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martes, 15 de junio de 2010

LA IGLESIA MILITANTE, PATRIA DEL CRISTIANO, YA NO PUEDE SER ENCONTRADA CON FACILIDAD EN LA SUPERFICIE DE LA TIERRA

Por Mons. José F. Urbina Aznar (2005)
"Tiempo vendrá ciertamente en el cual los carnales, con voz manifiesta, predicarán contra la Iglesia lo que ahora con oculto pensamiento preparan.
Tiempo vendrá en el cual no solamente aflijirán a
la Iglesia con voces injustas sino con plagas crueles"

(San Gregorio Magno, Doctor de la Iglesia,
Papa del año 540 al año 604
LOS MORALES, Libro XIX, Cap. IX, 15)

En un libro leí hace tal ves unos diez años, cuyo título y autor desafortunadamente no recuerdo, se decía que Melania, la vidente de La Salette, alcanzó a ver en las manos de la Santísima Virgen María los estigmas de la Pasión, es decir, las llagas de los clavos, como las tuvieron después San Francisco de Asís y otros numerosos santos. Pero la Virgen María las ocultó entre las amplias mangas de su vestido. Extrañamente, esto no ha sido ampliamente difundido. Si esto es cierto, lo cual es creíble, y yo lo creo, ¿en qué momento de su vida recibió los estigmas?, ¿luego de la Ascensión, o acaso fue en el mismo Calvario para así permitir el Señor que Su santísima Madre estuviera más estrechamente unida a los dolores de su divino Hijo?. Pero uno se puede preguntar: ¿si tiene los estigmas en las manos, nos los tendrá también en los pies, en el costado y en la cabeza, como los han tenido muchos otros santos?.

