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domingo, 20 de febrero de 2011

DOMINICA DE SEPTUAGÉSIMA


OCIO Y TRABAJO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola : "Semejante es el reino de los cielos a un amo de casa que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña. Convenido con ellos un denario al día, los envió a su viña. Salió también a la liora de tercia y vio a otros que estaban ociosos en la plaza, y les dijo:
—Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo. "Y se fueron.
"De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo, y, saliendo cerca de la hora undécima, encontró a otros que estaban allí, y les dijo :
"—¿Qué estáis haciendo aquí todo el día ociosos? "Y ellos le respondieron : "—Porque ninguno nos ha ajustado. "El les dijo:
"—Id también vosotros a mi viña.
"Llegada la noche, dijo el dueño de la viña a su administrador :
"—Llama a los obreros y dales su salario, desde los últimos a los primeros.
"Viniendo los de la hora undécima, recibieron un denario. Cuando llegaron los primeros pensaron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario. Al cogerlo murmuraban contra el amo, diciendo :
"—Estos postreros han trabajado sólo una hora y los ha igualado con los que hemos llevado el peso del día y el calor:" Y él respondió a uno de ellos, diciéndole: "—Amigo, no te hago agravio. ¿No has convenido conmigo en un denario? Toma lo tuyo y vete. Yo quiero dar a este postrero lo mismo que a ti. ¿No puedo hacer lo que quiero con mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo que yo sea bueno?
"Así, los postreros serán los primeros, y los primeros, los postreros. Porque son muchos los llamados y pocos los escogidos" (Mt., XX, 1-16).
* * *
El reproche del padre de familia a los ociosos es de gran importancia, pues viene a enseñarnos que en esta vida nadie debe considerarse invitado, sino trabajar en las condiciones y circunstancias que Dios le coloca. También debéis cumplir esta obligación vosotros, mis queridos niños, y trabajar en la escuela o en lo que os manden vuestros padres.
Trataremos hoy: 1.°, de lo mala que es la ociosidad; 2.", de las ventajas que proporciona la laboriosidad.

I.—Los males de la ociosidad.
1. ¿Á quiénes llamamos ociosos?-A todos los que no hacen nada durante la jornada laboral y pierden el tiempo durmiendo demasiado, jugando o paseando. Son ociosos los que, en vez de cumplir sus obligaciones, hacen lo que les viene en gana o lo que constituye su deber, pero de mala manera y sin poner la debida atención.

2. ¿Es un mal la ociosidad?—Ciertamente que sí. Los ociosos faltan a la Ley de Dios, porque el Señor nos manda trabajar para ganar el sustento. Cuando Dios creó a Adán lo puso en el Paraíso terrenal para que cuidara de él y lo guardase (Génesis, II, 15). Pero era el suyo un trabajo placentero. El trabajo se hizo oneroso para nuestro primer padre vínicamente después de haber pecado, transmitiéndose así luego, invariablemente, a todos sus descendientes. Dijo el Señor a Adán: "Comerás el pan con el sudor de tu rostro" (Gen., III. 19). Por tanto, quien no trabaja es culpable ante Dios, y, por lo mismo, la ociosidad es mala por ser una transgresión de la Ley divina (1).
Nadie está exento de esta Ley: ni siquiera los ricos. Cierto es que no todos los trabajos son iguales; pero cada cual está obligado a trabajar en lo que le corresponda con arreglo a su estado y condición social. "El que no quiera trabajar, que no coma: Si quis non vult operari, neque manducet" (2 Thess., III, 10).
En el mundo, ya lo veis, todos trabajan —salvo los vagos—-con sus brazos o inteligencia. Trabajan el campesino, el artesano, el industrial, el comerciante, el soldado, el abogado, el ingeniero, el médico, el sacerdote...; cada cual en su profesión, empleo u oficio.
* El ejemplo de Jesús.—Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó con su ejemplo la obligación de trabajar. A pesar de no estar sometido a las leyes de los hombres, por ser Dios y haber creado el mundo universo, pudiéndose crear sin esfuerzo alguno los alimentos que necesitaba, quiso trabajar para ser en todo un modelo humano. En Nazaret ayudó a San José en su taller de artesano y a la Santísima Virgen en las faenas de la casa.

