EL MOMENTO DE SER FUSILADO
El espantajo de la Ley antirreligiosa oprimió y sacrificó al Padre Vera, quien desecho la estúpida pretensión del Poder civil, aun a costa de su vida, desempeñando el Ministerio Sacerdotal por todas las alquerías de la redonda, en donde los cristianos se congregaban, sedientos de los auxilios espirituales, y confortando a los que desmayaban, a vista de las atrocidades con que se castigaba el delito de ser católico... Y por serlo tanto, no hay sitio seguro en Méjico, ni aun recóndito de las habitaciones particulares, donde se pueden pasar las cuentas de un Rosario, sin ser asaltados inesperadamente y encarcelados o pasados a cuchillo... Este celo y sacrificio le hizo merecedor de una corona, esmaltada de pedrería, dignos de la apoteosis, exclusivamente propia, entre todos los que forman la pléyade brillante de Mártires del Cristianismo.
Del altar al cadalso. Sacerdote y víctima.
A punto estaba de dar comienzo la escena de la Pasión de Cristo, cuando fue asaltada la casa en que se iban a celebrar los sagrados misterios; y empujado a golpes y denuestos el abnegado sacerdote Vera, fue conducido por la soldadesca criminal al lugar del suplicio. Allí, emocionado de verse con los sagrados paramentos, juntó las manos ante el pecho, levantó su mirada al altar de la Majestad de Dios, en donde son escuchadas las plegarias de justos, y pronunció el versículo, sublime síntesis de su ofrenda y sacerdocio "Introibo ad altare Dei": "Ascenderé hasta el altar de Dios". Irguiéronse los fusiles amenazantes, y al grito entusiasta y fervoroso de "¡VIVA CRISTO REY!", se consumó aquel precioso sacrificio, confundiéndose en uno sacrificante y hostia, a imitación del Sacrificio del Sumo Sacerdote Jesucristo que consagró el leño de la Cruz en ara de holocausto, hecho a la vez víctima y sacerdote...
Del altar al cadalso. Sacerdote y víctima.
A punto estaba de dar comienzo la escena de la Pasión de Cristo, cuando fue asaltada la casa en que se iban a celebrar los sagrados misterios; y empujado a golpes y denuestos el abnegado sacerdote Vera, fue conducido por la soldadesca criminal al lugar del suplicio. Allí, emocionado de verse con los sagrados paramentos, juntó las manos ante el pecho, levantó su mirada al altar de la Majestad de Dios, en donde son escuchadas las plegarias de justos, y pronunció el versículo, sublime síntesis de su ofrenda y sacerdocio "Introibo ad altare Dei": "Ascenderé hasta el altar de Dios". Irguiéronse los fusiles amenazantes, y al grito entusiasta y fervoroso de "¡VIVA CRISTO REY!", se consumó aquel precioso sacrificio, confundiéndose en uno sacrificante y hostia, a imitación del Sacrificio del Sumo Sacerdote Jesucristo que consagró el leño de la Cruz en ara de holocausto, hecho a la vez víctima y sacerdote...
1 comentario:
Claro lo sabia cuando no, la masonería estaba detras de todo esto, ¿los masones también tendran martires?
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