Es un hecho indiscutible, que la Iglesia desaparecerá de la faz de la tierra. A la vista de los acontecimientos de nuestros días, esto no se puede negar. Desde hace muchos años, he visto que diversos autores mencionan a San Victorino, Mártir, pues él decía con insistencia en sus escritos que "la Iglesia sería quitada". A la vista tengo el libro del Padre Leonardo Castellani, LOS PAPELES DE BENJAMÍN BENAVIDES, en el que menciona nuevamente la cita de San Victorino. Pero queriendo saber un poco más sobre este Mártir de los primeros siglos del Cristianismo, me fui a la Enciclopedia SOPENA, y me llevé una gran sorpresa. Hay TRES mártires llamados Victorino de los primeros siglos. Dice la Enciclopedia: "VICTORINO" (San). Mártir cristiano en África bajo Diocleciano. Fiesta el 11 de febrero. (San). Obispo de Roma, que murió en el martirio imperando Nerva y Trajano. Fiesta el 15 de septiembre. (San). Iluminado propagador del Cristianismo, que sufrió el martirio en las Galias junto con Sabino y Potenciano. Fiesta el 31 de diciembre". Se me hace que la "profecía", puede ser de San Victorino obispo en Roma, pero no lo sé ni lo voy a averiguar, por ahora.
Igualmente, Domingo Soto defendió que la Iglesia desaparecería de la tierra. Domingo Soto fue un célebre teólogo, escritor español, y redactor de los decretos conciliares del Concilio de Trento. Fue confesor del Rey Carlos I, consejero de Felipe II y autor de gran número de obras teológicas y filosóficas. Murió en 1560.
Más adelante veremos que también el Papa San Gregorio Magno, Doctor de la Iglesia, enseñó que la Iglesia desaparecerá durante el tiempo en el que Satanás sea soltado. Como es lógico pensar, la Iglesia nunca condenó esta doctrina.
Pero la pregunta obligada que a cualquiera se le puede ocurrir es: ¿en qué forma la Iglesia desaparecerá de la superficie de la Tierra?, ¿incluso la estructura social visible ha de ser destruida para no quedar rastro de la Iglesia de Jesucristo?, ¿es posible pensar eso en nuestro siglo XXI, cuando esa Iglesia ya tiene más de mil millones de fieles en todo el mundo?, ¿y si esto fuera posible ese proceso histórico cuántos cientos de años necesitaría, y sería esto posible?.
Entonces, no podemos estar hablando más que de una SUPLANTACIÓN. No se podría entender de otra manera. Se conserva la apariencia, se conserva la estructura social, pero la esencia ha sido fraudulentamente vaciada. Ha sido desvirtuada, ha sido quitada. No puede ser el proceso muy largo, ni Dios lo permitiría, porque si para adulterar la doctrina fueran necesarios algunos cientos de años, tendríamos que la Iglesia de Dios por todo ese tiempo perdería a los millones de hombres que están en su gremio. Tiene que ser, entonces, un proceso rápido, de corta duración, de pocos años, como el cortísimo tiempo que la Sagrada Escritura dice que se le concederá a Satanás durante el reinado Anticrístico. Y nomas. En el fin del mundo. Es el misterio de la iniquidad. Es el misterio de la "gran ramera" apocalíptica. Es la bestia cuyo cuerpo es el de un leopardo, feroz y veloz, y además con alas de ave.
Por ese motivo, al pueblo engañado, sencillo, ignorante, que son los pequeños en la Fe, le será imposible conocer ese tiempo de apostasía y de SUPLANTACIÓN de la Iglesia. Por eso la Santísima Virgen María urge el rezo del santo Rosario, porque muchos van a quedar sin quererlo ni imaginarlo, en las redes de la Iglesia del Anticristo, y porque van a ser privados del Sacrificio y de las gracias de los Sacramentos sin poder imaginar lo que les está pasando.
¿Qué raza de hombres puede ser capaz de lograr esa suplantación diabólica de la verdadera Iglesia, para presentar al mundo y a los fieles una "Iglesia" que ya no es la Iglesia de Jesucristo, ¿qué clase de hombres pueden servirle a satanás de materia para amasar el crimen, la corrupción, la impureza de la Doctrina, el cisma y la apostasía?, indudablemente LOS FARISEOS, EL FARISEISMO del que están llenos a reventar progresistas y tradicionalistas. El pecado de los hombres que fue capaz de inferir la muerte de Cristo que era la resurrección y la Vida es el mismo pecado que al final de los tiempos ha de MATAR al Cuerpo Místico de Cristo, que llega a odiar aun después de la muerte. El fariseísmo que Cristo combatió tan duramente y del cual advirtió a los cristianos para todos los tiempos: "LIBRAOS DE LA LEVADURA DE LOS FARISEOS", porque este no acabó con la diáspora del pueblo judío ni acabará sino hasta el día del Juicio. Este espíritu fariseo se infiltró en la Iglesia desde el primer momento y comenzó a trabajar. Es lo que llama San Pablo "el misterio de iniquidad que ya está actuando". Es la raza de víboras; de sepulcros blanqueados; de hombres piadosos, celosos y religiosos que por dentro guardan en sus almas pura carroña, huesos de muerto e inmundicias. Es la hipocresía a un grado paroxístico que es capaz de aparentar la piedad más acendrada y predicar la ortodoxia más pura, mientras maquinan, no digamos contra la estructura ordenada del orden establecido por Dios y contra los superiores de cualquier clase, -estos son los piojos de los fariseos-, sino la demolición total de la obra del Hijo de Dios de los que los primeros forman parte estrecha e integral.
Y las colas de esos demonios, pequeños o monstruosos del interior o exterior, están amarradas en un solo nudo. Es el cuerpo del Anticristo que en el final de los tiempos se mostrará abiertamente a una generación malvada para ser aplaudido y victoriado a rabiar con un frenesí que causa espanto.
Pido a nuestra bendita Madre Celestial, la Virgen María, su ayuda y asistencia para poder disipar los gruesos velos que cubrieron el significado de su Mensaje de 1846 durante ciento sesenta años en la descripción del Anticristo, que fue siempre la parte más intrincada de su mensaje apocalíptico que ahora urge tanto conocer.
El Mensaje de La Salette está íntimamente unido a los acontecimientos dramáticos de nuestros tiempos terminales, aun más graves porque no son conocidos, que tocaremos aunque someramente, para todos aquellos fieles que esperan con gozo sobrenatural la aparición del Señor y Su triunfo definitivo sobre Satanás y sus aliados.

