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jueves, 8 de julio de 2010

La Humildad es la verdad

Busca tu nivel
El hombre que ha llegado a dominarse, lo ha conseguido a base del conocimiento que de sus defectos tenía. Este conocimiento le da una visión de su realidad, y le sitúa en el terreno seguro de la humildad para construir un edificio. Conoce los fallos de su carácter y se dispone a remediarlos con una firme voluntad. Nadie lucha contra sus defectos, si no tiene conocimiento de ellos. El luchar con los defectos es duro, porque forma parte entrañable de nuestro ser. Amamos más nuestros vicios que nuestras virtudes, sus raíces están enroscadas en nuestras venas, y al quitarlos nos arranca la piel a jirones.
No hay un vicio en sí considerado, que haga más antipático al hombre ante Dios y ante las criaturas como la soberbia.
Consiste en una exageración y aprecio excesivo de las cualidades personales, con el consiguiente desprecio de los demás. Es la adoración de sí mismo, no con sus cualidades, sino con sus defectos.
Hijo de instinto de conservación, es el más innato de los vicios. Aparece en la cuna, cesa en el sepulcro, y llega al cenit en la edad madura.
"Sientate en tu puesto, dice un proverbio portugués, y no necesitarás levantarte".
"Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje", aconseja Don Quijote a su escudero.
Si dos ángeles, dice Newton, vinieran del cielo a la tierra enviados por Dios, uno a regir un imperio, y el otro a barrer la calle, ninguno pretendería cambiar de oficio.
La Humanidad es una gran familia, y en ella cada uno tiene su puesto. Para que marche un reloj, todas las piezas son igualmente necesarias. Si estas tuvieran conocimientos estarían contentas en su puesto, porque cada una desempeña una función conforme a sus aptitudes. Todas tienen un oficio principal, porque todas son imprescindibles. Si se cambiaran los oficios sin las aptitudes, el reloj quedaría paralizado.
Procura que las aguas busquen su nivel. Entonces habrá quietud.
De faltar a la verdad que sea por exceso de modestia. Es agradable ver a un hombre que se desestima sin pesimismo.
Es ridículo que un ugier se comporte como un general, o un botones como un director; como si todos los habitantes de la tierra tuvieran los ojos clavados en ellos.
No pasamos de ser una hormiga de este bullicioso hormiguero. Es ventajoso doblegarse ante esta realidad.
"Si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo será sencillo". Los cristales de aumento deforman el tamaño de las cosas, y los ahumados destiñen su gama de colores.
Afiánzate en tu realidad.
Si consiguiera, dice Franklin, vencer mi orgullo, estaría probablemente orgulloso de mi humildad.

La humildad no es cortedad.
La humildad no se opone al cultivo de las propias cualidades. No es cortedad ni pobreza de alma. Esto no sería virtud. Es el aprecio de lo superior sobre lo inferior. Es el desprendimiento de la voluntad ante lo circunstancial, aunque sea tan atractivo como el honor y la fama merecidos.
No es la humildad falta de carácter que rebaje el propio valer.
San Pedro, en el atrio del Sumo Pontífice, fue cobarde ante un ser de tan poco relieve como una esclava, porque fue presuntuoso; cuando humilde, fue valiente ante una bestia como Nerón. Se miró en su realidad y no tuvo miedo.
Las virtudes sin este conocimiento propio, son un poco de tierra en la palma de la mano contra el viento.
Luis XII de Francia dijo de Gonzalo de Córdoba: "No tengo por afrenta ser vencido por el Gran Capitán de España, pues la victoria lo hace más humilde y piadoso".
Tampoco la humildad es pesimismo: ese continuo quejarse de sus pobres aptitudes.
El que ha vencido su innata soberbia, se ha colocado en su sitio correspondiente. El que ha sabido aceptar la Providencia, en lugar de lamentarse como plañidera, pone todo su tesón para hacer florecer el desierto.
No es apocamiento ni timidez: La timidez es una enfermedad. Algunos, arrastrando un complejo de inferioridad, parecen ir suplicando se les perdone la vida.
El apocado, llevado de su imaginación, generalizando los hechos, todo lo echa a mala parte, creando en sí la persuasión de víctima. Desconfiando y desestimándose muy por debajo de la verdad, se crea un ambiente de asfixia.
En la vida todos tenemos algo que hacer, un algo que despierte la admiración, o por lo menos el respeto de los demás, quizá más de lo que creemos. Somos hijos de Dios y tenemos en el cielo grandes valedores.
El ser humano, no es un ente de poca importancia, visto con esta proyección sobrenatural, en su origen y en su destino.
Hay que ser humilde, pero de corazón templado.
El verdadero humilde tiene grandes ventajas: corazón ancho para la adversidad; conoce sus defectos, e incluso sabe aprovecharlos para labrar su perfil. Como el buen tallista, se adapta a las betas y evita los nudos de la madera.
En tu modelación has de tener en cuenta y por igual, tanto tus virtudes como tus defectos.

