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viernes, 27 de enero de 2012

DECRETOS DEL CONCILIO LATINOAMERICANO (I)

EN EL NOMBRE DE LA SANTÍSIMA É INDIVIDUA TRINIDAD
PADRE É HIJO Y ESPIRITU SANTO

AMÉN.

Decreto de la Consagración del Concilio Plenario de la América Latina,
al Sagrado Corazón de Jesús y a la Purísima Virgen María.


POR cuanto el inefable amor de Jesucristo nos ha congregado en esta santa asamblea para que demos cima a las buenas obras que la Divina Providencia exige de nosotros, es decir para que promulguemos justos decretos y fallemos con rectitud, Nos, los Padres de este Concilio Plenario, en el comienzo mismo de nuestros trabajos, alzamos los ojos hacia aquel monte santo de donde nos ha de venir el socorro, a la divina enseña de feliz augurio que hoy de una manera más solemne acaba de desplegar a nuestra vista Nuestro Santísimo Padre el Papa León XIII, al Corazón Sacratísimo de Jesús, que resplandece sobre la Cruz y entre las llamas divinas con fulgor vivísimo. En El colocamos nuestra esperanza, a Él pedimos y de Él esperamos la salvación del clero y del pueblo a Nos cometido, y a Él queremos, proclamamos y solemnemente declaramos que quede ofrecido y consagrado el Concilio Plenario de la América Latina. Acogiéndonos al dulcísimo Corazón de Jesús, imploramos su infinita misericordia confesando unánime y humildemente los pecados de nuestros pueblos, que tantas veces han provocado la ira del Señor; y llorando y procurando reparar solemnemente todas las culpas del siglo que está para expirar, damos las más rendidas gracias al mismo Divino Corazón, por todos los beneficios que hasta hoy ha prodigado a nuestras ciudades y diócesis.
Ofrecemos igualmente, donamos y con irrevocable consagración consagramos el Concilio Plenario y el clero y pueblo todo de la América Latina, a la Santísima Virgen María, Patrona principal y universal de nuestros Estados, bajo el misterio de su Concepción Inmaculada; implorando la valiosa protección de esta Madre amantísima, con el amparo de su castísimo y santo esposo José, a quien nuestra América Latina se halla ligada con antiguos vinculos de culto singular y filial piedad. Invocamos la intercesión de los Santos Protectores de la América Latina, principalmente de Santo Toribio de Lima, que es el Astro más luciente del episcopado del Nuevo Mundo; de San Felipe de Jesús, protomártir de América, de los Bienaventurados Ignacio de Acevedo y compañeros mártires, que derramando su sangre por la fe, consagraron el Brasil al Señor; de los Santos Francisco Solano, Pedro Claver y Luis Beltrán; de los Bienaventurados Martín de Porres, Juan Macías y de los demás varones santísimos, que con sus virtudes y trabajos apostólicos ilustraron nuestras regiones; y por último de Santa Rosa de Lima, Patrona de ambas Américas y de la Bienaventurada Mariana de Jesús, Cándidas azucenas que no cesan de deleitar y santificar con sus suaves aromas toda la América Latina.
Y para que con toda solemnidad se celebre esta consagración, invocación, petición de perdón y hacimiento de gracias, queremos que los días 9, 10 y 11 del corriente mes de Junio, en el Aula Conciliar, el Reverendísimo Presidente rece las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús, respondiendo todos los Reverendísimos Padres y demás miembros del Concilio; el 9 y el 10 al fin de la sesión, y el 11, fiesta del Sagrado Corazón, en la sesión solemne, después de la Misa que celebrará el Reverendísimo Presidente; en cuyo día, terminado el Santo Sacrificio, todos los Padres, a nombre suyo propio y de todos los Pastores y fieles de la América Latina, recitarán en alta voz la fórmula de consagración, agregada a este Decreto.
Queremos, por último, que este sea el primero que se promulgue solemnemente, antes que cualesquiera otros Decretos del Concilio, en la próxima sesión pública.