3. ¿Qué efectos produce la ociosidad?—La ociosidad trae consigo muchos males. El Espíritu Santo dice que la ociosidad es la madre de todos los vicios. Nos hace perder dos cosas de la mayor importancia, como son el tiempo y la gracia de Dios, y sin tiempo ni gracia es imposible que el alma se salve.
Dios nos da el tiempo para que lo empleemos en el trabajo y en el ejercicio de la virtud. El Evangelio nos dice que un hombre fue condenado y arrojado a las tinieblas exteriores por no haber aprovechado bien el tiempo: inutilem servum ejicite in tenebras exteriores (Mt., XXV, 30).
Es lógico y natural que la gracia de Dios huya del ocioso, porque con la ociosidad vienen todos los vicios. Dicen los filósofos que, cuando uno está ocioso, su cerebro sigue trabajando, es decir, que piensa en algo. La mente tiene dentro de sí una galería de imágenes y pensamientos malos o peligrosos, y de éstos pasa luego a las obras francamente malas.
¿Qué producen los terrenos yermos? Cardos y espinas. ¿Qué hay en los terrenos pantanosos? Reptiles e insectos perjudiciales a la salud. Lo mismo ocurre a los ociosos, que son el reino de todos los pecados capitales. De ellos no cabe esperar más que obras malas y actos pecaminosos.
Veamos algunos ejemplos:
Sansón se mantuvo fuerte y virtuoso mientras estuvo ocupado en luchar contra los filisteos; pero en cuanto se dio a la vida de ocio y de molicie perdió la virtud, y con ella su extraordinaria fuerza.
David se mantuvo fiel a Dios mientras estuvo guerreando; pero cuando permaneció ocioso fue tentado por el diablo y cometió gravísimos pecados.
La ociosidad no sólo es causa de males espirituales como los que acabamos de citar, sino también de otros materiales.

4. Daños materiales causados por la ociosidad:
a) La ociosidad lleva consigo la miseria y el deshonor. Ningún ocioso ha hecho fortuna ni ha sido honrado en el mundo. Los ociosos acaban en la miseria y no encuentran quien se compadezca de ellos (2).
b) La ociosidad debilita los cuerpos y los hace inútiles para el trabajo; los atrofia. El rey Aristodemo, cuando venció a los habitantes de Cuma, para tenerlos más sumisos prohibió que los jóvenes trabajasen y se ejercitasen en algo que fuese susceptible de robustecerles el cuerpo. Según lo dispuso, todos los habitantes de Cuma menores de veinte años debían permanecer ociosos y no hacer más que comer y dormir. Aristodemo sabía lo que se hacía, pues nada debilita tanto como la ociosidad, y ya se sabe que cuando el cuerpo está debilitado no suele el espíritu sentirse con muchas fuerzas, mientras que si los miembros se ejercitan en el trabajo se mantiene más fácilmente fuerte y vigoroso el espíritu, sintiéndose bien dispuesto para hacer el bien y oponerse al mal.
c) La ociosidad hace al hombre ignorante.
¡Qué desgracia más grande es la ignorancia! Muchos son ignorantes por su culpa, por no haber querido esforzarse de pequeños en el estudio y trabajo. Ha habido tiranos que para dominar mejor a sus pueblos los han tenido sumidos en la ignorancia, no permitiéndoles ni siquiera aprender a leer y escribir, cosa reservada a castas especiales. Esto sucedía principalmente en la antigüedad, ya que hoy ni siquiera se concibe su posibilidad en los Estados modernos.
Juliano el apóstata. — Este emperador romano, queriendo oprimir a los cristianos, les prohibió el acceso a las escuelas del Estado. ¡Qué iniquidad! ¿Qué diríamos ahora de un gobernante que le imitase? Pues eso hacen consigo mismos los que no aprovechan el tiempo: son tiranos de sí mismos que se oponen a su instrucción y a su futuro bienestar; en la práctica son unos malvados.