El humilde asimila lo bueno.
Saber aprovecharse de las cosas y sobre todo de las personas que te rodean dará realce a tu valer.
En las profundidades de las minas de sal en Salburgo, echan durante el invierno ramas secas. Tres meses después las sacan llenas de cristalizaciones, que brillan con irisaciones de diamantes móviles.
Por haber asimilado las bellezas de la sal, las ramas secas destellan con los colores del iris. Hay que entrar en las profundidades de la nada donde Dios colocó la grandeza. Las mejores perlas se hacen en las profundidades de los mares.
El soberbio es, como el "dominguín", cuerpo de corcho y pies de plomo, siempre ridículamente en pie, luciendo su talle grotesco.
Los verdaderos humildes saben que no se puede triunfar, ni arreglar las cosas por sí, sino por Dios.
Cuando el hombre inclina su cabeza ante Dios, Él le pone una corona. El fracaso de Adán fue el querer ser grande a espaldas de Dios.
La humildad es la puerta del éxito: sabe buscar su puesto adecuado: "Entre el rey D. Enrique el Envidioso y San Isidro Labrador, la humanidad elige en seguida".
A la flor le basta una rama desnuda para ser excepcional; le es suficiente chupar la savia oculta. Al alma le basta un sitio humilde, y aprovecharse de la gracia para ser esplendorosa.
Canta una canción húngara:
"Un corazón puro, y unos sentimientos leales, de una esclava hace una reina".

No busques las apariencias.
Lo que confiere la nobleza no es el árbol genealógico, sino el valer personal: Tus cualidades reales, no las imaginarias, lo harán todo.
No seas de esos que con tal de sobresalir entre los que le rodean, se avienen a ser el pequeño remate de un edificio. ¿No hace más una roca en los cimientos, o una piedra en el ángulo?
Lo que más aparenta, no es lo más provechoso para el palacio.
Dos niños juegan en un jardín: Uno quiere sembrar calabazas por lo aparente del fruto, el otro una semilla de mostaza. La primera dio una planta rastrera, la segunda un hermoso bosque.
El desarrollo de la mostaza fue más lento, pero su fruto fue más sabroso y duradero.
Las cualidades se maduran mejor en el silencio. Los que desde los principios desean lucir, se deshacen como las olas que baten el acantilado.
Las estrellas tienen sus horas para brillar.
"El talento del éxito, no está sino en hacer bien lo que se tiene que hacer, y hacerlo sin preocupaciones de la fama. Si esta te viene que sea útil, y porque te la has merecido".
El demasiado sol quema las plantas a sus principios: no tienen la savia suficiente. Así la demasiada publicidad arruina en la juventud. No tiene reservas para todas las exigencias y compromisos. Su posición es artificial. Los jefes son pocos, y hombres somos muchos.
Prodigar poco, prometiendo mucho, es defraudar las esperanzas.
Los robles por su crecimiento paulatino, están garantizados contra las tempestades.
En tu prosperidad, busca la prosperidad de los demás como propia. Lo común también es mío.
Lo que tengas, poco o mucho, dalo con sencillez.
La falta de sencillez te restará valores positivos. Lord Byron vivió amargado, porque era vanidoso como una colegiala. Estando en la agonía rogaba que no le descubrieran un tobillo defectuoso.
Cierto político pensaba ser el mayor genio de Austria, y que a su muerte todo se vendría abajo en su patria. Bastó su muerte para que la situación mejorara.
Los hombres que son verdaderamente grandes, tienen el talento de ser sencillos.

Eres insuficiente
El fracaso viene de conocerse a sí mismo; se creen para más y meten los hombros bajo cargas insoportables a sus fuerzas, dando en tierra con sus huesos. Para estos "gloriosos" no existen asuntos para los que no se crean capacitados. "Si cada hombre es un César, es imposible gobernar a un pueblo de mas de 120 millones de reyes".
Propio es del joven ser versátil, por eso has de reconocer la necesidad de ser dirigido.
Tu posición ante la vida es pura teoría, y son muy importantes algunos de sus problemas prácticos.
Te lanzas a resolverlos con ideas nacidas de tu inteligencia inexperta, y gastas tu tiempo y tus energías en intentar caminos que tú mismo te verás obligado a abandonar.
La cumbre a donde te encaminas quizás aparezca clara, los que no están claros son los caminos que nos llevan hasta la cumbre.
Admite con humildad un guía experimentado en esas veredas, para que puedas llegar hasta arriba.
Ante tus dudas has de encontrarte y conocerte en tu propia ignorancia y debilidad, para no caer en el escepticismo.
Es verdad que se fueron los años en los que a cada paso necesitabas una palabra de orientación: todo eran encrucijadas y caminos sin nombre. Pero cierta necesidad siempre subsiste, y esta es aun muy acentuada en la adolescencia y en la juventud.
Nunca debes cerrarte a la influencia bienhechora de los que saben más, y mucho menos en este tiempo de rápida asimilación del medio ambiente.
Esta asimilación está en proporción directa con la estima que tengas de esas influencias que has de asimilar. Y tu presunción quizá te haga despreciar a las personas que instruyen.
Tienes ansias de realidades tangibles, para quemar en su seguimiento tus energías tropicales. No lo conseguirás si no tienes fe en los hombres de buena voluntad.
Al mismo tiempo tienes repugnancias de salir de la esfera de tus ideas fantásticas, y de dar un paso hacia el mundo de las realidades. Sientes algo así como el sentimiento que experimentas de sumergirte en un baño de agua fría, cuando el cuerpo posee una temperatura agradable.
Cuando el ambiente externo no tiene la misma presión o equivalencia de tu castillo interior, desprecias lo de fuera y te crees soberbiamente autárquico y suficiente.
Tu torre de marfil se derrumbará sobre ti como un castillo de fichas de dominó, y tendrás que salir de entre sus ruinas para emprender nuevas y más reales edificaciones.
La juventud es temeraria e imprudente. Presume mucho porque ha experimentado poco.
No viendo la dificultad de las cosas, la esperanza es más vehemente y atrevida, hace que los jóvenes, ebrios de fantasías, crean poder alcanzar cuanto persiguieron. A Don quijote las ventas le parecían castillos, y a los jóvenes sus imaginaciones realidades.

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