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viernes, 11 de febrero de 2011

La Iglesia Católica y sólo ella, es verdaderamente "Católica"

¿Por qué dicen los católicos que su Iglesia es la única "Católica"? ¿No son católicos los anglo-católicos y los cismáticos de Oriente? Cuando los cristianos, en general, rezan el Credo de los apostoles, ¿no profesan su adhesión a la Iglesia Católica? ¿No es cierto que hay en el mundo más protestantes que católicos?
La Iglesia de Roma es la única católica o universal en tiempo, doctrina y extensión. Es la única que viene existiendo desde Jesucristo hasta el día de hoy, y seguirá existiendo hasta el fin del mundo con perfecta continuidad. Ella predica todo el Evangelio y administra los sacramentos que Jesucristo instituyó para comunicarnos su gracia. Ni está confirmada a una sola nación o a un continente, sino esparcida y diseminada por toda la redondez de la tierra. La palabra «católico» no denota una cualidad. Decir anglo-católico, cismático-católico, liberal-católico, etc., es impropio; pues uno no puede ser más o menos católico. O católico, o nada. Los cismáticos orientales no son católicos en cuanto al tiempo, ya que unos se separaron en el siglo V y otros en el siglo XI. Dígase lo mismo de los protestantes, que no existían hasta que Lutero los creó en el siglo XVI. Todas estas sectas e Iglesias carecen de catolicidad en lo que se refiere a la fe, pues se apartaron del único centro de unidad, que es la Sede romana, y dudan o niegan no pocas leyes y enseñanzas que Jesucristo predicó. Tampoco son católicas en extensión. Ya en su mismo origen se identificaron con determinadas naciones, como Alemania, los países escandinavos, Inglaterra, Rusia, Bulgaria, Rumania, Servia, Grecia. Profesar sin más un credo, no quiere decir que uno es católico. Cada secta interpreta las palabras del Credo a su capricho. Tampoco constituyen una Iglesia católica diversas sectas diseminadas por el globo. El catolicismo implica unidad divina de gobierno, fe y culto. Son innumerables los pasajes del Antiguo Testamento, en los que se profetiza que la Iglesia del Mesías había de ser un reino universal (Gen 12, 3; Salm 2, 8; 21, 8; Isaí 2, 2; 9, 7; Dan 2, 35; 7, 26; Zac 9, 10; etc.). En el Nuevo Testamento se hace especial hincapié en la universidad de la nueva ley, en contraposición al carácter nacional de la antigua. Es cierto que hay textos en los que leemos que Jesucristo había venido para los judíos (Juan 1, 11): «Vino a los suyos»; «Id más bien a las ovejas que se han perdido de la casa de Israel» (Mat 10, 6); pero el mismo Señor se encarga de advertir a los judíos que El viene a establecer un reino universal en tiempo y extensión. Al curar al siervo del centurión profetiza que vendrán a su Iglesia multitudes de gentiles «del Oriente y del Occidente» (Mat 8, 11). A la samaritana le dijo: «Viene la hora en que ya no se adorará al Padre ni en este monte ni en Jerusalén» (Juan 4, 21). En sus parábolas nos habla del segador «cuyo campo es el mundo» y «cuya mies es el fin del mundo» (Mat 13, 38-39); nos habla de su viña, que será quitada a los judíos y arrendada a otro pueblo, es decir, a los gentiles (Mat 21, 41-43). Y antes de su resurrección, dijo que su Evangelio sería predicado «en todo el orbe» y «a todas las naciones» (Mat 26, 13; Marc 13, 10; 14, 9). Luego de resucitado, y estando ya para subir al cielo, encargó a sus apóstoles «que fuesen por todo el mundo, y enseñasen a todas las naciones..., predicando el Evangelio a toda criatura» (Mat 27, 19; Marc 16, 15). Los Padres de la Iglesia declaran repetidas veces que la Iglesia es católica, porque está esparcida por todo el mundo, y en todas partes enseña «universal y totalmente todo lo que los hombres deben saber». San Agustín escribe: «El nombre mismo de Iglesia católica me impele a quedarme en ella. Entre tantas sectas y herejías como se están levantando, ella sola es de verdad católica. Y tanto es así, que si un extranjero viene a nosotros y pregunta a un hereje dónde está la congregación de la Iglesia católica, éste no le lleva a la suya, sino que le apunta con el dedo y le señala la Iglesia verdadera.» Y en otro lugar: «La Iglesia es llamada católica tanto por sus enemigos como por sus hijos. Los herejes y cismáticos se ven obligados a llamarla católica, porque si la llamasen por otro nombre nadie los entendería» (De vera religione, 7).
La Iglesia católica es católica en cuanto al tiempo. Las demás sectas y herejías pueden apuntar en el calendario el universo de su nacimiento; mientras que la Iglesia católica data desde el día de Pentecostés. A veces se admite su perpetuidad sin plena deliberación. Me acuerdo que una vez un metodista hizo así en público la presentación de un sacerdote católico recién ordenado: «Yo, miembro viejo de una Iglesia nueva, tengo el gusto de presentarle un miembro nuevo de la vieja Iglesia.» La Iglesia católica es también católica en extensión, pues cuenta con más miembros que ninguna otra; más aún: sobrepasa a todas las sectas protestantes unidas. En la reciente Exposición Misional, que tuvo lugar en el Vaticano, se dieron oficialmente estas cifras: católicos 305.000.000; protestantes, 220.000.000; cismáticos orientales, 158.000.000. Números a secas no constituyen verdadera catolicidad; pero la Iglesia que de hecho es católica, lo es también de derecho, por la misión divina que tiene a su cargo, a saber: la divulgación y extensión de la fe por todo el mundo. De esta Iglesia se ha podido decir que no es una Iglesia como otra cualquiera, sino que es la Iglesia por excelencia; la Iglesia del género humano. Sus miembros están diseminados por todas las naciones. Por eso ha habido momentos difíciles para ella, momentos en los que se creía que no era más que la sierva del emperador de Alemania o del rey francés; pero forcejeó y luchó hasta libertarse de nuevo y quedar una vez más dueña y señora sin trabas de intereses políticos nacionales, siempre cumpliendo su misión divina de propagar por toda la tierra el reinado universal del verdadero Dios.