II.—Las ventajas del trabajo.
1. Ventajas espirituales.-Consideremos unos instantes las ventajas que proporciona el trabajo. Citemos primeramente las que mayor influencia ejercen en el alma:
a) El que está ocupado en un trabajo útil, o en el estudio, mantiene su alma alejada del pecado porque se ve libre de las tentaciones del demonio. Esta es la primera y principal ventaja.
b) El trabajo, si se hace bien, nos obtiene méritos para el cielo. El trabajo, según nos nos dice San Agustín, es oración : "El que trabaja, ora: Qui laborat, orat." Con el trabajo se practica la virtud de la humildad y de la obediencia, porque con él se cumple la voluntad de Dios.

2. Ventajas materiales:
a) El trabajo produce abundancia y proporciona riqueza. Jamás cae en la miseria un hombre laborioso o estudioso. Dice el Espíritu Santo: "El que labra la tierra tendrá pan abundante: Qui operatur terram suam, satiabitur panibus" (Proverbios, XXVIII, 19).
Benjamín Franklin, inventor del pararrayos y presidente que fue de los Estados Unidos de América, dejó escrito: El que sabe trabajar no teme las deudas ni se muere de hambre. El hambre se detiene ante la puerta del hombre trabajador y no se atreve a trasponerla" (3).
b) El trabajo mantiene las fuerzas y vigor del cuerpo y de la inteligencia, porque el cuerpo y la mente necesitan efectuar ejercicios.
Había uno que no quería hacer nada para no perder la salud, y un hombre sabio le amonestó del modo siguiente: Le enseñó dos clavos, brillante y bonito uno, y negruzco y oxidado el otro. "Este está brillante—le dijo—porque lo uso todos los días; este otro, en cambio, lo tengo de reserva y no lo empleo para nada. Lo mismo ocurre con nuestras fuerzas: el ocio las corroe y echa a perder, mientras que el ejercicio las mantiene frescas y las aumenta.''
c) El trabajo, en fin, nos gana la estimación de los demás y nos proporciona paz y alegría. Esto lo reconocían los mismos paganos, que alababan sin rebozo a los más trabajadores e industriosos. El filósofo Aristóteles dijo que "apreciamos más lo que ganamos con mayor esfuerzo: quod laboriosus urquiritur monis diligitur" (Arist., Eth., IX, 8).
d) Por último, Dios premia aun en esta vida, con sus auxilios y consuelos, a quien trabaja y cumple así su voluntad (4).
Conclusión.—Amad el trabajo y el estudio, mis queridos niños, como lo desea el Señor. Acostumbraos desde pequeños a trabajar en lo que os depare la divina Providencia. Procurad aprender algo nuevo cada día. Vuestros padres trabajan para que vosotros podáis aprender; pero llegará un día en que tendréis que sosteneros por vosotros mismos y tal vez ayudarles a ellos a sostenerse. ¡Qué satisfacción más grande sentiréis entonces si habéis aprendido un oficio o terminado una brillante carrera!
El trabajo es costoso, indudablemente, y pesado el estudiar; pero pensemos que nadie nace enseñado y que debemos vivir con nuestro esfuerzo. El ejercicio todo lo facilita, y si se trabaja por Dios se hace muy soportable la fatiga.
El trabajador se labra un risueño porvenir y hace méritos para la vida eterna (5) (6).

EJEMPLOS
(1) El trabajo es una penitencia.—Unos campesinos disputaban entre sí sobre si los primeros habitantes del mundo fueron señoritos o trabajadores.
Uno de ellos decía:
—El primer hombre, Adán, fue un trabajador del campo. Otro le rebatió:
—Es cierto que Adán fue un trabajador del campo; pero antes había sido un señor, dueño del Paraíso terrenal y de todos los animales que había en él. Si trabajaba en aquel lugar de delicias era sólo por placer y para no aburrirse, en cambio, después de haber pecado, trabajó por necesidad, porque le dijo el Señor: "Comerás el pan con el sudor de tu rostro" (Gen., III, 19). El trabajo lo impuso Dios a la humanidad como castigo del pecado y debemos aceptarlo como merecida penitencia.
El labriego que asi habló tenia razón.

