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lunes, 12 de marzo de 2012

EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA Y LA NUEVA MISA (4).

(Páginas 55-65)
Por el R.P. Joaquin Saenz A.

UN RETROCESO A LAS REFORMAS DE CRANMER
Nos permitimos presentar ahora la traducción de un comentario, escrito por Hugh Ross Williamson, anglicano convertido al Catolicismo, que nos demuestra la terrible denuncia de los teólogos romanos:

I.—El objetivo de Cranmer.
Un historiador inglés está capacitado para fundar sus sospechas sobre los recientes cambios litúrgicos en la Iglesia Católica. El conoce lo que ha sucedido, en su país, en el pasado y las consecuencias de esos acontecimientos explican muy bien sus antecedentes religiosos. Lo que él no siempre comprende es que sean tan pocos, aunque especialistas en estos asuntos, los que estén interesados en circunscribir este tema histórico y que sean muchos los que, no por mala fe, sino por ignorancia, se adhieran a opiniones que la verdad condena generalmente. Por eso, me propongo exponer aquí, con un método simple, el camino por el cual la fe fue destruida en Inglaterra, por órdenes, cuya responsabilidad principal recae sobre Thomas Cranmer, el Arzobispo de Canterbury, quién gozó de todo poder en la esfera religiosa, de 1547 a 1553.
Cranmer fue sincero al declarar sus intenciones y no pretendió nunca ocultar su opinión, según la cual, el poder "de la gran prostituta, esto es, la pestífera Sede de Roma" descansa en la doctrina papal de la "transubstanciación", de la Real Presencia de la carne y sangre de Cristo, en el sacramento del altar (como ellos lo llaman) y en el sacrificio y la oblación de Cristo, hecha por el sacerdote, para salvación de los vivos y de los muertos". (1). Esto era lo que había que destruir. El pueblo debe sober que Cristo no está en el Sacramento, sino sólo en los que dignamente lo reciben. "El comer y beber la carne y la sangre de Cristo, no debe entenderse, según el sentido ordinario, con la boca y los dientes, para comer una cosa que está presente, sino con una fe viva, en el corazón y en la mente, para digerir algo que está ausente". (2). El nuevo rito, que Cranmer inventó para substanciar esta creencia, "la administración de la Santa Cena" no debía tener nada que se asemejase a la "nunca suficientemente execrada Misa". Y el que en la Misa "se ofreciese a Dios Padre un Sacrificio, a saber, el Cuerpo y la Sangre del Señor, real y verdaderamente, en orden a obtener el perdón de los pecados y a obtener la salvación de vivos y muertos (3)" fue declarado por Cranmer como una herejía, merecedora de la pena de muerte.
Este era el objetivo de Cranmer. Los tres medios principales que él usó para llevar a cabo su programa fueron: el uso de la lengua vernácula, la sustitución del altar por la Santa Mesa y los cambios hechos en el Canon de la Misa.

II. LA LENGUA VERNACULA
La traducción de la Biblia a la lengua vernácula había existido en Inglaterra desde los días de Saxon. Mucho antes de que Wyclif hizo su "traducción" en 1380, había, como lo hace notar Santo Thomas Moro, traducciones inglesas, hechas "por virtuosos y sabios varones" y por gente buena y bien intencionada, antes de que Wyclif tuvo el propósito siniestro de hacer una nueva "traducción". E insiste Moro al decir que no había razón alguna "por la que no fuese conveniente el traducir la Biblia a la lengua inglesa", porque "no hay libro de la Sagrada Escritura tan difícil de leer, en el cual un hombre bueno y virtuoso, o una mujer, no pueda encontrar en él algo provechoso o deleitable, para acrecentar su devoción". Lo que debía combatirse eran las deliberadas falsas traducciones de la Biblia, hechas con "propósitos perversos". Esta es la llave para entender y explicar las insistentes demandas anticatólicas para el uso del vernáculo, en el siglo XVI. (4).
