El máximo y primer mandamiento que puso Dios a las criaturas racionales en su divina ley escrita, fue, que le amásemos sobre todas las cosas, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente, y con todas nuestras fuerzas, ofreciéndonos su divina Majestad hacernos felices en este mundo y en la vida eterna, si cumpliésemos perfectamente con este mandato suyo.
Este mandamiento es fácil de cumplir, porque no se nos manda pasar el mar, ni andar tierras lejanas; ni es sobre nuestras fuerzas, ni tenemos excusa alguna para no amar a Dios nuestro Señor.
Muchos dirán que no pueden ayunar; pero ninguno puede decir que no pueden amar a Dios.
En el cumplimiento de este precepto Dios puso nuestra felicidad, ofreciéndonos no sólo los bienes eternos, sino también la abundancia de las riquezas temporales y frutos de la tierra.
Al amor de Dios se sigue su santo temor, el cual nos asegura los divinos dones, y nos llena de bendiciones del cielo y de bienes temporales en la tierra. Por esto dice el sabio Salomón en sus proverbios, que mas vale lo poco con temor de Dios, que los grandes tesoros sin el divino temor; porque lo poco con la voluntad del Señor se hace mucho, y lo mucho, si Dios no lo conserva, se convierte en nada.
Por esto también se dice feliz el temeroso de Dios, aun en esta vida mortal; porque según escribe el salmista, todas las cosas en que pusiere la mano, saldrán con prosperidad; porque como Dios está con él y él con Dios, en todo se conocerá el divino poder.
La prosperidad del hombre necio será su perdición, dice el sabio; porque ensoberbecido con su conveniencias temporales, olvidándose de su Dios. En la mano de Dios está la prosperidad del hombre, dice el Espíritu Santo. Y como el temeroso de Dios busca la prosperidad donde se halla, tiene la fortuna de encontrarla. Pero el vicioso se aparta de Dios, por lo cual día en día se halla mas lejos de su verdadera prosperidad.
El bien y el mal, la vida y la muerte, la pobreza y la honestidad le vienen de la mano de Dios. Conviene tener presente esta católica verdad, para que los hombres ignorantes no anden como ciegos, palpando las paredes, sino que busquen las cosas donde ciertamente se hallan.
"... no he visto a ningún justo, temeroso de Dios, desamparado, ni faltarle el pan a sus hijos" (Salmo XXXVI, 25).
La Reina de los ángeles María Santísima en su misterioso y divino cántico alaba y engrandece al señor por esta soberana providencia, que tiene su piedad inmensa con los justos, y dice, que magnifica su alma al Señor, porque su infinita misericordia pasa de generación en generación a los que le temen; hizo potencia en su brazo omnipotente, y confundió y arrojó a los soberbios con la mente de su corazón; depuso a los poderosos arrogantes de este mundo, quitándoles los asientos honoríficos que no merecían, y exaltó a los humildes. A los pobres hambrientos los llenó de bienes, y a los ricos presumidos los dejo sin nada (Luc. V, 47, 53).
Dios desprecia a los soberbios, y se digna poner sus divinos ojos en los humildes atribulados, que tienen y conservan su santo temor. El cielo es mi asiento, dice Dios, y la tierra es escabel de mis pies; ¿y a quién miraré yo propicio y amoroso, sino al pobrecillo y contrito de espíritu, que tiembla oyendo mis palabras?
Alegraos, pobres del mundo, sabiendo esta nobilísima condición de vuestro Criador omnipotente. Temed, hombres, a Dios, y guardad sus divinos y fáciles mandamientos; y serán bendecidos asi: bendito sea en la ciudad, y bendito en el campo. Bendito sea en sus hijos, y benditas todas sus cosas. Benditos sean sus graneros, y benditos sus ganados. Bendita sea su familia, y bendita sea toda su casa. Sus enemigos vendrán por un camino, y se irán huyendo confusos por siete caminos. Será bendito en todas las obras de sus manos, y en todo cuanto trabajare hallará pronta la bendición de Dios, y después de esta vida mortal hallará el óptimo tesoro, que es el cielo, para su eterno descanso.
No quiero decir con todo lo referido, que los justos vivirán sin trabajos; antes bien esto se debe suponer como cosa cierta; porque es verdad católica, que son muchas las tribulaciones de los justos; pero también lo es, que de todas ellas los librará el Señor.