(2) Los males de la ociosidad.— La cigarra y la hormiga.—Para convencer a los hombres que debían huir de la ociosidad, los poetas antiguos referían el siguiente apólogo :
Iban unas hormigas, cada una con su granito de trigo en la boca, camino del hormiguero, con el fin de almacenar provisiones para el invierno.
Al ver una cigarra semejante procesión, empezó a cantar:
— ¡Infelices animalitos! Fijaos cómo paso cantando alegremente todo el día y saltando de rama en rama, mientras vosotras sudáis la gota gorda.
Una hormiga vieja y experimentada le replicó:
—Canta, canta, y al invierno hablaremos.
Llegó el triste invierno, y la cigarra, que no tenía qué comer, llamó a la puerta de las hormigas en demanda de socorro. Pero la hormiga vieja le dijo:
—¿Qué hacías en verano mientras nosotras trabajabamos?Cantaba —contestóle la cigarra.
Pues baila ahora —replicó la hormiga. La comida que tenemos almacenada la queremos para nosotras solas.
Y la pobre cigarra murió de hambre y de frío.

(3) Ventajas del trabajo y del estudio.—Los italianos en Rusia.— El año 1812 fueron muchos italianos a luchar contra Rusia enrolados en el ejército de Napoleón. Allí murieron muchos de hambre y de frío; pero los prisioneros más dispuestos a instruirse se libraron de ir a Siberia y se quedaron en Rusia, dedicándose a faenas más llevaderas y bien remuneradas, con lo que lograron reunir un capitalito y regresar a la patria por sus propios medios.

(4) El premio del trabajo.—La reina Victoria de Inglaterra (+ 1901) acostumbraba pasar todos los años algún tiempo en el castillo de Osborne.
Cierto día salió la soberana, como de costumbre, a dar un paseo a pie por los alrededores del castillo, y vio trabajando en un campo a una mujer, cerca de la cual había otras azadas sin que nadie las manipulara.
¿Trabaja usted sola? —le preguntó la reina.
La mujer, que no conocía a la soberana, le contestó:
—A la fuerza, señora. Los que estaban trabajando conmigo se han ido para ver a la reina, perdiendo de este modo un tiempo precioso. No piensan que el trabajo es una obligación que Dios nos ha impuesto como penitencia por nuestros pecados, aunque se convierta en oración cuando se hace por el Señor. Yo soy muy pobre; tengo cinco hijos pequeños y el marido enfermo, y no puedo parar un momento si quiero sacar mi casa adelante.
La reina sacó entonces un bolsito lleno de monedas de oro y se lo entregó a la buena mujer, diciéndole :
—Usted es una mujer modelo. Tome este dinero y diga a sus compañeros de trabajo, cuando vuelvan, que ha venido la reina a verla a usted.

(5) Amor al estudio y al trabajo.—Giotto (+ 1336), de niño, era pastorcillo; pero tenía gran afición al estudio y al trabajo, y le gustaba, sobre todo, dibujar.
Cierto día, mientras pacían tranquilamente sus ovejas, el chico se puso a dibujar una en un peñasco. Acertó a pasar por allí el pintor Cimabue, quien, asombrado por la rara habilidad y destreza del pastorcillo, le preguntó a bocajarro:
—¿Quién te ha enseñado a dibujar, muchacho?
—Nadie, señor —respondió Giotto.
—¿Quieres venir conmigo y aprenderás a pintar?
—Con mucho gusto, señor; pero ha de querer mi padre.
Cimabue habló con el padre de Giotto y, contando con su consentimiento, se llevó al muchacho a su casa de Florencia. Allí se aplicó de tal manera a la pintura que superó a su propio maestro y fue el pintor más célebre de su tiempo.

(6) No hay que desanimarse por los fracasos.Miguel Ángel Buenarroti (+ 1564), genial pintor y escultor, después de haber terminado cierto día de esculpir una estatua, no la encontró de su gusto, y, enfadado consigo mismo, tomó un martillo y la hizo pedazos. Al ruido acudió un discípulo suyo, que le preguntó:
-¿Qué ha pasado maestro?
- ¡Oh! Nada de particular -repuso el escultor-; que no me había salido bien la estatua y la he roto.
-¡Ha perdido en mes de trabajo!
¡Que importa! Ya sé que me toca trabajar otro mes; pero es preferible esto antes que estar a disgusto con una obra salida de mis manos.
Nunca hay que desanimarme porque un trabajo nos salga mas. El trabajo siempre es beneficioso, tanto para el cuerpo como para el espiritu, mientras que la ociosidad no conduce anada bueno, sino que solo males acarrea a la humanidad.

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