A quien se halla en pecado mortal
DEDICATORIA
Vilísima Persona :
Ya es hora que desmienta una dedicatoria con oprobios lo que mienten tantas con lisonjas. Rara te parecerá esta idea, pero no impropia, porque hallo en ti (¡oh pecador!) todos los motivos que suelen justificar una dedicatoria.
Aunque seas el señor mas esclarecido del mundo, eres en lo moral tan mal nacido y tan mal emparentado, que el demonio es tu padre y la soberbia encarnada en una sierpe es tu madre, tus hijos son víboras y tu generación es adúltera, y declarada infame en públicos pregones por la ciudad de Dios: todo esto es la soberbia, y aun con todo esto es soberbia.
No solo desciendes del demonio sino que, según Cristo, lo eres: uno de vosotros (dijo) es diablo (Joan. 6). Y aunque hablaba de Judas, pero San Bernardo dice, que son tantos los Judas como son los que pecan mortalmente. El Crisóstomo dice, que el pecado es un demonio voluntario y una voluntaria locura.
San Vicente en un sermón dice, que entran y salen los demonios en quien está en pecado, con la espesura que salen y entran las abejas en un colmenar, de modo (¡oh qué horror!) que si ahora mismo te conjurasen, hablarían los espíritus malignos que encierras en tu alma, si estás en pecado mortal. Aquí hace una aguda reflexión San Gregorio Niceno. Este dice, que no sin acuerdo se puso en la oración del Padre nuestro la cláusula que estás en los cielos; porque si no se advirtiera que se habla con el Padre que está en los cielos, cuando el que está en pecado dijera: Padre nuestro, al punto le respondería el demonio: ¿Hijo, qué quieres? Tan cierto es que mientras estás en pecado estás endemoniado, y que hablarían esos demonios que guarnecen tu pecho, y tan cierto es, que eres hijo de Satanás (Nisenus, lib. de Beati).
Pero ¡ay infelicísimo de ti! que aun siendo tal tu padre eres peor que él, porque aun te trata el Crisóstomo de mas diablo, que el mismo diablo; sino vé sumando el exceso de tu malicia: el diablo pecó una vez, tú muchas; el diablo pecó solo de pensamiento, tú de pensamiento, palabra y obra; el diablo pecó contra su Criador, tú contra tu Criador y Redentor; el diablo pecó antes de ver que condenaban por pecar, tú después de saber cuántos son los que por eso se condenan; el diablo pecó sin que procediese haber muerto Cristo por el pecador, tú después de haber muerto Cristo por el pecado y por ti; el diablo ahora ni peca, ni puedo arrepentirse de lo pecado: tú pecas, y pudiendo no te arrepientes. ¿Pues cómo no tiemblas de ser peor que Satanás? ¿Cómo no te aflige la nueva que te doy, de que hierven en tu alma ahora mismo tantos infernales dragones como pecados tienes? con ellos comes, con ellos te acuestas y con ellos te atreves a dormir. ¡Oh locura voluntaria, no beberías el agua si hubiese en ella una víbora, y sabiendo que en cada pecado hay un demonio, te bebes como agua los pecados! Qui bibit quasi aquam iniquitatem. (Job. XV, 10).
No hay ruindad, traición o villanía en que no estés comprendido; pues por la profesión de cristiano juraste un Rey y una ley, y con tu culpa quiebras esta ley, y te vuelves contra ese Rey; te alistaste a sus banderas, y te pasas fugitivo a su contrario, desde donde haces guerra al mismo de quien estás cobrando el sueldo del ser que gozas, y con la misma mano que recibes estos bienes y con sus mismos bienes tiras a destruir a quien te los da; mira si hay vileza que sea comparable a esta vileza.