Este mandamiento es fácil de cumplir, porque no se nos manda pasar el mar, ni andar tierras lejanas; ni es sobre nuestras fuerzas, ni tenemos excusa alguna para no amar a Dios nuestro Señor.
Muchos dirán que no pueden ayunar; pero ninguno puede decir que no pueden amar a Dios.
En el cumplimiento de este precepto Dios puso nuestra felicidad, ofreciéndonos no sólo los bienes eternos, sino también la abundancia de las riquezas temporales y frutos de la tierra.
Al amor de Dios se sigue su santo temor, el cual nos asegura los divinos dones, y nos llena de bendiciones del cielo y de bienes temporales en la tierra. Por esto dice el sabio Salomón en sus proverbios, que mas vale lo poco con temor de Dios, que los grandes tesoros sin el divino temor; porque lo poco con la voluntad del Señor se hace mucho, y lo mucho, si Dios no lo conserva, se convierte en nada.
Por esto también se dice feliz el temeroso de Dios, aun en esta vida mortal; porque según escribe el salmista, todas las cosas en que pusiere la mano, saldrán con prosperidad; porque como Dios está con él y él con Dios, en todo se conocerá el divino poder.
La prosperidad del hombre necio será su perdición, dice el sabio; porque ensoberbecido con su conveniencias temporales, olvidándose de su Dios. En la mano de Dios está la prosperidad del hombre, dice el Espíritu Santo. Y como el temeroso de Dios busca la prosperidad donde se halla, tiene la fortuna de encontrarla. Pero el vicioso se aparta de Dios, por lo cual día en día se halla mas lejos de su verdadera prosperidad.
El bien y el mal, la vida y la muerte, la pobreza y la honestidad le vienen de la mano de Dios. Conviene tener presente esta católica verdad, para que los hombres ignorantes no anden como ciegos, palpando las paredes, sino que busquen las cosas donde ciertamente se hallan.
"... no he visto a ningún justo, temeroso de Dios, desamparado, ni faltarle el pan a sus hijos" (Salmo XXXVI, 25).
La Reina de los ángeles María Santísima en su misterioso y divino cántico alaba y engrandece al señor por esta soberana providencia, que tiene su piedad inmensa con los justos, y dice, que magnifica su alma al Señor, porque su infinita misericordia pasa de generación en generación a los que le temen; hizo potencia en su brazo omnipotente, y confundió y arrojó a los soberbios con la mente de su corazón; depuso a los poderosos arrogantes de este mundo, quitándoles los asientos honoríficos que no merecían, y exaltó a los humildes. A los pobres hambrientos los llenó de bienes, y a los ricos presumidos los dejo sin nada (Luc. V, 47, 53).
Dios desprecia a los soberbios, y se digna poner sus divinos ojos en los humildes atribulados, que tienen y conservan su santo temor. El cielo es mi asiento, dice Dios, y la tierra es escabel de mis pies; ¿y a quién miraré yo propicio y amoroso, sino al pobrecillo y contrito de espíritu, que tiembla oyendo mis palabras?
Alegraos, pobres del mundo, sabiendo esta nobilísima condición de vuestro Criador omnipotente. Temed, hombres, a Dios, y guardad sus divinos y fáciles mandamientos; y serán bendecidos asi: bendito sea en la ciudad, y bendito en el campo. Bendito sea en sus hijos, y benditas todas sus cosas. Benditos sean sus graneros, y benditos sus ganados. Bendita sea su familia, y bendita sea toda su casa. Sus enemigos vendrán por un camino, y se irán huyendo confusos por siete caminos. Será bendito en todas las obras de sus manos, y en todo cuanto trabajare hallará pronta la bendición de Dios, y después de esta vida mortal hallará el óptimo tesoro, que es el cielo, para su eterno descanso.
No quiero decir con todo lo referido, que los justos vivirán sin trabajos; antes bien esto se debe suponer como cosa cierta; porque es verdad católica, que son muchas las tribulaciones de los justos; pero también lo es, que de todas ellas los librará el Señor.
Esta es altísima providencia del Señor, con la cual no deja que se pierdan sus escogidos, y para esto les aflige con el látigo de los pecadores, dice el salmista (Salmo CXXIV, 3).
La tribulación y el trabajo dan y aumentan el entendimiento; por lo cual los justos y ejercitados de Dios se hacen muy sabios para el mayor bien de sus almas; y aun el mismo Hijo de Dios humanado llegó a decir el apóstol san Pablo, que había aprendido de lo mismo que padeció por nuestro remedio.
