Por Mons. José Ramón López Gastón
Con la natural angustia de un católico sincero, que sufre
en estos momentos terribles de la “gran
apostasía”, cuando “en el lugar
santo” reina “la abominación de la
desolación”, todos nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos y seglares,
que, por un designio inescrutable de Dios, conservamos la fe, y que, por medio
del Santo Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos, cuidamos de mantener en
nuestras almas la gracia de Dios, tenemos ante Dios y ante la Santa Iglesia, una
gravísima obligación que, inclusive, compromete la salvación de nuestras almas.
Si a pesar de nuestra indignidad, el Señor nos escogió,
no es para que enterremos el tesoro que recibimos, sino para hacerlo producir ciento
por uno.
Ya el Dr. Homero Johas, en su magistral artículo sobre
“La herejía de la acefalia perene”,
expuso a todos, los ángulos de la situación en la cual nosotros nos encontramos
y ofreció la solución del problema para que se cumplan las promesas de Cristo
sobre la perennidad de la Iglesia y del Supremo Pontificado, indicándonos, con
argumentos fundados en insignes teólogos que: “si deben existir Sucesores de Pedro”, hasta el fin de los tiempos,
también, por la Lógica natural, hasta la segunda venida de Cristo, deben
existir “electores”.
Solamente nos resta conseguir, dentro de la mayor brevedad
posible, la unidad fundada en la Fe y en la Caridad.
Sin estos dos pilares sólidos, todo cuanto queramos
nosotros construir, será como la casa construida sobre la arena, la cual, al
primer soplar del viento, caerá.
Durante treinta años, escritores sabios y piadosos,
nos expusieron los males que la Santa Iglesia sufre; como doctores que examinan
a un moribundo y hacen, de su enfermedad, un diagnóstico detallado.
Sin embargo muchos no se atreven a usar los remedios
para alcanzar su cura.
En vez de hacerlo, se ocupan solamente de su pequeño huerto;
negándose a cooperar con los otros
clérigos, o seglares; buscándoles todos los defectos, calumniándolos y hasta, a
veces, llevándolos ante tribunales para reclamarles cosas materiales.
¿Que nos interesa?
¿Nuestro orgullo? ¿Nuestra ambición?
¿La perpetuidad de una Iglesia “católico episcopal”,
que, a pesar de la Santa Misa y de los Sacramentos, no será nunca la Santa Iglesia
Católica, Apostólica y Romana?
Lo más que conseguimos fue la unión de dos o tres obispos;
dado que inventaron toda especie de
extrañas teorías para evitar la actuación lógica que nos pide nuestra fe.
Llegó el momento de no disfrazarnos de nuestros propios
intereses; de olvidar prejuicios y fariseísmos, de que nos perdonemos
mutuamente; y de obrar sin precipitarse y
sin demoras.
Me dirijo a todos los católicos de buena voluntad;
clérigos y seglares, y suplico de rodillas a todos el esfuerzo para unirnos,
para salvar la Iglesia y restaurar la Jerarquía eclesiástica, incluyéndose al
Pontificado Supremo.
Si lo hacemos, que Dios no lo premie.
Si no lo
hacemos, que Dios nos juzgue!
(Publicado
en la revista “Roma”, de Buenos
Aires, n° 127, año de 1993).
COMENTARIOS
Después de
20 años de este llamado a la unidad de la Iglesia, los que entonces luchaban
contra ella, como cierto seglar de Portugal, son los mismos que hasta hoy, perseveran
actuando y predicando contra el “deber
gravísimo y santísimo” de restablecer la Cabeza visible suprema de la Iglesia.
No quieren un sólo rebaño y un sólo Pastor. No quieren la Iglesia fundada “sobre Pedro”, como Cristo la instituyó.
Veinte años pasaron y expulsaron de su medio a aquellos que defienden la obediencia
debida al deber mandado por la Sede de Pedro. Son cismáticos en la división; son
herejes con doctrinas opuestas al dogma de Fe. Sin Pedro el dogma de fe seria
falso.
Dr. Homero Johas
COETUS FIDELIUM N° 10
Marzo del
2014
Traducción:
R.P. Manuel Martínez Hernández FSVF
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