La traducción hecha por William Tyndale, uno de los asociados de Cranmer, fue quemada por las autoridades católicas. Cuando Santo Tomás Moro fue interrogado sobre esto, él respondió: "Es para mí una gran sorpresa que cualquier cristiano, que tenga un poco de inteligencia en su cabeza, pueda maravillarse o quejarse de que ese libro haya sido quemado, si es que conocía a fondo el asunto. Los que llamaban al Nuevo Testamento, lo llamaban con un nombre erróneo; debían llamarlo el Testamento de Tyndale o el Testamento de Lutero. Porque Tyndale, siguiendo el consejo de Lutero, ha corrompido y ha cambiado a su antojo el Nuevo Testamento, la buena y saludable doctrina de Cristo, para enseñar las diabólicas herejías, inventadas por ellos, que, en buenas palabras, son lo opuesto de lo que Cristo ha enseñado".
Buscando Santo Tomás More algunos ejemplos para demostrar estos cambios perniciosos, hechos por Tyndale, en su traducción, escoge y señala estas tres palabras: La primera, escribe, es la palabra "sacerdote"; la segunda, la palabra "Iglesia", y la tercera, la palabra "caridad". A los "sacerdotes" Tyndale siempre los llama "los más antiguos"; a la "Iglesia" siempre la denomina "la congregación", "la asamblea"; y a la
"caridad", "el amor". Ahora bien, esos nombres, en nuestra lengua inglesa, no expresan, en manera alguna, las cosas que quieren ser expresadas por ellos; y claramente se ve, teniendo en cuenta las circunstancias, que él tiene una mente dañina, al hacer estos cambios". (5).
Tyndale proveyó su traducción con notas abundantes, como la que afirma que la Misa, como se celebraba antes de sus reformas, era "un saludar con la cabeza, un gruñir, un hacer señas, un juego de monos". Los que todavía creemos en la fe tradicional, los que queremos practicarla, somos, según Tyndale, "bestias que no tienen el Espíritu de Dios, sino que están marcadas con et sello de la BESTIA y con conciencias grangrenadas".
Pero, mucho más dañosas, que éstos sacásticos comentarios, fueron, como lo hace notar Moro, las falsas traducciones de Tyndale (y Cranmer, que le siguió, en una traducción suya publicada seis años después), deliberadamente hechas con el fin manifiesto de desarraigar del pueblo la doctrina católica. Las palabras de la Sagrada Escritura, que significaban "los ídolos", ellos las traducían como "imágenes", para combatir de esta manera la veneración tradicional de las Sagradas Imágenes, el culto de los santos y el culto de latría, que la Iglesia católica tributa a la Humanidad Sacratísima de Cristo. La palabra confesión, que en el lenguaje tradicional sugiría el sacramento de la Penitencia, se convierte, en su lenguaje, en "reconocimiento". Las grandes y fundamentales palabras del Evangelio "gracia" y "salvación" se traducen como "favor" y "salud". La palabra, que debería designar al "sacerdote" se interpreta como "el más antiguo", y el de "Iglesia" como el de "congregación" o "asamblea". Y añade: "Por la palabra "sacerdote", en el Nuevo Testamento, no se entiende otra cosa que "el más antiguo para enseñar al más joven".
Dice también que los dos sacramentos, ordenados por Cristo, el bautismo y la santa comunión, no son otra cosa que "la predicación de las promesas de Cristo". Así también para poner otro ejemplo — el aviso apostólico, en la Carta de Santiago, que dice: "¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los sacerdotes de la Iglesia y oren por él, ungiéndole con aceite, en el nombre del Señor, estas palabras son una obvia referencia al sacramento de la Extremaunción y por más que diga Tyndale, no pueden interpretarse de otra manera, sino "sacerdotes de la Iglesia". El mismo Wyclif, en su primera traducción, no aceptó el sentido que Cranmer y los suyos le darían después, sino que correctamente tradujo "sacerdotes de la Iglesia". Pero, en las versiones de Tyndale y de Cranmer, en vez de "sacerdotes", se puso "los más antiguos de la asamblea".