La primera de las tres horribles revoluciones que el mundo y la Iglesia sufrieron, fue indudablemente el Protestantismo. Calvino, que mandó a la hoguera al sabio Miguel Servet por decir que la sangre circulaba en el cuerpo, más que Lutero, declararon que lo terreno y lo material eran cosas extrañas a Dios, incapaces de redención y por eso nunca aptas para incluirse en las cosas religiosas y usadas en la alabanza de Dios y en la administración de la gracia.
Para Lutero, la Iglesia de su tiempo era un gran escándalo porque se aferraba al mundo terreno en vez de excluir todo lo inferior al espíritu empleándolo para celebrar y proclamar la Redención del hombre.
La Iglesia, en vez de quitar al hombre religioso todo lo cultural puramente terreno, lo "connaturalizó" religiosamente a este mundo, al transfigurar las cosas terrenas y sensibles con sus bendiciones y en sus ceremonias. Pero, la verdad es que la Iglesia, en su Ascensión al Cielo, en sus alabanzas a Dios, no quiere deshacerse de la Tierra. Cristo ordenó: "Predicad el Evangelio a toda criatura", y no sólo a los hombres. Por eso el espíritu cristiano explota dentro del corazón humano y expresa en las cosas materiales el gozo, la espiritualidad, la gloria y la alabanza a Dios. Manifiesta en la mejor forma posible, en la materia, lo que traduce su sentimiento espiritual y su fe. Eso muestran las catedrales góticas, que en formas atrevidas y alturas, hacen cantar a Dios a los símbolos y a las figuras más inverosímiles. ¿Quién no se siente profundamente sobrecogido al entrar a una catedral gótica, a su ambiente sacro de colores, de sombras y luces, de elevadas cúpulas, de columnas que se pierden en las alturas, de arte y belleza sin igual, que los bandidos del Vaticano no les han arrancado con todas sus profanaciones?. ¿Quién no se siente admirado viendo las catedrales barrocas que para cantar las glorias de Dios no rechazan ninguna forma? Pero el mandato de Cristo, "predicad a toda criatura", se muestra especialmente en LOS SACRAMENTALES de la Iglesia. LA IGLESIA LO BENDICE TODO, y de todo se ha servido siempre para dar culto a Dios. Con todos sus signos sagrados y con sus bendiciones, recorre todos los ámbitos de la Naturaleza y transita por todos los caminos del mundo con su Salvador sacramentado. Conforme a esta característica y espíritu de la Iglesia, actuaron los Papas Pío IX y Pío XII, al incluir en las nuevas ediciones del RITUALE ROMANUM del año 1925 y 1952, nuevas fórmulas de bendiciones para todos los inventos modernos. PORQUE TODO DEBE SER BENDECIDO Y SANTIFICADO POR LA IGLESIA.
Si la Iglesia todo lo marca con su bendición, esto significa que todo lo que deja entrar en esa gran Iglesia Universal que es la casa de Dios. Ella va al encuentro, dicho de otra manera, de todos los seres, con sus bendiciones y con sus procesiones.
Los sacramentales, crean y santifican los usos religiosos, encausando las costumbres religiosas extrasacramentales. En los sacramentales se encierran a veces costumbres precristianas pero que la Iglesia transfiguró haciéndolas compatibles y bendiciéndolas. En lugar de los cortejos paganos, aparecen las procesiones cristianas, en lugar del incienso pagano, aparece el incienso cristiano. Los Reyes Magos le ofrecieron al Niño Jesús incienso como Dios. La Iglesia solemniza la Liturgia con el incienso que ofrece a la Divinidad. ¡Qué lección más grande para el pueblo ignorante no trasmitida con palabras!. Los bosques y las fuentes sagradas a donde acudían los paganos a escuchar el oráculo de los dioses, son substituídos con la aprobación del cielo por los lugares de peregrinación y de apariciones a los que acuden los cristianos para obtener los favores divinos. Por medio de prácticas religiosas la Iglesia hacer llegar al pueblo incapacitado para entender las verdades de la Fe (el DEPOSITUM FIDEI), el sentimiento de la Fe de una manera muy inteligente. Porque el pueblo generalmente no habla con palabras de las cosas religiosas, pero prefiere el lenguaje de los hechos y de las imágenes, porque lo que entra de esa manera, muy dificilmente se olvida.
