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miércoles, 5 de marzo de 2014

MIÉRCOLES DE CENIZA.

     Ayuno, abstinencia, rezando en honor de la pasión de Cristo y su sangre preciosa, derramada por nosotros, siete Padrenuestros, siete Ave Marias, y un Credo. Oirás Misa, por satisfacción de tus culpas; y con espíritu de compunción y tristeza santa recibirás la ceniza. En toda la cuaresma evitarás cualquier adorno, o aliño vano de tu persona: te abstendrás de ir a paseos peligrosos, o festines mundanos. Mortificarás tu lengua, pero con prudencia, de modo, que evitando toda murmuración, mentira, y palabras ociosas, no te hagas molesto, faltando a la urbanidad y caridad. Si puedes, asiste hoy, y los días de cuaresma al sermón; pero sea con ánimo de aprovecharte de la palabra do Dios, y no por curiosidad. Hoy comulgarás para dar principio a tu penitencia. El fruto de tus comuniones ha de ser evitar culpas veniales plenamente advertidas y consentidas, especialmente las de costumbre; pero si caes en ellas como miserable, no desmayes: humíllate y sigue tus ejercicios, que Dios te perdonará y ayudará. Mas has de granjear en su presencia con un acto de humildad, que con muchos días de tristeza e inquietud del corazón. Si con dictamen de un médico timorato, y del confesor, comes carne, guarda la forma del ayuno; pero si ni eso puedes hacer, no te aflijas; lleva con paciencia tus enfermedades, y da una limosna, si puedes, o ejercita en lugar del ayuno alguna obra de misericordia cada día. Todo lo dicho es para todos los días.
     Aquí quiero advertirte, que en todos los ejercicios de mortificación te sujetes al dictamen de tu confesor, para que tendiendo a tu estado, a tu oficio, y otras circunstancias, de tal modo arregles tus obras, que ni por rigor demasiado te haga desfallecer, ni por reprensible laxidad embarace tus progresos.
     Asimismo debes estar persuadido a que estos ejercicios no te obligan bajo pecado: no obstante, si los practicas, con devoción y exactitud, te serán de imponderable utilidad, y te llenarán de consuelo en la hora terrible de tu muerte. Dios quiere que le sirvamos con orden, y se complace de que observemos orden en nuestras acciones.
     Si estos ejercicios se hacen ente muchos, serán mas provechosos; con tal que haya unión de caridad, que se hagan todos un corazón, y una alma; que cada uno se muestre diligente en seguir la distribución del tiempo, evitando toda ocasión de risa, o turbación, y fervorosos, atendiendo al negocio importante de la salvación de su alma, que es el fin principalísimo de estos santos ejercicios. Pero el que los hiciera solo, considere que le acompaña el Ángel de su guarda, y Dios atiende a sus buenos deseos, y él dispone el galardón de sus obras en el Reino celestial.
     Dos son los tiempos de meditación, que se señalan para cada día, uno sobre el Evangelio para la mañana, y otro sobre la Pasión del Señor para la noche; y en cada tiempo se ocupará media hora. Para todo tendrás lugar, si procuras levantarte temprano porque aquel tiempo que te privares del descanso, y del sueño, debe entrar en el número de las mortificaciones que haces por por satisfacción de tus pecados.
     El rezo de cada día son cinco Padrenuestros y Ave Marias a las llagas de Cristo, que se rezarán en cruz delante de la imagen de un crucifijo, que tendrás con mucho aliño preparada para tus ejercicios.
     Asimismo siete Ave Marias en honor de los dolores de María Santísima, cuya imagen supongo estará al pie de la Cruz igualmente aseada. El Rosario o corona de cada noche, no es necesario advertirlo, pues es una devoción que a nadie debería faltar.
     Para los Viernes se señala el santo ejercicio de las estaciones del Calvario, o en común, o en particular. Los días Sábados se rezará al salir la luz, un Rosario de cinco misterios, que llamarás el Rosario de la aurora, diciendo en cada misterio la jaculatoria que pongo abajo. Se cantarán las alabanzas: Pues concebida etc., y todos los Domingos se reza la hora, esto es, la primera parte a la mañana, la segunda a la tarde, y la tercera a la noche. Todas estas son devociones sólidas, y muy útiles. En algunos días suelen pedir las circunstancias del paso o evangelio que se medita algún particular obsequio, el que se irá notando. Todo lo dicho ayuda mucho a conservar y aumentar la devoción, si por otra parte pone la alma su principal atención en los puntos siguientes. Primero: cumplir bien con sus obligaciones, la religiosa con sus oficios y actos de comunidad; la casada con el buen gobierno de su familia, y cuidado de su casa; el oficial con su tarea; el prelado, etc., con sus negocios; y así de lo demás. Segundo: ofrecer a Dios a menudo lo que se va haciendo, según enseña el Apóstol, de suerte que todo se haga a honra y gloria de Dios, el comer, el trabajar, el gobernar, el rezar, etc. Tercero: tener exacto cuidado entre dia en sufrir con paciencia y humildad lo que nos puede turbar y hace perder el mérito. Por tanto, debemos estar prevenidos para sufrir las adversidades que Dios permite, como son la pobreza, enfermedad, la desgracia en bienes de fortuna y honor, y la misma muerte de alguno. Asimismo, llevar con cristiano sufrimiento las injurias, desprecios y molestias que nos ocasionan los prójimos. Cuarto: apartarse de las ocasiones de pecar, especialmente en materia de impureza; y así cada uno debe tomar aquellas precauciones, que sean oportunas para conservarse en los candores de la castidad. Quiero decir: huir de visitas inútiles y peligrosas, evitar conversaciones mundanas, guardar modestia en todos los sentidos. Estas son virtudes verdaderas; y teniendo cuidado de observarlas, viniendo bien los lemas ejercicios de devoción. Para su observancia, no dejes cada día de tener media hora de lección, si tienes lugar, o en la vida de algún Santo, o en otro libro espiritual; pero sea tu lección pausada y muy atenta, para que te sea provechosa, conservando en tu memoria, aunque sea en substancia y por mayor, lo que Dios te enseñó por medio de aquella lección.