Podrían, pues, los protestantes apelar a la Biblia, en su traducción vernácula y así traer el testimonio del Nuevo Testamento, que no es ninguna referencia legítima, para justificar sus enseñanzas anticatólicas y las prácticas de las doctrinas en disputa. Y, cuando esas tendenciosas y falsas traducciones de la Biblia fueron, con toda razón, impugnadas y suprimidas por las autoridades católicas, los católicos fueron además acusados de "querer impedir al pueblo el leer la Biblia". Así de simple fue su ardid; y la efectividad de esta doble mentira quedó tan firme, que, después de cuatro siglos, todavía escuchamos su eco.
En el corazón del problema de la Misa en vernáculo está la narración vernácula de la institución de la Eucaristía. No se trata tan sólo de que el Canon pronunciado en voz baja, que ha sido regla desde el siglo octavo, debe ahora ser abandonado, sino que la fórmula inglesa: "Haced esto en memoria de Mí" sea escuchada "distintamente" por la asamblea.
La palabra griega anamnesis, que es traducida como "en memoria de", es difícilmente interpretada en el lenguaje inglés. Palabras como "memoria", "recuerdo", "memorial" implican la existencia de algo que está ausente en sí mismo, mientras que anamnesis tiene el sentido de "recordar", "representar" (hacer nuevamente presente) un hecho pasado, de tal manera que vuelve a estar presente activamente. Esta idea, este sentido no está adecuadamente expresado ni siquiera en la palabra latina "memoria". Las palabras inglesas "recall" y "represent" son insuficientes, sin una mayor explicación, aunque sean escritas "re-cal", "re-present"; y "recuerdo", "memoria" y "memorial" por su uso convencional y común sentido, son actualmente equívocas y, por lo mismo, inadmisibles.
"La inteligencia de la expresión eucarística "por la anamnesis de Mí" como una representación o recuerdo activo, delante de Dios, del único sacrificio de Cristo, en toda la plenitud de su realización y de sus efectos está, como un teólogo dice, claramente expresada en todas las tradiciones de la primitiva Iglesia". En las palabras de San Juan Crisóstomo: "Nosotros ofrecemos también ahora, lo que fue ofrecido, lo que no puede ser agotado. Esto es hecho por una anamnesis de lo que se hizo entonces, porque dijo Jesús: "Haced esto, por una anamnesis de Mí". No ofrecemos, pues, nosotros un diferente sacrificio, como el Sumo Sacerdote lo hacía en el Antiguo Testamento, sino que ofrecemos el mismo sacrificio. O, mejor dicho, ofrecemos la anamnesis del Sacrificio". (6).
Cranmer, que quería arrancar de raíz toda idea de la Misa como un sacrificio, para sustituirla por la teoría de una mera cena-memorial, en la cual Cristo no está realmente presente, a no ser espiritualmente, en el corazón de los fieles, no pudo encontrar una bomba más potente que la supresión del Canon silencioso, en favor de su Institución narrativa en inglés, su reiterada fórmula "Haced esto en memoria de Mí". En el gran silencio con que se decía el antiguo Canon, cualquier fiel medianamente instruido en el significado de tan grande Momento, sabía, aunque no supiese formularlo, lo que estaba pasando. Pero ahora, él puede oir y saber que se está celebrando una cena-memorial. La Biblia así lo dice. Ahora se le invita a recordar algo que sucedió hace dos mil años, en el pasado. Y esta interpretación, en la liturgia de Cranmer, está enfatizada con las palabras que el ministro decía al dar la Comunión: "Toma y come esto en recuerdo de que Cristo murió por tí, y aliméntate en El, en tu corazón por la fe, con la acción de gracias".