Tienen los justos y temerosos de Dios este grande consuelo en sus trabajos, que los reciben de la mano amorosa de su Dios y Señor, que los ama mas que lo que ellos se aman así mismos, y el Señor que los aflige, los conforta, y quien los hiere los sana; y a su tiempo les quita sus bienes temporales, después se los devuelve doblados, como lo hizo con el santo Job y con otros muchos.
La conclusión cierta es, que el amar y temer a Dios, y guardar atentos y cuidadosos su divina ley y santos mandamientos, es el único principio de toda nuestra verdadera felicidad y buena fortuna en este mundo, y en el otro de la vida eterna que esperamos.
La casa donde se teme a Dios, y en ella se guarda su santísima ley, prospera infaliblemente, y se hará feliz de todos modos; pero la casa desventurada donde no se cuida de amar y servir a Dios, y de guardar sus santísimos mandamientos, ella será siempre de mal en peor hasta su última y fatal ruina. En esta máxima principal concuerdan todas las divinas Escrituras. Aprended, hombres mortales, esta ciencia verdadera.
Tienen los justos y temerosos de Dios este grande consuelo en sus trabajos, que los reciben de la mano amorosa de su Dios y Señor, que los ama mas que lo que ellos se aman así mismos, y el Señor que los aflige, los conforta, y quien los hiere los sana; y a su tiempo les quita sus bienes temporales, después se los devuelve doblados, como lo hizo con el santo Job y con otros muchos.
La conclusión cierta es, que el amar y temer a Dios, y guardar atentos y cuidadosos su divina ley y santos mandamientos, es el único principio de toda nuestra verdadera felicidad y buena fortuna en este mundo, y en el otro de la vida eterna que esperamos.
La casa donde se teme a Dios, y en ella se guarda su santísima ley, prospera infaliblemente, y se hará feliz de todos modos; pero la casa desventurada donde no se cuida de amar y servir a Dios, y de guardar sus santísimos mandamientos, ella será siempre de mal en peor hasta su última y fatal ruina. En esta máxima principal concuerdan todas las divinas Escrituras. Aprended, hombres mortales, esta ciencia verdadera.
R.P. Fray Antonio Arbiol (1866)
5 comentarios:
MUCHAS FELICIDADES PADRE MANUEL POR SU BLOG. ESPEREMOS EN DIOS LOGRE UNIR A LOS VERDADEROS CATOLICOS Y A LOS QUE BUSCAN LA VERDADERA ORTODOXIA DE LA IGLESIA CATOLICA. ESPERO QUE EL VALOR QUE SIEMPRE DEMOSTRADO LA FUNDACION SAN VICENTE FERRER ANIME A OTROS CATOLICOS A LA LUCHA DE LA ULTIMA CRUSADA CRISTIANA.
MUCHAS FELICIDADES SALVADOR POR TENER LA INICIATIVA DE INICIAR ESTE BLOG, A LADO DEL PADRE MANUEL. ESPEREMOS EN DIOS SE CUMPLAN TODAS LAS METAS EN ESTE NUEVA FORMA DE INFORMAR Y DEFENDER LA VERDADERA FE CATOLICA. ADELANTE SALVADOR Y SIGUE SIENDO EL SOPORTE ADMINISTRATIVO DE ESTE BLOG.
FELICIDADES.
FELICIDADES PADRE MANUEL POR LOS TEMAS, TAN IMPORTANTES PARA ESTOS TIEMPOS EN QUE HAY MUY POCA FE Y ESPERANZA EN MUCHOS CATOLICOS, QUE PREFIEREN LA VIDA COMODA QUE IR A LA LUCHA SIN CUARTEL CONTRA LOS ENEMIGOS DE LA IGLESIA CATOLICA. ADELANTE Y QUE ESTE NUEVO ARBOL DE MUCHOS FRUTOS CON LA AYUDA DE DIOS Y LA VIRGEN DE GUADALUPE.
Gracias Señor Raúl por sus comentarios tan motivadores, y como usted bien dice esperemos en Dios que se cumplan todas las metas.
Muchas gracias Raul, estaremos siempre en la trinchera de combate por la defensa de la fe.
Saludos a la gente de Tijuana, que Dios los bendiga
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