa convicción habéis bordado vuestra bandera y la habéis prendido en su asta...
Pero si esa bandera es sólo vanidad, y un capricho o una ocurrencia, entonces... ¡ah, señoritas! no tengo palabras bastantes para execrar cual se merece la burla que nos hacéis a nosotros, a la Iglesia y a Dios...
Vuestra Bandera es hermosa, es linda; pero... -¡tiene un pero!- ¡es nuevecita! Os diré que no me inspiran mucho las banderas nuevecitas...! hablan a mis ojos, pero no hablan a mi corazón...
Hay Banderas viejas, hechas añicos, ¡y me inclino religiosamente ante ellas...! Las historias de las glorias cristianas está impregnada en ellas... los colores desvaídos, los lienzos desfibrados, les daba un aspecto augusto. Una vez -no digo donde- me encontré con una bandera "muy bien conservada"; estaba en una caja, en su ataúd, ¡la vendían...! Había pertenecido a un grupo de la A.C. que se había evaporado...; era reliquia vergonzante de un escuadrón de desertores...!
Vuestra bandera no tiene la culpa de ser nueva. Todas las banderas fueron nuevas en algún tiempo...
Pero yo, sin ser profeta ni hijo de profeta, pienso en una futura fiesta: un día, con nuestros cabellos blancos ya por la edad y por los desengaños... vendremos a celebrar las bodas de plata de esa misma bandera... Si entonces, señoritas, la sacáis nueva de su estuche... ¡¡Os la boto!!
Pero no, yo tengo la convicción de que entonces, esa bandera estará glorificada por las averías de la lucha... Yo espero mirarla entonces salpicada con el barro del camino intransitable que vosotras hayáis salvado; rasgada por las espinas de los breñales superados; confundidos sus colores por el sol y por la lluvia de vuestras jornadas interminables, arrugada y maltrecha por vuestras manos y pechos de tigresas, en el momento de su defensa heroica... Raída en sus orlas por los huracanes y torbellinos de la contradición...; ¡más gloriosa todavía!, manchada divinamente con vuestras lágrimas de heroínas... y también -¿por qué no, si merecéis esa gloria suprema...? -floreada con la roja luminosidad de vuestra sangre de mártires...
¡Bandera estática! ¡En marcha! ¡Las banderas de Cristo no deben permanecer inmóviles! ¡VEXILLA REGIS PRODEUNT...! ¡Lábaro santo, encarnación de ideales, lumbre de ensueños, y sangre y alma de nuestra juventud! ¡Símbolo y realidad! ¡ideal y premio! En ti está nuestro destino de gloria o de ignominia. ¡Oriflama bendita, gallardo pabellón...!, siempre de pie, siempre altivo, siempre erguido, rígido en tu asta y ondulante en tu lienzo;suave en tu seda y en tu lanza terrible... Pendón augusto, gonfalón excelso... ¡camina, adelántate, entre el pavor de los malvados; enriquécete de gloria en medio de la vacilación de los cobardes... y triunfa y reina bajo los aplausos de Cristo: Intende, prospere procede et regna...!
Y al decir adorar, no quiero dar a esta palabra un sentido idolátrico. Se adora una Bandera cuando se siente escalofrío a su paso; cuando los ojos, y el corazón, y el brazo, y el alma y el cuerpo todo se va tras de ella, sin titubeos, sin retenciones: por entre cardos, por entre malezas, por entre pantanos, por entre odios, por entre balas, por entre sangre, por entre abismos... sin detenerse nunca, ni separarse nunca de ella...