Por eso los criminales herejes del Vaticano de hoy, atacan todas esas prácticas, porque así la fe es quitada, o por lo menos oscurecida para quienes aun no han comprendido la Teología, habrían llegado a ella por este camino. ¡Y esto ellos lo saben, y lo saben perfectamente y saben lo que al pueblo le están arrancando!. Las prácticas religiosas, son uno de los pilares protectores de la Fe católica y ellas tienen una columna vertebral y un meollo. Y estos son los sacramentales.
Los enemigos de la Iglesia, sabiendo perfectamente lo que esto significa, como lo saben también los herejes progresistas de hoy, han combatido todo esto. Si algo de todo esto no han destruido, nunca ha sido pensando en el pueblo, sino que ha sido porque en alguna forma no les conviene a ellos mismos, sobre todo si eliminar algo disminuye los dineros que corren por sus arcas. Precisamente por lo que esto significa han declarado una guerra sin cuartel a toda práctica religiosa dentro y fuera del recinto de la Iglesia. Las cruces en los campos y caminos, los altares campestres, los rosarios, las novenas, las procesiones, los gremios, la devoción a los santos, etc., todo ha de ser combatido y desaparecido. Los enemigos de Cristo lograron por muchos años que la religión sólo se practicara dentro de las Iglesias. Pero ahora a Dios se le combate también dentro de las Iglesias. Y esta es la obra del ejército invasor denunciado claramente por San Pío X en su Encíclica PASCENDI.
San Agustín ya lo anunciaba en su obra LA CIUDAD DE DIOS. El escribe: "...el reino de los santos y la prisión del Demonio, HAN DE CESAR A UN MISMO TIEMPO -indudablemente estamos en ese tiempo-; para que después el espacio de aquella persecución, se entienda que no PERTENECE AL REINO DE LOS SANTOS NI A LA PRISIÓN DE SATANÁS...NOS ES FORZOSO CONFESAR QUE LOS SANTOS EN AQUELLA PERSECUCIÓN NO REINARAN CON CRISTO" (XX, cap. XIII). También escribió: "...los malos e hipócritas que hay en la Iglesia, hasta que constituyan un numeroso cuerpo al Anticristo, y que este es el misterio de iniquidad" (XX, Cap. XIX). "...por el corto tiempo que estuviere suelto el Demonio, NO HABRÁ IGLESIA EN LA TIERRA, O NO LA HALLARÁ EN ELLA CUANDO HUBIEREN SOLTADO, O ACABARÁ CON ELLA PERSIGUIÉNDOLA" (XX, Cap. VIII). "...el Demonio suelto, vendrá con todas las gentes que hubiese engañado en todo el orbe de la Tierra a hacer la guerra a la Iglesia, y que el número de esta gente será como las arenas del mar" (XX, Cap. VIII). "Parece, pues, que nos impulsa a creer este pasaje bíblico, que en aquel tiempo, aunque breve, NADIE SE CONVERTIRÁ AL PUEBLO CRISTIANO" (XX, Cap. VIII). San Agustín se está refiriendo al Apocalipsis Cap. XV, 8, que corresponde a la gran humareda que invade el santuario al que nadie puede entrar hasta que se consumaran las últimas siete plagas que sufrirán los moradores de la Tierra antes del fin del mundo, tiempo en el que actualmente estamos. Escribe también: "Cuando se dice que "subieron sobre la latitud de la Tierra y cercaron al ejército de los santos y la ciudad amada", no se entiende que vinieron o que habrán de venir de algún lugar determinado, como si en cierto lugar haya de estar el ejército de los santos y la ciudad querida, pues esta no es sino la Iglesia de Cristo, que está esparcida por todo el orbe de la Tierra, y donde quiera que estuviere entonces , que estará en todos los hombres, lo que significó con el nombre de la latitud de la Tierra, allí estará el ejército de los santos, y allí estará la ciudad querida de Dios, pero allí estarán también todos sus enemigos, porque también ellos con ella, estarán en todas las gentes, LA CERCARAN CON EL RIGOR DE LA PERSECUCIÓN, ESTO ES, QUE LA ARRINCONARÁN Y APRETARÁN Y LA ENCERRARÁN EN LAS ANGUSTÍAS DE LA TRIBULACIÓN" (XX, Cap. XI). Porque en el medio mismo de la Iglesia, "saldrán de allí todos los que pertenecerán no a Cristo, sino a aquel último Anticristo" (XX, Cap. XIX).

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