¿Se leen en la Biblia las palabras «Iglesia católica»? ¿Dónde, pues, se empezaron a usar? ¿Cuándo se empezó a usar la palabra «protestante»? Al llamar a la Iglesia «católica romana», ¿no se la localiza en un determinado lugar, haciéndola así una de tantas ramas de la Iglesia universal? ¿Por qué se ofenden los católicos cuando los llaman «romanistas»?
Claro está que en la Biblia no se aplica a la Iglesia el nombre de «católica»; pero la idea que de la Iglesia tenían Jesucristo y sus apóstoles está muy bien expresada por este vocablo griego que quiere decir «universal». San Ignacio de Antioquía, en carta a los cristianos de Esmirna escrita hacia el año 110 menciona por primera vez el nombre de «Iglesia católica». Escribe el santo: «Donde está el obispo, allí ha de estar la muchedumbre de los creyentes; así como donde está Cristo, allí está la Iglesia católica.» En el Martirio de San Policarpo (155) se hace tres veces mención de la «Iglesia católica». A principios del siglo III ya tenía la palabra «católica» un sentido dogmático por el que se diferenciaba de las demás, siendo considerada como la única verdadera. Clemente de Alejandría, Orígenes y Tertuliano hablan de la «Iglesia católica» en sus escritos, y San Agustín usa la palabra «católica» como sinónimo de la Iglesia nada menos que doscientas cuarenta veces (Revue Benedictine, 1900, 1-9). En 1529, la Dieta de Spira, al conceder libertad religiosa a los Estados luteranos, pidió que se tolerara a los católicos residentes en esos Estados; pero los príncipes luteranos—el elector de Sajonia, el mardgrave de Brandemburgo, el landgrave de Hesse, los duques de Luneberg y el príncipe Wolfgang de Anhalt—protestaron, alegando el principio cujus regio illius religio, o sea, que el pueblo tenía que tener la religión de sus príncipes. La palabra protestante, pues, nació de un no rotundo que se dio a los que pedían libertad de conciencia. Decir que la Iglesia es «católica romana» no es localizarla en determinado lugar, sino afirmar que su centro es Roma. En los círculos políticos se habla del Gobierno de Madrid, por el que se significa toda la nación española, cuyo centro es Madrid. Los controversistas protestantes ingleses del siglo XVII, resistiéndose a que la Iglesia ostentase el título de «católica», que querían para sí, comenzaron a insistir en el adjetivo «romana» para presentarla al público como una de tantas ramas o sectas. El título oficial de la Iglesia es: «La Santa Iglesia católica, apostólica, romana». En ningún documento eclesiástico oficial se encontrará el título «La Iglesia católica romana».
En las naciones de lengua inglesa, los católicos se ofenden cuando alguien los llama «romanistas», porque esta palabra es tomada siempre como un insulto. Es nombre que usan sólo los protestantes, y significa desestima y aversión a la Iglesia católica.

BIBLIOGRAFÍA
Arens, Manual de las misiones católicas.
Criado, Catolicidad de la Iglesia, según la Teología.
Eyzaguirre, El catolicismo en presencia de sus disidentes.
Huby, Historia de las religiones.
Manna, La conversión del mundo infiel.
M. Y. Escalante, Manual de Misionologia.
Montalban, El universalismo inicial en la Iglesia naciente.
Ramírez, Fuerza del catolicismo en su primera extensión geográfica.

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