PARA EL ROSARIO.
JACULATORIA.
Aurora del cielo, 
Estrella del mar:
 Líbrame, Señora, 
De culpa mortal.

     Te encargo mucho no faltes a la meditación de cada día, ni creas, aunque el enemigo de las almas te lo sugiera, que es cosa muy dificultosa, como se suele decir. Ponte con devoción delante de Dios, y como habías de pensar otra cosa, piensa en aquellos puntos que aquí se te proponen. No te hagas mucha fuerza para meditar, porque este negocio mas quiere gracia que fuerza. Clama a Dios allá en tu corazón, pidiéndole misericordia, y haciendo actos de amor, que con esto que hagas habrás tenido bien tu oración. Aunque se te vaya el pensamiento a otras cosas y aunque esto te suceda cada momento, no te aflijas: vuelve en tí, y trae tu entendimiento con suavidad a pensar en Dios, que en esto ganarás mucho, y tu meditación será aceptable al Señor. ¡Oh, y cuanta es la ilusión de aquellas almas que no tienen oración, porque dicen que no pueden! Esto es lo que el diablo quiere. Cualquier niño que tenga ya expeditas las luces de la razón, cualquier rústico, puede pensar un rato en Dios, pedirle misericordia, y amarle; ved aquí, que esa es y se llama oración, porque se eleva la alma a tratar con Dios. Destierra de ti esa aversión que tienes a este ejercicio, y ponte en la presencia de Dios, que su Majestad te entesará a tener oración.

A LA MAÑANA.
     Punto primero. Considera como en el Evangelio de hoy nos amonesta Jesucristo, que no pongamos pongamos nuestro corazón en los bienes de la tierra. Todas las riquezas son corruptibles, y en llegando la muerte se dejan en el mundo. Los amadores de estos bienes transitorios oscurecen sus entendimientos, impidiendo que entren en ellos las hermosas luces del desengaño: ellos se hacen esclavos de la vanidad; y sujetos a estas miserables cadenas nada hacen por conseguir su salvación, que es el fin porque Dios los crió, ¡Oh, Dios mió, aunque yo gozara todos los tesoros del mundo, de qué me sirvieran si por ellos te perdía a Ti, que eres el único centro de nuestra felicidad!
     Punto segundo: Buscad, dice el Señor, los tesoros del cielo, que son verdaderos, estables, e inamisibles; ¡Qué necedad tan grosera es la de aquellos, dice el Crisóstomo (Hom. 48), que no envían sus tesoros a la patria celestial donde esperan vivir para siempre! Están desterrados en el mundo, viven aquí como peregrinos, y se afanan por conseguir bienes que se han de quedar en este lugar de su destierro. ¡Oh locura de los mortales! Procura tú, alma, atesorar para el cielo, no dejando se pase tiempo, ni ocasión de ejercitarse en buenas obras Estas son las riquezas que has de hallar en aquella ciudad santa, después de estos breves días de tu peregrinación. 
     Nota. La presencia de Dios para cada día ha de ser en aquel paso de la sagrada pasión que se medita. Las jaculatorias serán los continuos actos de Fe, Esperanza, y Caridad, diciendo con mucho afecto: Creo en Dios, amo a Dios, etc.
     Este día por ser el primero de cuaresma, en que la santa Iglesia nos acuerda que somos polvo y ceniza, ocuparás un cuarto de hora en pensar en la sepultura ha de ser tu casa. Allí están ya muchos que tú has conocido en el mundo. Busca su grandeza y esplendor, sus honores y riquezas, su hermosura y gallardía. ¡Ah! ya todo desapareció: no ha quedado mas que el polvo confundido con el de los otros muertos. ¡Oh mundo engañoso! ¡Oh locos amadores del siglo!

A  LA NOCHE.
     Punto primero. Contempla, alma, como llegando ya el tiempo de la pasión del Señor camina al huerto de Getsemaní con sus discípulos. Ya sale al campo de batalla este inocentísimo Abel, donde por tu amor ha de perder la vida. Mira con qué silencio camina entre las oscuridades de la noche. Oye los suspiros que aquel deifico corazón iba arrojando. Imagina que te convida para que le acompañes en sus aflicciones. ¡Oh, qué dichoso serás si desde esta hora vas acompañando a tu Señor en su pasión hasta la hora de tu muerte!
     Punto segundo. Medita la ingratitud con que Judas se apartó del Señor para irle a entregar a sus enemigos. Mira cual va aquel infeliz reprobo, arrastrando las desventuradas cadenas de su perdición. Esto hace el pecador; y esto has hecho tú las veces que por el pecado mortal te has apartado de Cristo. Has dejado a tu pastor en la funesta noche de la culpa, por entregarte a los mas criminales placeres. Te has gloriado de despreciarle, y entregarle a sus enemigos. Llora tu ingratitud, y desagravia a tu Dios, como David con las mas amargas lágrimas.
R.P. Fr. Pedro Pablo Patino
CUARESMA DEVOTA
Décimo cuarta edición (1897)

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