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lunes, 23 de junio de 2014

VENGO DE DIOS

"Yo —peregrino— voy sin saber nada de mi visión dorada...”
(E. González Mz.)

     Tú, peregrino y forastero, tienes que saber de dónde vienes, a dónde vas.
     Hace unos años yo no era. Ahora estoy aquí, activa la inteligencia, inquieto mi corazón, con los milagros de mis sentidos abiertos infantilmente al gran milagro del mundo; con estos mis ojos, en cuya pequeñez cabe la millonada de astros que contemplo en las noches limpias y serenas.
     Aquí estoy, “polvo consciente, 
asombrado de ser y no haber sido...”
(R. de Garcíasol.)
     No me crió la nada, inexistente e inoperante.
     No mis padres, meros instrumentos de un designio superior, eslabones de una familia universal.
     Eras nada, menos que el polvo, menos que el humo.
     Y ahora te avecinas al ángel.
     “El hombres es criado...” Crear es sacar de la nada. Y esto sólo Dios lo puede hacer.
     ¡Vengo de Dios! Tus manos, oh Señor, me hicieron y me plasmaron. “Fecerunt me et plasmaverunt me totum Tus manos de artista supremo y de padre amoroso.
     ¡Qué gozo! ¡Qué alegría! ¡Qué responsabilidad!
     Actuó la Omnipotencia, actuó el Amor de Dios y salvó el abismo infinito y ahora voy peregrino, con el arca de mis valores eternos... “¡Poeta, ya sé mucho de mi visión dorada!”
     Y Dios me creó en un acto purísimo de amor. Porque El lo dijo: "con amor eterno te amé”. (Jerem. XXXI, 3).
     Y me prefirió a infinidad de criaturas posibles.
     Y me constituyó sobre las obras de sus manos, un grado abajo del ángel...
     Y su acción creadora me sigue sosteniendo.
     Vengo de Dios.
     Dios me dio el ser; luego soy esencialmente de Dios.
     Dios me dio el primer ser; soy primariamente de Dios.
     Me dio todo el ser; soy totalmente de Dios.
     El solo me dio el ser; soy solamente de Dios.
      Y me lo da cada momento; soy incesantemente de Dios.
     Y me dio un ser inmortal; soy de Dios para siempre.
     “¿Quid habes quod non accepisti?” ¿Qué tienes tú que no hayas recibido?, me preguntaré con San Pablo. (1.a Cor, IV, 71).
     Creador, Señor y Padre mío: humillado todo, la frente en el polvo originario y el alma en ascuas, te digo: Eres mi Dueño esencial, primero, único, total, eterno.
     Soy tu siervo incondicional, absoluto, exclusivo, perpetuo.
“Vuestro soy, pues me creasteis;
¿qué mandáis, Señor, de mí?”.
Vuestra soy, para Vos nací;
¿qué mandáis, señor, de mí?
R.P. Carlos E. Mesa, C.M.F.
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