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martes, 6 de marzo de 2012

LA GRUTA DEL PERRO

En Italia, cerca de Napoles, hay una caverna de origen volcánico. Se llama la "gruta del perro".
A diferencia de las otras grutas, que a menudo sirven de refugio, esta es peligrosa y puede causar la muerte a los imprudentes.
Por qué? La respuesta es sencilla: del fondo se desprende un gas asfixiante, el ácido carbónico, el cual, por ser más pesado que el aire, se acumula hasta la altura de 50 cm., lo cual basta para matar un perro que entra en ella, mientras que los hombres por ser más altos y tener por consiguiente la cabeza fuera de la influencia del gas, puede caminar allí impunemente.
Por eso se llama "gruta del perro".

Esta gruta, única en su género, representa a tantas otras grutas, mucho más recientes, en el campo moral y espiritual; las salas cinematográficas son verdaderas grutas mortíferas, verdaderas tumbas, no de perros, sino de almas imprudentes e inexpertas.
Tal vez se te dificulte creerlo, porque en el cine encuentras tu diversión favorita. Pero escucha lo que dice el Rev. Mons. Civardi:
"En algunas salas de proyección, mientras en las pantallas pasan ciertas visiones, el aire está como impregnado de microbios, de sutil veneno para el espíritu".
"Y también en el caso que puedan reaccionar los espíritus fuertes de las personas adultas, quedan intoxicados los espíritus débiles de los muchachos y de las jóvenes, en cuyas pupilas se imprimen fatales imágenes que tal vez no se borrarán jamás".
Parece mentira que el cine, don admirable de Dios e inestimable medio de instrucción se haya convertido en veneno mortífero.
Y sin embargo, es así.
Pío XI, aterrorizado de ver tanto mal, exclamó: "Ante la corrupción de infinidad de niños y de jóvenes, ante tantas inocencias que se pierden en las salas de cine, viene a la mente la terrible condena de Nuestro Señor contra los corruptores de los pequeños".
La experiencia cotidiana nos habla de jóvenes que en las salas de cine han encontrado la tumba de la propia inocencia y de otros muchos que han encontrado el bacilo mortífero de una tisis espiritual.

Pero, dirás, cómo es posible esto? Yo no encuentro nada malo en el cine.
Dime:
Acaso no es verdad, que cuando se proyecta una película emocionante te impresionas hondamente, y hasta lloras? Si en cambio es trágica, no es cierto que contienes hasta la respiración, mientras no llega el desenlace? Y las películas cómicas, no te hacen destornillarte de risa?
El cine tiene una fuerza sugestiva extraordinaria. Obra directamente sobre todas las facultades del hombre: sobre la fantasía, la voluntad y el corazón, logrando distraer, divertir, interesar, persuadir, sin que los espectadores se percaten de ello.
Una alumna de tercero de secundaria confiesa:
"Quien hoy va a una sala de cine público para asistir a un espectáculo, muchas veces no pasa dos horas de distracción o de instrucción, sino dos horas de autosugestión, de sacudidas al sistema nervioso, de fuertes palpitaciones de corazón... de modo que, cuando sale de aquella sala, se precipita de golpe del empíreo al abismo, y después de las delicias vistas en la pantalla, la vida le parece más fea".
Es verdad, no todas las películas son de reprobarse. Pero, cuántas son de alabarse?.
Basta examinar las estadísticas para convencerse de ello.
Prácticamente, preguntarás, cómo he de regularme?
Hay quien ha propuesto abstenerse completamente del cine. Este es un remedio que exige mucho sacrificio.
La Iglesia aconseja abstenerse de las películas que son del todo malas o peligrosas. A esto estamos obligados como estamos obligados a evitar las ocasiones peligrosas.
Si quieres ver alguna película te sugiero algunas normas:
ANTES DEL ESPECTÁCULO entérate de su naturaleza, pide consejo a tu confesor, informate de las censuras a la película.
DURANTE EL ESPECTÁCULO si se presentan escenas que ofenden tu dignidad cristiana, o te turban la conciencia, retírate sin esperar a que termine la proyección. Y si salir no te fuere posible, cierra los ojos tratando de dormir, como lo hacía San Alfonso M. de Ligorio que, cuando lo llevaban al teatro, se quitaba los anteojos, ya que siendo miope sin ellos no veía nada.
DESPUÉS DEL ESPECTÁCULO examina tu conciencia para ver si no te reprocha nada y si algo te reprochare confiesa humildemente tu culpa.

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