Fórmula de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
Jesús dulcísimo, Redentor del género humano, míranos postrados humildemente ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y para unirnos más intimamente a tí hoy nuestro corazón se consagra espontáneamente a tu Sacratísimo Corazón. Muchos, jamás te han conocido; muchos, despreciando tus mandamientos, te han repudiado. Apiádate, benignísimo Jesús, de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu santo Corazón. Sé Rey, Señor, no sólo de los fieles que jamás se han apartado de tí, sino también de los hijos pródigos que te han abandonado: haz que vuelvan pronto a la casa paterna para que no perezcan de miseria y de hambre. Sé Rey de aquellos a quienes tienen engañados las opiniones erróneas o separa la discordia, y tórnalos al puerto de la verdad y de la unidad de la fe, para que presto haya un solo rebaño y un solo pastor. Sé Rey, en fin, de los que viven en la antigua superstición gentílica, y no rehuses trasladarlos de las tinieblas a la luz y reino de Dios. Concede a todas las naciones la tranquilidad del orden; haz que del uno al otro polo de la tierra resuene una sola voz: Alabado sea el Dívino Corazón, por quien nos ha venido la salvación: tribútensele gloria y honor por todos los siglos de los siglos. Amén.

Añadirá luego el Reverendísimo Presidente del Concilio:
Apiádate, pues, oh Señor: apiádate de tu pueblo, y perdónanos nuestros pecados y los de nuestros rebaños, que durante el siglo que acaba, tantas veces han provocado tu ira justísima. Apiádate, oh dulcísimo Corazón de Jesús, apiádate de nuestros Estados, que criados en la fe de tu Iglesia, gracias a Tí, han conservado maravillosamente el tesoro de la fe, y lo han defendido contra todo género de asechanzas.
Acepta, oh Sagrado Corazón de Jesús, las gracias que te dan los Obispos y los fieles de nuestras Repúblicas, que con la abundancia de tus beneficios han recibido la salvación.
A Tí también, oh Virgen inmaculada, dulcísima Madre nuestra Maria, que has destruido las herejías en todo el mundo; que en el Santuario de Guadalupe y en los demás gloriosos monumentos de tu maternal amor a nuestras Repúblicas, has fundado otras tantas ciudades de refugio; que has sido valíente defensora y madre amante de nuestras Repúblicas, en la Fe verdadera de tu Hijo tan amado; en prenda de filial amor y singular agradecimiento te consagramos, ofrecemos y donamos el Concilio Plenario, juntamente con todos los
Pastores y fieles de la América Latina, de la manera más solemne y completa. Bajo tu amparo nos acogemos, y a tu maternal protección encomendamos nuestras obras y el fruto de nuestros trabajos. Bendícenos, oh Madre poderosa y Patrona nuestra inmaculada. Tuyos somos; muestra que eres nuestra Madre: salva a los hijos de tu santísimo e inmaculado corazón. Oh santo José: acepta tú igualmente la donación perpetua que de nosotros mismos hacemos a tu purísima Esposa.
A vosotros también os invocamos, oh Santos y Bienaventurados, que con vuestras santas obras hicisteis célebres nuestras regiones. Tú más que ninguno acuérdate de nosotros, oh Toribio bendito, ejemplo y esplendor sin igual de Prelados y Padres de Concilios. Vuelve hacia nosotros tus ojos oh protomártir nuestro, Felipe de Jesús, que levantado y glorificado en la cruz te convertiste en maestro y despertador de los predicadores de la Cruz de Cristo.
Interceded por nosotros, invictísimos Cuarenta Mártires, que capitaneados por el Bienaventurado Ignacio de Acevedo dedicasteis a Dios y consagrasteis con vuestra propia sangre la tierra Brasilieña.
Rogad por nosotros, ínclitos mártires, Bienaventurados Bartolomé Gutierrez, Pedro Zúñiga, Bartolomé Laurel y Luis Florez, que con joyas de púrpura adornásteis la corona preciosa de santidad con que brilla la América Latina.
Vuestro patrocinio invocamos, Santos Francisco Solano, Pedro Claver y Luis Beltrán, Apóstoles y protectores de nuestra América, Bienaventurados Sebastián de Aparicio, Martín de Porres y Juan Macías, que con vuestras virtudes Apostólicas, atrajisteis a nuestro pueblo a los piés de Cristo Redentor.
Miradnos con ojos benignos y orad por nosotros, oh Vírgenes del Señor, Santa Rosa de Lima, patrona universal de nuestra América, Bienaventurada Mariana de Jesús, Cándidas y brillantes azucenas, que con el suave aroma de vuestras virtudes deleitasteis y santificasteis toda la América Latina. Amén.

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