La imposición del nuevo Prayer Book, en vernácula tuvo lugar en todo el país el 9 de junio de 1549, domingo in albis. Al día siguiente, el cuerpo de los campesinos de Devonshire, después de haber contemplado el nuevo rito, obligaron a su párroco a restablecer la antigua Misa. En diez días, el pueblo armado (posiblemente eran unos seis mil; es difícil precisar el número) se apoderaron de Crediton y amenazaban a Exeter. Sus demandas eran simples y precisas, y estaban relacionadas únicamente con la fe. Exigían la restauración de la Misa "como antes" y que el Santísimo Sacramento debía ser de nuevo reservado en un lugar prominente. "No aceptaremos, decían, los nuevos ritos, porque son como un juego navideño, sino que tendremos nuestros antiguos ritos, los Maitines, la Misa, las Vísperas y las Procesiones (letanías de Nuestra Señora) en latín y haremos que cada predicador en su sermón y cada sacerdote en su Misa pidan nominalmente por las almas del purgatorio, como lo hicieron nuestros antepasados". El Bautismo debería ser administrado "lo mismo entre semana que en los domingos y días festivos". Deben restablecerse las bendiciones acostumbradas y practicadas por la Iglesia, así como deben distribuirse las palmas y la ceniza, en los tiempos establecidos, con "todas las antiguas ceremonias hasta ahora usadas por nuestra Madre, la Santa Iglesia" (que Cranmer había suprimido como "supersticiosas"). (7).
Cranmer se enfureció, no sólo por estas demandas, sino, todavía más por el hecho de que ignorantes campesinos, "Hob, Will y Dick", se hubieran atrevido a poner en duda su teología. Por eso les escribió: "Oh, ignorantes hombres de Devonshire y Cronwall, tan luego como supe vuestros artículos, pensé que estabais siendo engañados por algunos astutos papistas, que os persuadieron a exigir lo que vosotros mismos no comprendíais estabais exigiendo. Declarad qué espíritu pudo mover a esa gente para persuadiros de que la palabra de Dios no es otra cosa sino un juego de Navidad. Es más que un juego y una ridicula comedia el oír al sacerdote hablar en voz alta al pueblo en latín. En los servicios dichos en inglés no hay otra cosa que la Eterna Palabra de Dios. Si a vosotros os parece un juego navideño, pienso que no debéis ser culpados por esto, sino los sacerdotes papistas, que han abusado de vuestra sinceridad. ¿Os gustaría mejor ser como urracas o como loros, que son enseñados a hablar, sin que nunca lleguen a entender una palabra de lo que dicen, o ser verdaderos cristianos, que piden con fe a Dios?"
Los rebeldes, en su simple fe, no hicieron caso al sabio Arzobispo. Cranmer tuvo que acudir a la fuerza de las armas. Extranjeros mercenarios, principalmente luteranos alemanes, fueron empleados, en territorio inglés, por vez primera en trescientos años y el último baluarte de la fe fue abatido en la batalla. "La matanza, según las palabras memorables de Hilaire Belloc, fue indiscriminada: "cuatro mil personas fueron acribilladas o arrastradas o ahorcadas, antes de que los hombres de Devon aceptasen, sin ningún entusiasmo, la exquisita prosa de Cranmer". Y la historia nos dice que los aventureros italianos y españoles, que reforzaban la filas de alemanes, cuando se dieron cuenta de lo que había ocurrido, se dirigieron al Nuncio Imperial para pedir la absolución de lo que habían hecho.
Cuando llegó a Londres la noticia de la victoria de la lengua vernácula, Cranmer "hizo una Cena en el coro de Paulo por la victoria" y en el sermón delante del Lord Mayor y Regidor, el Arzobispo Cardenal amonestó a sus oyentes, diciendoles: "la plaga de la división entre nosotros, cuyo deleite no se había oído desde la Pasión de Cristo, nos ha venido por instigación del Demonio, por no haber sido diligentes oidores de la Palabra de Dios, que nos ofrecen sus verdaderos predicadores, sino nos hemos dejado arrastrar por los sacerdotes papistas".