Noble era para con el mundo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y el pecado lo trasformó en una horrible fiera, o por mejor decir, en un monstruo artejado de muchos monstruos; cabeza y puntas de buey, rostro, melena y cola de león, cabellos de plumas de águila, nariz de elefante, uñas de ave de rapiña, el vientre lleno de un enjambre de vivas ranas que de mil modos le afligían: comía en el campo heno; y amarrados pies y manos, pisaba con las manos y los pies, etc. Estas y otras particularidades (que omito por curiosas) traen entre otros, (Alápide, in 4. Dan., y Osio sobre Tertuliano, tit. 2, c. 13). Así pacía en las selvas su R. M. siendo siete años comensal de las bestias y espanto de los hombres; y si esta fue hechura del pecado, ya tienes la materia para que Dios te mude en esta forma: diferénciase tu miseria de la suya, no en el ser sino en que aquella se dejó ver, y la tuya es aun invisible, mira qué fácil es a Dios correr la cortina; y denigrar aun la estimación de hombre que tienes con los hombres, y trasponerte en formidable bruto.
El otro fin porque suele dedicarse un libro es por los beneficios recibidos, y no son pocos los que ocasionalmente hace a los otros tu pecado; pues tu engañada temeridad causa en los demás cautela, y hace la costa a sus escarmientos. Como en palacio azotan al hijo del esclavo porque tema el hijo del rey, así Dios te castiga a ti, como esclavo que eres de Satanás, para que los justos, que son hijos de Dios lo teman; ejecuta este castigo en el cadalso portátil de tu pecho, donde da tantas y tan apretadas vueltas el torcedor de tu conciencia, que a poderse oír tus tristes latidos, compungirían tanto como los hondos gritos del infierno; y triste de ti si esto no te tiene triste, pues es señal que ni sientes, ni sientes que no sientes, que es el último grado de la insensibilidad mas desahuciada; ne dixeris peccavi, et quid mihi accidit? etc. (Eccles. 5). Estudia pues, oh pecador, en el daño de estos gritos que te presento, miéntras los justos quedan estudiando cautelas en tu peligro y escarmientos en tu daño.
Si el fin de un autor en dedicar un libro a una persona suele ser el que lo lea, esto (¡oh pecador!) es también mi fin, para que despiertes con estos gritos. A quien duerme solamente le despierta, o algún gran ruido o algún gran fuego que se avecina, pues si a su lado se enciende una hoguera no puede tardar, o a levantarse del sueño o a quedar abrasado en ella. Aquí pues, te ofrezco los dos despertadores de un gran sueño, el ruido en los gritos de los condenados y la hoguera en el fuego que los abrasa, y así no hay medio, o despertar del sueño del pecado ahora o quedar ardiendo en él para siempre.
Los réprobos mas impíos confiesan ahora en el tormento, que lo fueron por no haber conocido de vista u oído algún condenado del infierno: Non est qui agnitus sit reversus ab inferís. (Sapient. 2). No dicen porque ninguno haya vuelto de allá, sino porque no llegó a su conocimiento: Quia non est agnitus, significando, que a tener esta noticia, o no hubieran pecado o se hubieran luego arrepentido. Mira tú en este libro cuántos han vuelto del infierno apareciéndose a los vivos, y cuando no veas sus figuras, oirás sus voces, y podrás conocerlos por sus gritos, y no tendrás aun la disculpa insuficiente que tuvieron los pecadores mas impíos.
Solo se diferencia esta dedicatoria de las otras, en que aquellas acaban pidiendo a Dios guarde la vida de sus Mecenas, y yo en esta concluyo pidiendo a Dios, que si has de repetir mañana ese pecado y morir en él, te quite hoy la vida, y hoy mismo te condene: Melius est in peccato mori, quam ad peccatum vivere. (S. Ambros. 2. de Abel cap. 17). Petición que es buena en sí, y conveniente a ti, pues a Dios se le ahorra esa ofensa, y a ti ese nuevo titulo para padecer mas en el infierno; y para que veas que no te engaño ni deseo para ti lo que no pido para mí, quedo yo rogando a Dios para mí lo mismo; en primer lugar, que no permita le ofenda, pero en caso que prevea que he de caer en una sola culpa grave y morir en ella, le pido, que por excusar esta nueva ofensa suya, me quite luego la vida hoy mismo en este día 4 de Enero do 1700.
Criatura la mas abominable,
y abominada de Dios.
Quien mas compadece tu mal,
y desea tu remedio.
El Dr. José Boneta
GRITOS DEL INFIERNO
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