Una Bandera no es un signo individual. Signo individual sería vuestra cinta. Una Bandera es un signo colectivo. Y al plantarla vosotras connotáis los símbolos de las huestes guerreras... Os dais cuenta de que vuestra acción es lucha. Trabajar por la Legión Guadalupana, trabajar por los ideales de este grupo, no es deslizarse suavemente sobre el piso encerado de un antro o salón de baile, no es apurar, entre deliciosas volutas de humo, una bebida embriagante... Trabajar en la Legión Guadalupana, y por ella, y con ella, y con el espíritu de ella, es fastidiarse estudiando, escribiendo, e investigando; y asistiendo a las juntas, y apechugando con desaires, y arañando en peña viva, y recibiendo burlas, y desprecios, y decepciones congelantes, y a veces, represiones inesperadas. Trabajar en la Legión Guadalupana, es sentirse a veces aisladas y solas, con el enemigo pujante y amenazador frente a vosotras: en una palabra, sentir con la Legión Guadalupana, y trabajar por la Legión Guadalupana, es luchar, luchar sin descanso y sin tregua, y más doloroso aún luchar sin victoria visible, hacerse añicos por un ideal sublime mientras el mundo entero sonriendo dice que os estáis haciendo tontas... que os estáis matando por una solemne tontería...
Jóvenes, si tal es vuestro ánimo, si con esa convicción habéis bordado vuestra bandera y la habéis prendido en su asta...
Pero si esa bandera es sólo vanidad, y un capricho o una ocurrencia, entonces... ¡ah, señoritas! no tengo palabras bastantes para execrar cual se merece la burla que nos hacéis a nosotros, a la Iglesia y a Dios...
Vuestra Bandera es hermosa, es linda; pero... -¡tiene un pero!- ¡es nuevecita! Os diré que no me inspiran mucho las banderas nuevecitas...! hablan a mis ojos, pero no hablan a mi corazón...
Hay Banderas viejas, hechas añicos, ¡y me inclino religiosamente ante ellas...! Las historias de las glorias cristianas está impregnada en ellas... los colores desvaídos, los lienzos desfibrados, les daba un aspecto augusto. Una vez -no digo donde- me encontré con una bandera "muy bien conservada"; estaba en una caja, en su ataúd, ¡la vendían...! Había pertenecido a un grupo de la A.C. que se había evaporado...; era reliquia vergonzante de un escuadrón de desertores...!
Vuestra bandera no tiene la culpa de ser nueva. Todas las banderas fueron nuevas en algún tiempo...
Pero yo, sin ser profeta ni hijo de profeta, pienso en una futura fiesta: un día, con nuestros cabellos blancos ya por la edad y por los desengaños... vendremos a celebrar las bodas de plata de esa misma bandera... Si entonces, señoritas, la sacáis nueva de su estuche... ¡¡Os la boto!!
Pero no, yo tengo la convicción de que entonces, esa bandera estará glorificada por las averías de la lucha... Yo espero mirarla entonces salpicada con el barro del camino intransitable que vosotras hayáis salvado; rasgada por las espinas de los breñales superados; confundidos sus colores por el sol y por la lluvia de vuestras jornadas interminables, arrugada y maltrecha por vuestras manos y pechos de tigresas, en el momento de su defensa heroica... Raída en sus orlas por los huracanes y torbellinos de la contradición...; ¡más gloriosa todavía!, manchada divinamente con vuestras lágrimas de heroínas... y también -¿por qué no, si merecéis esa gloria suprema...? -floreada con la roja luminosidad de vuestra sangre de mártires...
¡Bandera estática! ¡En marcha! ¡Las banderas de Cristo no deben permanecer inmóviles! ¡VEXILLA REGIS PRODEUNT...! ¡Lábaro santo, encarnación de ideales, lumbre de ensueños, y sangre y alma de nuestra juventud! ¡Símbolo y realidad! ¡ideal y premio! En ti está nuestro destino de gloria o de ignominia. ¡Oriflama bendita, gallardo pabellón...!, siempre de pie, siempre altivo, siempre erguido, rígido en tu asta y ondulante en tu lienzo;suave en tu seda y en tu lanza terrible... Pendón augusto, gonfalón excelso... ¡camina, adelántate, entre el pavor de los malvados; enriquécete de gloria en medio de la vacilación de los cobardes... y triunfa y reina bajo los aplausos de Cristo: Intende, prospere procede et regna...!
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