Hay que aplicar la fuerza interior del entusiasmo fogoso, al velamen de los pequeños deberes de la vida cotidiana, y entonces podremos libar en él enormes energías. Quien desea ir en tranvía, inútil es que lleve billete de cien pesos; si no tiene calderilla, el conductor le hará bajar, porque el tranvía no es un banco de cambio. De la misma manera hemos de cambiar los grandes ideales del entusiasmo, del martirio y del amor a la patria y a los nuestros en calderilla para poder cumplir con constancia los mandamientos de nuestra religión y los deberes anejos al amor de la patria y de los semejantes todos, hasta los más pequeños.
Hoy día es improbable la muerte de martirio por tu fe, y quizá tampoco hayas de morir heroicamente por tu patria y por los tuyos. Pero tu religión, tu patria y tus semejantes te piden, esto sí, una vida saturada de continuos heroísmos. Y esto es lo más difícil. El ejemplo de jóvenes desgraciadas que ponen fin a su existencia muestra muy a las claras que muchas veces es preciso más valor para la vida que para la muerte.
He visto muchachas temblar al solo estampido de un proyectil, y, sin embargo, enardecidas de amor patrio, celosas del bien de los suyos, desafiaron con entusiasmo heroico el furor de las granadas entre las camas de un hospital de sangre, sin abandonarlas un solo instante. ¡Su estusiasmo tornólas valientes! Así verás que nada lograrás en la vida diaria sin esa fuerza interior del entusiasmo.
Hay jóvenes que presumen de valientes y no hay en ellas más que ligereza y vanidad. Quizá no teman la misma muerte; pero temen horriblemente los sufrimientos que las esperan en la vida, y este miedo las hace perjuras, pecadoras.
Temblando mira el público en el circo los saltos verdaderamente mortales de los acróbatas; pero ¿crees, acaso, que la que juega con tanta ligereza con su vida podrá vencer, por ejemplo, la mentira, si a trueque de ella puede librarse de cualquier cosa baladí? Se necesita mucha menos valentía para estar en la línea de fuego que para perseverar firme en los puros principios morales en medio de una sociedad que de la vida no tiene sino un concepto ligero. ¡Es valentía decir siempre la verdad! ¡Es valentía mantenerse siempre pura, honrada, resistiendo los halagos tentadores! ¡Es valentía perseverar inconmovibles en nuestros principios!, y esto es lo que hace la joven de carácter.
Mons. Dr. Tihamer Toth
¡MUCHACHA! ASI...
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