Es evidente que era falso que el pueblo no entendía la Misa latina. La circulación de libros de devoción y de instrucción en una población de tres millones puede calcularse por el hecho de que, en el holocausto de la ciencia y la piedad católica, que fue parte de la política protestante, se quemaron más de un cuarto de millón de libros litúrgicos. Un año después de la dictatorial imposición del primer Prayer Book, en 1550, Cranmer envió comisionados a las universidades. En Oxford, miles de libros fueron destruidos. Cambridge sufrió un más lento, pero más drástico despojo, que puede sospecharse por el hecho de que, al principio del reinado de Isabel, no se encontraron sino unos 177 volúmenes "semidestruídos y manchados".
El resultado era inevitable. Un predicador protestante, en un sermón predicado delante del rey, afirmó: "Está entrando en Inglaterra más ignorancia ciega, superstición e infidelidad, que hubo jamás bajo el gobierno de los obispos romanos. Vuestro reino (lo afirmó con pesar) se hará más bárbaro que el de Scythia". Otro, deplorando la multiplicidad de las sectas, consecuencia inevitable de la política de Cranmer, se quejaba: "Hay arríanos, marcionístas, libertinos, davístas y otras numerosas monstruosidades semejantes; hemos necesitado ayuda contra los sectarios y epicúreos y seudo-evangélicos, que han empezado a hacer estremecer nuestras iglesias con mayor violencia que nunca.
Una de las razones de la destrucción de los libros fue la ley dada por Cranmer, porque "se había divulgado y difundido la noticia de que la gente volvería a tener su antiguo rito latino" y era necesario el hacer que el pueblo "desechase por completo la vana expectación de volver a tener el servicio público y la administración de los sacramentos en la lengua latina". La ley ordenaba el entregar todos los libros litúrgicos o devocionales en latín a las autoridades "para mutilarlos y destruirlos, para que nunca pudiesen ya servir al uso a que estaban destinados". Había una excepción: las copias en latín o en ingles del Primer Ministro de Enrique VIII eran permitidas, con tal de que toda mención de los santos fuera suprimida.
Porque Cranmer odiaba a los santos, casi como odiaba la Misa,- y una de las ventajas de sus traducciones vernáculas fue la de poder publicar una nueva letanía, en la que se omitieron todos los nombres de los santos así como de las advocaciones de la Virgen Santísima, y en las que se añadía la petición: "De la tiranía del Obispo de Roma y de todas sus destestables enormidades, buen Señor, líbranos"; la cual súplica fácilmente podía ser "entendida por el pueblo", cada vez que se decía, los miércoles y los viernes".

REFERENCIAS.

1.—Cranmer: Defence, 1.
2.—ibid. III.
3.—Reformatio.
4.—The English Hexapla, publicado en 1805; contiene seis versiones vernáculas (la de 1380, la de 1534, 1539, 1557, 1582 y 1611) impresas en columnas paralelas. Incluye la versión de Wyclif, la de Tyndale y la dé Cranmer.
5.—Controversia de More con Tyndale; incluye El Diálogo concerniente a las herejías (1529) del que este pasaje está tomado y la "Refutación de la respuesta de Tyndale" (1523 y 1533).
6.—Gregory Dix: "The Shape of the Liturgy", p. 243, citando a San Juan Crisóstomo, Heb. hom. XVII, 3.
7.—Los quince artículos de los rebeldes están impresos en el apéndice de la obra de Strype sobre Cranmer. Hay otras dos versiones, aunque las demandas aquí citadas están en todas. F. Rose Troup, The Western Rebellion de 1549.
8.—Remains of Thomas Cranmer, Vol. II. — Jen Kyns.
9.—A History of England, vol. IV.
10.—Sketches of the Reformation taken from the Contemporary Pulpit. F. O. W. Hawel.
1 1.—Original Letters relative to the English Reformation. vol. II. (Mayo 1550).

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